19 años comprometidos con la educación

Sucesos Argentinos
1881 - 1930

Argentina - Sucesos Argentinos - 1881 - 1930 - Buenos Aires

Provincia de Buenos Aires

La ciudad de Buenos Aires había sido la capital del virreinato del Río de La Plata y la sede de los gobiernos patrios. Fue confirmada como cabeza de la República por la Constitución de 1853, pero los porteños rechazaron esta imposición: no querían ceder su ciudad, su aduana, sus rentas.
El punto fue uno de los temas conflictivos que provocaron la separación de la Provincia de Buenos Aires del resto de la Confederación. Después de Pavón (1860) se llegó a un compromiso: el gobierno nacional permanecería en la ciudad porteña a título de huésped, y la Provincia de Buenos Aires sería la anfitriona.
La situación se prolongó a lo largo de las presidencias de Mitre, Sarmiento y Avellaneda. Al ser vencida la insurrección de Tejedor contra la triunfante candidatura de Roca, el nuevo presidente aprovechó para terminar con el histórico problema: el Congreso sancionó la Ley de capitalización de Buenos Aires, y la Legislatura bonaerense no tuvo otro camino que ceder el ejido de la ciudad a la Nación.
El Dr. Dardo Rocha fue investido como Gobernador de la Provincia, el 1 de Mayo de 1881, y dijo en su discurso Debemos esperar que en un breve tiempo levantemos una ciudad populosa y floreciente que, para las necesidades administrativas y políticas, reemplace en cuanto sea posible a la antigua capital. Se formaron dos comisiones que tuvieron a su cargo la elección del lugar apropiado para levantar la nueva capital. Dardo Rocha nació en Buenos Aires el 1º de septiembre de 1838. Siendo sus padres Juan José Rosendo Rocha y doña Juana Arana. Realizó estudios primarios y secundarios, pasando luego a la Universidad de Buenos Aires, donde se graduó de abogado.
En 1859 participó en la lucha sostenida entre Buenos Aires y la Confederación, como Teniente de Marina y Secretario del Jefe de la Escuadra; y en 1861, al estallar nuevamente la guerra, intervino en la Batalla de Pavón, con el grado de Teniente 1º.
Durante la guerra del Paraguay, asistió al combate de Pehuajó, en el que resultó muerto el Comandante Carlos Keen, y ocupando su cargo, Dardo Rocha se distinguió por su valor y entusiasmo; herido de consideración en Curupaytí, debió regresar a Buenos Aires.
El Doctor Dardo Rocha fue investido como gobernador de la Provincia el 1º de mayo de 1881, y dijo en su discurso: “Debemos esperar que en un breve tiempo levantemos una ciudad populosa y floreciente que, para las necesidades administrativas y políticas, reemplace en cuanto sea posible a la antigua capital”. Se formaron dos comisiones que tuvieron a su cargo la elección del lugar apropiado para levantar la nueva capital.

Dardo Rocha

Dardo Rocha nació en Buenos Aires el 1º de septiembre de 1838. Siendo sus padres Juan José Rosendo Rocha y doña Juana Arana. Realizó estudios primarios y secundarios, pasando luego a la Universidad de Buenos Aires, donde se graduó de abogado.
Ocupó diversos cargos públicos, entre ellos el de oficial primero en la Biblioteca pública bonaerense y en la del Ministerio del Interior. Más tarde, haría una incursión en el periodismo hasta que se unió a las filas antirrosistas bajo las órdenes de Bartolomé Mitre, con quien participó en las batallas de Cepeda (1859) y Pavón (1861).
Tras su exigua carrera militar comenzó su carrera política, primero como presidente de la comisión que se encargó de redactar la nueva constitución en la Gran Convención Constituyente de Buenos Aires.
Juan José Dardo Rocha y Arana, nombre con el que figura inscripto en la Parroquia de San Nicolás de Bari, fue iniciado masón en la Logia “Constancia” N°7 en 1858 cuando tenía 20 años y estudiaba Derecho, lo acerca a la Masonería su padre Juan José Rocha notable opositor de Rosas, lucha bajo las ordenes de Lavalle y Garibaldi quien a su vez lo inicia Mason en la antigua Logia Constancia en 1855.
Sin embargo la influencia y el ejemplo de su padre, se empieza a vislumbrar ya a temprana edad y es asi que contando con solo 17 años es miembro fundador de la Sociedad Union, en 1856 ocupa su primer puesto administrativo al ser designado Oficial 1° de la Biblioteca Pública de Buenos Aires.
El 26 de Agosto de 1856 funda, junto con Luis María Campos, el periódico manuscrito Eco Universitario.
Al poco fue elegido diputado tras los comicios celebrados en el distrito electoral bonaerense en 1872, y dos años más tarde senador por la misma provincia. No obstante, su carrera iría aumentando en importancia hasta alcanzar la presidencia del Senado, desde donde abogó por la designación de Buenos Aires como capital de la República a través de un proyecto de ley.
El Doctor Dardo Rocha fue investido como gobernador de la Provincia el 1º de mayo de 1881, y dijo en su discurso: “Debemos esperar que en un breve tiempo levantemos una ciudad populosa y floreciente que, para las necesidades administrativas y políticas, reemplace en cuanto sea posible a la antigua capital”. Se formaron dos comisiones que tuvieron a su cargo la elección del lugar apropiado para levantar la nueva capital.
Sería el 19 de noviembre, fiesta de San Ponciano, Patrono de la ciudad. La piedra fundamental debía colocarse en una urna que sería enterrada en el centro de lo que habría de ser, con el tiempo, la plaza principal, la actual Plaza Moreno.
Febrilmente comenzaron los preparativos de la ceremonia, que se había proyectado para que tuviera una gran majestuosidad.
La Comisión de Invitaciones para asistir a la colocación de la piedra fundamental, previene en la víspera casi del histórico acontecimiento “que le es sensible no haber podido invitar especialmente al bello sexo argentino, en razón de no hallarse todavía en la localidad, ningún edificio digno de poder alojarlo con las distinciones merecidas”.
También se advierte que los pasajes del ferrocarril no se venderán. “Se distribuirán gratis por el Directorio del Ferrocarril del Oeste, cada boleto esperará el tren en que se debe ir y la hora de salida”. El viaje desde Buenos Aires duraba en tren por lo menos tres horas.
Se abovedó con conchillas el trayecto entre la estación y la plaza y se cursaron las invitaciones generosamente.
Ante todo faltó el padrino, el Presidente de la Nación, General Julio Roca, quien se hizo representar por el ministro Victorino de la Plaza.
Pero lo que malogró la fiesta fue el calor: La jornada resultó tan bochornosa que el gigantesco asado se arruinó y los invitados y los visitantes de los pagos vecinos volvieron hambrientos y sofocados a sus casas. Con todo, la ceremonia siguió adelante, con carreras de sortijas y fuegos de artificio.
La estructura levantada en la plaza, que los fotógrafos recogieron para la historia estaba constituida por palcos, arcos triunfales y leyendas como “Paz y Libertad”; “Orden y Progreso”; “Vías de Comunicación y Vida Municipal”; “Educación común y sufragio libre”; “No basta odiar la tiranía, es necesario amar la libertad”. Como se advierte, todo un programa ideológico, coherente con la iniciativa que empezaba a concretarse en medio de los calores de la jornada, que, de hecho, deberían haber sido previstos, dado lo avanzado del mes de noviembre.
Y así empezó la “ciudad milagro”. A fines de 1884 los poderes públicos de la provincia se instalaron en La Plata.
Los edificios estaban a medio terminar y los muebles fueron ubicados como se pudo, probablemente, el apuro se debía a presiones del gobierno nacional, cuyo titular no compartía las aspiraciones presidenciales de Dardo Rocha.
Sea como fuere, los informes del Departamento de Ingenieros, los periódicos, los relatos de los viajeros y la cámara fotográfica de Thomas Bradley fueron registrando semana tras semana, mes tras mes, año tras año, los espectaculares progresos de La Plata.
La nueva capital bonaerense fue un auténtico prodigio edilicio, urbanístico y demográfico. En 1882 tenía 7 mil habitantes; para el centenario, su población ascendía a 100 mil almas.
El impulso con que había surgido la ciudad se debió a varios factores, entre ellos, la premura con que se abrieron los concursos internacionales para proyectar los edificios públicos.
El carácter monumental que se infundiría a la ciudad, la preocupación por los espacios verdes, las calles anchas, las plazas numerosas y el trazado original, susceptible de ensancharse o prolongarse como en las exigencias higiénicas del proyecto, evidenciadas en el requisito de que el diseño brindara facilidades para la limpieza diaria, la extracción de residuos y la provisión de agua.
Finalmente, luego de rechazar varios lugares, se eligió el partido de Ensenada, cercana a la boca del Río de La Plata y conectado con Buenos Aires a través del ferrocarril. Reunía las condiciones ideales.
Eso sí, era preciso fundar una ciudad desde sus cimientos, porque el sitio no era otra cosa que montes, lomas y bañados, recorridos por liebres, perdices y vizcachas, que servían de pastoreo a las haciendas de las estancias cercanas.
En la década del 20 se lo remodeló estilo francés para convertirlo en centro cultural. El gobernador Luis Monteverde acuñó la idea de un pasaje, “cuyo aspecto exterior será el de un sobrio palacio estilo francés, para destinarlo a salas de concierto, pequeños teatros y un gran vestíbulo central de exposiciones”.
La Dirección de Arquitectura del Ministerio de Obras Públicas de la provincia de Buenos Aires tuvo a su cargo la remodelación y exposiciones industriales, galerías pictóricas, obras del Museo Provincial de Bellas Artes, conciertos, festivales y hasta partidas simultáneas de ajedrez. Todas esas actividades se desarrollaron en ese espacio que, desde 1930, se llamó Dardo Rocha.
Luego, el pasaje fue sede provisoria del Ministerio de Acción Social, de LS 11 Radio Provincia, de la Dirección de Telégrafos, Asesoría Letrada, Ministerio de Trabajo y Archivo Histórico de la Provincia. En 1944 se estableció el Correo hasta que se mudó a su nueva sede. Al quedar nuevamente vacío, el Pasaje fue ocupado para que cumpliera de manera alternada aquellas funciones para las que fue remodelado en 1928, cuando adquirió su aspecto de palacio francés.
Finalmente, después de haber sido sede de numerosas reparticiones y de albergar la Convención Constituyente, en 1994, ha ingresado al patrimonio municipal y, con la realización de importantes obras de restauración y equipamiento, se ha convertido en el gran centro cultural de La Plata.

Las elecciones de 1886, Roca logró imponer la candidatura de su concuñado Miguel Juárez Celman, ex gobernador de Córdoba, quien, elecciones fraudulentas mediante asume la presidencia de la Nación.
A poco de asumir, Celman declara: “No creo en el sufragio universal. Consultar al pueblo siempre es errar pues éste únicamente tiene opiniones turbias. El hecho del fraude, si es que existe, será obra de los partidos en lucha; pero no vemos qué intervención pueda haber tenido en el Poder Ejecutivo Nacional”.
El nuevo presidente asume también la conducción del Partido Autonomista Nacional, P.A.N. transformándose así en el jefe único.
A este régimen se lo conoce como “El Unicato”. A través de él, Juárez Celman y sus socios controlan todos los resortes del poder. De esta forma, los negocios públicos y los privados se complementan. Ricos empresarios incursionan en la política; funcionarios y políticos lo hacen en los negocios.
Estos grupos, formados por financistas, gestores, intermediarios, especulan con cada venta, cada compra, cada préstamo, cada licitación, haciendo enormes negocios a costa de los fondos estatales, sin siquiera preocuparse en pagar impuestos.
Juárez Celman lleva a delante una política económica liberal fomentando la privatización de todos los servicios públicos.
Esto da lugar a grandes negociados y generaliza la corrupción en la administración estatal.
Un periódico inglés define así la corrupción argentina: “Hoy día existen decenas de hombres del gobierno que son públicamente acusados de malas prácticas, que en cualquier país civilizado serían rápidamente penados con la cárcel y todavía ninguno de ellos ha sido llevado ante la justicia. Celman mismo está en libertad de gozar el confort de su estancia y nadie piensa castigarlo.”
Es tal el afán de lucro del grupo del presidente que va dejando afuera de sus negocios a los clásicos beneficiarios del sistema para privilegiar, casi exclusivamente a sus allegados
La elite tradicional, representada por el roquismo y el mitrismo, sintiéndose excluida del manejo de los negocios públicos, comienza a retirarle su apoyo. Pero la prensa Juarista parece vivir en otro mundo.
No les molesta la ostensible corrupción de Juárez Celman y sus socios. En definitiva “el burrito cordobés” sólo había ido un poco más lejos que sus predecesores. Lo que irrita a la elite es no ser ella la beneficiaria de estos “excesos”.
La alocada política privatista de Juarez Celman llega hasta la sanción, por decreto, de una “Ley de Bancos Garantidos” que autoriza a los bancos privados a emitir papel moneda de curso legal. Esto incrementa descontroladamente la circulación monetaria y genera una notable inflación.
“Lo que conviene a la Nación, según mi juicio, es entregar a la industria privada la construcción y explotación de las obras públicas que por su índole no sean inherentes a la soberanía, reservándose el Gobierno la construcción de aquellas que no pueden ser verificadas por el capital particular, no con el ánimo de mantenerlas bajo su administración, sino con el de enajenarlas o contratar su explotación en circunstancias oportunas, al fin de recuperar los capitales invertidos para aplicarlos al fomento de su Banco, a la unificación de su deuda y a la construcción de nuevas obras…”
El Banco Nacional otorga préstamos con total liberalidad a los amigos del poder. Estos fondos se destinan, fundamentalmente, a la especulación con tierras y las inversiones en la Bolsa, que vive un verdadero boom alcista.
Toda esta euforia especulativa comienza a desvanecerse a mediados de 1889 cuando bajan los precios internacionales de nuestras exportaciones y es necesario hacer frente a una deuda externa que compromete el 60% de la producción nacional.
“Aparte de los políticos corruptos, el mayor enemigo de la moneda argentina sana han sido los estancieros. Como principales terratenientes y productores del país, su interés radica en poder pagar sus gastos con papel moneda y obtener altos precios en oro por la venta de sus productos,. Su noción del paraíso está constituida por buenos mercados en Europa y mala moneda en el país, por que de este modo el oro le provee de tierra y mano de obra baratas. ” Financial Times”, junio 7 de 1886
En junio de 1890 el gobierno anuncia oficialmente que no puede pagar la deuda externa. Esto precipita la crisis.
La caída del precio de los productos que se exportaban, el endeudamiento por creidots externos, las emisiones continúas del papel moneda y la pérdida de valor del signo monetario. El historiador “Jose Panettri afirmaba que el país compraba más de lo que vendía y delo que podía pagar. Además vendía barato y compraba caro. La crisis afecto el crecimiento económico general y la capacidad de consumo .Numerosos comercios y empresas fueron a quiebra . Comenzaron importantes movimientos de huelgas ante el aumento del desempleo .Luego el sistema Bancario se declaro en Bancarrota y cayeron vertiginosamente las acciones en la Bolsa.
La aguda crisis que sufrió argentina, afecto al país y desencadeno los conflictos políticos latentes.
Unión Cívica, en oposición. Convencía a la gente, y la situación del gobierno se agravó, porque algunos grupos del Partido Autonomista Nacional se retiraron consideraban que el poder había caído en manos de ” niños irresponsables”, como calificaban a los sostenedores del presidente. El Presidente de gobierno era Celman. La Union Cívica y El PAN comprendían que la inflación favorecía a los productos agropecuarios, creaba condiciones negativas para las inversiones de capitales extranjeros, que eran necesarios para el desarrollo de la actividad rural. Pero, no estaban de acuerdo con los objetivos políticos que debía tener el movimiento contra el gobierno.
Hubo enfrentamientos muy importantes, y el 26 de julio de 1890 los grupos políticos disidentes integraron la Union Cívica y protagonizaron la Revolución del Parque donde murieron alrededor de 250 personas y hubo mil heridos. Esto provoco la renuncia de Juárez Celman, y asciende su vicepresidente Pellegrini con el objetivo de restablecer el poder de la clase gobernante. Se prolongó hasta el 95.

