19 años comprometidos con la educación

Los Caudillos Argentinos

Argentina - Los Caudillos Argentinos - Salta y Jujuy

Zona actuales Provincias de Salta y Jujuy

Argentina - Los Caudillos Argentinos - Salta y JujuyLa historiografía nacional estuvo durante largo tiempo ligada a una línea de crítica al caudillo salteño, alimentada por la mirada despectiva de José María Paz, Bartolomé Mitre y Joaquín Carrillo, entre otros. La demagogia, la arbitrariedad y el carácter populista de su política han sido los flancos más atacados por esta tradición historiográfica, que coloca a Güemes en un lugar secundario en la galería de próceres nacionales. “He jurado defender la independencia de América y sellarla con mi sangre. Estamos dispuestos a morir primero que sufrir por segunda vez una dominación odiosa, tiránica y execrable” Con estas palabras, Martín Güemes pone de manifiesto su voluntad libertadora como continuador del espíritu revolucionario surgido el 25 de Mayo de 1810, cuando el pueblo salió a la calle a exigir un gobierno criollo contra el enemigo colonialista que nos azotó siempre, llevándose nuestras riquezas. ¿Qué fue la resistencia sino una colosal batalla con centro en Humahuaca, un ala en la Quebrada del Toro y la otra en la frontera del Chaco? Diez veces entraron los realistas a Salta y Jujuy; diez veces fueron expulsados. A cada nueva invasión, los partidarios de la resistencia crecían. Güemes tuvo por aliado al pueblo, a la peonada, a todos los hombres, mujeres y niños que querían una patria libre y colaboraron dando todo lo que poseían, peleando codo a codo con piedras, hondas y armas robadas, alzados contra el invasor. Sin embargo, y como ha afirmado Félix Luna, los historiadores salteños advirtieron la grandeza de Güemes. Desde la provincia natal del caudillo comenzó a escribirse otra historia destinada a destacar la significación de su gesta popular. En 1877, Juan Martín Leguizamón publicó sus Ligeros Apuntes Históricos sobre la Provincia de Salta, en los que rescata una imagen de Güemes como estratega militar y hábil político. Estas facetas demuestran el despliegue de la táctica güemesiana integrada al plan emancipador de San Martín, cuyo objetivo primordial era unificar a la América Hispana desde Lima hacia el Sur. Don Martín Miguel Juan de Mata Güemes Montero de Goyechea y la Corte, tal cual era su verdadero nombre, nació el 8 de febrero de 1785, en la ciudad de Salta. Fueron sus padres don Gabriel Güemes Montero Bárzena Gómez y Campero, natural de España y Tesorero de las Cajas Reales de Jujuy; y doña Magdalena Goyechea y la Corte, dama criolla jujeña descendiente de don Francisco de Argañaraz y Murgía (fundador de la ciudad de San Salvador de Jujuy en 1593). El futuro “general gaucho”, se inició en la carrera de las armas en 1799, a la temprana edad de catorce años, cuando sentó plaza de cadete en el “3º Batallón de la 6º Compañía del Regimiento Fijo de Buenos Aires”, una de las tres unidades de veteranos con que contaba el Virreinato del Río de la Plata y que en esos momentos se encontraba acantonada en Salta luego de haber contribuido a la sofocación del movimiento revolucionario indígena liderado por Tupac Amaru, contra quién luchó también su padre. De aquí en más, su carrera militar sería brillante, dedicando veintidós de sus treinta y seis años de vida a la defensa de la patria. Su bautismo de fuego se produjo durante las Invasiones Inglesas, cuando su Regimiento fue llamado a Buenos Aires para defender la capital del Virreinato del Río de la Plata. Allí actuó como asistente de Santiago de Liniers; en la Primera Invasión se destacó por la dirección personal de un asalto de caballería que se apoderó del buque “Justine” (12 de agosto de 1806), y, durante la Segunda Invasión, participó en el combate de los “Corrales de Miserere” y en las campañas en la Banda Oriental. Pero su mayor gloria la obtendría, como ya dijimos, durante la “Guerra de la Independencia” contra la Corona Española, como gran colaborador del General don José de San Martín en el Frente Norte de nuestro país, haciendo honor a su apellido, pues, según Pedro Fernández Pradel, la palabra “güemes” significa “lindero” en el dialecto vasco; y él, reiteramos, con su acción aseguró el límite septentrional de la patria. Su actuación en este frente comenzó a ser considerable a partir de la “Revolución de Mayo”, cuando, con su “Escuadrón de Salteños” (también llamados “Los Infernales de Güemes”, en contraposición a los “Angélicos” realistas), empezó a repeler los avances españoles desde el Alto Perú. Luego de su incorporación, juntamente con su tropa, en el Ejército del Norte del General Juan Martín de Pueyrredón, participó en las victorias de Suipacha (7 de noviembre de 1810) y Chocioca (Tarija, el 25 de enero de 1812). Sin embargo las intrigas de sus enemigos hicieron que el General Manuel Belgrano, sucesor de Pueyrredón, lo enviara a Buenos Aires por mujeriego, pues se rumoreaba que vivía bajo el mismo techo que doña Juana Iguanzo, esposa del Teniente Sebastián Mella. Rehabilitado por el General San Martín cuando éste sucedió al “Creador de la Bandera” luego del histórico encuentro de los próceres en la “Posta de Yatasto”, del que también fue testigo el ilustre salteño, Güemes fue designado Jefe de Avanzada sobre el Río Pasaje (en Metán) y, luego de importantes combates, fue nombrado también Comandante General de la Vanguardia del Ejército Auxiliar del Perú. Cuando obtuvo el triunfo de Puesto del Marqués (abril de 1815), los patriotas de Salta lo eligieron como el primer Gobernador de la