Egipto - Inventos
- El curtido de pieles
- El maquillaje
- El vidrio
- El Papiro
- La momificación
- Lámpara de aceite
- Los jeroglificos
- Los médicos
- Los tañadros
- Pintarse las uñas
Es un invento acreditado a los egipcios; con él la piel es mucho más suave y duradera. La historia nos dice que desde tiempos remotos el hombre se ha preocupado en aprovechar las pieles de los animales que cazaba, y más tarde los que constituyeron sus primeros rebaños.
Podemos decir que las técnicas de curtir fue uno de los primeros descubrimientos realizados por nuestro homo sapiens
Si los dioses nos defraudan por su sencillez en el vestir y su desprecio a toda piel, en algunas mitologías referidas a héroes hallamos, sin embargo, manifestaciones de indudable respeto a las pieles. Tal es el caso de la leyenda del Vellocino de Oro, piel de carnero que, antes de ser robada al dragón por Jasón y los Argonautas, había transportado por los aires a Frixos y Hele, hijos de Atamante, rey de Tebas.
La belleza para los antiguos egipcios, era sinónima de bueno, de hermoso, de armonioso y sobre todo de perfecto. En el 4000 a.C., florecían en el antiguo Egipto los salones de belleza y las fábricas de perfumes, y el arte del maquillaje había alcanzado un notable perfeccionamiento y difusión. Sabemos que el color favorito para el sombreado de los ojos era entonces el verde, que el tono preferido de los labios era el negro azulado, aunque se aceptaba el bermellón, y que las egipcias elegantes se teñían los dedos de las manos y de los pies con alheña, para conseguir una coloración anaranjada rojiza, y en aquellos tiempos, en que los pechos quedaban al descubierto, las mujeres acentuaban con una tonalidad azul las venas de sus senos y daban un toque dorado a sus pezones.
Los varones egipcios no eran menos vanidosos, tanto en la muerte como en la vida. Atiborraban sus tumbas con una copiosa provisión de cosméticos para la vida del más allá, y cuando en los años veinte se abrió la tumba del rey Tutankhamon, que gobernó hacia 1350 a.C., se descubrieron varias jarritas de cremas para la piel, color para los labios y colorete para las mejillas, productos que todavía eran utilizables y que conservaban sus respectivas fragancias.
De hecho, durante los siglos anteriores a la era cristiana, toda cultura se adornó suntuosamente con perfumes, pinturas y polvos, con una sola excepción: la de los griegos.
A diferencia de los romanos, que asimilaron y practicaron la tecnología cosmética egipcia, los griegos eran partidarios de la naturalidad en el aspecto. Desde las invasiones de los dorios en el siglo XII hasta el año 700 a.C., los griegos poco tiempo tuvieron para entregarse a los placeres narcisistas del adorno personal. Y cuando su sociedad se consolidó y prosperó durante la gran época del siglo V a.C., estuvo dominada por un ideal de virilidad y de tosquedad natural. Prevalecían las actividades eruditas y atléticas. Las mujeres poco contaban, y el varón, sin adornos ni prendas de cualquier clase, era la criatura perfecta.
Durante esta época, el comercio de los cosméticos, heredado de los egipcios, se conservó en Grecia gracias a las cortesanas. Éstas, que eran las amantes de los ricos, se pintaban la cara, lucían complicados peinados y se perfumaban el cuerpo. También aromatizaban el aliento llevando en la boca líquidos o aceites balsámicos y removiéndolos con la lengua. Estos aromatizantes, tal vez. los primeros de la historia para ese uso, no eran ingeridos, sino que se escupían discretamente en el momento oportuno.
Entre las cortesanas griegas encontramos también la primera referencia histórica a la preferencia por los cabellos rubios. Este color más claro denotaba inocencia, una categoría social superior y un atractivo sexual, y las cortesanas conseguían el tono debido mediante la aplicación de una pomada a base de pétalos de flores amarillas, polen y sales de potasio, perfumada con manzana.
Ellos, que se consideraban una parte más del ciclo de la vida, no creían ser superiores a las otras criaturas de la naturaleza, y que como ellas, habían sido creados para formar una única parte con el todo.
Según cuenta la tradición, cuando el dios creador, hizo surgir del caos la luz cegadora del sol e iluminó con sus rayos, los cielos azules, poblándolos de aves y pájaros. Concibió el Nilo dándole el don mágico de inundar la fértil tierra negra. Depositó en ella las semillas que darían origen a las plantas y a los árboles. Pobló las tierras de hermosos animales. Y que cuando contempló su obra terminada, las lágrimas del dios resbalaron por sus mejillas de satisfacción, al contemplar la belleza de todo cuanto había creado. Estas, cayeron al suelo, y del barro, surgió el hombre.
Desde los comienzos de su historia tenemos constancia de la preocupación del hombre egipcio por conservar lo más perfectamente y armonioso el cuerpo que le había sido entregado. Esa excesiva y constante evolución en las formas y en los procedimientos le llevó a desarrollar un conocimiento de su cuerpo, de los medios y formas para conservar a este, lo mejor posible. Por lo tanto, le llevó a desarrollar un conocimiento exhaustivo de los animales, plantas, y minerales que le proporcionasen un mayor y mejor bienestar.
Tenemos que aprender a ver la belleza egipcia. Cuando nos enfrentamos a un relieve, a una estatua, a una pintura, tenemos que saber discernir lo que estamos contemplando. No podemos pararnos y decir simplemente que hermoso, que bonito. Cuando por ejemplo nos paramos a contemplar esta hermosa pintura, tenemos que ir más allá de la pura belleza.
En primer lugar vemos que el conjunto desprende, armonía. La combinación de los colores, la disposición de las joyas o la simple indumentaria, no está dispuesta por azar. Tenemos también que pensar, que cada uno de los legados que nos dejó el pueblo egipcio, tenía por finalidad cumplir con una función mágica y religiosa.
Observemos por ejemplo los maravillosos ojos de Tjepu. Cuando los hombres y las mujeres del antiguo Egipto se maquillaban los ojos, no lo hacían solamente para resaltar la belleza de los mismos, ni siquiera para cumplir con un fin aséptico. Ya saben que el mesdemet o khol , el contorno negro con el que resaltaban los ojos, y que lo obtenían de la galena (sulfuro de plomo) o de la antimonita (sulfuro de antimonio), lo empleaban para prevenir enfermedades oculares, como repelente de moscas y para prevenir el reflejo del sol. Pero además, cuando los egipcios se pintaban los ojos lo que también estaban representando eran los ojos de Horus, es decir, un amuleto con lo que invocaban la protección mágica de su persona.
