19 años comprometidos con la educación

Sucesos Argentinos
1881 - 1930

Argentina - Sucesos Argentinos - 1881 - 1930 - Santa Fe

Provincia de Santa Fe

Estos hombres de campo ya no luchan para si, sino por sus hogares y por sus hijos, para que tengan la seguridad de un futuro de la que ellos carecen. Estar a su lado en esta hora debería ser la posición de todo argentino”.
Dr. Francisco Netri

Con el desarrollo del ferrocarril a través de la Generación del ’80 (1880), se empezó a sembrar trigo, el excedente del cual era exportado a Europa. Para poblar el país se implementó una política activa de inmigración, trayendo muchos inmigrantes que huían de la pobreza europea para poblar las Pampas.
La cultura trabajadora del inmigrante europeo hizo que la tierra produjera mucho más, convirtiendo a la Argentina en el Granero del Mundo. Al seguir la propiedad de la tierra en manos de pocos, se profundizó la brecha económica entre los terratenientes, de las clases altas, y los inmigrantes que trabajaban las tierras.
La “Conquista del desierto” había ampliado la superficie de tierra para la actividad agropecuaria, quedando está en manos de un número reducido de grandes terratenientes. Los más de 3 millones de inmigrantes que llegaron a territorio argentino, sin obtener la propiedad de la tierra que iban a trabajar, debieron optar por recluirse en la orillas de las ciudades o trabajar la tierra de los latifundistas.
La estructura social del campo en el momento en que se desata la rebelión, estaba integrada por terratenientes, arrendatarios y subarrendatarios. Estos últimos se encontraban sometidos a los terratenientes a través de contratos que establecían, entre otras cosas, rentas impagables y la obligación de comprar herramientas e insumos a quien el terrateniente mandare, e imponían al colono las responsabilidades de una mala cosecha
Se llegó a un punto en que, por más que el colono trabajara de sol a sol y por buena que fuera la cosecha, al final de ésta no le quedaba ni lo más elemental para subsistir. El estudio de Juan Bialet Massé sobre “La condición de las clases trabajadoras”, de 1901, es una radiografía clara del tratamiento infrahumano que recibían los colonos. El proceso que desembocó en el Grito de Alcorta fue muy complejo, la mayoría de los arrendatarios y medieros eran extranjeros (en algunas zonas llegaban al 80%), y en el campo primaba el individualismo y la desconfianza, lo que dificultaba la organización gremial. A su vez la Ley de Residencia, que permitía la deportación de extranjeros, causaba mucho temor.
El siglo transcurrido desde la Revolución de Mayo había modificado sustancialmente las estructuras heredadas de la Colonia y la generación del 88 una vez lograda la inserción de nuestra economía en la división internacional del trabajo de los finales del siglo XIX, disfrutaba de una opulencia similar a la de las clases dirigentes europeas, de la que se hallaban sistemáticamente excluidas las mayorías nacionales.
El “gobernar es poblar” se expresaba en la llegada de más de tres millones de inmigrantes dedicados en gran parte a la agricultura, que llevaron la frontera agrícola de 2.100.000 has. En 1888 a 20.000.000 en 1912. Pero esta gigantesca incorporación de mano de obra se realizó a través de leoninos contratos de arrendamientos quedando la propiedad en manos de la oligarquía terrateniente que la había recibido de quienes habían gobernado el país desde la independencia a la conquista del desierto, más allá de algunos intentos válidos pero insuficientes de colonización expresados en la enfiteusis de Rivadavia y en proyectos y leyes de los presidentes Sarmiento y Avellaneda.
Estos contratos, verdaderos rosarios de explotación, se fundaban en un desmesurado costo del arrendamiento, la obligación de comprar los insumos y herramientas a los arrendadores a precios exorbitantes y de venderles lo producido a valores muy inferiores de los que realmente poseían. Por más que se trabajara de sol a sol, los esfuerzos no alcanzaban ni para dar un mínimo de dignidad a las familias que llegadas desde una Europa desangrada por interminables guerras, venían con la ilusión de construir un futuro próspero.