Surgimiento de Alem

La juventud movilizada y rebelde frente al “Unicato” proclamó como líder a Leandro N. Alem quien venía desarrollando una prédica constante y fundada contra los desvíos del oficialismo gobernante.
A aquel mitin de jóvenes, le sucedió otro acto el 13 de abril de 1890, esta vez conformado por un público más numeroso, al que asistieron políticos de distintas corrientes, pero todos ellos enfrentados al “Unicato” de Juárez Celman; de este encuentro del “Frontón de la Cancha de Paleta”, nació la “Unión Cívica”, agrupación que incluía a aquellos jóvenes rebeldes junto a Bernardo de Irigoyen, Mitre, Lisandro de la Torre, Pedro Goyena, Aristóbulo del Valle, entre muchos otros. En aquel contexto de grave crisis económica, corrupción pública y autoritarismo político del oficialismo gobernante, estalló la Revolución de 1890, cuyo liderazgo civil ejerció Leandro N Alem, quien al decir de Félix Luna personificaba la moral en la política.
La proclama revolucionaria expresaba fielmente el pensamiento de Alem: no se buscaba sustituir gobernantes sino devolver el poder al Pueblo para que decidiera libremente sobre su destino. La moral pública, la libertad del sufragio, el federalismo, en definitiva, la República diseñada en la Constitución Nacional era el programa revolucionario.
En su último párrafo se manifestaba: “El período de la revolución será transitorio y breve; no durará sino el tiempo indispensable para que el país se organice constitucionalmente. El gobierno revolucionario presidirá la elección de tal manera que no se suscite ni la sospecha de que la voluntad nacional haya podido ser sorprendida, subyugada o defraudada. El elegido para el mando supremo de la Nación será el ciudadano que cuente con la mayoría de sufragios, en comicios pacíficos y libres, y únicamente quedarán excluidos como candidatos los miembros del gobierno revolucionario, que espontáneamente ofrecen al país esta garantía de su imparcialidad y de la pureza de sus propósitos”. El alzamiento contra las autoridades se extendió a otras ciudades, entre ellas San Nicolás, en la que se registraron manifestaciones de apoyo.
Se había constituido en la ciudad un grupo de seguidores de la Unión Cívica entre los que se destacaban por su dinamismo Carlos Fernández, Augusto de la Riestra (hijo), Pedro Gorbarán, T. Arturo Núñez y Gerónimo Turio entre otros. El Batallón local de “Guardias Nacionales”, se rebeló a sus mandos orgánicos y marchó en tren hacia La Plata, para sumarse a las acciones a favor de la Revolución; no llegó a entrar en combate porque en el camino sobrevino la rendición y culminaron prisioneros en La Plata.

Las boinas blancas

Los militantes de la Revolución se identificaban con boinas blancas, combatieron durante tres días hasta que el Gobierno Nacional logró controlar la situación, derrotar militarmente a los rebeldes para terminar con la renuncia del Presidente Juárez Celman y la asunción de Carlos Pellegrini, por entonces Vicepresidente. No obstante la derrota, se abrieron desde la Revolución de 1890, consecuencias políticas trascendentes para la vida del país: la reivindicación de moralidad pública y democratización política, núcleos centrales de la proclama y confluyeron en el nacimiento del primer partido político moderno del País: la Unión Cívica Radical.
Es que al año siguiente, teniendo en miras las futuras elecciones presidenciales, Mitre pactó con el Gral. Roca una fórmula de “Unidad Nacional”, con él mismo a la cabeza, para que confluyeran el oficialismo (Partido Autonomista Nacional) y la oposición, la entonces Unión Cívica.
La propuesta fue plenamente rechazada por todos los partidarios de Alem, quienes el 26 de julio de 1891 resolvieron formar un partido político nuevo: la Unión Cívica Antiacuerdista (los mitristas), que cambiaría el nombre el próximo 2 de julio por el de Unión Cívica Radical. Largos años de luchas cívicas continuaron después, hasta que el 2 de abril de 1916, en las primeras elecciones con el voto secreto y obligatorio, se cumplió aquel objetivo de la proclama revolucionaria de 1890: “El elegido para el mando supremo de la Nación, será el ciudadano que cuente con la mayoría de sufragios, en comicios pacíficos y libres…”.
Luego de sucesivas luchas y del abstencionismo revolucionario pro el sufragio universal, sin distinción de condición social, fue elegido así, Hipólito Irigoyen, como primer Presidente de la República surgido de la voluntad popular.

En todas las épocas del mundo han existido dentro de los Estados grupos de personas que se han diferenciado por sus opiniones políticas.
Desde los primeros días de separación de España aparecen los “morenitas” y “ saavedristas”; poco después, los “logias, monárquicos y republicanos”, y más tarde “unitarios y federales”. En todos estos ejemplos hay simpatizantes de determinadas tendencias que pertenecían a los Partidos Políticos.
Los primeros partidos que aparecieron por primera vez en un ambiente de libertad de opinión que raramente existía en los siglos pasados en los países europeos democráticos, a mediados del siglo pasado.
Por ejemplo, en Gran Bretaña, los antiguos bandos “Whigs” y “Toris” modernizaron su organización y se convirtieron en los partidos Liberal y Conservador. Casos similares ocurrieron en los restantes países.
Los primeros partidos políticos surgieron en el siglo XIX como consecuencia de las nuevas condiciones históricas. Su historia está íntimamente ligada a los acontecimientos del siglo XX en Argentina.
Distintos partidos han impulsado la democratización de la sociedad, y han ampliando la participación popular integrando a la práctica a nuevos sectores sociales.
Durante casi todo el siglo XIX la política estaba reservada para las elites provinciales y porteña. Estas elites integraban “clubes” políticos cuyos miembros acordaban las candidaturas y los cargos públicos. Recién hacia 1890 surgió la primera gran fuerza política organizada como un partido nacional con amplia participación popular.
La actividad política argentina, así concebida, se inicio poco después de sancionarse la Constitución de 1853. Sin embargo alcanzo su pleno desarrollo unos diez años después, con la presidencia del Gral. Mitre.
La actividad política argentina en sus comienzos revistió articulares características:
Ante todo puede decirse que estaba en manos de un reducido grupo de personas, pertenecientes a las familias tradicionales. El ciudadano medio no participaba de esta actividad y era muy escaso el interés que demostraba en la misma: además, al no ser obligatoria la participación en los comicios, votaban muy pocas personas.
La maquinaria política tenía entonces como centro indiscutible la figura del Presidente de la Nación. A el respondían los gobernadores de las provincias, de los cuales, a su vez, dependían los caudillos locales.
Finalmente, no estaban bien definidas las plataformas, ni los programas de gobierno: los diversos partidos se distinguían entre sí mas por razones personales y adhesiones a un jefe, que por diferencias sustanciales de ideas.
Las líneas comenzaron a tenderse con mayor precisión poco antes de 1880, con el surgimiento de un problema candente, suscitado desde la sanción de la misma constitución; la cuestión de la capital de la República:
Muchos opinaban que la ciudad de Buenos Aires debía transformarse en Distrito Federal, capital de todo el país: integraban el “Partido Nacional”, liderado por el Gral. Mitre.
Otros, a su vez, sostenían que Buenos Aires debía continuar siendo parte de la provincia, aunque fuera designada capital: eran los integrantes del “ Partido Autonomista”, conducido por Adolfo Alsina.
La discusión genero la lucha armada que concluyo con el triunfo del Partido Nacional, y Buenos Aires fue designada Distrito Federal y sede de las autoridades nacionales. La provincia debió procurarse una nueva capital, y para ello fundo la Plata.
Al cesar la lucha, las agrupaciones rivales se unieron y dieron nacimiento al “Partido Autonomista Nacional” el P.A.N., que desde entonces fue el partido oficialista y que prácticamente gobernó sin oposición, manejado durante casi treinta años por el Gral. Roca.
A partir de entonces y hasta 1912, el juego político argentino se dio entre dos fuerzas antagónicas:

  • El oficialismo, de tinte netamente conservador, comprendía a los funcionarios del gobierno, empleados públicos y cuantos compartían su gestión.
  • En el bando opuesto se hallaba la oposición que embanderaba genéricamente a cuantos estaban en desacuerdo.

Los partidos políticos son la expresión primaria de la libertad, del derecho de expresar esas opiniones políticas, del derecho de agruparse y de asociarse.

Argentina - Sucesos Argentinos - 1881 - 1930 - Buenos Aires

“El Dr. Don Leandro Alem, que ha sido el iniciador, no le ha faltado valor en la esfera del deber; la Unión Cívica también, que era quien le acompañaba en cuyo esfuerzo confiaba, como en todos los porteños que han sabido con empeño, defender su patria hollada” – Félix Hidalgo, payador de la Revolución del 90′
Si bien la UCR como partido nace en 1891, debemos retroceder un poco para bucear en sus inicios (en los cuales no nos detendremos demasiado). En el año 1889, en el mes de septiembre, nace un heterogéneo grupo opositor bautizado “Unión Cívica”. Dentro de esta encontrábamos sectores católicos y laicos, clases altas desplazadas de la alianza gobernante y sectores medios, universitarios etc. Su principal campo de acción se encontraba en la provincia de Buenos Aires.

¿Qué ocurría mientras tanto en el país?
“En 1880 se había declarado a Buenos Aires capital de la Nación, se había concluido con el problema del indio, se empezaba a poblar la Patagonia y las regiones boscosas del noreste. En los años siguientes se fueron liquidando problemas limítrofes pendientes con los vecinos, y el estado nacional adquirió su fisonomía definitiva.” A esta descripción podríamos agregar: el crecimiento de la red ferroviaria, la remodelación del puerto, el acento puesto en el tema de la educación, aunque a fines de la década ya comenzaban a notarse síntomas de la crisis relacionados con la desequilibrada situación del sector externo. Conviviendo con estos síntomas de progreso, modernización y posterior crisis, aparece un sistema político restringido, autoritario y orientado a maximizar los beneficios de un grupo de familias cuyos negocios estaban relacionados con el rol de país exportador de materias primas, que en el mercado mundial, le toco jugar a la Argentina.
Los reclamos por la modificación de este sistema político, fueron canalizados en principio por la naciente Unión Cívica. Dos dirigentes sobresalieron notoriamente del resto, Bartolomé Mitre, con una dilatada trayectoria en la política argentina, y Leandro Alem, dotada de un carisma especial y cuyoascendiente sobre los integrantes de la Unión Cívica lo catapulto rápidamente a la primera línea de la novel agrupación.
Obra de esta Unión Cívica fue la denominada “Revolución del Parque” o “Revolución del 90” levantamiento armado contra el gobierno de Juárez Celman y que si bien fue sofocado por las fuerzas leales al gobierno, tuvo amplias consecuencias políticas, entre ellas la renuncia anticipada del Presidente de la Nación y su reemplazo por el vicepresidente Carlos Pellegrini. Además las víctimas de los intensos enfrentamientos se contaron por centenares.
Un observador contemporáneo y testigo presencial afirmaba que “Mirando objetivamente hasta mayores lejanías, el 90 resultaba, por arriba de las tristes causas ocasionales, un episodio de la formación de una democracia, fruto espontáneo e incontenible de la sangre y de la tierra” Si bien no fue tan espontáneo ni tan incontenible, el levantamiento del 90 representó un momento crucial en la historia política argentina, más allá de la previsible derrota militar, gran parte de los sostenedores del régimen político tomaron conciencia que, de no introducir importantes cambios que signifiquen el ingreso al sistema político de los sectores populares, el futuro podía tornarse imprevisible.
En 1891, cuando ya había pasado el peor momento de la crisis económica y política, el presidente Carlos Pellegrini intentó realizar un acuerdo con Bartolomé Mitre para fragmentar y debilitar a la oposición. Esto despertó las críticas de varias facciones de la Unión Cívica, encabezadas por Leandro N. Alem y sus partidarios quienes, en junio de ese año, declararon rota la alianza y formaron la Unión Cívica Radical (UCR). El resto de la Unión Cívica se transformó en la Unión Cívica Nacional (UCN), bajo la dirección de Mitre.
Alem pregonaba la política de “intransigencia” contra el régimen encabezado por el PAN. En esa línea, organizó varias revoluciones destinadas a derrocar al gobierno en 1891 y, sobre todo, en 1893. Aunque el partido se organizó para participar en algunas elecciones, el suicidio de Alem el 1° de julio de 1896 prácticamente provocó la desaparición del partido. Pero en la provincia de Buenos Aires, su sobrino, Hipólito Yrigoyen, comenzó a organizar un nuevo partido que, aunque mantuvo el nombre Unión Cívica Radical, sería diferente del anterior.