Higiene: el cuidado personal.
Aunque el pueblo egipcio fue un pueblo tremendamente tradicionalista, no se pudo sustraer de las modas, por lo que a cada periodo de la historia de Egipto, le corresponde un gusto preferente por la estética de ese período.
El Baño.
El egipcio sabía que tener un cuerpo limpio era igual a saludable. ¿Y hay algo más saludable que sentir el agua fresca reconfortando y recorriendo la piel?
Dado que el medio era hostil, el egipcio frente a lo cabría pensar era un pueblo que se lavaba varias veces al día. No conocieron la bañera como tal, pero sí los beneficiosos efectos de una buena ducha. En las casas de las familias más acaudaladas, los sirvientes atendían a sus señores en los cuartos de baño, pasando el agua a través de una especie de cestillo produciendo un efecto de ducha.
Al atardecer, después de un caluroso día no había nada más tonificante que sumergirse en las frescas aguas del estanque que toda buena casa tenía en la parte central de su jardín.
Pero para la gente que carecía de estos lujos, se tenía que contentar, a la hora de hacer su aseo personal, con introducirse en una especie de balde o bañera, donde se iba vertiendo el agua con otro recipiente poco a poco. Para lavarse manos y cara, disponían de jofainas. Aunque el común denominador se bañaba en el Nilo, o en canales.
Una limpieza alternativa y que era empleado por las clases menos privilegiadas, por los soldados en campaña, etc… Era la de utilizar friegas de arena para arrancar la suciedad.
La hidratación corporal.
Las señoras de las clases privilegiadas, sabían que para mantener la fiel suave y limpia de impurezas, no había nada mejor que los beneficios de un buen peeling. Una receta que recoge el papiro médico Ebers dice: 1 polvo de alabastro, 1 de natrón rojo, 1 sal del Bajo Egipto, de miel Se mezclaba todo, con la pasta obtenida se untaba el cuerpo, a la cara, o las manos y después se retiraba con agua.
Después de la limpieza corporal, el segundo objetivo era conseguir que la piel no se resecase, manteniéndola, húmeda, suave y elástica. Para ello, la utilización de ungüentos a partir de aceites tanto animales como vegetales era primordial. Para este fin se emplearon grasas de hipopótamos, cocodrilos, gatos o vegetales. También conocieron los beneficios terapéuticos de un buen masaje corporal con aceites y otros ungüentos.
El desodorante.
Dada que las altas temperaturas sometían a los cuerpos a una transpiración excesiva, los beneficios de la ducha o limpieza diaria duraba poco. Por eso inventaron el desodorante fabricado a partir de trementina e incienso en polvo Otra receta, basado también en el mismo principio consistía en incienso, alumbre y mirra que se aplicaba en diferentes partes del cuerpo.
Los egipcios ya se maquillaban los ojos hace más de 4.000 años, tal y como dan testimonio de ello los tesoros que aún encierran las tumbas halladas. De esta manera, el contenido de 49 tarros conservados en el Departamento de Antigüedades Egipcias del Museo del Louvre ha sido objeto de un exhaustivo análisis, que engloba un gran número de técnicas que han sido utilizadas conjuntamente por primera vez en la historia con motivo de esta investigación.
Se analizaron los minerales y las materias grasas contenidos en los tarros elegidos. Además de su extraordinario estado de conservación, estas composiciones de color negro, blanco y gris revelaron la presencia de compuestos de plomo inexistentes en estado natural, lo que demuestra que los egipcios eran capaces de fabricar productos sintéticos, buscando virtudes terapéuticas. De esta forma, numerosos papiros médicos constatan la presencia de auténticas recetas que se utilizaban para proteger los ojos contra enfermedades que existían debido al clima del antiguo Egipto, especialmente durante la crecida del Nilo.
Los egipcios poseían un verdadero dominio de la cosmética, al tiempo que eran expertos en la química de soluciones. De esta manera, los pigmentos naturales y los productos sintetizados se mezclaban con aglutinantes constituidos de materias grasas de origen animal para fabricar diferentes tipos de composiciones cosméticas con texturas y colores variados.
Verdadero arte de vivir, los hábitos de maquillaje en el Antiguo Egipto contaban con una gran variedad de accesorios que sorprendentemente se asemejan a los estuches de maquillaje de nuestros días: tarros de maquillaje, espejos, peines, aplicadores, horquillas las damas de la época faraónica ya disponían de una completa gama de accesorios, realizada con gran refinamiento. La maestría en las técnicas cosméticas que han desvelado estas investigaciones permite comprender mejor los múltiples usos del maquillaje de aquella época, tal como se ilustra en los textos antiguos, la estatuaria y la pintura: embellecimiento, culto divino, medicina, etc. Hombre, mujeres y niños, todos los egipcios se maquillaban con independencia de su clase y estrato social.
El maquillaje de los ojos, acentuado con negro y verde, era antes que nada una fuente de belleza, las formas (líneas o sombras) y las texturas (brillantes o mates) variaban según la época. Las composiciones cosméticas egipcias estaban siempre presentes en la lista de ofrendas funerarias e iban asociadas al culto divino. Asimismo, contribuían a los ritos que buscaban preservar a los dioses de la muerte y resucitar a los muertos. Esta relación con el orden divino también explica el papel terapéutico que se otorgaba al maquillaje.
En tiempos de Cleopatra, el ojo se rodea en forma de almendra con un trazo negro producto de tierras, hollín, tintas o khol (cristales de sulfuro de plomo o de antimonio), que ‘hacen hablar a los ojos’. Los párpados se pintan con colores vivos, azules, verdes o marrón. Para ello se utilizan pigmentos a base de lapislázuli, tierras de óxido de hierro, de cromo 0 de manganeso mezcladas con cuerpos grasos (sebo, aceite de ylang ylang, etc.). Las mujeres egipcias resaltaban sobre todo los ojos que maquillaban con colores fuertes, los párpados los pintaban con colores vivos que obtenían a base de mezclar tierra, cenizas y tinta.
Recientemente se han descubierto en las tumbas de los faraones restos del maquillaje que utilizaban para el rostro y asombrosamente, los estudiosos revelan que esos productos cosméticos no son tan diferentes a los que se usan hoy en día.
Fueron también las egipcias las que iniciaron la moda de pintarse los labios, lo que hacían con un tinte hecho de ocre rojo y óxido de hierro natural que extendían con un cepillo o un palito.
