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Roma - Personajes Famosos

Roma - Personajes Famosos

Era hija del general Agripa y Julia (la hija de Octavio Augusto). Contrajo matrimonio con el joven Germánico sobre el año 5 a.C., poco antes, Germánico había sido designado el sucesor de Tiberio, pero su temprana muerte le impidió el ascenso al trono. Dama romana.
Hija de Marco Vipsanio Agripa y Julia -y por tanto, nieta de Augusto-, se desposó con Germánico, un reputado general de la familia imperial. Fue madre de Calígula y Agripina la Menor. El emperador Tiberio instigó el asesinato de su esposo y la hizo confinar (29 d.J.C.) en el islote de Pandataria, donde ella misma se dejó morir de hambre.
Agripina acompañó a su marido en todas sus campañas orientales y cuando Germánico murió en Antioquía, regresó a Roma donde se vio involucrada en la oposición hacia el todopoderoso prefecto pretoriano Sejano. Tiberio no la apoyó, más bien recelaba de ella por las extrañas circunstancias acaecidas en la muerte de su marido, así que finalmente, fue deportada a la isla de Pandataria en el 29 d.C., en donde moriría de inanición, cuatro años después.
Su matrimonio fue fecundo, tuvieron 9 hijos entre los que sobresalen: Nerón Julio César, Druso Julio César, Cayo Julio César Germánico y Agripina la Menor.

Al morir Tiberio, ascendió al trono uno de los hijos de Agripina, Cayo Julio César, el cual sería conocido como “Calígula”. Agripina la Menor (otra de sus hijas), sería posteriormente la madre del futuro emperador Nerón.

Gayo Salustio Crispo era de origen sabino, nacido en Amiterno. Fue, como Cicerón, un homo novus, que hubo de hacer carrera en Roma a costa de un gran esfuerzo personal. En política, se opuso a los optimates, encabezados por Pompeyo Magno, y desde un principio apoyó al rival de éste, Julio César, quien llegó a nombrarle gobernador de Numidia. A la muerte de César ya había amasado una inmensa fortuna, y se retiró de la vida pública para dedicarse a sus trabajos históricos. Siendo joven se dirigió a Roma, donde se hizo amigo y partidario de Julio César, mencionado anteriormente, así pues mientras César tuvo poder, Sagustio desempeñó numerosos cargos.
En el año 46 a.C. obtuvo el proconsulado en la provincia de África, desde donde volvió tan rico que fue acusado de conclusión (después sin embargo fue absuelto por la ayuda de César). Muerto César en el año 44 a.C., abandonó los asuntos públicos y se dedicó por completo a la literatura. Sagustio murió en el año 35 a.C.
Las dos monografías que se conservan íntegras de Salustio son Bellum Catilinae (La conjuración de Catilina), relato de la conspiración del líder político romano Lucio Sergio Catilina (acaecida en el 63 a.C.), y Bellum Iugurthinum (La guerra de Yugurta), historia de la guerra librada a finales del siglo II a.C. por los romanos contra Yugurta, rey de Numidia.
Salustio tomó como modelo al historiador griego Tucídides para intentar explicar los acontecimientos y hacer que sus relatos fueran legibles y dramáticos. Dominaba los recursos de la retórica greco-latina, y los pone al servicio de sus tendencias políticas que no trata de disimular. Su estilo es arcaizante, pues imita a Catón el Viejo y a Ennio; utiliza un tono enérgico, de frases breves, construidas a menudo en forma de paralelismos y reforzadas por la concisión y la yuxtaposición. En ese estilo tan personal (que inspiraría más tarde el de Tácito) expresó su idea central: que la virtus hizo grande a Roma y que su descomposición ha traído la debilidad y la inmoralidad al Estado (consideraba responsable a la aristocracia romana.