Evolución del Partido Radical hasta 1983 Aclaración falta la Alianza con de la Rúa en 1999

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El escudo de la U.C.R.

Es conocido por primera vez en la documentación de la Convención Nacional de 1931. Pero no surge por una disposición formal de la misma, sino por creadores y autores anónimos que al finalizar las deliberaciones y en oportunidad de concurrir a la imprenta vecina (Moreno al 1900) para iniciar la publicación de lo resuelto, cambian opiniones y con la ayuda de dibujantes improvisados, sobre la marcha diagraman lo que según ello simbolizaban al radicalismo en ese momento que vibran tan fervorosamente. Grupo juvenil, estudiantina, morralla de Convención que quisieron que los textos oficiales tuvieran un sello de promulgación y sin autorización de nadie pero interpretando un sentir de todos, pergeñaron un heráldica que sería aceptada y difundida hasta nuestros días.
“Priva en él -dice Gabriel Del Mazo- un sentido de solidaridad nacional de las fuerzas del trabajo fecundo. Sobre la bandera radical, roja y blanca, coronada por el sol de nuestra heráldica cívica y circundada por una orla de espiga, símbolo de la fecundidad bajo nuestro cielo, aparece la pluma y el martillo, que representan la cultura y el trabajo. El emblema expresa así una apiración de la República el trabajo para alcanzar y sostener la cultura: la cultura acompañando al trabajo, para dignificarlo imprimiéndole sentido humano y nacional”.

Los primeros antecedentes de organizaciones del trabajo se remontan al período colonial, pero los gremios eran, en ese entonces, corporaciones de oficios similares a las de la Edad Media, en donde, además de ser organizaciones de artesanos, tenían también un cierto carácter religioso, ya que la Iglesia jugaba un papel dominante en todas las manifestaciones de la vida social. Los plateros constituyeron así un gremio de considerable gravitación, íntimamente relacionado con la economía de la Colonia (extracción de metales de las minas de Bolivia y Perú).
Los artesanos dedicados a la confección de zapatos, ligados a la industria del cuero una de las principales actividades del Río de la Plata forman también una asociación a fines del siglo XVIII.
En 1857 se funda la Asociación Tipográfica Bonarense y también la Sociedad de Zapateros San Crispín, pero, estas organizaciones denotaban más un carácter mutual que estrictamente sindical. Es recién en 1877 cuando se constituyó la primera estructura sindical con carácter moderno: la Unión Tipográfica Bonaerense, que realizó, al año siguiente, una huelga por la reducción de salarios que afectaba a sus afiliados. El triunfo de este hecho de fuerza marco la celebración del primer convenio colectivo que se conoce en la Argentina.
La creación del Sindicato de Comercio (1881), la Sociedad Obrera de Albañiles y la Unión Obrera de Sastres (1882), La Fraternidad (1887), agrupando a conductores y foguistas ferroviarios, señalaron, junto a otras estructuras sindicales, la voluntad organizativa de la clase trabajadora. Bien es cierto que los sindicatos eran débiles en sus primeros intentos; generalmente se constituían en torno de un conflicto frente a una necesidad y, una vez superados estos problemas desaparecían; la pérdida de una huelga podía también, determinar su retirada de la escena gremial. No podía, tampoco, pensarse en un sindicato nacional ni en una estructura centralizada. Una excepción a esto fue el caso de La Fraternidad, que buscó aunar el aspecto gremial y mutual, dentro de un esquema organizativo que consolidara una sola entidad fuerte y permanente.
En qué estructura económica, política y social se dieron estas primera organizaciones sindicales. Debemos señalar, en primer lugar, el fenómeno inmigratorio, que llevó a modificar, entre 1895/1914, el desarrollo de la población argentina, la que sufrió cambios notables en su crecimiento, composición y distribución geográfica. La inmigración masiva constituyó uno de los ejes en que se asentó la economía agro-exportadora, fundada en la dependencia del capital europeo, principalmente el inglés. El país se desarrolló en función del puerto, mirando hacia
el exterior, lo que se tradujo en graves desequilibrios internos: el desmedido crecimiento del litoral en detrimento del interior del país, la estructura latifundista del campo argentino, disipándose los excedentes de este sector en importaciones de lujo, sin canalización en el desarrollo del sector industrial y la postergación del desenvolvimiento del mercado interno.
En términos políticos, este “modelo” se tradujo en el estrecho control ejercido por una elite, “la oligarquía”, que basaba su poder en el monopolio de la tierra y en la ocupación del aparato del Estado. Ligada a esta elite, apareció el capital extranjero, bajo la forma de empréstitos públicos, hipotecas o inversiones directas, teniendo un peso decisivo en las decisiones de esta elite.
El Estado oligárquico que se estructuró en la Argentina, a mediados del siglo pasado, fue consecuencia, precisamente, de este pacto esencial entre los sectores dominantes nativos y los intereses extranjeros.
En este contexto, la inmigración, que había llegado en principio para contribuir a la colonización de la tierra, se vio, en forma así general, impedida de acceder a ella, debido, justamente, a la estructura latifundista de la tierra.
Frustrada esta posibilidad, los inmigrantes se dirigieron hacia los centros urbanos, donde pasaron a engrosar el mercado de trabajo. Junto con la población nativa, constituyeron, por un lado, a conformar el proletariado urbano; por el otro, pasaron a integrar las capas medias en actividades como el comercio y la industria, creando talleres y establecimientos, por lo general pequeños, al no contar con gran capital. En el presente siglo, en la década del ‘10, comenzó a incorporarse un nuevo actor social: el hijo del inmigrante que bregaba por el ascenso social y la participación política.
La elite tradicional mantuvo con la mayoría de la población, tanto nativos como inmigrantes, relaciones generalmente conflictivas, especialmente con el proletariado urbano la tensión social fue constante, desembocando, en repetidas oportunidades, en huelgas y enfrentamientos.
Durante los primeros años del siglo XX argentina gozaba de una prosperidad basada en la producción agropecuaria orientada a la exportación, la cual a su vez, contribuyó al desarrollo de actividades terciarias vinculadas a esta última, como finanzas, transportes, seguros y comercio.
En lo referente al ámbito industrial el crecimiento fue mas bien moderado, entre las industrias se podía contar a las livianas como las más importantes, ya que tenían como objetivo principal satisfacer a la demanda interna.
De esta manera, la estructura ocupacional para 1914, se repartía con un porcentaje de 37% de los trabajadores económicamente activos en el sector terciario, el 31% en la actividad primaria y el 31% en la secundaria.
Los sindicatos eran un reflejo de esta estructura. Por eso la primera organización de trabajadores perteneció al sector terciario y fue la mutual conocida como la Sociedad Tipográfica Bonaerense, organizada en 1857. Hacia 1870 comenzaron a surgir organizaciones con fines específicamente gremiales, y se formó la Unión Tipográfica fundada sobre la base de la Sociedad Tipográfica Bonaerense ,que fue la generadora de la primera huelga organizada en argentina en 1871
En 1880 creció significativamente la cantidad de asociaciones de este tipo, como La Sociedad de Dependientes de Comercio, la Corporación de Mozos de hoteles, La Unión de Obreros Panaderos, La Sociedad de los Obreros Molineros y La Unión de Oficiales de albañiles.
Las dos federaciones más importantes nacieron por estos años y también fueron ambas pertenecientes al sector terciario de la economía: La Federación Obrera Marítima (1910) y La Federación Obrera Ferrocarrilera (1912).
Otra característica significativa de las organizaciones de este periodo fue la gran presencia de extranjeros en la población obrera.
Esta cuestión tuvo una importancia crucial para las características que posteriormente iban a poseer estas organizaciones, ya que a través de estos sectores penetraron las corrientes ideológicas europeas como el anarquismo, el sindicalismo y el socialismo.
Desde fines del siglo XIX hasta 1910 predominó la corriente anarquista o el anarco-sindicalismo claramente enfrentado a la corriente socialista. Este hecho se podía observar claramente entre las organizaciones federativas, ya que esta disputa terminó con la disolución de la Federación de Trabajadores de la Región Argentina (1891).

 

AñoN° de HuelgasOficios Comprendidos
18781Tiográficos.
18871Zapateros.
18882Maquinistas ferroviarios y obreros de los talleres Solá (Ex Ferrocarril del Sus, hoy General Roca).
18893Obreros y ferroviarios de los talleres Solá, carpinteros y albañiles.
18904Albañiles, carpinteros, zapateros y obreros ferroviarios.
18912Obreros ferroviarios de los Talleres Solá y sombrereros.
18927Sombrereros, tipográficos, peluqueros, faroleros, peones municipales, obreros ferroviarios y tabaqueros.
18933Zapateros, yeseros y cigarreros.
18949Albañiles, ebanistas, curtidores, vidrieros, hajalateros yeseros, cocheros de tranvías, pintores, descargadores de carbón
189519Yeseros, estibadores, marines, calafateros, carpinteros de ribera, caldereros, peones del puerto, panaderos, mayorales, galponistas, sastres, marmoleros, fideeros, pintores, carpinteros del puerto, talabarteros, herradores, constructores de carro, zingueros.
189626Fideeros, constructores de carruajes, curtidores, bronceros, hojalateros, cigarreros, vidrieros, relojeros y joyeros, tipógrafos, obreros y ferroviarios de los Talleres Solá, alpargateros, obreros de las usinas de gas, panaderos, sastres, telefonistas, sueleros, maquinistas ferroviarios.

Movimientos Huelguisticos en Buenos Aires (1906-1919)

AñoN° de HuelgasHuelguistas
HombresMujeresMenoresTotales
190617070.743
1907231155.3485.2308.439169.017
19081188.9921.3901.17911.561
19091384.389143594.762
191029818.316481918.806
191110226.6871.20010527.992
1912998.5152901848.992
19139522.76980212723.698
19146414.1122514.137
1915659.8042.2165712.077
19168024.1401394224.321
1917138133.859 7857851.418136.062
1918196121.1706.6445.228133.042
1919397297.5189.5795.870308.967

FUENTE: Departamento Nacional del Trabajo.Boletines en ROTANDARO, Rubén. Op. Cit.

Composición Nacional del Personal Empleado en la Industria (1895-1914)

 18951914
Argentinos%Extranjeros%Argentinos%Extranjeros%
Alimentación8.3453118.7266968.0475066.79550
Vestido y Tocador10.4143222.1856825.1864432.57856
Construcción12.7024217.8175850.3615836.59642
Muebles y Anexos4.123328.5986814.6155014.39250
Artísticas y Ornatos803321.757681.973462.32454
Metalúrgica y Anexos4.0182810.6137213.9884815.33952
Productos Químicos2.203472.509534.929495.05751
Artes Gráficas y Anexos2.558512.522498.418634.86837
Fibras, tejidos e hilados9.979645.58136
Diversas7.190468.5675412.1274216.68858
TOTALES52.3563693.26464209.62351200.57849

FUENTE: BILSKY, EdgardoOp. Cit.
En 1901 ambas partes llegaron a un acuerdo y consiguieron conformar La Federación Obrera Argentina (FOA). Pero posteriormente los socialistas se organizarían por su cuenta en La Unión General de Trabajadores (UGT) en 1903 y los anarquistas conformarían La Federación Obrera de la Región Argentina (FORA) con una postura explícita. En la primera década del siglo XX el anarquismo comenzó a ser objeto de una importante persecución a través entre otras cosas de leyes represivas, como la Ley de residencias (1902) y la Defensa Social (1910).
Por esto, el movimiento anarquista se vio amedrentado y fue dejando su lugar protagónico a la corriente sindicalista.
En 1902 el congreso sanciono la Ley de Residencia que establecía la salida a cualquier extranjero que haya cometido un delito y ocho años más tarde, La ley de Defensa Social que establecía las nuevas medidas de control frente a los “extranjeros indeseables”. En 1909 se organizaron huelgas y manifestaciones para repudiar el fusilamiento en España del educador Francisco Ferrer.

Inmigrantes, ideas, política.