Las uñas y las manos se pintaban también con alheña. Sólo las personas de baja condición usaban tatuajes.
No conocieron la destilación y no hicieron por lo tanto ningún perfume con alcohol. No obstante, cultivaban flores para perfumar otros productos. El Fayum (región alrededor de un lago del desierto, alimentado por un ramal del Nilo) fue la principal zona productora, sobre todo en el Imperio Nuevo, cuando las inundaciones fueron reguladas con diques.
Los distintos elementos de las flores eran clasificados, pasados por un tamiz y convertidos en pastas perfumadas. En las pinturas de las tumbas se representan los ungüentos que los egipcios usaban para el pelo y que se aplicaban por medio de unos conos blancos colocados encima de la cabeza
Los egipcios se depilaban, tenian perfumes, se teñían el pelo y luchaban contra la calvicie. “La más bella de todas”, Nefertari, aparece siempre representada maquillada con los ojos contorneados en Kohl, el cosmético mas popular del antiguo Egipto. También se han encontrado multitud de recipientes para su conservación en El cuidado del cabello.
Se nos hace extraño averiguar la importancia que daba el pueblo egipcio al aseo y cuidado del cabello. El hombre llevó casi siempre el cabello más o menos corto, salvo durante el Imperio Nuevo donde el gusto por las pelucas hizo furor. Los sacerdotes tomaron la costumbre de afeitarse la cabeza así como todo el cuerpo, en señal de pureza, a partir de la dinastía XIX fue obligatorio. También se rasuraban el rostro, aunque tenemos ejemplos, sobre todo del Imperio Antiguo, de funcionarios con bigotes. El uso de la barba no era muy habitual aunque también tenemos algún ejemplo, sobre todo en campesinos desaseados y también se la dejaban en señal de duelo. No hay que confundir esta barba, con la barba que aparece en estatuas, de lapizlázuli y era una señal de divinidad.
El gusto de la mujer egipcia por la utilización de las pelucas se remonta a las primeras dinastías. Durante el Imperio Antiguo, estas son de melena corta. Las sirvientas, no utilizaban pelucas, y el pelo de estas es largo.
A partir del Imperio Medio el gusto por el peinado cambia. Se siguen utilizando las pelucas, pero ahora la forma de estas es de rollo, imitando la iconografía de la diosa Hat-Hor.
Una vez más, durante el Imperio Nuevo el gusto, raya la perfección.. Es el momento de las pesadas pelucas, con pequeñas trenzas, tirabuzones u ondas a media espalda. Muy adornadas con joyería o con simples coronas de nenúfares.
La utilización de las pelucas era un signo de distinción, pero al mismo tiempo, protegía a sus portadoras, de los fuertes rayos solares. En su mayor parte eran de pelo humano, pero también se han localizado de fibra vegetal. Se guardaban en cajas y se han localizado tenacillas con las que ondulaba el pelo y también en alguna de ellas, han sido localizados restos de cera de abeja que se empleaban para fijar las ondas. La misión polaca que trabaja en Deir el Bahari, recientemente ha localizado un taller de pelucas, donde se encontró cuatro vasos de alabastro que contenían mechas de pelo humano; redes de lino en forma de gorro que servían de base para las pelucas y que se ataban a la cabeza una caja que contenía alfileres de hueso, una punzón de bronce; y fragmentos de dos cuchillos de sílex.
Pero el hallazgo más importante es la localización el mismo taller de un modelo de cabeza en el cual se habían trazado líneas negras que mostraba el contorno por donde debía los diferentes largos de la peluca. También se encontró en el mismo depósito, semillas de dátiles de desierto (Balanites aegyptiaca) de donde se extraía un aceite muy perfumado y muy apreciado en cosmética; un polvo marrón que seguramente era utilizado para teñir la peluca y un resto ceroso de jabón de sosa duro, que aún tenía propiedades detergentes.
Durante el corto periodo de El Amarna, se vuelve a las pelucas cortas de corte tradicional que adoptará la reina y por consiguiente toda la corte. Pero pasado este momento, las dinastías siguientes volverán a la utilización de la peluca larga.
El gusto tan extendido por el uso de pelucas, nos puede llevar a la falsa idea de que o bien los egipcios eran calvos o que no cuidaban para nada su pelo natural. Nada más lejos de la realidad.
Desde épocas predinásticas, conocemos de la utilización de peines, bien de hueso o madera que se siguieron utilizando durante toda la época histórica. Estos eran de una o de dos caras, gruesos que permitía arrastrar la suciedad y las liendres. Los piojos, no solamente eran molestos sino que son portadores de enfermedades como el tifus. Por lo que el aseo del pelo estaba muy extendido. Se sabe que los egipcios se lavaban periódicamente el cuero cabelludo y que utilizaban aceites extraídos de la Balanites aegyptiaca, dátiles del desierto, para perfumarlo.
Si a nosotras nos preocupan las canas, a las egipcias también. Se cubrían estas con diferentes remedios: con hena (actualmente se sigue utilizando); la sangre de una vaca negra hervida y mezclada con aceite; o la grasa de una serpiente negra. Estos remedios garantizaban que su pelo recuperaba el color negro. Lo que ya no garantizaban es que se le acercase alguien.
Que con tanto mejunje, el cabello se le ha quedado sin brillo y algo áspero. No hay que preocuparse. Se cogen las yemas de los huevos del cuervo negro, se aplican directamente, se dejan nos minutos y a lavar. El pelo recobra todo su negro brillo natural.
Pero si su problema es que sus cabellos son débiles. Tampoco hay problema: Se toma la pata de un galgo hembra, el hueso de un dátil, la pezuña de un burro, se hierve todo en abundante aceite, se deja enfriar y se aplica diariamente durante varias semanas.
Señores, si su problema es la alopecia… No hay problema. La aplicación diaria de una loción aceitosa a partir de aceite MONTET,P.- La vida cotidiana en Egipto en tiempos de los Ramsés. Madrid, 1990 e de alholva opera milagros. Los ajuares funerarios, su calidad y decoración dependían del estatus de su dueño.
El vidrio se descubrió, más que se inventó. Entre los años 3200 y 3100 a. de N. E., los egipcios descubrieron de forma casual un nuevo material: el vidrio. Esto sucedió durante el proceso de fundición de metales en sus hornos de tierra.
El vidrio del antiguo Egipto está compuesto por ácido silícico, calcio y sodio. Para obtenerlo, se fundía el cuarzo (ácido silícico), hasta hacerlo líquido, a una temperatura de entre 1200 y 1600º C. Para ello necesitaron hornos especiales con fuelles para insuflar aire.