Para muchos agricultores de la región pampeana 1911 fue un año muy duro. La pérdida de la cosecha maicera empujó a las familias del sur de Santa Fe a una situación económica desesperante. Para colmo, una serie de maniobras especulativas provocó una baja repentina en las cotizaciones del cereal. Miles de campesinos vieron cernirse sobre sus hogares el fantasma de la miseria. Ante la imposibilidad de hacer efectivas sus deudas, los comerciantes se sintieron igualmente apremiados y decidieron retirar a los colonos la libreta de crédito sino pagaban por lo menos la mitad de lo que debían.
Esto no tenía el sentido de una solución sino que era una forma más de presionar a los agricultores, pero no se consiguió prácticamente nada porque éstos no tenían un centavo. Por eso no resulta extraño que fuera un comerciante, Ángel Busjarrábal, quien sugiriera al agricultor Francisco Bulzani la realización de un movimiento de fuerza para reclamar una rebaja en el precio de los arrendamientos. El 10 de Junio de 1912 una reunión de agricultores decidió integrar una comisión de huelga, y quince días después una asamblea que reunió -a más de trescientos colonos- decidió por unanimidad iniciar un cese de labores que no tardó en extenderse.
Los colonos afrontaban una situación realmente insostenible: los contratos vigentes obligaban al agricultor a ceder al propietario entre el 40 y el 50 por ciento de lo que produjera la tierra.
El terrateniente estaba absolutamente libre de todo gasto porque debía percibir el producto en su chacra, en perfectas condiciones de sequedad y limpieza, trillado y embolsado. Por lo demás, el campesino estaba obligado a cumplir una serie de condiciones con respecto a la superficie sembrada, la forma de sembrar y demás; en caso de dificultades imprevistas, el arrendatario podía considerarse desalojado. No puede sorprender, entonces, que, a pesar de las persecuciones policiales y las campañas desatadas por los propietarios, el movimiento se extendiera como reguero de pólvora.
El 2 de julio de 1912 los obreros agrarios y los braceros de las máquinas desgranadoras afiliados a la FORA (Federación Obrera Regional Argentina) anunciaron que se plegaban al movimiento.
Algunos propietarios accedieron a firmar nuevos convenios, pero la huelga se extendió a casi todos los pueblos y colonias de Santa Fe, y luego a Córdoba, Buenos Aires y Entre Ríos.
Interesado en el problema por el Doctor Francisco Netri -animador incansable de la huelga, que fue asesinado en 1916 por sus enemigos-; el tribuno socialista Juan B. Justo llevo el asunto al Congreso Nacional y el 20 de julio interpeló al ministro de Agricultura, Adolfo Mujica, que se limitó a atribuir el problema “a un núcleo de agitadores”. Con este tipo de argumentos se trató de silenciar y doblegar el movimiento, pero todo fue inútil, la certeza de que la única forma de defender sus intereses era agremiarse se había hecho carne en los colonos.
Tres meses después del “Grito de Alcorta” se constituyó en Rosario la Federación Agraria Argentina. Su nacimiento había costado centenares de chacareros presos, varios incidentes de violencia; largos días de angustia para muchas familias campesinas, pero el movimiento se encontraba en pleno desarrollo.
En 1912 los chacareros arrendatarios de la pampa húmeda en tanto víctimas de expoliaciones por parte de los terratenientes y movidos por la prédica anarquista y socialista iniciaron una serie de manifestaciones, mitínes y huelgas en el sur santafesino, en el noroeste bonaerense, en el sur este de Córdoba y en la provincia de La Pampa.