Estas son las obras de Sagustio:

  • HISTORIAS: son cinco libros en los que Sagustio expuso todos los eventos, que durante doce años, siguieron a la muerte del dictador Sila (año 78 a.C.) de estas Historias solo quedan hoy fragmentos. Sagustio criticó la dictadura de Sila y revindicó la libertad de los romanos.
  • GUERRA CATILINARIA: en este libro Sagustio narra la conjura, que fue promovida por el noble Lucio Sergio Catalina en el año 63 a.C. ¿Quiénes eran los conspiradores?, ¿Qué buscaban?, ¿de que modo el cónsul Cicerón descubrió la conjura? Y ¿de que modo murió Catalina mientras él mismo combatía en Pistoya?.
  • GUERRA YUGURTINA: en esta obra Sagustio narra la guerra que llevó contra Yugurta, el rey de los Numidas. En efecto, Yugurta tras la muerte del rey Micipsa había cogido el trono, asesinando a sus primos, también había corrompido a los magistrados romanos enviados a África, para que averiguaran sus crímenes. Finalmente Yugurta entregado a los romanos por Bocco, el rey de los moros, fue castigado en Roma

Había tres clases de residentes en Roma: los ciudadanos romanos, los extranjeros y los esclavos.
Los extranjeros, generalmente personas originarias de países del entorno greco-romano, estaban protegidos y vigilados por el praetor peregrinus, un alto magistrado que se ocupaba de sus asuntos, como sus impuestos conflictos legales entre distintas jurisdicciones, etc. Había miles de extranjeros en Roma, la mayoría dedicados a todo tipo de negocios.
Los esclavos lo eran o bien por nacimiento, porque ya nacían esclavos, o por haber sido hechos prisioneros en campaña y esclavizados. Estaban sometidos a la tutela de sus amos que podían incluso ejecutarlos sin juicio previo, pero tenían el derecho a ahorrar dinero para poder comprar así su libertad o ser liberados directamente (manumitidos) por su amo. Una vez libres eran libertos y podían ingresar en la gens (tribu) de su amo o en la de otro romano y adquirir así la ciudadanía romana. Hubo muchos libertos que llegaron a los más altos puestos de la administración romana, como Palas y Narciso, dos libertos griegos que fueron ministros con el emperador Claudio.
Los ciudadanos romanos eran los “auténticos romanos”, o al menos así lo creían ellos, ya que ni Mario ni Pompeyo eran “auténticos romanos”. Fue precisamente Pompeyo el primer general que concedió la ciudadanía romana en bloque a muchos españoles, entre ellos al famoso Balbo, que fue la mano derecha de César y cuyo sobrino, Balbo el Menor fue el primer cónsul romano de origen “no romano”. Y el mismo César concedió la ciudadanía romana a Gades (Cádiz) y a otras ciudades, además de a toda la Galia Cisalpina. El sueño de César era hacer de Roma un Imperio Universal integrando en él a todos sus habitantes tuvieran la procedencia que tuvieran. Y se cumplió, ya que el Imperio Romano fue posteriormente gobernado por “romanos no auténticos” como los españoles Trajano o Adriano… ¡o incluso un cartaginés! como Septimio Severo.
Es éste un nombre de rancio abolengo. Su antigüedad se remonta a los mismos orígenes de Roma. La gens Julia es una de las grandes familias que formaron las tribus romanas, cimientos ambos de la primera estructura social y política de la Roma primitiva. La gens daba nombre a todos sus miembros: en masculino a los hombres (Julius) y en femenino a las mujeres (Julia). Virgilio se encargó de dar a los Julios y Julias el origen más noble que pudiera imaginar un romano.
Los hizo proceder de la misma epopeya de Troya, de la que salió el piadoso Eneas, hijo de Afrodita y Anquises, con su hijo Ascanio, llamado también Julus, en el que tendría su origen la Gens Julia a la que pertenecía César, y por adopción Augusto. Para honrar precisamente a la gens Julia y en especial a sus miembros más eximios, se cambió el nombre del séptimo mes del año, que antes se llamaba quirinalis y era el quinto de los instituidos por Rómulo. Marco Aurelio lo sustituyó por el de Julius en honor de Julio César, reformador del calendario romano. Los nombres de Julius y de Julia, que ya tenían una gran extensión por lo ramificada que estaba la Gens Julia, se extendieron más aún al adoptar el gentilicio del emperador muchos esclavos y esclavas imperiales al ser manumitidos.