Europa y la Argentina se encontraban, hacia 1880, en una situación inversa: nuestro país necesitaba mano de obra, como consecuencia del proyecto de expansión del sector agropecuario, mientras que Europa liberaba mano de obra, que se volvía innecesaria tras la tecnificación del agro, la segunda revolución industrial y la crisis capitalista que se vivía por aquellos años..
Argentina buscaba una mayor integración al mercado europeo, y además contaba con zonas muy aptas para la explotación agropecuaria, como La Pampa Húmeda.
En el período 1871-1890 llegaron al país casi tres millones de inmigrantes, que provenían principalmente de España e Italia. Buenos Aires fue la principal beneficiaria del nuevo desarrollo económico que adquirió el país: la población de algún modo se europeizó en sus gustos y sus modas, y la clase dirigente rápidamente intentó diferenciarse de esa nueva clase de “inmigrantes”, humildes y pobres. .
Con los inmigrantes, aumentó la cantidad de habitantes de raza blanca, creció considerablemente el número de habitantes, se aceleró el proceso de urbanización y, sobre todo, ganaron en circulación las ideas socialistas y anarquistas que ellos traían de sus países de origen. Sucede que muchos de los inmigrantes habían llegado no por motivos económicos sino políticos, por su amplia actividad en Federaciones Obreras.
En Italia, por caso, las autoridades “invitaban” a los anarquistas a realizar un “retiro voluntario” a la Argentina o Estados Unidos, caso contrario serían encarcelados.

Organización y lucha

¿Cuáles eran estas ideas tan “castigadas” por las autoridades? Ser anarquista era, y es, negar al Estado como forma de administración de la sociedad, es rechazar toda autoridad que no emane de la idoneidad, el consenso y la funcionalidad, es bregar porque la sociedad se construya sobre el respeto por la vida y el hombre..
Desde un principio, la militancia anarquista en el país ancló en la participación en la lucha sindical, y logró una importante hegemonía hasta aproximadamente 1915, y con mucha fuerza hasta entrados los años treinta. La Argentina fue, por lejos, el país de Sudamérica donde más se desarrolló el movimiento anarquista..
En 1877 se constituyó la primera estructura sindical moderna: La Unión Tipográfica Bonaerense, que realizó una huelga al año siguiente, que desembocó en el primer convenio colectivo que se conoce en el país. A la Unión Tipográfica le siguieron otras nóveles agrupaciones de trabajadores, como el Sindicato de Comercio y La Fraternidad.
El país se estaba desarrollando en función del puerto, mirando hacia el exterior, lo que generaba un notorio desequilibrio entre el litoral y las regiones del interior y un dominante control de la tierra de una elite, una oligarquía, que al mismo tiempo ocupaba puestos clave en el Estado..
En este contexto, los inmigrantes, que habían llegado para colonizar la tierra, debieron dirigirse hacia los centros urbanos, y realizar sus actividades en el comercio y la industria..
El anarquismo se organizó en la Argentina gracias al pensamiento y la acción de, entre otros, un hombre, Enrique Malatesta, quien llegó al país en 1885 y propuso la creación de sociedades internacionales de carpinteros, ebanistas y anexos. En 1887 se constituyó la Sociedad Cosmopolita de Resistencia y Colocación de Obreros Panaderos, que fue la primera Sociedad de Resistencia del país en la que se manifestó con claridad la posición anarquista respecto al método de “acción directa” contra el “Régimen”. .
En efecto, la principal arma de combate del anarquismo fue la “huelga revolucionaria”, dirigida tanto contra el capital como contra el poder político, cuya destrucción propugnaban. No percibían otra forma de hacer valer sus demandas que accediendo al poder por la fuerza; su irrupción les permitiría, después, destruir la maquinaria del Estado, la fuente de opresión de los hombres..
Al pregonar la huelga como el medio más eficaz en la lucha obrera, la prensa anarquista se plegaba también a la corriente mundial de los diarios del anarquismo. Las noticias sobre huelgas generales en Europa llegaron a la Argentina e influyeron sin duda sobre el ánimo de los trabajadores. Hubo noticias sobre la huelga general en Barcelona, que estalló en febrero de 1902 y tuvo mucha publicidad en la prensa de nuestro país.
Dentro del campo de lucha obrera, el anarquismo confrontó siempre con los socialistas que, a partir de su creencia en una larga supervivencia del capitalismo, consideraban primordial la conquista del Parlamento desde donde se pudieran mejorar paulatinamente las condiciones de vida de la clase trabajadora..
La oligarquía argentina pronto mostró su preocupación por el crecimiento de la organización del movimiento obrero, temor que se tradujo en un proyecto que presentó al parlamento el senador Miguel Cané en 1899. Sin embargo, la ley no fue discutida en ese año.
Siglo veinte, la lucha crece.
La ley Cané no fue discutida porque las instituciones gubernamentales y la oligarquía no creían que pudieran desarrollarse conflictos sociales agudos en el país, similares a los que sucedían en Europa. .
Sin embargo, el nuevo siglo llegó con un agravamiento de los conflictos laborales y una creciente tensión entre la oligarquía y el proletariado urbano, que se estaba organizando bajo la influencia de la inmigración italiana y española. En 1901, nació la Federación Obrera Argentina (FOA), en un intento de confluencia de anarquistas y socialistas, que duraría muy poco tiempo, y terminaría con la retirada socialista de la Federación..
Desde los primeros años del nuevo siglo, los anarquistas se dedicaron a exhortar intensivamente a la huelga general. Y la constitución de la Federación potenció notablemente la capacidad y el espíritu de lucha de los distintos sindicatos existentes, y apenas tres meses después de nacida la Central, en agosto de 1901, se declaró el primer boicot contra una empresa; y en 1902 se convocó a la primera huelga general organizada, que tendrá epicentro en el puerto de Buenos Aires..
La huelga del puerto puede ser considerada como el detonante de la sanción de la Ley de Residencia. Fue iniciada por los obreros del Mercado Central de frutos, quienes pedían la abolición del trabajo a destajo, jornadas de nueve horas y cuatro pesos de jornal mínimo.
La acción se extendió, gracias a la acción de los anarquistas, a la mayoría de los gremios de todo el país. .
Los más importantes talleres y fábricas dejaron de trabajar, se detuvo el tráfico (por decisión de la poderosa Federación de Rodados) y se paralizaron los trabajos portuarios, lo que significó un duro golpe para los intereses agrarios y exportadores..
La policía y el ejército fueron lanzados a las calles para perseguir y arrestar a los huelguistas y terminar con el movimiento, pero no se logró el resultado esperado, y el gobierno decidió aplicar el estado de sitio.
Se puso al país en pie de guerra: se allanaron locales anarquistas y socialistas, se encarceló a muchos trabajadores y se silenció a numerosos periódicos obreros.. Sin embargo, la intensidad del movimiento no disminuía, y el gobierno del general Roca decidió recuperar aquel proyecto presentado por Miguel Cané en 1899, al que le realizó algunas modificaciones, para finalmente el 23 de noviembre de 1902 dictar la Ley de Residencia..
La ley número 4144 o de Residencia fue sancionada por ambas Cámaras, con pocas opiniones en contra. Estaba compuesta de 5 artículos, y su núcleo central autorizaba al gobierno a expulsar a cualquier extranjero cuya conducta comprometiera la seguridad nacional o perturbara el orden público.
La ley fue aplicada rápidamente, de manera intensa y brutal. De inmediato se iniciaron las deportaciones y, hasta diciembre de 1902, 60 expulsados habían sido embarcados hacía Génova y Barcelona.
El diario La Prensa publicó una lista completa de todos los deportados, entre los que se encontraban anarquistas famosos por su actividad: Santiago Locascio, Adrián Troitiño, Ramón Palau, Juan Calvo, Julio Comba, Arturo Montesano, José Reguera, Dante Garfagnini y José Mella..
Los atropellos cometidos por la policía fueron múltiples. Extranjeros y argentinos fueron golpeados, arrancados de sus hogares, maltratados y maniatados. Se estima que durante la primera semana se arrestó a unas 500 personas. Algunos extranjeros con carta de ciudadanía fueron igualmente expulsados.
A pesar de que los sufrimientos de los deportados eran grandes, muy pocos optaron por defenderse, claro que en vano, por vía judicial. La crueldad era tan terrible que hasta el diario La Prensa emprendió una acción pública de censura..
Los arrestos y expulsiones llevados a cabo influyeron a corto plazo sobre la actividad del anarquismo, logrando paralizarlo parcialmente.
Sin embargo, una parte de los anarquistas activos lograron eludir la ley, se ocultaron en el Uruguay, se hicieron de lado temporariamente y en algunos casos acabaron por distanciarse definitivamente de la actividad. .
A comienzos de 1903 prosiguió una campaña de persecuciones. La finalidad de esa campaña seguía siendo la misma: la deportación de todos los anarquistas activos que no tenían la ciudadanía argentina. Aunque ya comenzaba a avizorarse un cambio en la orientación de los gobernantes.
Las consecuencias a largo plazo no fueron las mismas que a corto plazo, ya que con el correr de los años la Ley y su rígida aplicación no fueron efectivas. La existencia del anarquismo en Argentina no se vio socavada, sino que adquirió un aditamento de fuerza tras la incorporación de elementos locales, que pasaron a reemplazar al grupo de deportados.. Poco tiempo después se comprobó que la aplicación de la Ley tuvo un efecto negativo en el mundo y perjudico las posibilidades de inmigración.
Esto se vio reflejado en la disminución del número de inmigrantes en los primeros meses de 1903. Puesto que la inmigración era una necesidad vital durante esos años, el gobierno resolvió suspender las deportaciones y posibilitar la renovación de la actividad gremial..
Cuando se renovó la actividad anarquista se comprobó que la deportación de militantes no había agotado al anarquismo, pero sí había causado cambios notables en la composición de los principales activistas. Uno de los mayores cambios se produjo en “La Protesta Humana”, medio de expresión anarquista, de donde se alejó el redactor Inglán Lafarga. Otro cambio fue el ascenso de anarquistas activos de las filas de los sindicatos obreros y de la FOA..
En los años 1904 y 1905 se produjo un viraje significativo en las actividades del anarquismo. El comienzo del viraje tiene lugar como consecuencia de la lucha contra la Ley de Residencia, la adhesión de elementos locales y la incorporación de los adeptos al anarco-comunismo..
En este mismo periodo, sin la posibilidad de aplicar la Ley de Residencia, aunque no derogada todavía, el gobierno encontró otros métodos de opresión contra los obreros, como la supresión de huelgas y la disolución de manifestaciones. La policía empleó armas de fuego y se produjeron muchas víctimas. Esto suscitó el enojo y los llamados a la venganza. Un claro ejemplo de esta situación lo encontramos en la historia de Simón Radowitzky (ver recuadro: “Un héroe del…).
Durante los años posteriores se libraron grandes y masivas luchas. El reclamo por las 8 horas de trabajo, la huelga de los inquilinos (1907), las jornadas durante los 1 de mayo. Luego se sucedieron las luchas durante el Centenario de 1910 y contra la represiva Ley de Defensa Social, la semana trágica de 1919, las campañas por la libertad de los cientos de deportados, las luchas por el descanso dominical y por mejores condiciones de salario..
Hacía fines de la década del 20 el anarquismo fue perdiendo poder, no como consecuencia de la Ley de Residencia sino gracias a los efectos producidos por la Primera Guerra Mundial, que aceleró el proceso de industrialización y amplió el mercado de trabajo. Esta situación derivó en una mayor preponderancia de los sindicalistas, que llevó al anarquismo a perder la base de sustentación en que se había afirmado..
Finalmente, la Ley de Residencia se derogó tardíamente, cuando la normativa ya estaba fuera de uso, en el año 1958..
La guardia policial, comenzó a disparar aparentemente sin motivo, el saldo fue de ocho muertos y cinco heridos. Frente a esto, la UGT Y la FORA llamaron a una huelga general hasta que se pusieran en libertad los manifestantes detenidos.
Luego de la Guerra Mundial, en 1915, la FORA se fracturo en una fracción que paso a llamarse “FORA del IX Congreso”, de tendencia sindicalista, y otro sector, el del “V Congreso” de tendencia radical. Entre ambas fracciones se entablo una agria polémica, que impidió la unidad del movimiento obrero. Fuente: Historia Argentina y Latinoamericana I (1750-1930) y explicación de profesoras.