Los vidrieros egipcios mezclaban arena con cal y sosa, fundiendo esta materia prima en el interior de un hoyo en el suelo o en un crisol de arcilla. El bloque de vidrio, una vez frío, se separaba del crisol. Para darle forma, se calentaba de nuevo y se enrollaba sobre una base. Los primeros objetos de vidrio que fabricaron los egipcios fueron perlas de colores y barritas.
Los escribas egipcios inventaron un material de escritura a partir de la médula de una planta muy abundante en el Norte de Egipto llamada papiro. Los tallos de las plantas de papiro, que alcanzan hasta 4 metros de altura, se cortaban en trozos de 40 cms y luego se deshacían en tiras. Estas tiras se entrelazaban en dos capas y se golpeaban con un mazo para que la salvia que soltaran las adhiriera entre sí formando una hoja homogénea.
Una vez secas, las hojas se alisaban con un instrumento de madera o de marfil La utilización del papiro como elemento sobre el que plasmar la escritura se encuentra ya documentado en torno al 3000 a. de C. Uno de los primeros documentos conservados data del 2500 a. de C., en el que se plasmó un resumen administrativo del reinado del faraón Neferirkare, perteneciente a la V Dinastía.
Egipto tenía unas especiales condiciones medio ambientales que permitieron que la planta del papiro creciese en sus tierras abundantemente. La planta del papiro suele darse en regiones templadas y subtropicales, en las zonas especialmente húmedas y pantanosas.
En la antigüedad, toda la orilla de El Nilo se encontraba cubierta de extensos cañaverales donde crecía salvaje el papiro. Pero era sobre todo la zona del Delta donde más se producía esta especie. Sólo, tras una terrible sequía a mediados del siglo XI d. de C. todos estos cañaverales de papiro desaparecieron, ya que muchas zonas pantanosas donde crecían se desecaron.
En el antiguo Egipto, estas zonas donde crecía la planta se denominaban “akhi”, mientras que el propio papiro era conocido como “wag”, palabra que también puede traducirse como verde o próspero.
La planta del papiro es de gran belleza. Su color puede variar entre un verde muy brillante y un color más amarillento. Hay que tener en cuenta que en Egipto, en la época faraónica, disponían de diferentes tipos de papiros. Desde el más salvaje, que se empleaba en las confecciones de tejidos, hasta una especia semicultivada, que era la empleada en la confección del soporte de la escritura. Su tallo es esbelto, pudiendo en ocasiones llegar a alcanzar hasta cerca de los 5 metros, e incluso, a veces, superar esta altura. Su parte alta se remata con una flor de grandes pétalos que acaban en diminutas espigas.
Esta forma inspiró, por ejemplo, las columnas más características del arte egipcio antiguo. El tallo tiene una sección triangular y está cubierto por una corteza no muy rígida, que era eliminada en la confección de los rollos.
El papiro ha sido uno de los elementos más importantes de la Historia antigua clásica El papiro se transformaba principalmente en la ciudad de Alejandría. No es difícil suponer, por lo tanto, que será durante la época de los Tolomeos cuando su producción se agilice de manera total hasta llegar a conformar una de las industrias más florecientes de la ciudad. Desde esta ciudad, con su importante puerto comercial, era exportado a diferentes puntos del Mediterráneo. Su relevancia llegó a ser tal, que la propia monarquía lágida decidió en un momento determinado monopolizar su producción y distribución.
Papiro de Artemidoro
Las dimensiones del llamado ‘Papiro de Artemidoro’ son de 250 centímetros de largo por 32,5 de alto, en los que se inserta un mapa de la geografía española bajo dominio romano, en el que se ven ríos, calzadas, edificios en perspectiva e incluso puntos topográficos.
El croquis bosqueja un territorio dividido en dos regiones, una desde los Pirineos hasta Cartago Nova (Cartagena), Kastolo (cerca del actual Linares) y las fuentes del río Betis (Guadalquivir), y el sur en el que se encuentra la gran comarca de Gadir (Cádiz). Lo más fascinante es que su autor dibujó pequeñas viñetas con edificios emblemáticos de algunas urbes y varios puntos geográficos, un prematuro embrión de cómic que se adelanta en varios siglos a ejemplos posteriores.
Aunque hallado en el Nilo medio, el papiro pudo ser dibujado en la ciudad de Alejandría. De inspiración helenística, el ‘documento’ está dividido en cuatro columnas de texto, escritas en griego antiguo por un calígrafo profesional. El mapa de España, de unos 94 centímetros, se inserta entre la tercera y la cuarta columna, que precede a un espacio en blanco, posiblemente reservado para albergar un ulterior mapa.
Con todo, debió ser muy fiable en su época y cumplió lealmente su servicio, porque parece comprobado que pasó de mano en mano hasta entrado el siglo I. Fue manoseado durante décadas pero no se sabe muy bien por quién. En un principio parece que estaba destinado al segundo libro de geografía de Artemidoro de Efeso, porque a él se atribuyen las cuatro columnas en griego con una descripción de la Tierra que aparecen junto al mapa. Este detalle también es de una enorme importancia, pues este pobre sabio escribió doce tomos pero no se ha conservado ni uno. De hecho, en su honor, el documento recibe el nombre de ‘papiro de Artemidoro’.
El papiro de Turín
El Canon Real de Turín, también conocido como Canon de Turín o Lista de Reyes de Turín, es un papiro con textos en escritura hierática, custodiado en el Museo Egipcio de Turín, al que debe su nombre.
El texto se fechó en la época de Ramsés II (aunque pudiera estar escrito posteriormente) y menciona los nombres de los faraones que reinaron en Egipto, precedidos por los dioses que gobernaron antes de la época Faraónica.
El papiro, de 170 cm de largo y 41 cm de alto, consta de unos 160 fragmentos, la mayoría muy pequeños, faltando muchos trozos.
El papiro de Turín ofrece buena confirmación de los seis reyes, los llamados «grandes hicsos» que Manetón atribuye a la dinastía XV, pero el resto de la época de que se trata está muy insegura en dicho papiro por el mal estado de conservación de éste. El periodo de asentamiento de los h. lo calcula Drioton en unos 50 años, con un nuevo contingente anual. Cuando fueron bastante numerosos, se organizaron en Estado, eligieron un jefe único y emprendieron la conquista del país. La facilidad con que lo lograron se debió, sin duda, a la gran superioridad de armamento, caballería y carros de guerra, introducidos en Asia Anterior siglo y medio antes
La relativa abundancia de monumentos del rey Khian (en Egipto, Creta, Babilonia y últimamente en Bogazkói) ha llevado a la hipótesis, completamente inadmisible, de un gran Imperio h. del que Egipto no sería más que una parte.