Llamado “El Africano” fue general romano y héroe de la segunda Guerra Púnica entre Cartago y Roma. En el 210 a.C., después de servir en las legiones romanas enviadas contra el general cartaginés Aníbal en el norte de Italia, Escipión obtuvo el mando de los ejércitos romanos en Hispania con el título de procónsul. Llegó allí en el 209 a.C., dirigió un ataque sorpresa contra el cuartel general del Ejército cartaginés en Cartago Nova (ahora Cartagena), perdiendo los cartagineses su principal base de aprovisionamientos.
Escipión fue, junto a Mario, César y Pompeyo, el general más prestigioso que nunca tuvo Roma. Proveniente de una familia patricia de rancio abolengo, los Escipiones, que habían ocupado desde antiguo las más altas magistraturas de la República y cuya “gens” o identidad social dentro de las primitivas tribus que ocuparon las siete colinas del Lacio, siempre había resonado en las reuniones del Senado.
Su padre, también llamado Publio Cornelio Escipión, llegó a ser cónsul (la más alta magistratura romana, compuesta por dos personas elegidas por un año y que ostentaban el poder de forma conjunta) y logró relevancia al iniciarse la segunda guerra púnica, cuando Anibal, el genial estratega cartaginés, que había declarado la guerra a Roma y había conseguido atravesar los Alpes con su ejército y elefantes en una marcha legendaria, se enfrentó con él y le venció en las primeras y decisivas batallas de la guerra (Ticino y Trebia). Recuperado de las heridas recibidas en las escaramuzas, reclutó un nuevo ejército y se dirigió a Hispania, donde fue derrotado y muerto junto a su hermano Cneo. (si alguna vez pasáis por Tarragona, a la altura de Roda de Barà hay un monumento funerario que los recuerda).
Escipión Africano fue testigo directo de la enorme derrota romana en Cannas, donde Aníbal aniquiló en el año 216 a ocho legiones romanas (más de 75.000 hombres) con menos de la mitad de hombres. Esta batalla, por cierto, se comenta todavía hoy en día en la famosa academia de West Point en la que los profesores desgranan las tácticas empleadas en esa batalla como ejemplo del genio militar del mítico cartaginés. Comprobó qué cosas no se debían hacer en un campo de batalla y tomó debida nota de lo que había hecho su enemigo.
El pánico que provocó Cannas en el subsconsciente romano fue de tal envergadura que el dia en sí siempre fue recordado como el más infausto de su calendario y hizo acuñar la famosa frase que las madres repetían a sus hijos cuando supieron que Aníbal había acampado a las afueras de Roma: ! Annibal ad portas!
La situación requería medidas desesperadas y así fue como Escipión consiguió convencer, pese a su juventud, que era necesario que le concedieran el mando de un ejército: el de Hispania. Allí llegó, desembarcando en Ampúries (Girona), y una vez comprobó que sus tropas estaban bien entrenadas, se dirigió al sur, comenzando la conquista de nuestra península ibérica con la toma de Sagunto y redondeándolo posteriormente con el audaz asedio de Carthago Nova. Todo ello culminó varios años más tarde con las victorias sobre los ejércitos cartagineses en Baecula e Ilipa y la expulsión posterior de éstos.
La situación de Anibal era desesperada, llevaba más de 17 años luchando y ganando en Italia, pero no había podido doblegar a Roma. Cuando supo que Escipión había tomado su mismo camino atravesando el mar, desembarcando en Túnez y comenzado el sitio de Cartago, entendió que su aventura en Italia debía tocar a su fin.
Se enfrentaron en las infecundas llanuras de Zama. La noche anterior de la batalla, Escipión recibió en parlamento a Anibal, que sabía que, por primera vez en su vida, esta vez no podía ganar. Las fuentes indican que los dos se elogiaron mutuamente aunque no pudieron llegar a un acuerdo sobre las condiciones necesarias para no comenzar el combate. La Historia nos dice el resto: Escipión venció y, a partir de ese día fue llamado “Africanus” en honor a esa victoria.
Indudablemente y a pesar del romanticismo que infunde la causa y la genial figura de Aníbal, hay que reconocer que Escipión fue un excelente militar aunque no llegara a la genialidad. Su virtud no consistía en la innovación, como sí lo era en Aníbal, sino en observar detenidamente al adversario, aprender de sus tácticas, movimientos y errores, buscando sus puntos débiles y aprovecharlos en su beneficio.
Por otra parte, parece ser que Escipión conocía las debilidades humanas y las explotaba como estrategia, tanto para infundir valor y ánimo a sus propias tropas, como para minar la moral de sus enemigos, táctica que tamién utilizó para convertir a los jefes indígenas en sus aliados, consciente de que un trato amable con los rehenes que sustraía o liberaba del mando cartaginés conseguiría atraerse la confianza de los pueblos hispanos y de sus caudillos que en no pocas ocasiones apelaron a su benevolencia, pero que como en un dios tenía su contrapartida en un castigo terrible y ejemplar para quienes le traicionaban o se oponían a su poder.
En este sentido habría que destacar el rasgo, no sabría decir si de su personalidad o de su estrategia, de Escipión en relación con la apelación a los dioses que en momentos desfavorables se decantan a su favor o inspiran directamente sus acciones, lo cual le proporciona un ascendente semi-divino ante sus soldados que le siguen y creen en él de forma incondicional, y que se enfrentan en las batallas con una presencia de ánimo que les hacía sentirse invencibles y que se iba traduciendo en victorias. Para que este ánimo no decayera previamente a las batallas, estudiaba sus posibilidades evitando las situaciones desfavorables con los ejércitos púnicos.