 

 

Se conoce como la semana trágica a una serie de disturbios que sucedieron en Buenos Aires en enero de 1919. Para esa época estaba viva entre los obreros la llama de la revolución social; corrientes de pensamiento revolucionario marxista y anarquista habían llegado a las costas del Río de la Plata de la mano de la abundante inmigración europea.
Las recientes experiencias de la Revolución Mexicana y la Revolución Rusa en 1911-1917 eran además vistas como un estímulo por los obreros y como una amenaza por las clases dominantes. Simultáneamente, se daba en Argentina un incipiente proceso de industrialización en forma paralela al modelo agroexportador imperante, lo que permitió la formación de un proletariado urbano.
Desde hacía ya un mes los obreros de la fábrica metalúrgica Pedro Vasena, se encontraban en huelga. Sus depósitos se encontraban en la calle Pepirí y Santo Domingo, su planta industrial en Cochabamba y La Rioja (actualmente hoy está allí la Plaza Martín Fierro). Esta empresa era una de las más importantes del país.
Entre obreros y empleados sumaban más de 2.500 personas. Los huelguistas solicitaban la reducción de 11 a 8 horas de trabajo, aumentos escalonados de jornales, la vigencia del descanso dominical y la reposición de los delegados obreros echados por la empresa al iniciarse el conflicto. El día 7 de enero de 1919 a las 16 hs. varias chatas en busca de materia prima, marchaban hacia los depósitos.
Las máquinas funcionaban con un pequeño número de obreros que no se habían adherido y rompehuelgas contratados para la empresa por la Asociación del Trabajo. Por otra parte, las chatas eran conducidas por los rompehuelgas acompañados de la policía. Al llegar las chatas a la intersección de la Av. Amancio Alcorta y la calle Pepirí, un grupo de huelguistas acompañados de mujeres y niños intentaron detenerlos en forma pacífica.
Estos no se detuvieron entonces los obreros comenzaron a tirarles piedras y maderas. Entonces acudió la policía, los cuales dispararon sus fusiles dejando, luego de dos horas, un saldo de cuatro obreros muertos y más de treinta heridos algunos de los cuales fallecieron después. El hecho indignó a todos los obreros metalúrgicos, la Asociación de la Sociedad de Resistencia Metalúrgica (hoy llamado sindicato) lanza una huelga general para todo el gremio.
Los obreros marítimos que en ese momento también estaban en huelga apoyaron a sus compañeros metalúrgicos. El hecho pasó casi inadvertido para la prensa, pero esto sería el factor detonante de lo que se llamaría La Semana Trágica, la huelga general más importante hasta esa fecha. Durante los días 7 y 8, miles de obreros concurrían a los locales de la Sociedad de Resistencia Metalúrgica y al Partido Socialista. Vale aclarar en este punto que la clase obrera en su mayoría estaba formada por inmigrantes, los cuales algunos tenían experiencia sindical y política. Esto se reflejó en el movimiento obrero argentino, de allí que a fines del siglo XIX existía ya una importante red de sindicatos y contaban con un partido: el Socialista.
Había varias posiciones por parte de los sindicalistas en cuanto a la huelga que iban a sostener: solucionar el conflicto de la fábrica Vasena, solucionando la demanda de los obreros y la libertad de los que se encontraban presos por cuestiones sindicales; en cuanto a los ferroviarios estaban también con conflictos en cuanto al tema salarial con las empresas extranjeras; y por último había una petición del sindicato del calzado que proponía un programa de reivindicaciones generales para toda la clase obrera, haciendo incapié en los siguientes puntos: satisfacción del pliego de los obreros de Vasena, reincorporación de los municipales, telegrafistas y empleados postales, todos desempleados por sus respectivas huelgas fracasadas.
La posición triunfadora después de todas las reuniones fue la primera, ya que los sindicalistas tenían miedo de que la huelga se transformara de pacífica a violenta, de ahí que adoptaron hacer la huelga un solo día y solo con dos demandas.
Ese día (el 8 de enero) en la Cámara de Diputados el diputado socialista Nicolás Repetto, propone que en el temario de las sesiones extraordinarias el tema de los sucesos acontecidos el día anterior. Este declara: Un importante barrio de la ciudad ha sido teatro ayer, señor Presidente, de un episodio sangriento que debe haber producido una impresión muy desagradable, dolorosa para todos los argentinos que se interesan en el progreso real de la cultura colectiva. ..
Los conflictos sangrientos en las huelgas se deben principalmente a estas causas: primero a la falta de serenidad por parte de la autoridad encargada de mantener el orden. Segundo a la falta de comprensión, impermeabilidad cerebral de algunos que se resisten obstinadamente a aceptar de una vez las buenas prácticas gremiales y obreras que ya están difundidas en el mundo todo. Sin embargo reconoce que los obreros tienen algo de culpa por la falta de serenidad
Otros diputados apoyan la represión policial, otros en contra del mismísimo Sr. Vasena. Se levanta la sesión, no hay quorum, no llegan a ninguna solución. El conflicto social se resolvería entonces en la calle.
El día 9 de enero desde tempranas horas, los huelguistas se lanzan a la calle, a los barrios y a las puertas de las principales empresas para así garantizar el paro. Incitaban a los trabajadores, a los transportistas a abandonar sus puestos de trabajo. Voltearon tranvías, cortaron cables de electricidad. Habían bloqueado la planta de la empresa Vasena. Se formaron barricadas en las calles San Juan, Cochabamba, Oruro, Urquiza, y La Rioja.
Los comerciantes de toda la ciudad también se fueron adhiriendo sea por apoyo a los huelguistas o por miedo a las represalias. Al mediodía todos los comercios habían cerrado. La ciudad estaba casi totalmente paralizada.
Por otra parte, a las 15 hs. había salido desde Nueva Pompeya el cortejo fúnebre que llevaba a los abatidos del día 7, en los cuales iban también mujeres y niños, un pequeño grupo de huelguistas que los acompañaban, iban robando las armerías que se encontraban a su paso, el más importante se produjo en la armería de Juan Picasso en la Av. San Juan al 3900.
Luego se reintegraban a la marcha. A las 17 hs. el cortejo llegó al cementerio. Aquí se produjo una masacre. Mientras hablaba uno de los gremialistas, la policía y los bomberos armados, atrincherados en los murallones del cementerio, balearon a la multitud. Cundió el pánico. Todos empezaron a correr mientras la lluvia de balas continuaba.
Los huelguistas que habían robado las armas trataron de responder, pero estaban en desventaja por la calidad de las armas, el número de efectivos y las posiciones estratégicas de la policía. Según la prensa oficial sólo murieron 12 personas, según un periódico obrero eran más de cincuenta y algunas eran mujeres.
La gente que se alejaba del cementerio comenzó a agredir en las calles a cuanto policía se les cruzaba. Decenas de tiroteos se produjeron en toda la Capital, en Palermo y en Retiro fueron también baleados algunos trenes. Mientras tanto cundió el odio y el pánico entre los sitiadores de la fábrica Vasena al enterarse de los sucesos en el cementerio. La policía atacó con ametralladoras y máuseres a los sitiadores de la empresa. A las 19 hs. ya también intervenía el Regimiento de Infantería por órdenes del entonces presidente Hipólito Irigoyen.
Por la noche seguía la violencia, hubo varios enfrentamientos entre obreros y policías en varios puntos de la ciudad. La prensa oficial había registrado un saldo para ese día de 40 muertos y varios centenares de heridos, mientras que la prensa obrera registró más de 100 muertos y aproximadamente 400 heridos. A su vez, la Unión Obrera Ferroviaria también se plegaba al paro.
La mañana del día 10 de enero la ciudad ya estaba totalmente paralizada, inclusive ya había ciudades del interior del país que se habían adherido al paro.
El presidente había ordenado la distribución de 30.000 efectivos militares en toda la ciudad, como así también había solicitado la presencia urgente del Sr. Vasena en la Casa Rosada. La violencia seguía, en Boedo un grupo de civiles habían atacado a varios obreros, en la calle Lavalle entre Paso y Larrea hubo un tiroteo entre los efectivos militares y obreros, otro en Brasil entre Piedras y Chacabuco, otro en Defensa y Martín García. A las 22 hs. un grupo armado, amparados por la oscuridad, se acercaron hasta la comisaría 4º, 6º, 8º y 9º produciéndose así otra serie de tiroteos.
El saldo de ese día había sido de no menos de 50 muertos. El día 11 se habían dado a conocer los resultados de las tratativas entre el Gobierno, Vasena y el sindicato.
La empresa había concedido a los obreros las siguientes mejoras: 8 horas de jornada laboral, un aumento que variaba según el salario entre el 20% y el 40%, aumento de las horas extras en un 50% y un 100% de aumento para los que trabajaran los domingos. Sin embargo, la huelga y los tiroteos continuaban. Hubo uno en la Plaza Constitución, otro en Anchorena y Bartolomé Mitre, otro en el mercado de Abasto. Ese día fue el de la gran redada para los sindicalistas, dirigentes y socialistas, se llegó a 5000 detenidos.
Al intensificarse la represión y al carecer ya la huelga de objetivos claros, comenzó a haber confusión entre los obreros. La huelga para ellos ya no tenía sentido, habían conseguido por lo menos algo.
El periódico socialista La Vanguardia el día 14 de enero registraba un total de 700 muertos y más de 2000 heridos. Se asesinó a obreros, mujeres y niños. Ya el día 16 prácticamente la policía había puesto en libertad a la mayoría de los obreros.

Según el historiador británico David Rock, la “reforma universitaria” estuvo íntimamente vinculada al fenómeno general de la tensión social entre los grupos de clase media, producto de la restricción al crecimiento industrial en la economía primario – exportador”.
En efecto, estos grupos, al intentar ascender socialmente chocaron contra una élite cerrada que controlaba la vida socio – económica. En 1918 se sucedieron las huelgas de estudiantes. El movimiento se inició en Córdoba. Su objetivo principal fue modificar los planes de estudio de la educación escolástica.
El gobierno de Yrigoyen adoptó medidas positivas en respuesta a las demandas estudiantiles. Para Rock la más importante fue que permitió ampliar “las posibilidades de los grupos de clase media de recibir educación superior y la creación de nuevas universidades”. Sin duda alguna, la clave de la Reforma fue el cogobierno estudiantil que evitó los excesos de las autoridades en la conducción educativa.
La Reforma Universitaria de 1918 es el hecho que más asociado ha quedado a los logros del gobierno radical en favor de la clase media. Más tarde dicha Reforma, repercutiría enormemente en los movimientos universitarios de toda Latinoamérica; sus orígenes, empero, fueron los prosaicos conflictos que tuvieron lugar a comienzos de siglo entre la élite criolla y los nuevos grupos de clase media en torno al acceso a las universidades, y, más allá de éstas, a las profesiones liberales urbanas. De manera que la Reforma Universitaria estuvo íntimamente vinculada al fenómeno general de la tensión social entre los grupos de clase media, producto de la restricción al crecimiento industrial en la economía primario-exportadora.
En 1918, primero en la Universidad de Córdoba y luego en otras Casas de Altos Estudios, hubo una sucesión de huelgas estudiantiles, algunas de las cuales alcanzaron violentas proporciones. Su objetivo era que se modificaran los planes de estudio y se pusiera fin a la influencia escolástica y clerical en la educación superior. Los reformadores presentaron sus ideas en términos de una filosofía de la educación y la sociedad marcadamente distinta de la del pasado, popularizando por vez primera la democracia educativa y la participación de los estudiantes en el gobierno de las Universidades.
Aunque el gobierno radical se encontró en un estado de irremediable confusión cuando intentó satisfacer los objetivos más metafísicos de los estudiantes, lo cierto es que tomó medidas positivas en respuesta a sus demandas más concretas. Tras prolongadas negociaciones entre los funcionarios y los líderes universitarios, se simplificaron los criterios de ingreso y los planes de estudio sufrieron importantes modificaciones; pero el paso más trascendente que dio el gobierno fue la creación de nuevas universidades que ampliaron las posibilidades de los grupos de clase media de recibir educación superior.
Así pues, en 1922 estos grupos habían llegado a ocupar una posición política muy diferente de la que tenían en el período oligárquico; ahora estaban plena y directamente envueltos en las actividades del Estado y se habían transformado en uno de sus principales beneficiarios.
Si se exceptúan episodios espectaculares como el de la Reforma Universitaria, este cambio tuvo lugar en forma gradual, sin serios choques que pusieran en peligro la estabilidad del nuevo sistema político. En gran medida, lo que estaba ocurriendo era un efecto previsible de la ampliación del sufragio en 1912.
Al conceder esto, la élite se había declarado dispuesta a aceptar una extensión del papel político de la clase media como artilugio para conquistarlo. Los problemas que planteó el nuevo sistema sólo salieron a relucir al término del período de Yrigoyen, en la depresión de postguerra iniciada en 1921. Hasta entonces los terratenientes aprovecharon el auge de las exportaciones y sus concesiones materiales a los grupos de clase media por lo general se hicieron a expensas de otros sectores sociales”.

El inicio de la Reforma

A fines de 1917 se registraron los primeros signos de inquietud estudiantil. Por un lado, la protesta del centro de estudiantes de Medicina por la supresión del internado en el Hospital Nacional de Clínicas. Por otro el reclamo del centro de estudiantes de Ingeniería contra la modificación del régimen de asistencia a clases. Al reiniciarse las actividades en 1918 los estudiantes insisten en sus reclamos, las críticas se amplían en las objeciones a los planes de estudio, a la organización docente y el sistema disciplinario.
Todavía no figura la reivindicación estudiantil de la participación estudiantil en el gobierno de la universidad -se cuestiona el sistema de provisión de cátedras, la duración ilimitada de los cargos en los Consejos Directivos, su carácter corporativo. En marzo se forma el Comité pro Reforma Universitaria y se decreta la huelga general: “una vez que se han agotado los medios pacíficos y conciliatorios para obtener del Honorable Consejo Superior la sanción de las reformas solicitadas debe ser propiciada por los estudiantes, valiéndose para ello de todos los medios a su alcance”.
El 1 de abril las autoridades de la UNC, que ya habían resuelto “no tomar en consideración la solicitud de los estudiantes” pretenden inaugurar el año académico. Resultado: nadie concurre a clase, se producen los primeros actos públicos estudiantiles, las autoridades resuelven clausurar la Universidad. El Comité pro Reforma exige la intervención y ésta es decretada pocos días después por el presidente Yrigoyen.
Los reformistas la interpretan como un triunfo y como un medio para depurar a la vieja dirección clerical. El gobierno radical es considerado como un aliado en esta tarea. La huelga se levanta en la expectativa de que, mediante la colaboración mutua de los estudiantes y el interventor –José N. Matienzo- se podrá imponer a hombres afines a la reforma en la dirección de la Universidad.