La conquista triunfa con el rey Salatis, a quien la tradición recogida por Manetón atribuye la fundación de Avaris y la imposición de un tributo a todo el país. El centro del poder h. parece que estuvo en Avaris; se establecieron guarniciones en distintos puntos de Egipto, si bien se desconoce su localización exacta, con excepción de los hallazgos del Fayum (v.) en Abñsir al-Malik, que atestiguan una colonia semita, racialmente segura, escarabeos con hombres h. y cerámica asiática. Las inscripciones h. se extienden hasta Gebelein, al sur de Tebas, aunque los escarabeos lleguen hasta Kerma (Sudán). No obstante, no puede pensarse que la dominación llegara tan lejos. Incluso la región de Tebas no pudo estar dominada mucho tiempo, ya que allí se inició la guerra de liberación
Quizá lo más llamativo del Antiguo Egipto, para las culturas posteriores, aparte las pirámides y los misteriosos saberes, sean sus momias.
Todo parece indicar un desmedido culto a la muerte, al más allá, a la oscuridad del templo y la tumba; sin embargo, tanto los escritos como el arte nos indican lo contrario.
Si bien es cierto que el culto a los Dioses está presente en todo, la religión no impide el deleite, el placer y la diversión.
Las tumbas de los reyes nos hablan de su poder, de sus victorias, de su culto a los Dioses (no olvidemos que el rey es también un dios); tan solo durante el periodo de Amarna parece “humanizarse” el arte funerario.
La palabra momia proviene del término arábico mumia (o mumiya), que significa brea o betún. Ello, originariamente, se refería a una sustancia negra, similar al asfalto, que se creía que tenían propiedades medicinales como cura de numerosas enfermedades, y que rezumaban del monte Mumia en Persia. En Egipto se usaba al creer que el cuerpo, al ser impregnado con dicha sustancia, mantendría esas propiedades en el otro mundo, de ahí el color negruzco de las momias y de ahí también que dicho nombre haya perdurado hasta nuestros días.
Durante el periodo predinástico los enterramientos eran muy sencillos, con excavaciones en la arena donde se depositaba el cuerpo. El contacto de este con la arena caliente del desierto provocaba una rápida deshidratación del cuerpo, incluso antes de que los tejidos pudiesen descomponerse. El descubrimiento de los cadáveres así mantenidos pudo ser lo que inspirase a los egipcios en mantener el cuerpo después de la muerte. Cuando las tumbas se comenzaron a colocar en construcciones bajo tierra, se hizo necesario un proceso especial para mantener el cuerpo y ahí surgió el proceso de momificación artificial.
Los antiguos egipcios creían en la vida después de la muerte. Pensaban que el alma del difunto viajaba hacia el Más Allá, por lo que debían prepararse para el viaje. En época del historiador griego Herodoto se realizaban, básicamente, tres técnicas de embalsamamiento, dependiendo del poder económico del difunto o de sus familiares. El método más elaborado y caro, utilizado para la clase más rica, requería de la licuefacción del cerebro a través de los pasajes nasales y la extracción de los órganos internos, excepto por el corazón y los riñones, a través de incisiones regulares. La cavidad craneal era rellenada con resina caliente y la cavidad abdominal, después de haber sido limpiada con vino de palma y aromatizantes, era rellenada con alguno de varios tipos de elementos, incluyendo especias, resinas, o aserrín empapado en resina. El cuerpo era entonces colocado en natrón, un carbonato de sodio encontrado en el Desierto Libio.
El embalsamamiento era una operación larga y según algunos documentos se necesitaban nueve meses para completar el proceso. Básicamente, este consistía en la desecación de las carnes luego de extraer las entrañas. Los órganos internos, al ser los más perecederos, se retiraban del cuerpo y se conservaban en recipientes denominados canopos o canópicos.
Una vez cumplidos todos los ritos correspondientes, los sacerdotes transportaban la momia a través de un pasaje cubierto, y para protegerla a ella y a sus estatuas del doble, se construía la tumba con muros gruesos, se escondía el sarcófago y se colocaban obstáculos de todo tipo. Muchos amuletos rodeaban el cuerpo embalsamado para defenderlo y en los muros se inscribían fórmulas mágicas que podían usar los muertos contra sus enemigos.
Durante el Imperio Nuevo el arte del embalsamamiento llegó a su apogeo con la incorporación de aromas y esencias asiáticas. De esta época provienen las momias mejor conservadas, y este método se siguió utilizando hasta el fin de la civilización egipcia, incluso en época de dominación romana.
Todo comenzaba con un escriba que trazaba con un pincel sobre el abdomen la incisión que harían los embalsamadores. Uno abría el flanco con un cuchillo, otro retiraba las vísceras –excepto el corazón y los riñones-, las lavaba y colocaba en aromas. Luego llenaban la cavidad del abdomen con mirra, canela y otros perfumes, cosían el cuerpo y lo dejaban macerar durante setenta días en un baño de natrón (carbonato de sodio natural). Luego lavaban el cuerpo y comenzaban a envolverlo, poniendo aromas en las vendas y mortajas de lienzo impregnadas en goma arábiga y se completaba con una protección mágica: cada trozo de tela se colocaba con una oración que decía: “Tú revives, tú revives eternamente, eres de nuevo joven para siempre”, para finalmente añadir amuletos entre las vendas o cosidos al sudario.
El principal amuleto era un escarabajo grande denominado Khepri que se colocaba sobre el corazón y que incluía una fórmula para que el éste no testimoniara en contra de su dueño en el Juicio de Osiris. El cuerpo momificado se convertía entonces en un Osiris, por lo cual participaba de los privilegios de éste dios y estaba protegido por él.
Proceso de momificación:
De este proceso solo tenemos la información recopilada por un viajero y escritor del siglo V a.C. Heródoto.
Solo dos papiros de la época romana describen el llamado ritual de embalsamamiento, pero aquí solo se trata de instrucciones de carácter ritual, de como debe ungirse, vendarse y proveerse con la protección mágica mediante amuletos y conjuros cada una de las partes del cuerpo. La técnica de conservación del cuerpo no se describe en ellos.
Los embalsamadores trabajaban fuera de las localidades, a orillas del Nilo o de una acequia que arrancaba del mismo, ya que para limpiar los cuerpos necesitaban agua en abundancia. Los hallazgos de materia vegetal que quedó accidentalmente como residuo en los cuerpos de las momias evidencia, además, que el embalsamamiento se llevaba a cabo al aire libre.