Posiblemente la valoración de lo que perdería en lo referente a su ascendencia con sus soldados y en relación con su prestigio alcanzado en Roma por la conquista de Cartago Nova es lo que hizo que dejara escapar a Asdrúbal Barca, lo cual significó un error pues uno de sus principales propósitos era impedir la llegada de refuerzos a Aníbal en Italia, pero fue un fallo menor si se compara con lo que podría haber perdido si hubiera perseguido a Asdrúbal en un momento en que los otros dos ejércitos púnicos estaban en movimiento para reunirse y apoyar a Asdrúbal. En el caso de enfrentarse a los tres ejércitos Escipión tenía pocas posibilidades de éxito, y una derrota significaría el fin de sus aspiraciones políticas y militares, personales; en cambio si conseguía arrebatar a Aníbal sus bases de operaciones en Hispania y destruir su logística, como realmente hizo, podría presentarse como el salvador de Roma que agradecida le concedería los máximos honres y el poder supremo. Pero en esto último falló estrepitosamente.

Emperador romano y filósofo estoico. Nació el 20 de abril del año 121 en Roma en el seno de una familia de origen hispánico.
Desde joven se interesó por la filosofía. Discípulo de Frontone que fue su maestro de retórica, Marco Aurelio formaría parte del estoicismo convirtiéndose en uno de sus más notables representantes.
Tras la llegada al poder de su tío Antonino Pío, fue adoptado por él y lo casó con su hija. Cuando Antonino Pío falleció, se convirtió en emperador, en el 161, año en el que asoció al trono a su hermano por adopción, Lucio Aurelio Vero (fallecido en el 169).
En el transcurso de su reinado libró guerras defensivas en las fronteras del norte y del este del Imperio. Sus legiones contuvieron la invasión parta de Siria en el 166, y en el 167, luchó contra las tribus germanas en la frontera Rin-Danubio.
Marco Aurelio regresó a Roma, de forma intermitente, durante la campaña germana, con el fin de realizar reformas legales y administrativas. Muy preocupado por el bienestar público, vendió posesiones personales para mitigar los efectos del hambre y la peste en el Imperio, pero persiguió a los cristianos, creyendo que eran una amenaza para el sistema.
Fundó escuelas, orfanatos y hospitales, y alivió la carga de los impuestos. También intentó humanizar el trato que los amos daban a sus esclavos. Reforzó la centralización de la administración y, aunque devolvió la importancia al Senado, incrementó la autoridad imperial.
En el 176 regresó a la frontera norte, esperando extender los límites del noreste del Imperio hasta el río Vístula. Falleció el 17 de marzo del 180 a causa de peste en Vindobona (hoy Viena).
Por sus triunfos, se le erigió, en el Foro romano, una columna conmemorativa, llamada Columna Antonina, en la Plaza Colonia, y un monumento ecuestre en el Capitolio. Le sucedió su hijo Cómodo poniendo fin a la guerra danubiana.
Su labor como filósofo, es recordada por su obra Pensamientos, un compendio en doce libros de preceptos morales escritos en griego mientras desarrollaba sus últimas campañas militares. Marco Aurelio fue nombrado emperador, se abrió un período enormemente conflictivo para el imperio, que se vio sacudido por los ataques de los bárbaros, revueltas populares y varias epidemias. A la serie ininterrumpida de guerras y calamidades que tuvo que soportar, el emperador opuso su serenidad y su fuerza moral.