En todos los casos se trato de protestas por las malas condiciones de contratación que los vinculaban a los terratenientes. Los porcentajes del producto de su trabajo que debían entregar al dueño de la tierra eran excesivos y las exigencias extras que los “patrones” les demandaban en cuanto a la calidad del grano de su porcentaje (la parte del león), las designaciones de cual era la máquina que debían contratar para la trilla y la imposibilidad de proyectar un futuro debido a los frecuentes desalojos, sumían a esos agricultores familiares de origen europeo en un clima de zozobra y angustia permanente.
Las protestas que no hacían más que poner en evidencia la crisis del modelo agroexportador en tanto modelo de acumulación y distribución de la riqueza tuvieron epicentro en la localidad de Alcorta donde el 25 de junio de 1912 los chacareros reunidos en asamblea en el sótano del almacén de Bujarrabal decidieron dar inicio a una “Huelga agraria” que después sería conocida como “Grito de Alcorta”.
El pliego de reivindicaciones era sencillo: menores porcentajes en los arrendamientos, que los porcentajes para “Patrón “se tomaran de todo el cereal y no solo del de mejor calidad, que los chacareros pudieran elegir la máquina trilladora, que la parte del patrón se entregara en chacra y ya no en los galpones del ferrocarril y que se contratara por cinco años como mínimo. Luego de una intervención del Gobierno Provincial de Santa Fe (Menchaca- Caballero) los terratenientes se avinieron a mejorar las condiciones de contratación con los chacareros arrendatarios. Pero la consecuencia de más trascendencia de la huelga agraria, de ese Grito de María Bulzani que empujo a los hombres a dejar de sembrar fue la creación cincuenta días mas tarde (15 de Agosto de 1912) de la Federación Agraria Argentina. Ahora los chacareros habían aprendido a organizarse.
El primer Presidente de la FAA fue Antonio Nogueras un catalán anarquista. El mártir de la FAA fue Francisco Netri, letrado socialista, asesor de los chacareros en huelga. La primer consigna estratégica de la flamante entidad: la lucha por una reforma agraria integral.
Vinieron después tiempos en que los reclamos de los pequeños y medianos productores agropecuarios fueron escuchados. Así en 1949, por ejemplo, se sancionó la Ley de Arrendamientos y Aparcerías rurales (13246). Al amparo de esa legislación y durante varias décadas, las décadas del “Estado del Bienestar”, las décadas del pleno empleo, las décadas del cielo al alcance de la mano, se lotearon latifundios en todo el país. Es decir: muchas familias de chacareros arrendatarios pasaron a ser propietarios de la parcela de explotación familiar.
No obstante, dado que mucha de la tierra entregada a los agricultores familiares fue tierra pública o comprada a esos efectos por el Estado, la estructura latitudinaria del agro argentino quedó intacta. A tal punto que en la década del 90 merced a la escalada neoliberal decenas de miles de productores debieron vender o arrendar sus pequeñas parcelas a otros productores o a los pooles de siembra quedando excluidos del sistema productivo.
La FAA que como entidad también sufrió el azote neoliberal, merced a la militancia de un grupo de dirigentes que en el año 2.000, en Alcorta, decidieron “refundarla”, hoy está recuperando sus banderas y su envergadura histórica. En los últimos documentos de la entidad como las conclusiones del Congreso Nac. Y L. A. Sobre uso y tenencia de la tierra que bajo el lema: “la tierra para qué, para quiénes, para cuántos” se llevó a cabo en Buenos Aires en 2004 aparece una clara voluntad de incorporar a las filas de la entidad a los pequeños y medianos productores de todo el país y de reinstalar con fuerza en toda la sociedad argentina la idea de que una reforma agraria integral es necesaria para garantizar en la argentina un desarrollo rural inclusivo.

(Rosario, 1868 – Buenos Aires, 1939) Político argentino. En 1886 se trasladó a Buenos Aires para estudiar Derecho; se graduó en el tiempo récord de dos años con una tesis sobre el régimen municipal. Participó en 1890 de la revolución del Parque, movimiento cívico-militar que, aunque derrotado en las armas, logró el reemplazo del presidente Juárez Celman por el vicepresidente Carlos Pellegrini.