El cuerpo yacía para ello sobre una mesa de piedra o de madera. Para un embalsamamiento real se utilizaban mesas mucho más ostentosas comparables con las de alabastro que se utilizaron para momificar los cuerpos de los toros Apis.
Según Heródoto, los embalsamadores comenzaban a trabajar por la cabeza del cadáver extrayendo de ella el cerebro, mediante unos ganchos de bronce (descritos por Heródoto, como de hierro) que alcanzan hasta 40cm de longitud. Uno de los extremos de este instrumento podía tener formas muy diferentes: de aguja, de gancho o incluso arrollado en espiral. En los cráneos ya vacíos se vertía una sustancia (según Heródoto de aspecto resinoso) que consistía en la mezcla de resinas de diversas coníferas, cera de abeja y aceites vegetales aromáticos que una vez dentro del cráneo se solidificaban. Pero en algunos casos en vez de esta sustancia se introducía lino.
Después abrían su cavidad ventral. Se realizaba una incisión por encima de la cresta iliaca y en el lado izquierdo. Los embalsamadores conservaban las vísceras extraídas (pulmones, hígado, estómago e intestinos; no conservaban los riñones porque no entendían su función) por separado, las envolvían el un paño de lino y depositaban cada órgano en uno de los llamados vasos cánopos, recipientes especiales que se depositaban el en interior de la tumba junto a la momia. De la protección mágica de las vísceras se encargaban los cuatro hijos de Horus. De ellos, Amset tenía apariencia humana, Hapi de mono, Kebekhsenuef de halcón y Duamitef de chacal. Cada uno se asignaba a cada órgano. Al extraer las vísceras, los embalsamadores ponían especial cuidado en dejar el corazón dentro del cuerpo o lo volvían a colocar en su lugar. Era el lugar donde residía el pensamiento y el sentimiento, y responsable por tanto de la individualidad de cada ser humano. Aunque podía ser sustituido por el escarabeo-corazón.
El siguiente paso era tratar el cuerpo con natrón, que extrae de los tejidos del cuerpo el agua que contienen, secándolos y conservándolos. El natrón no era líquido, se ponía en el cuerpo como sal en el interior y en el exterior. El tratamiento con sal de natrón duraba entre 35 y 40 días. Para darle al cuerpo un aspecto externo parecido a lo que fuera en vida, se tenía que rellenar nuevamente la caja torácica y la cavidad abdominal. Ello se llevaba a cabo utilizando lino o aserrín, más rara vez barro del Nilo o plantas olorosas. En el corte practicado en la cavidad ventral se volvía a coser una vez introducido el relleno (aunque en casos muy aislados), pero generalmente lo solían cerrar con lino, y al rey con una delgada chapa de oro.
Para envolver el cuerpo momificado, los embalsamadores necesitaban gran cantidad de paños y vendas de lino. Solían utilizar prendas de vestir y telas desechadas procedentes del ajuar doméstico del difunto, que cortaban en tiras. Sobre todo en el Período Tardío, los embalsamadores colocaban sobre la momia casi totalmente vendada una gran cantidad de amuletos muy diversos. Tutankamon tenía unos 143 amuletos muchos de ellos fabricados en oro.
Algunos eran imágenes de dioses, otros síbolos de la eternidad y fuerza pero el más importante era el escarabeo colocado en el corazón hecho con piedra verde, señal de regeneración. Un hechizo colocado en la parte trasera del mismo aseguraría que su corazón no le traicionara el día del juicio final: “En el corazón que llevo de mi madre, no seas testigo contra mí te suplico”.
Sobre el lienzo exterior de lino se disponía, en ocasiones, una red muy artísticamente elaborada compuesta por cuentas de loza. La cabeza de la momia estaba envuelta por una máscara pintada de lino estucado: solo en caso de las momias reales se utilizaron máscaras de oro. El rostro de la máscara de la momia muestra al difunto con una cara deificada, con un rostro idealizado. Con los romanos comenzaron a darle sus propios rasgos a cada momia.
En el Imperio Antiguo y a principios del Medio tenían forma de caja, pero posteriormente se elaboraron con la forma de la momia. El entierro del difunto se realizaba aproximadamente a los 70 días de su muerte.
La forma de iluminación más antigua era el fuego abierto de la fogata casera, sustituido más tarde por las antorchas, que producían mucho humo. En Egipto fabricaban las antorchas con hojas de vid o fibras vegetales impregnadas de resina
Hacia el año 2750, se inventaron en Egipto las lámparas de aceite para la iluminación interior de las casas señoriales. Estas lámparas eran cuencos ovalados y planos, de arcilla o vidrio, llenos de aceite y con una mecha que flotaba libremente en el aceite. Además de estas lámparas pequeñas, se inventaron unas “lámparas de pie” de mayor tamaño que consistían en soportes de piedra caliza de un metro de altura, que en la parte superior tenían un cuenco para el aceite de la lámpara.
La escritura, aunque con bases más o menos simples, era bastante compleja, por lo que el saber leer y escribir estaba limitado a una minoría. No se trata de la existencia de una clase aparte, pero si es cierto que muy poca gente sabía leer o escribir. Los sacerdotes, los oficiales del ejercito, los funcionarios, los faraones y por supuesto los escribas podían leer o escribir, mientras que muy poca gente del pueblo tenía acceso al aprendizaje. “Es un sistema complejo, una escritura a la vez enteramente figurada, simbólica y fonética, en un mismo texto, en una misma frase, en una misma palabra” (Compendio del sistema jeroglífico, J.C. Champollion 1824). Pero la escritura era algo más que un método de comunicación. Como todo en Egipto tenía además un sentido mágico y religioso. El nombre de una persona escrito en jeroglífico encarnaba su propia identidad. Por este motivo muchos de los cartuchos de reyes eran destrozados o borrados de los monumentos por faraones opuestos a sus ideas, pretendiendo que perdiesen el poder mágico que originalmente tenían.
Los restos más antiguos que se conservan de escritura egipcia se remontan hacia el año 3.250 a.c. Los primeros jeroglíficos eran la representación directa de unarealidad visible y con valor fijo (pictogramas); así, por ejemplo el signo z representaba el ojo, o el signo d que representa una mano.