En su relación con los cristianos, adoptó la misma actitud que Trajano, que evitaba la persecución pero reprimía las manifestaciones públicas de su fe y castigaba a los fieles que, tras ser denunciados, se negaban a celebrar el culto de la religión ancestral. Sin embargo, esa actitud obedecía menos a una voluntad erradicadora que a la opinión extremadamente severa que le merecían su proselitismo y sus prácticas rituales. De hecho, los cristianos nunca lo incluyeron en su lista de perseguidores.
Como emperador, a pesar de su temperamento pacífico y su preocupación por la economía, se vio obligado a concertar empréstitos forzosos y a desprenderse de parte del patrimonio imperial ante la urgente necesidad de constituir un ejército de esclavos, gladiadores, extranjeros y fugitivos, con el que hacer frente a la presión de los bárbaros; así, rechazó a los germanos hasta más allá del Danubio en el 168, venció a los partos y les arrebató parte de Mesopotamia (161) y sometió a marcomanos (172), cuadros (174) y sármatas (175). Tras la paz general de 175 y la ocupación de una franja de seguridad al norte del Danubio, admitió en el imperio, por primera vez, a bárbaros como colonos y soldados.
Sin embargo, una revuelta en el norte de Italia determinó que proscribiera por un tiempo esa práctica. Quebrantada la paz por los bárbaros en el 177, Marco Aurelio emprendió una nueva campaña, en el curso de la cual sucumbió a la peste que desde el 166 asolaba el imperio, que pasó a regir su hijo Cómodo. Antes de acceder al gobierno del imperio,
Marco Aurelio había adquirido el hábito de escribir durante sus viajes cartas diarias a su maestro Marco Cornelio Frontón, a quien comentaba cuestiones de estilo y retórica e informaba sobre el curso de sus estudios y acerca de su delicada salud, castigada por el rígido ascetismo que se imponía; después, pasó escribir para sí mismo, y en griego, cuando antes lo había hecho sólo en latín. Su estilo, influido sin duda por los maestros estoicos, carece, sin embargo, de la dureza dogmática de Epícteto, de quien adoptó el elogio de la libertad humana, o del tono docto y académico de Séneca. Por el contrario, sus textos denotan un tono muy personal, ya que parten de una reflexión íntima y crítica, y acusan una tendencia a transformar la doctrina en un constante examen de conciencia.
Su gran legado, los Pensamientos, es el resultado de las meditaciones morales que, ya al final de su vida, fue dejando por escrito, sin seguir un plan estricto o preestablecido. Dividida en doce libros y redactada en griego, la obra se basa en una serie de reflexiones inspiradas por su experiencia cotidiana y deja traslucir la influencia estoica, en particular la de Epicteto.
Su visión del hombre es pesimista, pues considera que sus pasiones son el factor principal de la corrupción del mundo, por lo que aconseja perseguir tan sólo aquellos fines que dependan de uno mismo. Es ilustrativo el hecho de que se inspirara tanto en un esclavo como había sido Epicteto y que detestara el poder despótico al que él mismo denominó, irónicamente, «cesarizar».