Como corolario de la revolución frustrada, dos de sus dirigentes, Leandro N. Alem y Aristóbulo Del Valle, se retiraron de la Unión Cívica y fundaron la Unión Cívica Radical (UCR). Los siguieron Juan B. Justo, fundador luego del Partido Socialista; Hipólito Yrigoyen, que sería en 1916 el primer presidente de la Nación por el radicalismo; José Félix Uriburu, que como general derrocaría al anterior en 1930, y Lisandro de la Torre.
Este último volvió a su ciudad natal, donde participó del levantamiento armado de la UCR de julio de 1893. En Santa Fe la sublevación fue un éxito: fue derrocado el gobernador y se constituyó un gobierno provisorio del que Lisandro de la Torre fue ministro de Justicia, pero el movimiento fracasó en el ámbito nacional. Su posición política era en aquel tiempo más cercana a la de Aristóbulo del Valle, negociador y pactista, que a la más inflexible de Leandro Alem.
En 1896 murió Aristóbulo Del Valle, por lo que Lisandro de la Torre quedó al frente de la fracción acuerdista de la UCR, y ese mismo año se suicidó Leandro N. Alem, hecho que dejó a Yrigoyen como jefe del sector intransigente. Al acercarse las elecciones de 1898, Lisandro de la Torre dirigió el diario El argentino, en Buenos Aires, para juntar fuerzas que permitieran a la UCR disputarle a Julio A. Roca la presidencia de la República. Ideó a tal efecto un acuerdo con Bartolomé Mitre, ex presidente durante el período 1862-1868, a lo que se opuso terminantemente Yrigoyen. Ante su fracaso, De la Torre renunció a la UCR con una carta que motivó que Yrigoyen lo retara a un duelo, que se llevó a cabo el 6 de setiembre de 1897 y que granjeó al primero una lesión en la mejilla.
De vuelta a Rosario, se dedicó a las tareas del campo, pero pudo además fundar el diario La República en 1898, con la colaboración de Florencio Sánchez, que estaba iniciándose en el periodismo. Viajó entre 1900 y 1902 a París, Londres y fundamentalmente a Estados Unidos, donde pudo reafirmar sus convicciones municipalistas. Admiró la organización federal del país del norte, la cual, partiendo de la célula más pequeña, el municipio con su sheriff, y continuando por el condado, el estado local y por último el gobierno federal, vértice de la pirámide del poder, le pareció la manera más fecunda y prudente de administrar el poder.
La convención nacional del PDP eligió a Lisandro de la Torre como candidato a presidente para las anheladas elecciones de 1916. Su compañero de fórmula fue el entrerriano Alejandro Carbó, de amplia labor en el terreno educativo, que provenía de las filas del Partido Autonomista Nacional.
El nuevo partido cerró su campaña en el histórico local del Frontón Buenos Aires, donde se realizó allá por 1889 la primera reunión pública de la Unión Cívica. Lisandro confiaba en lograr el apoyo de las fuerzas conservadoras pero éstas desconfiaban de él por su paso por el radicalismo y su amistad con Alem. Tanto el decisivo Partido Conservador de la Provincia de Buenos Aires, como el presidente Victorino de la Plaza le negaron su adhesión. El triunfo sería para la fórmula radical encabezada por su viejo adversario, Hipólito Yrigoyen y Pelagio Luna. El radicalismo llegaba al gobierno y se iniciaba una nueva etapa en la vida política argentina.