En un primer momento esta escritura se reservó principalmente para registrar las posesiones reales, pero en el Imperio Antiguo se pasó a utilizar en inscripciones religiosas o conmemorativas en templos, palacios, tumbas, sarcófagos, amuletos yjoyas. Debido a esto los griegos llamaron a este tipo de escritura como “jeroglífica”,del griego hieros (sagrado) y gluphe (inscripción).
Las últimas inscripciones jeroglíficas de las que se tiene constancia datan el año394 d.c. Hacia los años 724-712 A.c. surgió una modalidad de escritura más sencilla, elhierático (del griego hieratikos, sacerdotal). Mientras que el jeroglífico se reservó para los monumentos, el hierático se adaptó a los demás ámbitos. Textos administrativos, notariales, cartas e incluso textos literarios se escribían en hierático.
La escritura casi siempre se empezaba de derecha a izquierda. Hasta la Dinastía XI los textos iban en columnas, para a partir de la XIIª Dinastía escribirse en líneas. Las reglas ortográficas son como las del jeroglífico, pero los trazos son más simples y rápidos.
El hierático se mantuvo hasta el Período Ptolemaico, reservado principalmente para los textos religiosos, siendo sustituido en la escritura oficial por el demótico. Cartucho grabado en la piedra con el nombre de Ptolomeo Herodoto utilizó el término “demótico” para referirse a la “escritura popular”.
Este tipo de escritura, que derivaba del hierático, era bastante más simplificado. Al principio el demótico se utilizaba preferentemente en documentos administrativos, pero a partir del Periodo Ptolemaico, cuya cultura tenía raíces helenas, el demótico compartió el papel de lengua oficial con el griego, escribiéndose los documentos en ambas lenguas. A partir del siglo II de nuestra era, con la llegada del cristianismo, las escrituras egipcias fueron vistas como algo pagano, prohibiéndose su uso; nació así el copto,que se escribía con el alfabeto griego pero manteniendo siete caracteres del antiguo demótico.
Tras la conquista árabe de Egipto (entre el 640 y 642 D.c.), el árabe acabó reemplazando casi por completo al copto.
Escritura sagrada en piedra. Es el significado de la palabra “jeroglífico“, un sistema de escritura que es el más antiguo que se conoce y que data del 3.200 A.c. Sin embargo, su origen no está nada claro, pues no se sabe a quien se debe su invención, aunque en el Antiguo Egipto se creía que los jeroglíficos egipcios se le debían al dios Toth, el señor de la escritura. Las inscripciones más antiguas que se conocen de este sistema fueron en contradas en Hierápolis, al sur de Tebas, y datan del 3.000 a.C. Es la conocida como Paleta de Narmer. Este sistema de escritura estuvo íntimamente ligado a la religión egipcia pues la combinación de gráficos y decoraciones que presentaban llegaron a formar parte de todas las ceremonias religiosas. Precisamente, los textos funerarios protegían y guiaban al muerto en su viaje por el inframundo. Curiosamente, los jeroglíficos egipcios guardaban también cierto poder mágico cuyas creencias llevaron a muchos faraones a querer borrar los rastros de sus antecesores precisamente mediante la destrucción de todos estos signos. Es lo que en su momento ocurrió con la única mujer faraón, Hatshepshut. De hecho, se creía que el nombre era de una importancia vital; tanta que en los jeroglíficos se les protegía con un cartucho ovalado en cuyo interior se inscribía los signos necesarios para desvelar el nombre y alcanzar la vida eterna.
Aprender a escribir y leer jeroglíficos llevaba años en los que los escribas se sacrificaban en su aprendizaje. Sin embargo, la recompensa final de éstos era altísima. Hoy día el conocimiento de estos jeroglíficos se lo debemos en primer lugar a la Piedra Rosetta, y en segundo lugar a Jean François Champollion, la primera persona que fue capaz de desvelar los secretos que se escondían detrás de todos estos signos.
Fue en el año 1799 cuando el ejército de Napoleón descubrió la piedra de granito negro que contenía las claves necesarias para descifrar los jeroglíficos egipcios. La estela de piedra negra tenía tres lenguas: el jeroglífico, el demótico y el griego. Thomas Young fue el primero que desveló los primeros signos al conseguir leer en unos cartuchos ovalados los nombres de Ptolomeo y Cleopatra. Sin embargo, fue Champollion el que amplió el vocabulario traduciendo otros cartuchos y los dotó de una forma lógica y una gramática común. 23 años estuvo estudiándola hasta que en 1822 publicó la traducción completa.
La escritura jeroglífica se compone de:
Ideogramas: son objetos que no tienen ningún sonido fonético
Fonogramas: signos que sirven para expresar la pronunciación
Signos silábicos: que representan a varias consonantes
Determinativos: que sirven para mostrar su función semántica, como los verbos.
Se pueden presentar vertical u horizontalmente de modo que para leerlos, podemos empezar, si es vertical, de arriba a abajo, y luego en sentido horizontal puede ir de derecha a izquierda o viceversa. El sentido nos lo marcará la dirección hacia donde mire el símbolo de animal o persona principalmente.
Los egipcios llamaban a los médicos Sun-Nu, que significaba “el hombre de los que sufren o están enfermos” y en sus diagnósticos mezclaban la ciencia y la magia, una divinidad fue Thoth – médico de los dioses Serapis dios de la salud e Imhotep dios de la medicina.
Los sanadores egipcios clasificaron las enfermedades en:
a. Las atribuidas a espíritus malignos.
b. Las de causas manifiesta como los traumatismos.
c. Las de causas desconocidas, atribuidas a los dioses.
La magia y la religión estaban estrechamente unidas a la vida de los egipcios, el decir conjuros estaba íntimamente unido al remedio para que surtiera efecto.
Los egipcios se dedicaron a estudiar el porqué estaban enfermos y porqué se morían y pretendieron curar las enfermedades e intentaron sanarlos ya sea en el Sanatorium, adyacente al templo, usando la magia y algunos medicamentos vegetales, tomaron nota de las plantas que causan enfermedades, matan o curan.
Los conocimientos de la medicina egipcia, nos han llegado a través de los papiros médicos, que llevan los nombres de sus descubridores, del lugar donde fueron hallados o de los museos donde se encuentran. El gran historiador Herodoto nos dice “La medicina esta dividida en Egipto, cada médico cuida una sola enfermedad, todo está lleno de médicos, unos son médicos de la cabeza, otros de los dientes, otros del abdomen, otros de enfermedades inciertas” (medicina interna) y añade: “tierra fecunda que produce gran abundancia de drogas, unas son remedios, y otras venenos, país de médicos los más sabios del mundo” Herodoto se refiere a Hesy – Ra (3000 años a.C.) gran Oftalmólogo.