Itálica, hoy desaparecida, actual España, 53-Selinonte, hoy desaparecida, Sicilia, 117) Emperador romano. Miembro de una familia de la pujante aristocracia de la Bética, desarrolló una brillante carrera militar a lo largo de los reinados de Domiciano y Nerva. En el año 97, Nerva lo adoptó y lo asoció a la sucesión imperial, con lo que se inició una costumbre que se mantendría durante la época de los Antoninos, por la cual, el emperador designaba un sucesor, a quien adoptaba, entre los aspirantes más cualificados.
La figura de Trajano fue considerada por la historiografía romana como la del Optimus Princeps, y su actitud de respeto por el Senado y por la tradición, así como su eficaz gestión de gobierno, le valieron la admiración de sus contemporáneos. Mejoró la Administración imperial, realizó numerosas obras públicas y, conscientes del declinar demográfico del imperio, instauró diversas iniciativas tendentes a paliar sus efectos, protegiendo a las familias numerosas y a los huérfanos.
Sin embargo, es recordado, sobre todo, por sus campañas militares, que llevaron las fronteras del Imperio Romano hasta su punto de máxima expansión. Tras dos intensas campañas, la primera entre el 101 y el 102 y la segunda entre el 105 y el 107, las legiones consiguieron quebrar la resistencia del reino dacio del rey Decébalo. Ocupada Dacia, que fue repoblada por colonos, Los godos invadieron las provincias danubianas del Imperio en el mismo año que Decio emitía el edicto contra los cristianos.
Se ignoran los motivos próximos que indujeron a los bárbaros, en la mitad del siglo III, a recomenzar sus hostilidades contra Roma. El historiador Jordán nos habla de donativos señalados a los jefes godos por los anteriores emperadores, y suprimidos por Filipo el Árabe. Sin negar este hecho, Bertolini opina que a la invasión goda dieron principalmente impulso las desavenencias nacidas entre las legiones situadas sobre la frontera del Danubio. El mismo Jordán nos cuenta que algunas de aquellas tropas, licenciadas por Decio, pidieron auxilio a los godos; esto explicaría la creciente audacia de los bárbaros, los cuales no se contentaron con meras correrías, sino que aspiraron a conquistar territorios del Imperio donde establecerse.
La iniciativa de este nuevo objetivo de las hordas bárbaras fue tomada por el numeroso pueblo de los godos. Ya antes de aquel movimiento aparecen éstos divididos en dos distintos grupos, el de los greutungios y el de los tervingios; el primero, que llevó más tarde el nombre histórico de Ostrogodos, o godos orientales, moraban entre el Don y Dnieper; el segundo, llamado más tarde de los Visigodos, o godos occidentales, derramábase y llegaba hasta las pendientes sudoeste de los carpacios. Sobre ambos grupos imperaba entonces el rey Gniva, el cual, aprovechando la guerra civil provocada por la exaltación del general Decio, invadió la Mesía, que había quedado casi sin guarnición. La resistencia opuesta a los bárbaros por las fortalezas de Marcianópolis y de Caova, y el pronto término de la guerra civil en Verona, les obligaron a dejar la Mesía, en cuyo socorro había ido desde el campo veronés el hijo del vencedor Decio, Erenio Etrusco, y a volver a Tracia atravesando las montañas del Emo (los modernos Balcanes), asaltando a Filipopólis.
En defensa de esta ciudad acudió el gobernador de la Macedonia, Lucio Prisco; pero Cniva lo derrotó en Berve, y se lo atrajo luego halagando su ambición con la promesa de la púrpura. Por esta traición de Prisco cayó Filipopólis en poder de los bárbaros, que se bañaron en la sangre de sus habitantes.
Para reparar tamaño desastre, acudió el emperador Decio, a finales del año 250, al teatro de la guerra y, recogiendo los restos del ejército de Berve dedicóse el valeroso estratégico a bloquear con hábiles maniobras al enemigo, para facilitar su exterminio. Al animoso tribuno M. Aurelio Claudio, que 18 años después debía subir al trono y salvas el Imperio, confió la defensa del paso de las Termópilas para cubrir el Peloponeso; y a Treboniano Galo el encargo de cerrar al enemigo la retirada, guardando los del Danubio. Hechos estos aprestos, llevó al ejército contra los bárbaros, y los derrotó en algunos encuentros, pero en la jornada decisiva que se libró en Forum Trebonii (la moderna Abrito) perdió la batalla y la vida (noviembre del 251).

Trajano llevó a cabo una importante reorganización del limes antes de pasar a la ofensiva contra el enemigo tradicional de Roma en Oriente, los partos. De la misma forma que César fue el militar más grande de la República, Trajano fue el militar más grande del Imperio. Nuestro compatriota nacido en Hispalis (Sevilla) fue el primer emperador español y tras Augusto, el más grande de todos los emperadores. Las legiones con las que combatió en Germania, Dacia y Partia no habían sufrido grandes cambios desde Augusto, lo que demuestra la bondad de su eficacia. Trajano es el cénit de Roma. El Imperio alcanzó gracias a sus conquistas su máxima extensión territorial ocupando territorios en tres continentes.