De la Torre explica en una carta los motivos del fracaso electoral: ” Las clases media y proletaria no se conforman con quedar con quedar libradas a los beneficios que puedan derivarse del “bienestar general”. Quieren saber concretamente qué propósitos tienen los partidos políticos sobre las cuestiones que a ellas les interesan: participación de los obreros en las utilidades de las fábricas, limitación de las grandes ganancias y de las grandes fortunas, pensiones a la vejez, seguro de desocupación y otros puntos semejantes.
No caben ya equívocos sobre las cuestiones sociales y del trabajo, por más que los conservadores argentinos no lo comprendan todavía.”
La incapacidad de las fuerzas conservadoras de articular un partido político moderno e integrado a la problemática nacional tendrá nefastas consecuencias. Estos sectores se irán apartando de la política institucional y acercando cada vez más a la vía autoritaria de acceso al poder a través del golpe de estado.
En octubre de 1920 tuvieron lugar las elecciones para constituyentes con el objetivo de reformar la Constitución provincial de Santa Fe. Los radicales obtuvieron 36 convencionales y los demócratas progresistas 24. La labor de la convención transformó a la nueva carta magna en una de las más avanzadas y progresistas de la época. Se eliminaba a la religión católica como credo del estado, dedicó un capítulo especial a los derechos laborales, creó la Corte Suprema de Justicia y un Jury de enjuiciamiento para los magistrados.
El gobernador de la provincia, el radical alvearista Enrique Mosca -futuro candidato a vicepresidente por la Unión Democrática en 1946- , rechazó todo lo actuado por la convención. De la Torre denuncia el atropello del gobierno radical y denunció lo que calificó como “las conveniencias públicas entre factores poderosos: el presidente de la República, el gobernador, el clero católico, representante de los inmensos intereses conservadores y antidemocráticos de la sociedad”.
En las elecciones de 1922 se produce el recambio radical: Marcelo Torcuato de Alvear reemplaza a Hipólito Yrigoyen. Llegaba al gobierno el sector más conservador del radicalismo. Lisandro fue electo nuevamente diputado nacional y desde su banca promoverá proyectos de ley para fomentar las cooperativas y de expropiación de frigoríficos extranjeros.
La vida privada de De la Torre era un misterio aún para sus amigos más cercanos. No se le conocieron noviazgos ni compañías femeninas. Sólo trascendió que mantenía una respetuosa amistad con su comprovinciana Elvira Aldao de Díaz.
En 1926, en vísperas de terminar su mandato legislativo, desanimado y sintiéndose muy solo con sus ideas, Lisandro anuncia su retiro definitivo de la política. Se retira a su estancia de Las Pinas en el límite de Córdoba con La Rioja. Allí lo irán a buscar en septiembre de 1930 los enviados de su viejo amigo, el general José Félix Uriburu, que se preparaba a derrocar a Hipólito Yrigoyen con el apoyo de los sectores conservadores. Uriburu le ofrece el ministerio del interior en el futuro gobierno. De la Torre lo rechaza porque, según dice, “el programa de Uriburu es más amenazador que el de Yrigoyen.
El general desconfía de la capacidad del pueblo para gobernarse, no cree en la elevación moral de los hombres políticos y atribuye a las instituciones libres vicios orgánicos que la conducen a la demagogia. Yo creo exclusivamente en el gobierno de la opinión pública.”
El llamado de los golpistas, que consuman sus planes el 6 de septiembre de 1930 inaugurando el nefasto ciclo de los golpes de estado en Argentina, saca a Lisandro de su retiro político. Regresa a Buenos Aires y toma contacto con sus viejos compañeros de ideas y con la dirigencia del Partido Socialista. De estas reuniones surgió la Alianza Demócrata Socialista, que llevará a las elecciones nacionales del 8 de noviembre de 1931 la fórmula Lisandro De la Torre – Nicolás Repetto, que enfrentará al oficialismo representado por el binomio Agustín P. Justo – Julio A. Roca (hijo). El programa de la Alianza contemplaba las aspiraciones de las clases media y obrera en una época de crisis mundial y creciente desocupación y se adelantaba en sus postulados al New Deal llevado adelante a partir de 1933 por el presidente Franklin Delano Roosevelt en los Estados Unidos, base del estado benefactor que florecerá en distintas partes del mundo entre las décadas del 30 y del 40.