Manifiesto de La Reforma Universitaria

Glosaré y resumiré, seguidamente, el MANIFIESTO LIMINAR DE LA REFORMA UNIVERSITARIA, de 21 de junio de 1918, en cuyo epígrafe se lee: “La juventud argentina de Córdoba a los hombres libres de Sudamérica”.
Su contenido se refiere a:

  • La ruptura con la antigua dominación monárquica y monástica.
  • Las libertades faltantes.
  • La extinción de las fuerzas de la contrarrevolución de Mayo.
  • La mediocridad de la Universidad, la tiranía y la insensibilidad desde las cátedras; la Universidad es reflejo de una sociedad decadente, donde no entra la ciencia de modo pleno, autónomo y genuino.
  • El reclamo de un régimen universitario democrático y del derecho a darse un gobierno propio, que radica principalmente en los estudia-ntes; contra el concepto de autoridad que no se apoye en la disci-plina extraña a la substancia de los estudios y se ejerza sugiriendo y amando: enseñando labor científica, no régimen cuartelero incom-patible con la verdad (nótese que lo que precede y lo que sigue a continuación pueden ser pautas para la enseñanza del Derecho).
  • El predominio de una casta de profesores.
  • Los alumnos deben elegir a sus maestros y directores (el 15 de junio de 1918 se había hecho una elección rectoral, invalidada moral y jurídicamente; hubo una declaración previa de huelga indefinida; el fraude consistió en una asamblea donde no se leyeron las boletas ni se aprobó el acta respectiva).
  • Se trata del nacimiento de una verdadera revolución que ha de agrupar bajo su bandera a todos los hombres libres del continente.
  • No se reformaban planes ni reglamentos por temor a que algunos pierdan sus cargos.
    Los métodos docentes viciados de dogmatismo, apartándose a la uni-versidad de las disciplinas modernas, cerrando sus puertas a algu-nos pensadores como Alfredo L. Palacios.
  • Se invocó la religión para legitimar esos procedimientos y expresó el Rector, empero: “Prefiero antes de renunciar que quede el tendal de cadáveres de los estudiantes”. Es decir, un puñado de personas invo-lucró a la Iglesia, injustamente, incongruentemente entre sus actos y la religión que decían profesar.

El grito del 18” se escuchó en todas partes. A mediados de 1920, Gabriel del Mazo, presidente de la FUA, firmó un convenio de cooperación con la Federación de Estudiantes del Perú y de Chile. También, organizó el Primer Congreso Nacional de Estudiantes del Perú, que pidió la creación de la Universidad Popular y recomendó la organización de escuelas de indígenas. A este, le siguió la convención de estudiantes de en el país trasandino y el Primer Congreso Internacional de Estudiantes, en México, en 1921. De esta manera, la Reforma se había puesto en marcha en toda Latinoamérica

A pesar de que se lo consideraba un hombre de pocas luces intelectuales, tenía gran predicamento entre grupos del Ejército. Posiblemente porque se rodeó de jóvenes brillantes, que se nucleaban alrededor del periódico “La Nueva República”.
Estos jóvenes tuvieron fama de tener ideología fascista, y de ser excelentes pensadores Nada menos que el primer golpe de Estado de la historia institucional argentina inauguró la década del ‘30. Los militares habían ganado poder y espacios políticos durante los años previos y la incapacidad del segundo gobierno de Hipólito Yrigoyen para sortear la crisis económica mundial del ‘29 condujo al derrocamiento del líder radical. Pero el nuevo presidente, el general José Félix Uriburu, tampoco encontró la salida a la depresión. Recién en 1933, durante la presidencia del general Agustín P. Justo, se tomaron las medidas necesarias para paliar la situación.
El lunes 6 del corriente, se cumplieron 80 años del golpe militar, acaecido el 6 septiembre de 1930 que derrocó al gobierno constitucional del presidente Hipólito Yrigoyen.
Aquel hecho, marcó un giro de 180 grados en la historia argentina del siglo pasado cuando, a partir de esa fecha, se comienzan a suceder los reiterados movimientos militares que generaron el quiebre del sistema democrático y el normal funcionamiento de las instituciones de la República, durante muchos años en la Argentina.
Al comienzo de la década del 30 la ciudadanía comprometida políticamente se orientaba sobre la base de dos corrientes: el radicalismo y conservadorismo y, en menor medida con el socialismo.
Esto derivó a que los acontecimientos generados a partir de la caída del gobierno de Yrigoyen fueran recibidos con estados de ánimo diametralmente opuestos. Y en nuestra ciudad no fueron ajenos a esa coyuntura.
La fecha es emblemática. Ese día se inició en la Argentina el ciclo de golpes de Estado que durante medio siglo empañarán la vida institucional de la Nación. Hay un amplio consenso en admitir que la asonada militar de 1930 podría haberse impedido, que no era inevitable, ni siquiera para los conservadores y mucho menos para los militares.
Estudiar lo que no sucedió suele ser un buen ejercicio intelectual para los historiadores, pero nada más que eso. Lo que importa, en definitiva, es lo que sucedió y, en todo caso, por qué sucedió de una manera y no de otra.
Se sabe que no hay una causa exclusiva que explique un acontecimiento histórico. El golpe de 1930 no fue una excepción. Historiadores, políticos y periodistas han dicho lo que mejor les ha parecido. Y hasta Gardel se dio el gusto de dedicar un tango a la jornada “patriótica”. Como va a suceder con los golpes posteriores, el 6 de septiembre la marcha militar contó con el apoyo de amplios sectores sociales. Después se discutirá si ese apoyo fue la espuma o el contenido real de la jornada, pero después, no antes.
Según se mire, el golpe se produjo porque Yrigoyen estaba viejo, porque quería nacionalizar el petróleo, por las rencillas internas de los radicales, porque la prensa -particularmente el diario Crítica, de Botana- estaba comprometido en lo que hoy se llamaría una campaña “destituyente”, porque los estudiantes universitarios salieron a la calle a pedir la renuncia del “César octogenario”, porque la crisis económica que había estallado en Wall Street impactaba sobre la calidad de vida de las clases medias, porque las intervenciones a las provincias eran consideradas una prueba más del carácter despótico del gobierno, porque los militares estaban convencidos de que les correspondía desempeñar un rol tutelar, porque para la clase dirigente la ley Sáenz Peña era la fuente de todos los males.
En consecuencia, frente a tantos porqués, la mejor alternativa era un gobierno de orden, un gobierno que hiciera realidad el deseo expresado por Lugones de que “la hora de la espada” había llegado.
Todos estos motivos fueron reales más allá de su razonabilidad o certeza. Corresponde al historiador ordenarlos, darles un sentido, un significado de acuerdo con los interrogantes que pretenda responder. De todos modos, y más allá de las polémicas historiográficas abiertas, lo que está fuera de discusión es que el 6 de septiembre se interrumpe el ciclo institucional iniciado con la ley Sáenz Peña para algunos, o después de la batalla de Pavón para otros.
Los militares llegan al poder y llegan al poder para quedarse. Desde esa fecha y hasta 1983 las Fuerzas Armadas serán protagonistas activas del sistema político. Decidirán quién debe gobernar y cómo debe hacerlo. La responsabilidad de los militares en las asonadas golpistas está probada. Se creyeron los salvadores de la Patria, la última reseva moral de la Nación y, sobre todo, los autorizados para decidir quiénes debían vivir y quiénes debían morir. Su responsabilidad es inexcusable pero no es única. Hay también una responsabilidad de toda la clase dirigente, es decir de empresarios, políticos, intelectuales, sindicalistas, opinión pública. Sería injusto, por lo tanto, decir que los únicos malos de la película fueron los militares, pero también sería injusto desconocer el rol preponderante que ellos jugaron.
En 1930, todos los componentes que luego van a estar presentes en la historia argentina durante medio siglo, ya eran visibles. Cuando Lugones anuncia en Lima que había llegado la “hora de la espada”, sabía de lo que hablaba. El mundo de entonces crujía acuciado por la crisis. Las democracias eran cuestionadas en nombre de las dictaduras corporativas y totalitarias.
El liberalismo del siglo XIX retrocedía impotente, y quienes en otros tiempos ponderaban los beneficios de la república ahora miraban con buenos ojos la experiencia de Mussolini o los ensayos teóricos de Maurras.
En la Argentina, Hipólito Yrigoyen había llegado a la presidencia “plebiscitado” por un aluvión de votos. En 1928, los voceros de las clases tradicionales empezaban a creer que por el camino de las elecciones era imposible recuperar el poder. Es interesante leer la literatura de la época para observar cómo determinadas ideas que en otras circunstancias serán consideradas estrafalarias y hasta ridículas, empiezan a adquirir entidad intelectual y a impregnar con su retórica el sentido común de políticos, intelectuales y empresarios.
Fue en esos años que comenzó a cuestionarse el sufragio universal. También adquirirá estatus intelectual el criterio de que las sociedades deben ser gobernadas por los mejores ¿Y quiénes son los mejores? Los que reúnen el prestigio del dinero y el saber… en ese orden.
El nacionalismo, en su versión revisionista, seducirá a los jóvenes patricios. La democracia será considerada la principal responsable de los males nacionales. El otro responsable será el inmigrante con sus ideas estrafalarias, sus hábitos vulgares, sus miserables ambiciones. Una sociedad jerárquica será presentada como la solución. Si la Argentina fuera gobernada como un cuartel, todos seríamos felices, decían. Todo esto no hubiera ido más allá de una de las tantas distracciones intelectuales de moda si no se hubieran creado condiciones reales que transformaran esas ideas en acciones concretas.
Es verdad que, para 1930, el gobierno radical era inoperante e Yrigoyen daba señales alarmantes de senilidad, pero reducir la crisis a la vejez de Yrigoyen o a la corrupción radical es un detalle menor, sobre todo si se lo compara con un factor decisivo, un “dato” que habrá de precipitar la crisis no sólo en la Argentina sino en el mundo. Me refiero al derrumbe de la bolsa de valores de Wall Street.
Conviene detenerse en este punto porque es representativo no sólo de uno de los aspectos centrales de la crisis de 1930, sino de los modos singulares con que las crisis operan sobre las sociedades. La crisis de 1929 es considerada hoy por los economistas como la crisis más grave que sufrió el capitalismo en el siglo veinte. Alteró todas las reglas de juego existentes, definió un antes y un después en la historia y, para más de un estudioso, fue la responsable de la Segunda Guerra Mundial. La crisis fue grave no sólo por sus consecuencias materiales, sino porque los operadores económicos y políticos de entonces fueron sorprendidos por ella. En el futuro, el capitalismo atravesará por crisis parecidas e incluso más serias, pero habrá instrumentos para controlarlas o mitigarlas.
En 1930 estos instrumentos no estaban, y más de un economista burgués creyó que efectivamente se cumplía la profecía de Marx de que el capitalismo se hundiría víctima de sus propias contradicciones. En la Argentina el modelo primario exportador llega a su fin en 1930.
Un modo de acumulación capitalista exitoso durante más de medio siglo se agotaba y era necesario pensar alguna otra salida para un mundo donde las naciones centrales abandonaban el laissez faire, levantaban barreras arancelarias, empezaban a comprar menos materias primas -o a comprarlas en otros lados- y a pagar precios más bajos. Conclusión: los fundamentos que constituyeron la base de la riqueza durante más de cincuenta años desaparecían o se transformaban. No se puede entender la filiación del golpe de Estado del treinta al margen de la crisis de Wall Street. Lo interesante, de todos modos, es que los protagonistas de aquellos años fueron los primeros en ignorarla.
Todos los debates abiertos en 1930 en Buenos Aires excluyen sorprendentemente a la crisis. Se habla de la corrupción, de la senilidad de Yrigoyen, de la parálisis administrativa, pero no hubo un diputado, un senador, un periodista, un político que ubicara a la crisis como el marco adecuado para entender en su totalidad el devenir de los acontecimientos.
La moraleja es aleccionadora para quienes pretenden descalificar a los historiadores con el peregrino argumento de que “a mí no me la vas a contar porque yo la viví”. En este caso, el “haberla vivido” demuestra que no es ninguna garantía de verdad. Por entonces, ni la izquierda, ni la derecha, ni los civiles, ni los militares, ni los radicales, ni los conservadores se percataron de que en esas jornadas sacudidas por las conspiraciones y las movilizaciones callejeras, el mundo y su economía dominante crujían en sus bases y que ese crujido era el anticipo de transformaciones y cambios que lanzarían a los hombres a una década signada por ensayos políticos que serán la antesala de nuevas desgracias e imprevisibles tragedias.

Inmigración
La inmigración es un acontecimiento fundamental para la Argentina y para intentar comprender nuestra identidad. En esencia, inmigración, a pesar de sufrimientos, dolores o dificultades, es reflejo de necesidad de supervivencia. Aún con esa conciencia, viajar hacia lo desconocido será un duro corte, que se presenta como suma de abandonos – afectos, formas de vida, idioma, etc.-, en la cotidianeidad del sujeto. Llegar sólo será el inicio de una nueva historia, el cierre de un paréntesis y el abrirse de otro, que culminará en el retorno o en la muerte.
Sin medios de subsistencia, un exceso de población rural se traslada a las ciudades, como nuevo elemento de la revolución demográfica. Ese nuevo ciudadano, aún cuando logre transformarse en obrero, ya no produce para su propio supervivir. Y será posible y barato en nuevos territorios, lejanos y poco poblados, donde creerán encontrar oportunidades los emigrantes. Allí es necesaria la mano de obra para producir, pero además para construir infraestructura, básicamente, mejores transportes terrestres y puertos eficientes para la exportación.Unos invertirán lo único que poseen, fuerza de trabajo; los menos buscarán mejores oportunidades para sus negocios, que estarán muchas veces vinculados con las necesidades de los primeros.