Este brillante general romano, nacio en el 157 a.C. en el seno de una familia rural de la poblacion de Arpinum, al sur de Roma. Entusiasta de la vida militar presto servicio bajo el mando de Publio Cornelio Escipión Emiliano en el último y definitivo asedio de Numancia, donde trabaría amistad con Yugurta jefe de la caballería aliada númida y a la postre futuro rey de Numidia.
Siguió el cursus honorum (la carrera política) hasta llegar al cargo de Pretor, el mínimo necesario para contar con tropas propias bajo su mando, y fue enviado como propretor a Hispania, donde consiguio amasar una fortuna. Y ahi se quedo estancado mucho tiempo sin grandes posibilidades de ser escogido cónsul por su doble condición de plebeyo y “extranjero” (Arpinum, aun ciudad con derechos de ciudadania romana, era mirada con desprecio por los propios romanos).
Alrededor del 110 a.C. contrae matrimonio con Julia, mucho mas joven que el e hija de un senador de tercera fila llamado Cayo Julio Cesar. Poco despues marcho a entablar guerra contra su viejo amigo Yugurta como oficial del estado mayor del ejército de Cecilio Metelo. Ante el estancamiento de la campaña en Africa se aprovecha y consigue hacerse cónsul y el mando del ejército africano por medio de intrigas y jugadas legales no muy ortodoxas.
Una vez en Africa de nuevo consigue acabar con Yugurta (aunque el autor de su captura fue su subalterno Lucio Cornelio Sila). De vuelta a Roma es reelegido Cónsul otras 5 veces consecutivas. Este hecho sin precedentes en la historia de Roma es debido a una serie de mandos incapaces que habían ido perdiendo ejército tras ejército tratando de detener una migración germana que no acababa de decidirse a penetrar en territorio romano (en concreto en la batalla de Arausio un ejército de 100.000 romanos fue exterminado por los Cimbros y los Teutones debido a discrepancias entre los consules al mando). Viendo a Mario como el único capaz de hacer frente a los germanos se le concedieron permisos para presentarse a consul hasta que eliminara a los germanos.
Cayo Mario nació en 157ac en Arpino una ciudad al sur de Lacio que había obtenido la ciudadanía romana completa hace relativamente poco tiempo. Si bien pertenecía a una familia acomodada y posiblemente a la nobleza local, para Roma se trataba de un hombre nuevo, es decir alguien sin antecedentes políticos en su familia. Se destacó por su actuación militar en la campaña de Numancia, la cual llamó la atención de su comandante Escipión Emiliano quien lo animó a comenzar una carrera política. Fue elegido tribuno militar en 134ac y obtiene otros cargos políticos como Cuestor en Galia Transalpina en 122ac, tribuno de la plebe en 120ac, pretor en 116ac y gobernador de Lusitania en 114ac.
En 110 ac se casa con Julia Caesaris, perteneciente a la importante familia patricia de los Julios y cuyo sobrino sería Julio César (nacido en 100ac). Es posible que este casamiento le haya ayudado a ascender socialmente y hay quienes sugieren que a partir del mismo comenzó a hacerse llamar Cayo Mario César. El año siguiente es nombrado legatus (lugarteniente militar) del cónsul Quinto Cecilio Metelo para combatir al Rey de Numidia, Yugurta. Utilizó este puesto como trampolín político que le permitió acceder al consulado en el año 107ac.
Desde esta posición fue designado para concluir la campaña contra Yugurta. Se dio cuenta que para triunfar necesitaba reestructurar el ejército completamente. Hasta entonces, cada ciudadano podía ser llamado a combatir y debía costearse el armamento y equipamiento militar según sus posibilidades económicas. Mario estableció un ejército profesional que recibía un salario por desempeñar sus tareas y cuyo armamento era costeado por el estado. Está organización resultó ser mucho más efectiva ya que se necesitaban menos hombres para combatir una guerra porque estos estaban mejor entrenados y armados. Como incentivos para alistarse, se establecieron sistemas de jubilación y se otorgaba la ciudadanía romana a los itálicos no romanos que cumplieran cierta cantidad de años de servicio.
A pesar de las reformas, a Mario le tomó tres años vencer a Yugurta y no pordía haberlo logrado sin la invalorable ayuda de su lugarteniente Lucio Cornelio Sila (o Sula) quien terminaría por ser su gran enemigo político. Ni bien había terminado de pacificar a los Numidios, una tribu de Cimbrios avanzaba hacia Italia desde el norte. El senado, sabiendo que se trata del único hombre capaz de detenerlos lo vuelve a nombrar cónsul en el año 104ac.