Pero la oligarquía en el poder retoma las viejas prácticas del fraude electoral, al que ahora llaman patriótico, porque según sus ejecutores se hacía para salvar a la patria del gobierno de la “chusma”. Se consumó un escandaloso fraude en todo el país. Como en las épocas previas a la Ley Sáenz Peña, volvieron a votar los muertos, se quemaron urnas y se colocaron matones en las mesas de votación. Con éstos métodos la Alianza es derrotada y asume la presidencia el general Justo. Lisandro, presionado por sus amigos, acepta ocupar una banca en el Senado de la Nación en representación del Partido Demócrata progresista que ha triunfado en Santa Fe.
En 1932, en Otawa, Canadá, ante la crisis, Inglaterra se reúne con sus colonias y ex colonias para reorganizar su comercio exterior.
El Reino Unido decide adquirir los productos que antes compraba a la Argentina, en Canadá, Australia y Nueva Zelanda.
En los sectores ganaderos exportadores argentinos hay un gran desconcierto: la metrópolis los había abandonado.
El gobierno de Justo, fiel representante de los sectores ganaderos exportadores, envió a Londres al vicepresidente Julio A. Roca hijo para tratar de llegar a algún acuerdo.
Hubo una cena de recepción donde Roca dijo sin ruborizarse que la Argentina era desde el punto de vista económico una parte integrante del Imperio británico. Otro miembro de la delegación, director de los FFCC ingleses en Argentina no se quedó atrás diciendo a su turno que “la Argentina es una de las joyas más preciadas de su graciosa majestad”.
Finalmente se firmó un tratado con el ministro de comercio británico Sir Walter Runciman.
Por el pacto Roca–Runciman, Inglaterra sólo se comprometía a seguir comprando carnes argentinas siempre y cuando su precio fuera menor al de los demás proveedores. En cambio la Argentina aceptó concesiones lindantes con la deshonra: liberó los impuestos que pesaban sobre los productos ingleses y se comprometió a no permitir la instalación de frigoríficos argentinos.
Se creó el Banco Central de la República Argentina con funciones tan importantes como la emisión monetaria y la regulación de la tasa de interés, en cuyo directorio había una importante presencia de funcionarios ingleses.
Finalmente se le otorgó el monopolio de los transportes de la Capital a una corporación inglesa. De la Torre denuncia el acuerdo en el Senado por escandaloso y promueve el debate.
“El gobierno inglés le dice al gobierno argentino no le permito que fomente la organización de compañías que le hagan competencia a los frigoríficos extranjeros. En esas condiciones no podría decirse que la Argentina se haya convertido en un dominio británico, porque Inglaterra no se toma la libertad de imponer a los dominios británicos semejantes humillaciones. Los dominios británicos tiene cada uno su cuota de importación de carnes y la administran ellos. La Argentina es la que no podrá administrar su cuota. No sé si después de esto podremos seguir diciendo : “al gran pueblo argentino salud”:
Dos años más tarde, en mayo de 1935, acusa por fraude y evasión impositiva al frigorífico Anglo. Aportó pruebas que comprometían directamente a dos ministros de Justo: Pinedo de Economía y Dahau de Hacienda.
De la Torre probó cómo se ocultaba información contable en cajas selladas por el ministerio de Hacienda y demostró hasta dónde llegaba la impunidad de los frigoríficos ingleses tras la firma del pacto Roca-Runciman. Las entradas para el debate se agotan y la gente hace largas colas para escuchar y alentar a Lisandro.