Desembarco y perspectivas iniciales
Durante una primera etapa la incorporación y colocación de los inmigrantes europeos, estuvo en manos de los especuladores privados, que impusieron condiciones ante una casi nula intervención de los gobiernos. Carentes de toda protección, al llegar a Argentina los colonos fueron víctimas ante todo de la codicia de los consignatarios locales. A los contingentes de inmigrados se los “alojaba” en barracas, construcciones inadecuadas con carencia absoluta de higiene y de comodidades elementales, desde donde partían remesas (2) de brazos al interior o a trabajos urbanos. Muchas veces los inmigrantes, trasladados al interior, fueron verdaderos pioneros en lugares de vida imposible, adonde son enviados para favorecer la especulación de propietarios de tierras.
Las colonias del norte y del sur (como las del litoral, los ferrocarriles y los saladeros) absorbieron grandes contingentes de mano de obra provocando habitualmente en los centros importantes (Buenos Aires en primer lugar) una saturación de oferta que tendió a empeorar las condiciones de trabajo. No fue ésta la única modalidad de ingreso e internación, distintas sociedades mixtas propiciaron ensayos de colonización con asistencia inicial del inmigrante y, claro, su colocación.
Estas experiencias ofrecieron una relativa protección al recién llegado mientras se abrían camino las ideas que reclamaban una directa tutela oficial desde su desembarco.
La ley argentina del 10 de octubre de 1876 determinó una intervención oficial en gran escala, desde el control sanitario hasta la organización administrativa a través
de organismos especializados y técnicos. Las autoridades procuraban así controlar también el mercado de trabajo donde el obrero extranjero tenía un valor cambio, se trataba entonces de colocarlo de acuerdo a las necesidades que reclamaba el desarrollo del país, limitando en todo lo posible el margen de la opción individual.
La ayuda de los connacionales (3) también fue, a menudo, factor decisivo en la radicación o, al menos, en la colocación inicial de los extranjeros. Se dieron las situaciones de protección a determinados grupos raciales o religiosos (el caso de los judíos que fomentaron una vasta empresa de colonización).Ciertos sectores de la colonia, ya enriquecidos, asumían por lo tanto una actitud paternalista frente al inmigrante que hablaba su misma lengua o, a veces, provenía de su mismo pueblo. Esta ayuda se organizó a través de entidades protectoras que mantenían o sostenían a los recién llegados procurándoles ubicación o mediante recomendaciones.
Operaron también, aunque con opuestos fines, ciertas agencias de colocación dedicadas a explotar la miseria y la ignorancia de aquellos que escapaban al control de la dirección de inmigración.
Así comenzó, la lucha, la gran lucha por hacer dinero y vivir una mejor calidad de vida.

Tipos de inmigrantes

Existían distintos inmigrantes, de acuerdo a los orígenes y a las intenciones con que llegaban. La intención de los inmigrantes “pobladores” era justamente poblar la tierra, asentándose en una propiedad que les permitiese asegurar, mediante el trabajo duro, una buena renta al capital del que disponían, el cual, había de incrementarse tanto por la forzosa valorización de la tierra una vez trabajada, como por acumulación del producto de ese trabajo.
Hubo inmigrantes dedicados intensamente a la agricultura, a los tambos, a las chacras, etc., dejando completamente de lado a la actividad de crear boliches.
Otro tipo de inmigrantes característico es el “golondrina”. Estos inmigrantes llegan en la época de la recolección de las cosechas, cuando se pagan los jornales a precios exagerados, y luego, con los ahorros bajo el ala, emprenden el viaje de retorno, tomando el trasatlántico como quien toma el tranvía. Estos inmigrantes son los que han hecho el viaje varias veces. No debemos olvidar que los inmigrantes `golondrinas’ y los braceros (4) de cualquier nacionalidad que vagaban por todas partes en busca de trabajo, iban a parar eventualmente y cuando querían darse el lujo de acomodar el dolorido cuerpo en algo más blando que la tierra en las posadas o alojamientos.
En cuanto a los gringos y a los gallegos que se establecieron en fincas reducidas nada sabían de las tradicionales tareas camperas, ni podían competir con el gauchaje en el manejo y dominio del ganado, y hasta le temían al caballo. El gringo era, en cualquier actividad del campo, un servidor de la tierra, mientras que el gaucho estaba acostumbrado a gozarla.

Los italianos

En el período de la gran emigración, unos 11 millones de europeos se trasladaron hacia América Latina. Los italianos se dispersaron ampliamente, pudiendo afirmarse que la mitad de ellos se orientaron hacia América. Algunos, atraídos por las noticias y comentarios recibidos de los pioneros; otros, por la propaganda de agentes de inmigración o de colonización. Guías, manuales o literatura relacionada con la emigración también cumplieron algún papel en el proceso de decisión.
Recurrentes crisis agrarias provocadas por obsoletas formas de producción, tierras sobreexplotadas, faltas de infraestructura, divididas en minifundios insuficientes para la vida del campesino en amplias áreas; tierras tercerizadas en los latifundios de Sicilia y otras regiones del sur; cargas impositivas aumentadas por necesidades del estado – importantes en especial para el pequeño propietario rural- en suma, que al italiano no le faltan motivos para migrar. Los episodios políticos internos – guerras, revueltas populares, persecuciones políticas-, no serán ingredientes despreciables para inducirlo, aunque afecten más a sectores intelectuales que al campesinado.
En cambio, la inmigración calabresa se produce – masivamente – mas tarde.
Eran en general campesinos muy pobres, analfabetos, oriundos de regiones donde el feudalismo seguía vivo, a pesar de las transformaciones que sacudían a Italia.
Los calabreses se dirigieron hacia América en una proporción cercana al 93%; de ese porcentaje y antes de la imposición de limitaciones por EEUU, allí fue el 55% de ellos, mientras que el 25% se trasladaba a la Argentina y el 13% a Brasil.
Alrededor de 3.000 calabreses migran hacia 1880; 10.000 en 1885; 23.000 en 1900 y más de 62.000 en 1905, en un proceso que solo encuentra un paréntesis en el período de la 1ª guerra mundial.
El campesino calabrés expatría (6) luego de casarse, dejando a su mujer pocas semanas después para que cuide del peculio que él se propone ganar y remitir para pagar la deuda contraída para el viaje tal vez para adquirir un pedazo de tierra o hacerse una casa, o habilitar un comercio de comestibles u otro tipo de negocio.
El aluvión migratorio italiano será decisivo para la historia argentina, configurando su perfil actual en forma contundente, aún considerando que su impacto no fue homogéneo en las distintas regiones de nuestro país. Enriquecerán el idioma, las costumbres sociales, los hábitos alimenticios, la actividad cultural, etc., en una medida de difícil evaluación.

Italianos en la Ciudad de La Plata
Con la llegada de los inmigrantes aumenta sensiblemente la población de la ciudad. Según el censo nacional de 1895, ascendían a 4004911 personas, de las cuales 663854 vivían en Buenos Aires. De ellas, 1094527 era extranjeros, y más de la mitad Italianos (Piamonteses, Genoveses, Napolitanos, Calabreses) le seguían en orden de importancia los Españoles (Gallegos, Vascos, y sobre todo Andaluces) y en menos porcentaje los otros inmigrantes de diversos orígenes. Terminada la primer Guerra Mundial, se produce la gran ola inmigratoria que trajo miles de italianos al país de casi todas las regiones de Italia, entre los años 1920 y 1940.
Se interrumpe el flujo migratorio con la segunda Guerra y se reanuda posteriormente, al finalizar el conflicto, extendiéndose hasta finales de esa década.
Los primeros inmigrantes de los años 1920, buscando nuevos horizontes de
progreso y escapando de la Europa convulsionada, emigraban hacia América y particularmente a la Argentina.
Fueron años duros y difíciles para quienes llegaban sin dinero, sin conocer el idioma y contrariamente a lo que muchos soñaban, arribaban a un país con pocas posibilidades de conseguir trabajo.
Con ese destino, común de tantos otros europeos, llegaron los italianos a La Plata. Aquí trabajaron en la construcción del puerto y sus canales, en la fabricación de ladrillos, y en número sobresaliente, en la construcción de los edificios públicos y viviendas de la naciente ciudad. Muchos tendieron los rieles del nuevo ferrocarril y muchos también fueron obreros en los frigoríficos de Berisso, en los tiempos en que se faenaban miles de cabezas diarias. Así llegaron y así fueron arraigándose a este nuevo territorio y al mismo tiempo, reuniéndose con sus paisanos, para compartir las nostalgias de su tierra; pusieron desde el comienzo el germen de sus futuras instituciones.
La más antigua en la ciudad de La Plata es la Asociación italiana de socorros mutuos “Unión y Fraternidad”, fundada el 3 de junio de 1883. tres años después fundarían el Hospital Italiano, i a partir de allí seria ininterrumpida la labor de la colectividad, brindando su ayuda a la comunidad desde más de treinta entidades que hoy representan a: trevisanos, friulanos, trentinos, molisanos, bivongesis, sicilianos, campanos, giulianos, calabreses, marchigianos, abruzzeses, sardos, toscanos, lucanos, puglieses, ligures y piamonteses. Loa inmigrantes italianos, con el correr de los años poblaron este país. Pasaron por todos los oficios y profesiones, construyeron sus ciudades, enriquecieron su idioma, modelaron los cimientos de la organización política y sindical y plantaron la semilla de su descendencia, que es la que hoy en gran parte, constituye esta nación.

Los calabreses y la cultura popular argentina
¡Calabria! Todo nombre de lugar es distancia, lejanía, ámbito abierto, geografía que, además de circunstancia natural, tiene el arcano de los tiempos y los sueños. Las resultantes históricas generaron migraciones y traslación de cultura y sentimientos ricos en afectividad. La Argentina ha tenido la comprobación del aserto y los calabreses trajeron su afectividad y su vocación de trabajo y el espíritu.
Todavía no se ha investigado lo suficiente para comprobar la impronta calabresa en estas tierras del sur americano, pero los habitantes, en un itinerario temporal extenso por cierto, saben o presienten la presencia vigorosa del ser calabrés, no solamente desde el prisma del trabajo sino también de la cultura en general.
Se habla en la República Argentina de una cultura y una conciencia nacional, alimentada por la inmigración; integrada con componentes sociales diversos, con los que se amasó una personalidad que sintetizó energías espirituales que comprueban la dignidad de la persona humana.
Los resultados de los procesos históricos, no sin conflictos ni adversidades, son manifiestos y el ser argentino incorporó naturalmente los dones y la fecundidad del ser calabrés, lo que se manifestó en plenitud y, particularmente, en la cultura popular argentina.
Además del trabajo en todos los campos –se trate de la agricultura, la industria y los servicios; de la educación, la ciencia y la técnica–, fue notorio el protagonismo en el mundo del arte popular, en circunstancias en que todo lo que existía se fue acriollando: teatro, circo, literatura y música, en particular.
Los calabreses se convirtieron en músicos y contribuyeron a la formación del “tango criollo” y del “tango argentino” y, en casos, en poetas y letristas de tango; sus descendientes contribuyeron grandemente en ese proceso y de ellos surgieron bailarines y cantores populares. Algunos otros, en las zonas de campaña, vistieron las prendas gauchas y cantaron o recitaron o se convirtieron en guitarristas. Sustituyeron el “acordeón gringo” por el bandoneón, para estar más a tono con el tango.
El desconocimiento del idioma local empujó a una adaptación y, como consecuencia de las necesidades propias de la vida cotidiana, se fue amasando una franja idiomática denominada “cocoliche”; los vocablos derivados se incorporaron a las letras populares. Luego de haberse investigado acerca del influjo ejercido por varios dialectos italianos, corresponde señalar ahora la influencia del calabrés, que no es irrelevante.
No resulta superfluo apuntar aquí que el tango les debe algo importante a los calabreses, pues en la edad primitiva del tango y en la llamada “guardia vieja”, muchos músicos no sabían música. Eran calificados “orejeros”, al tocar “de oído”, por lo que recurrían a algunos inmigrantes que sabían música cuando se advirtió la necesidad de escribir la música, para que no se pierda, se toque tal cual, si había gustado, y para evitar que se pierda la autoría, por la apropiación que era común en aquel tiempo, y para favorecer el cobro de los derechos de autor.
En la Argentina la música popular en general –y no solamente el tango– se difunde en diversos ámbitos de la zona rural y de las ciudades: en el rancho y el conventillo; en los patios, generalmente emparrados –obra de italianos–; en las pulperías, el café, el peringundín, las llamadas “academias” y las carpas; el teatro y el circo criollo o porteño.
Con semejante pasión por la música popular, no había, en otras palabras, rincón desierto. Es así como se expande también, en las calles y lugares públicos de poblados y ciudades, el organito. Miles de organitos, con sus organilleros –entre los que la historia popular ha identificado no pocos calabreses–, recorrieron itinerarios infinitos. Eran fabricados por italianos y los más conocidos y reconocidos fueron los de la firma Rinaldi-Roncallo.
Cuando se habla del fenómeno tango y se trata de descubrir de qué modo pasa del arrabal al centro de la gran ciudad, Buenos Aires, generalmente se omite la presencia protagónica del organillero, que fue un difusor notable y relevante del tango argentino. El disco contribuyó a la extinción del organito, además de otros.

Motivos
No es difícil comprender los frutos del trabajo en las obras materiales, que son visibles por su naturaleza, o los servicios importantes de una profesión o la significación del quehacer comunitario. Pero existe un mundo cultural del que se disfruta, aunque sus aristas sean de humildad y aunque tengan presencia cotidiana.
Los calabreses, como otras colectividades de Italia, transmitieron comidas, maneras de trabajar manualmente con utilización de herramientas propias, infraestructuras precarias para la elaboración del vino, siembra y cultivo de hortalizas y legumbres, plantaciones y atención y cuidado de las mismas, en tiempos en que no se habían generado los problemas del medio ambiente existentes hoy día y en circunstancias en que se gozaba y disfrutaba del producto, tanto por su calidad como por sabor bien logrado, con sabiduría y esfuerzo.

Cocina
La emigración italiana a Argentina tuvo consecuencias no solo en la política, la economía y las relaciones sociales, sino también en la cocina y los hábitos alimenticios. Argentina es un país generoso en gastronomía; a sus platos típicos, se suman muchos otros que son el resultado de la influencia de la inmigración. Los argentinos unen a la hora de la mesa los atributos de la cocina heredada de sus antepasados; por ejemplo la pasta, de tradición italiana, como lasañas atractivas y explosiones de tucos y salsas, a partir de la “a la boloñesa” y “a la carbonara” , hasta la “a la arrabbiata”, junto a otros platos, tiene lugar en la mesa de todas las familias argentinas. La mayor parte de las recetas se basa en el consumo de carne y por eso la comida argentina es rica en proteínas. Por ejemplo, comer un asado de carne de vaca cocinado a la parrilla es una arraigada costumbre argentina; cada uno de los pasos para realizar un buen asado es una ceremonia casi reglamentada.