Intendencia de Salta del Tucumán y establecieron el régimen federal en la provincia. En 1820, mientras estaba en el Alto Perú como general en jefe del Ejército de Observación, por órdenes del general José de San Martín, el Cabildo salteño lo depuso. Su presencia y la de 600 lanceros gauchos en la ciudad acabaron con la intentona política. Recuperó el mando y el pueblo lo repuso en el cargo. Mientras, las fuerzas españolas estaban en la puerta de la ciudad, desde donde ingresó una partida en la noche del 7 de junio, y desata una lluvia de balas sobre Güemes, quien es herido mortalmente. Aferrado a su caballo galopó hacia la Quebrada de la Horqueta, donde agonizó hasta su muerte, el 17 de junio de 1821. Veamos, a continuación, las apreciaciones de Jorge Newton sobre la Guerra Gaucha: “Lo que la historia recuerda con el nombre de Guerra Gaucha no constituye un episodio, ni está circunscripto a una campaña. Es, por el contrario, un cúmulo de acciones que se desarrollan desde el momento en que Güemes regresa a la provincia de su nacimiento, hasta que muere en ella, un lustro largo mas tarde. Es una guerra de guerrillas, de recursos, de emboscadas, de cargas de caballería, y de choque de infantes, de la que participa la población en masa, y a la que ni siquiera permanecen ajenas las mujeres” La guerra gaucha comprende todos los aspectos de una lucha sin cuartel y a muerte. Sus movimientos están perfectamente coordinados, mas no obstante parecen anárquicos. Los realistas tienen siempre al frente un enemigo móvil, que golpea sin cesar, pero que sólo excepcionalmente ofrece blanco para el ataque. Y, por supuesto, la guerra es total. Nadie deja de participar en ella: ni el niño que espía en un camino, ni el anciano que aparenta ir inocentemente de un pueblo a otro, pero que en realidad es portador de algún mensaje. Cuando las milicias españolas se adelantan por un campo, por un monte o por una quebrada aparentemente libre de toda clase de enemigos, se escucha el ruido producido por el arma de fuego de un franco tirador, y algún soldado realista cae muerto. Las vanguardias parecen avanzar por tierras desiertas, pero de pronto surge al frente una partida de gauchos que parece haberse descolgado del cielo, desorganiza la vanguardia, causa bajas entre quienes la integran y desaparece tan misteriosamente como se hizo presente, sin dar tiempo a que el enemigo tome represalias.A retaguardia de los ejércitos realistas, las emboscadas son aún mas frecuentes, y los soldados que se retrasan desaparecen con harta frecuencia. Los campos están devastados, y en los pueblos, cuando las tropas reales se aproximan, los habitantes desaparecen, llevándose todos los víveres e inclusive los enseres domésticos. El tiempo trabaja para los patriotas que, bajo la mano maestra de Güemes, van organizándose día tras día, mientras aumentan sus efectivos y la moral se tonifica.”. El sistema del “conchabo” en el Noroeste tuvo vigencia desde el siglo XVIII hasta 1921. El “conchabo” tenía como principal objetivo el control social de una clase “desocupada”, regulando los intereses de los grupos de poder -los terratenientes- que demandaban mano de obra permanente y barata. Así, los hombres libres sin propiedad ni profesión se encontraban sujetos desde el punto de vista laboral a un patrón, quien no remuneraba este trabajo con dinero, sino con alimentos y objetos de uso. La excepción de este régimen se produjo entre 1815 y 1821, durante el gobierno del general Martín Miguel de Güemes. De todas las provincias argentinas, Salta es la que más tardíamente eliminó esta práctica social: a cien años de la muerte del jefe gaucho, el gobernador Joaquín Castellanos dicta la “Ley Güemes”, en la que suprime el “conchabo” como forma coercitiva de trabajo. Pero el cumplimiento de la ley fue burlado luego de la intervención a la provincia decretada por Yrigoyen, ya que su interventor –el Dr. Arturo Torino- era un miembro del sector terrateniente que reaccionó, oponiéndose a su aplicación (Cfr. Pérez de Arévalo, et. al., 1996: 248). La imagen negativa acerca de las milicias con las que Güemes actuaba, también circulaba en las altas esferas del Ejército, a tal punto que, como consecuencia de las denuncias del coronel Martín Rodríguez, el gobierno central separó provisoriamente a Güemes del Ejército Auxiliar, en octubre de 1814. Esa plebe candente de patriotismo y ávida de justicia social era la principal beneficiaria del sistema de Güemes. Como afirma Halperín Donghi: “En la rencorosa memoria de los terratenientes salteños el sistema de Güemes se resume en la imagen recurrente de los gauchos patriotas entrando en los alfalfares meticulosamente regados, deshaciendo en unas horas el trabajo de años, llevándose los ganados para comer por una vez carne según su hambre. En estos episodios, son a la vez las fuentes de su riqueza y de su hegemonía las que aparecen amenazadas: las destrucciones son tanto más alarmantes porque quienes las infligen han aceptado secularmente la dura disciplina impuesta por los señores de la tierra” (1972: 290). El protagonismo de la revolución, se había desplazado así hacia la clase “plebeya”. Esto es destacado, en el plano literario, en el prólogo del libro Los Gauchos de Juan Carlos Dávalos, en el que el narrador salteño introduce su homenaje a aquellos “rudos campeadores vestidos de cuero, cuyos antepasados pelearon contra los indios durante la conquista, contra los españoles durante la guerra de la independencia y tomaron después participación en las discordias civiles del caudillaje”.
Scroll al inicio