Las denuncias hicieron evidentes las conexiones del gobierno con otros negociados. El nivel de las discusiones en el senado fue subiendo de tono hasta que se decidió hacer callar a De la Torre. Un matón del Partido Conservador, el ex comisario Ramón Valdez Cora, atentó contra la vida del senador matando a su amigo y compañero de bancada Enzo Bordabehere. Se dio por terminado el debate. En este ambiente enrarecido surge una fuerza popular incontenible y contradictoria: la Unión Cívica. Estaba conformada por una heterogénea masa de activistas de diferentes vertientes: elegantes porteños mitristas, orilleros de la más baja condición, políticos del catolicismo militante como Estrada y Pedro Goyena, etcétera. Quienes los movilizaban eran dos hombres complementarios y opuestos: uno, Leandro Alem, a quien el destino terminará uniendo su final trágico al de nuestro protagonista, y el otro, Aristóbulo del Valle, senador de la Nación y un verdadero inspirador para su futuro político.
Lisandro quedó atrapado por sus figuras e ideario desde el primer instante, siendo un entusiasta partícipe en la primera línea de la llamada Revolución del Parque, que terminaría destituyendo en forma definitiva a Juárez Celman por su vicepresidente Carlos Pellegrini. A pesar del fracaso del movimiento en cuanto a sus objetivos, la Unión Cívica había logrado demostrar algo muy importante y era su fuerte presencia en la nueva escena política argentina.
Poco tiempo después de la frustrada revuelta, Alem se apersonó en un mitin que se realizó en la ciudad de Rosario. Allí quedó impresionado de la pasión de aquel joven abogado de la Torre, con un discurso claro y certero, lleno de fervor que movilizaba a los presentes. Era evidente que una nueva era política se avecinaba donde la figura del “Danton rosarino” habría de ocupar un lugar destacado. Pero no habría de ser tan pronto debido a la increíble capacidad del general Roca para dividir a esa nueva masa de cívicos que estaban a punto de tomar el poder: una jugada política terminó dividiendo en facciones separadas al mitrismo, al radicalismo, a los socialistas…
Como si aquello no fuese suficiente, nuevas disidencias dentro de la ya conformada Unión Cívica Radical, llevaron a retrasar su llegada al poder. De la Torre, testigo fiel de las disputas, tomó parte en otra revolución abortada en 1893 poniéndose al frente de las acciones en Rosario. Allí llegó a ser la cabeza visible del movimiento con las brigadas armadas de partidarios y extranjeros, y mientras conservó el control de la situación, durante alrededor de 21 días, fue el virtual ministro del gobierno revolucionario. Sin embargo una nueva derrota lo llevó a abandonar su postura, retirándose a vivir nuevamente a su casa paterna, reconociendo que, ciertamente, el camino de Aristóbulo del Valle, generando una oposición organizada y un plan claro de acción política llevaría a modificar el sistema de privilegio y fraude en que se encontraba la Nación.

El Demócrata Progresista.

El Partido Democrático Progresista es una organización política que se fundamenta, en los valores, la doctrina y principios del socialismo democrático. Se propone construir una sociedad Libre, igualitaria, justa, participativa y solidaria, perfeccionando y profundizando la democracia, de modo a asegurar el respeto integral de las personas, la plena vigencia de los derechos humanos, la erradicación de las desigualdades sociales y toda forma de discriminación, ya sea por razones sociales, raciales, étnicas, religiosas, de género u opción sexual.
Para el cumplimiento de sus ideales el partido realiza su acción política por medios pacíficos y democráticos, rechaza las dictaduras y totalitarismos promoviendo la participación ciudadana, la descentralización, como medios para lograr una sociedad más justa y democrática.
Se compromete firmemente a generar e impulsar políticas públicas tendientes al desarrollo integral y sostenible de nuestro país, a su independencia económica, a la protección ambiental, y particularmente al combate contra la pobreza, el desempleo y a la generación de políticas sociales tendientes a garantizar los derechos sociales de acceso a la salud, a la educación en todos sus niveles, el acceso a la tierra y a una vivienda digna.