Estilos de vida
Hablar de las consecuencias de la inmigración italiana a la Argentina es una tarea muy difícil porque nunca se encontrarán obras y libros específicos sobre este tema; sobre todo si se considera el aspecto cultural y todo lo que se refiere al estilo o a los estilos de vida, al trabajo, y a las costumbres.
Estamos frente a umbrales invisibles y confines lábiles (7) porque dentro del calderón cultural de un país y de manera particular en una realidad tan peculiar como la argentina, parece muy complejo arriesgar distinciones y demarcar fusiones tan arraigadas en la cultura de un país que absorbió brazos, cerebros y culturas distintas, muy ávidamente y en un tiempo bastante corto; consiguiendo crear una entidad cultural con sus propias características, distinta respecto a las progenitoras y al mismo tiempo más sólida y completa, como todas las hibridaciones nos enseñan.
Gracias a la proverbial hospitalidad argentina, el mundo criollo y el de los inmigrantes, lleno de esperanzas, se fundieron con mucha facilidad. Ahora, bajo el enorme “paraguas” de la cultura argentina, encontramos costumbres gallegas, huellas de la grandeur francesa, el rigor alemán, los postres típicos del mundo turco, modismos y las universales recetas italianas. Lo que hace que la Argentina y su cultura sean tan peculiares es que pueden parecer sólo una mezcla de muchas, distintas realidades culturales que el hambre europea y la pampa desierta han empujado a aquellas tierras vírgenes y hambrientas de cultura y desarrollo. La Argentina, tiene su propia cultura viva y autónoma respecto a las distintas culturas que, sin embargo, se encuentran en ella.
La “italianidad” originaria que contribuyó a la formación de esa cultura argentina de hoy se puede claramente advertir en muchas de las costumbres.
Además en los barrios más bajos de las ciudades se difundió un idioma que fue, sin ninguna duda, el precursor de la integración, mejor dicho, de la creación de esta “cultura de culturas” por el hecho de que es gracias a la comunicación que la gente se relaciona. El lunfardo es el lenguaje que prescinde de las lenguas, siendo una selección de palabras en que encontramos unas claramente de origen italiano, junto a otras de procedencia diferente.

Primeras Asociaciones Italianas
Los primeros italianos comenzaron a llegar a la Argentina cuando Buenos Aires era apenas una pequeña ciudad que se asomaba a orillas del Río de la Plata, sin mencionar a navegadores, científicos y pioneros que se aventuraron en estas tierras también en los siglos anteriores. Una entera humanidad se movió por más de un siglo desde Italia hacia Argentina, dejando por lo tanto una marca imborrable en la historia y en la formación de este país. Los primeros italianos, llegados desde todas las regiones de la península, pero principalmente de las del norte tuvieron un rol muy importante en la “construcción” de la ciudad.
Aún hoy, el italiano que llega a Buenos Aires se maravilla en ver las similitudes que existen entre la ciudad, su gente e Italia: además de los apellidos, la arquitectura, los nombres de las plazas y de las calles, las placas conmemorativas, pero también las palabras, los gestos y los tonos de voz, muchos usos y costumbres que a menudo se ven en modos casi desaparecidos en Italia, son todos aspectos que hacen de Buenos Aires la más “italiana” de las ciudades en el extranjero.
Las estadísticas sobre la llegada de inmigrantes, aún renegando de posiciones a veces rígidas (basta pensar que una ley del 1876 definía “inmigrante” a todos aquellos que llegaban a Argentina con un pasaje de 2º o 3º clase), describen un flujo que se fue terminando sólo a mitad de los años 50.
Para tener una idea de las dimensiones del fenómeno, basta pensar en los datos que tienen que ver con la otra gran colectividad presente en Argentina, la española, de la que las llegadas y los retornos fueron muchos menos que los de Italia.
La gran presencia de inmigrantes italianos, conllevó el surgimiento de grandes problemas a resolver; el trabajo, la salud, la casa, la educación y el tiempo libre. Nacieron así las primeras asociaciones, como el Hospital Italiano de Buenos Aires (1853) y la Unione e Benevolenza (1858).
Comenzó de este modo una historia de sacrificios y pasión. Generaciones de inmigrantes construyeron, piedra a piedra, un asombroso patrimonio inmobiliario.
Si bien en los primeros años, la actividad de las asociaciones fue centrada principalmente sobre el socorro mutuo, con el correr de los años y el incremento posterior del número de italianos, se hace inevitable una diferenciación según el carácter laico o religioso, republicano o monárquico, o bien individualizando espacios operativos en el ámbito cultural y social. Desde 1912 la federación FEDITALIA comenzó a unificar en una única matriz representativa a tales asociaciones.
Mas tarde nacieron el Círculo Italiano y la Dante Alighieri, en el área cultural, el Club Italiano y la Sociedad de Tiro al Signo en el ámbito deportivo.
Con el inicio del siglo y la Primera Guerra Mundial aparece la primera generación de hijos de inmigrantes. Como reza en la placa de mármol colocada en la sede de la Associazione Reduci di Guerra, fueron cientos los italianos de Argentina que se trasladaron a Italia para participar de la Gran Guerra, extraordinario testimonio de solidaridad y sentido patriótico.
Pero el aspecto solidario no era suficiente, era necesario mantener el sentido de pertenencia a costumbres y tradiciones traídas desde Italia. En aquellos años comenzaron a ser fundadas asociaciones que reunían inmigrantes provenientes de la misma ciudad, del mismo pueblo, a menudo denominados con el nombre de origen o con el nombre del Santo Patrono.
Después de la Segunda Guerra Mundial, la vida asociativa de la colectividad se
enfocó mayormente sobre actividades deportivas y sociales, pero manteniendo el patrimonio de solidaridad y tradición de los años precedentes. Nacen también las primeras agrupaciones de Asociaciones para intentar dar un mayor coordinamiento a las asociaciones pertenecientes a la misma región, o con la misma raíz cultural o religiosa.
También para el fenómeno del asociacionismo, es interesante hacer una comparación con lo que sucede en la otra gran colectividad, la española. En 1914 existían en Argentina 463 Asociaciones italianas que reunían 144.000 socios, mientras que existían 250 Asociaciones españolas que reunían 110.000 socios.
Como se mencionaba anteriormente, las Asociaciones fueron de varios tipos. Las asociaciones de carácter regional fueron instituidas relativamente más tarde, prevaleciendo inicialmente el socorro mutuo.
Al 30 de septiembre de 2003, en la circunscripción consular Buenos Aires residían 362.090 connacionales, de los cuales 272.138 en Buenos Aires, 49.297 en la circunscripción Lomas de Zamora y 40.655 en la de Morón.
Actualmente la colectividad más numerosa en la circunscripción de Buenos Aires, que se refleja también en el ámbito asociativo, es la colectividad calabresa, con más de 53.000 registros en el anagrafe (30.000 nacidos en Italia, 23.000 de origen calabrés), seguida de la colectividad campana con más de 23.000 registros (13.000 nacidos en Italia, 10.000 de origen campano) y la colectividad siciliana con 21.000 inscriptos (10.000 nacidos en Italia y 11.000 de origen siciliano).

Movimiento migratorio del país
La época constitucional, ha sido dividida en los siguientes períodos:
Primero: de carencia de emigración, abarca de 1854 hasta 1870. Durante este período el país recibe el aporte de capitales extranjeros y el ferrocarril inaugura sus servicios el 30 de agosto de 1857. Alberdi, Sarmiento, Urquiza y Avellanada, con la acción y la palabra fomentan la inmigración. Este es un período caracterizado fundamentalmente por la carencia de emigración, debido a la inseguridad política y a la guerra con el Paraguay. Segundo: de equilibrio, comprende desde 1871 a 1889 se inicia con la epidemia de fiebre amarilla y termina con la crisis económica de 1890.
La mayor afluencia de capitales, la construcción de puertos, el desarrollo de la agricultura, la expansión de las líneas férreas, produce un activo movimiento inmigratorio. Tercero: de declinación, se inicia en 1890 y termina en 1903. La crisis económico-política gravita a las corrientes inmigratorias.
Estabilizada la economía y la política, el tráfico migratorio recobró estabilidad con un ritmo suave, señalando la declinación propia de este período.
Cuarto: de afluencia, abarca los diez años comprendidos entre 1904 y 1913, durante los cuales el saldo migratorio fue favorable para el país. Como hecho característico debe señalarse que el crecimiento de la emigración alcanza cifras realmente importantes. Quinto: de saldos negativos, está limitado por los años 1914 y 1918. La guerra europea impide el mantenimiento de la inmigración proveniente de Italia, Rusia, Austria, Alemania, Francia, Bélgica, Gran Bretaña, y, a la vez, determina el éxodo de muchos extranjeros que se incorporan a los ejércitos en lucha. En 1914 se registra la mayor emigración del período.
Sexto: de restauración, de 1919 a 1923. Terminada la gran guerra, y desaparecidos los fenómenos que determinaron el período anterior, comienza la restauración de las corrientes migratorias. Si bien los cálculos óptimos de la super población de la pos- guerra no tuvieron éxito, Argentina pasó de un reducido saldo de 1919 (12.170) a 1923 (169.799).Otros factores anulan esa tendencia.
Séptimo: de crisis, se inicia en 1924 y llega hasta el año 1947. La decadencia resulta de factores propios y extraños y algunos de ellos manifestados universalmente: la depresión financiera y la desocupación existe a la sazón. La política de expansión de algunos países que, como Italia, aportaba un ponderable contingente de hombres, y las medidas restrictivas de nuestro gobierno son determinantes de la crisis en que ha entrado en los últimos años. En 1935 se inició un repunte en los saldos, pero las dificultades creadas por la guerra determinaron una gran caída.
Octavo: de recuperación, en 1947 se registró un crecimiento muy grande en las corrientes inmigratorias, alimentadas principalmente por italianos y polacos. Solo duró 4 años.Noveno: de declinación, en 1963 se constata un saldo negativo de 17.100. El aporte inmigratorio contribuyen exiguamente al poblamiento del país. En años anteriores compensó la pérdida por mortalidad, con tasas casi equivalentes. La esperanza de que se recupere el coeficiente inmigratorio de los años 1901- 1910, se aleja con esta retracción de notable gravitación en el lento crecimiento de la población Argentina.

Política inmigratoria
Las condiciones excepcionales que ofrece el país sirven para atraer a fuertes corrientes de inmigración. Además se cuenta con una franca y firme política inmigratoria. La ley de inmigración de 1876 asegura albergue a su llegada al país; le permite la introducción de ropas, muebles y útiles de labranza, libre de todo gravamen; le facilita la internación en el país y la colocación adecuada a sus medios.
En la liberalidad de nuestras leyes reside el fundamento de nuestra política inmigratoria. La contribución de los extranjeros disminuyó en el período que va del 30 al 60.
En 1934- 1945 no se registraron saldos negativos, debido a la influencia de inmigrantes procedentes de países americanos y el desarrollo del tráfico aéreo.
Tales corrientes superaron a las originarias de naciones europeas.
El repunte manifestado en 1948, 1949, 1950, y 1951 no continuó y declinaron.

La decadencia y crisis de la inmigración
Durante la 1º guerra mundial se generalizó la opinión que en ella se produciría una acentuada influencia de inmigrantes hacia el Río de la Plata. Los factores favorables a la inmigración europea fueron los de orden moral, político y económico.

La influencia de extranjeros no satisface a quienes desearon la colonización del país.

Fomento de la inmigración – Actual política migratoria
La política migratoria ha estado siempre orientada en el sentido de intensificar las corrientes inmigratorias. Aparte de las expresiones reiteradas por los diversos poderes ejecutivos que ha tenido la Nación, deben destacarse las gestiones realizadas en todas las épocas para lograr el pronto arribo de obreros y técnicos europeos.
También deben destacarse la gestión del Comité Intergubernamental de Migraciones Europeas (CIME), dependiente de la UN.
La Argentina está adherida a este organismo cuya función es la de radicar al inmigrante en condiciones favorables para el desarrollo de sus actividades.
Actualmente la mayor afluencia inmigratoria corresponde a uruguayos, paraguayos y chilenos. El aporte inmigratorio no contará con una mayor contribución europea, es más, gran número de profesionales argentinos partieron hacia Europa en los últimos años atraídos por los pueblos culturales. Trabajo realizado por Daniela Leiva Seisdedos.


Notas

    • (1) Afincaron / Afincar: ponerse a vivir en un sitio estable. [sinon.: Establecerse, Radicarse].
    • (2) Remesas / Remesa: acción de remitir. Cosa que se encía cada vez.
    • (3) Connacional: de la misma nación que otra persona.
    • (4) Braceros: el que trabaja en el campo por un jornal. [sinon.: Jornalero]. Persona que le da el brazo para que se apoye en el.
    • (5) Tercerizada / Tercería: actividad de un tercero (mediador o alcahuete).
    • En un juicio entre dos o mas litigantes, acción que ejerce un tercero alegando un mejor derecho sobre la cosa o litigio.
    • (6) Expatría: Expatriarse: Abandonar alguien su patria por necesidad o por otros motivos.
    • (7) Lábiles / Lábil: poco seguro o estable.

Bibliografía

  • “Crónicas Inmigrantes” Sergio O. Rodríguez Diario Clarín.
  • “Viaje por Italia” organismo oficial del estado italiano para el turismo.
  • “Ritratto di Calabria” Francesco Sisinni.
  • “Calabria Lontana” Mrio Giuditta Editore.
  • Monografias.com algunas guías.
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