Se dice que la medicina Egipcia es una de las más antiguas, ya que en el papiro de Kahun del año 1900 a.C. revela conocimientos médicos de larga evolución de hasta 3000 a.C., así mismo Homero conoció Egipto – 1500 años antes de Hipócrates – como “País de los médicos”, así lo relata en la Odisea IV, 227 – 232, el poema dice: “Ved, tan curativa era la especie artificialmente preparada que Polydammo, la esposa de Thoth, regaló a Elena, en Aigyptus, allí la fértil tierra produce varios jugos, en mezcla saludable y perjudicial, allí cada cual es médico y supera en experiencia a todos los hombres, pues la verdad son la estirpe de Paicon”.
Aparte de los papiros Médicos, también hay valiosas fuentes de información sobremedicina en el estudio de las momias y restos humanos en los que por estudios de Paleodiagnóstico, se conoce de las enfermedades que padecieron y permiten deducir las causas de la muerte de estas momias, se han estudiado las secuelas de fracturas, así como los dibujos de herramientas, instrumentos encontrados en los antiguos sepulcros y templos.
Desde los primeros tiempos egipcios, desde el médico Imhotep, que vivió en el 2700 a.C. genio polifacético, visir del faraón Zoser (2700 a.C.), arquitecto, constructor de la pirámide de Sakkara y del templo de Edfu, poeta, escriba, deificado después de su muerte y finalmente Dios de la salud en Egipto y en el mundo conocido de ese entonces (Grecia y Mesopotamia) al igual que Isis diosa de la Salud, Seth, hermano de Isis, llamado el maligno, causante de las enfermedades, Thoth, dios, fuente de todo conocimiento y médico de dioses, pero la medicina estaba separada de la religión.
Los médicos egipcios estaban organizados, eran famosos y respetados tantos en su país como en Grecia y Mesopotamia y existía en su organización sanitaria el título de Jefe de los Médicos.
Los médicos egipcios determinaron y aprendieron las especialidades, así tenemos Suno médico general, Suno – Ir oculista, Custode del ano – cuidador del ano del faraón, médico para enfermedades ocultas o de origen desconocido, dentista el Sehedy – Suno inspector médico, Suno – Generet médico del trabajo, Sa – Hermen, el que hace cauterizaciones, la asistencia sanitaria era gratuita, el estado pagaba a los médicos, que tenían que utilizar y cumplir con un protocolo, anotando el aspecto del paciente, estado de conciencia, poder auditivo, olor del cuerpo, calofríos, aspectos de las secreciones, orina, flema, especificando su aspecto, los edemas, la temperatura y alteraciones del pulso, es decir prácticamente una historia clínica del paciente.
La profesión médica en Egipto era muy respetada, estimada y honrosa, hubo varios reyes médicos, como Athothia de la Primera Dinastía (hijo de Mena, que compuso obras anatómicas) y el rey Zozer, apodado “El Curador” con su visir Imhotep.
Los embalsamamientos practica y parte de una ceremonia religiosa para la vida en el más allá, aparentemente no esta relacionada con la medicina, pero demostraron conocimiento de anatomía, ya que manejaban las víceras, el contenido del cráneo y el corazón que era el centro del sistema de la vida, el curtido de la piel, los vendajes y la forma de conservar las momias, si indican la preparación que tenían los sacerdotes embalsamadores.
La interpretación de los papiros es la principal y más importante fuente de conocimientos por su diversidad y abundantes contenidos, son el reflejo del estado de la medicina egipcia. Son casi doce. Llos papiros encontrados y descifrados, en unos se describe recetas y fórmulas mágicas de contenido médico, otros reseñan casi solo Ginecología, Obstetricia, otros describen los conocimientos angiológicos llamado: “El Libro del Corazón”, otro sobre enfermedades de los ojos, pero los papiros más importantes son los estudiados por George Ebers y Edwin Smith, que revelan importantes y útiles datos para documentar la medicina en el antiguo Egipto.
Las perlas y cuentas de collares, que me intrigaron mucho cuando vi el ajuar de Tut, también para hacer fuego cuando las combinaban con arcos(igual a las pelis de indios norteamericanos), les ayudaban a elaborar vasos de alabastro, los canopes, las inscripciones jeroglíficas en duras rocas, modelar detalles de estatuas, y un largo etc.
Los taladros eran de algún metal, no necesariamente muy duro, como el cobre, los impregnaban con aceite o grasa y en realidad perforaban la piedra con ayuda de partículas de minerales más duros, como el cuarzo, que se usaba como abrasivo. Para ahuecar vasijas, el taladro tenía una forma redondeada en la punta que iba variando en tamaño conforme se avanzaba en la perforación y los círculos que se ven en muchas inscripciones, en relieve o en surco, los hacían con un taladro de doble punta.
El hecho de que no se hayan conservado muchos taladros se debe al material del que estaban hechos y al roce con el abrasivo, se desgastaban muy rápido, y es posible que al quedar inservibles, se fundiera de nuevo el cobre para hacer otra cosa.
En el museo Petrie hay uno que inclusive está marcado con los surcos que le hicieron tanto el material abrasivo como la pieza en que trabajaba. En los jeroglíficos quedó como un símbolo en sus múltiples formas representando el vocablo wb,que significa abrir, y también en los grabados de las paredes se muestra la forma en que se usaron y las diferentes aplicaciones que tenían.
La costumbre de pintarse las uñas parece haberse originado en China alrededor del año 3,000 antes de Cristo. Sin embargo, los japoneses y los antiguos romanos se pintaban las uñas desde los tiempos más remotos, de tal forma que es difícil saber quiénes fueron los primeros. Los chinos usaban laca coloreada hecha con goma arábiga, claras de huevo, gelatina y cera de abeja. También solían usar una mezcla consistente de rosas machacadas, orquídeas y pétalos de otras flores.
Los egipcios usaban los tintes de color rojo a café derivados de la henna para pintar las uñas así como las puntas de sus dedos. La realeza china frecuentemente mezclaba partículas de oro o de plata con los tintes para uñas.
Un manuscrito del siglo XV de la dinastía Ming cita al rojo y al negro como los colores de elección de la realeza. Los egipcios usaban también el color de las uñas para indicar las diferencias sociales. La reina Nefertiti, esposa del rey Akenatón, teñía sus dedos y uñas de color rojo rubí. Cleopatra prefería el rojo quemado. Las mujeres de bajo rango sólo podían teñir sus uñas de colores pálidos.