El PDP aspira a la construcción de una comunidad internacional regida por el derecho que permita al Paraguay su integración en un orden latinoamericano e internacional, donde impere la paz y la solidaridad mundial, e impulse la plena emancipación de los pueblos en desarrollo.
Reconoce y defiende la diversidad de opiniones en una sociedad plural, y al ser humano como fin único y ultimo de la actividad política.Habiendo quedado el terreno libre para el roquismo y teniendo al Partido Radical en un planteo de abstencionismo conspirativo, Lisandro de la Torre terminó aquel periodo nuevamente frustrado en la actividad política. Decidió realizar entonces un viaje a Europa y a los Estados Unidos. En el Viejo Continente le impactó seguramente todo aquello que a cualquier argentino de entonces; pero fue su recorrido por Norteamérica que lo dejaría absolutamente deslumbrado. Podía ver en la práctica todas aquellas teorías presentadas en su tesis universitaria sobre el poder de las comunas o condados, la absoluta libertad de culto, una burguesía de marcada orientación progresista, un sistema político verdaderamente federal, etcétera.
Aquel modelo sería en adelante un permanente referente en los debates, los proyectos de ley y plataformas electorales de cada campaña que se avecinara. Una anécdota por él referida cuenta su experiencia con un labriego norteamericano el cual le pregunta sorprendido del porque de los golpes políticos permanentes en estos países australes. Intentando explicar alguna respuesta, Lisandro de la Torre le interroga si no haría lo mismo él, si la situación política lo requiriese
Pero el ataque a De la Torre no había terminado. El gobierno de Justo decreta la intervención a la provincia de Santa Fe, derrocando al gobierno demócrata progresista de Luciano Molinas. Lisandro se muestra abatido y confiesa su voluntad de abandonar la política.
Una de sus últimas intervenciones en el Senado tiene lugar en ocasión del debate del proyecto de Ley sobre represión del comunismo. Dirá entonces: “El peligro comunista es un pretexto, es el ropaje con que se visten los que saben que no pueden contar con las fuerzas populares para conservar el gobierno y se agarran del anticomunismo como una tabla de salvación. Bajo esa bandera se pueden cometer toda clase de excesos y quedarse con el gobierno sin votos. Yo soy un afiliado a la democracia liberal y progresista que al proponerse disminuir las injusticias sociales trabaja contra la revolución comunista, mientras los reaccionarios trabajan a favor de ella con su incomprensión de las ideas y de los tiempos.”
Terminado el debate, De la Torre presenta su renuncia al Senado y se retira a su casa de la calle Esmeralda 22, de la que sólo sale para brindar alguna conferencia o participar en homenajes a viejos amigos de ideas como Aníbal Ponce. En 1938 sus amigos le preparan un cumpleaños sorpresa, Lisandro cumplía 70 años y se lo notaba muy apesadumbrado, hacía pocos días había fallecido su madre y comenzaba a rondar por sus ideas el fantasma de Alem.
Lentamente comienza a despedirse de sus allegados, se va desprendiendo de sus cosas más queridas hasta que al mediodía del 5 de enero de 1939, pone fin a su vida disparándose un balazo al corazón.
Junto a su cadáver se encontró una carta dirigida a sus amigos: “Les ruego que se hagan cargo de la cremación de mi cadáver. Deseo que no haya acompañamiento público ni ceremonia laica ni religiosa alguna. Mucha gente buena me respeta y me quiere y sentirá mi muerte. Eso me basta como recompensa. No debe darse una importancia excesiva al desenlace final de una vida. Si ustedes no lo desaprueban, desearía que mis cenizas fueran arrojadas al viento. Me parece una forma excelente de volver a la nada, confundiéndose con todo lo que muere en el Universo. Me autoriza a darles este encargo el afecto invariable que nos ha unido. Adiós.”

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