El senado no sospechó el peligro de este nombramiento, Mario era un líder extremadamente popular con un ejército que le era adicto combatiendo una campaña militar en las fronteras de la propia Italia cuando no dentro de los territorios italianos. Si bien no dio un golpe de estado era el dueño absoluto de la situación politica tomando él sólo las decisiones de estado. Se hizo elegir cónsul desde el año 104ac al 100ac, eligiendo como compañeros en el cargo a políticos de segunda clase partidarios de él que no le hicieran sombra. A principios de 99ac, en las vísperas de una nueva reelección, el senado le hizo una estratagema política, le ordenó que asesinara a varios de sus partidarios que más popularidad tenían. Mario se encontraba entre la espada y la pared, si aceptaba perdería su popularidad que lo mantenía en el poder, si se negaba pasaría a la historia como el primer cónsul de Roma que violó la constitución y sentaría un peligroso precedente. Aceptó a regañadientes sabiéndose ya sin crédito político, marchó en un viaje hacia oriente y se retiró de la vida pública

En Roma las prostitutas eran consideradas como preservativo del honor de las familias. Los jóvenes romanos estaban muy acostumbrados a concurrir a los lupanares en busca de placeres; generalmente estos sitios estaban ubicados en teatros, en el circo, en el estadio, etc..
La joven esposa del emperador Claudio era una especie de monstruo de lujuria, que tenía alquilada una celda en uno de los lupanares más miserables de Roma. En la puerta de la misma figuraba su nombre de guerra, Lycisca, y allí recibía a sus clientes sin despreciar a ninguno. Pero las correrías de la emperatriz no terminaban allí: Mesalina convirtió el palacio en un auténtico burdel; Claudio no parecía enterarse de nada, a tal punto que en una ocasión un prefecto de la guardia real quiso poner al emperador al tanto de las andanzas de su esposa… El imprudente olvidó que la voluntad de Mesalina era ley en la corte y se cavó su propia tumba.
Esta mujer parecía no tener límite en sus andadas: con el propósito de atraerlo a sus orgías asedió hasta al mismísimo Séneca, pero al ser rechazada por el filósofo, se vengó de él acusándolo de conducta dudosa delante de Claudio.
En cierta oportunidad la insaciable emperatriz se enamoró locamente de un joven y apuesto cónsul. Aprovechando una ausencia del emperador se entregó con su amante a orgías desenfrenadas, acompañada por éste y un grupo de jóvenes libertinos. Bailaba apenas cubierta por una piel de pantera, cuando de pronto resonó un grito en el palacio: “¡Llegó el emperador!”. La pareja y sus acompañantes huyeron despavoridos, pero no pudieron escapar de la venganza de Claudio.
Éste saboreaba una exquisita comida cuando se enteró sin pestañear que Mesalina había partido hacia el reino de las sombras.

Caudillo germano que depuso al último emperador de Roma (?, 434 – Rávena, Italia, 493). Pertenecía a la tribu germánica de los esquiros y era hijo de Edecón, consejero de Atila.
En el 470 entró en Italia junto con un contingente de guerreros bárbaros al servicio del Imperio, que pronto se mostraron indisciplinados y belicosos. El Hérulo Odoacro
. Después de la muerte de Ricimero, los fragmentos restantes de los dominios del Oeste cayeron bajo el poder de otro general, Orestes. Obligó a abdicar a Julio Nepote y puso a su propio hijo, Rómulo Augusto, en el trono, en 475.
El nombre de Rómulo Augusto parecía un augurio favorable, pues Rómulo había sido el fundador de Roma y Augusto el fundador del Imperio. Sin embargo, no fue un buen augurio. Rómulo sólo tenía catorce años cuando llegó al trono, por lo que su nombre fue deformado, convirtiéndolo en su diminutivo: Rómulo Augústulo («Rómulo, el pequeño Emperador»), que es como se lo conoce comúnmente en la historia. Rómulo iba a ser emperador por menos de un año, pues inmediatamente surgieron problemas con los mercenarios bárbaros que servían a la causa imperial en Italia.
Tácito, como la mayor parte de los grandes historiadores romanos, no fue un escritor profesional, sino un hombre de acción: un distinguido político y -digámoslo así- abogado que, llegado a la madurez de su vida, decidió sumarse a una ya larga tradición patria dejando testimonio escrito de su tiempo; pero -algo también muy romano- lo hizo en la forma de una “historia institucional”, y no en la de esas memorias personales con las que los políticos modernos suelen poner un colofón, generalmente apologético, a su propia carrera.
Así pues, en las llamadas “obras mayores” de Tácito (las Historias y los Anales) el protagonista es, ante y sobre todo, el propio estado romano, lo que no impide que, como luego veremos, en ellas se considere el factor personal y la psicología del individuo como piezas fundamentales del mecanismo del devenir histórico. De la vida y personalidad de Tácito no tenemos una información proporcionada por la excelencia de su obra. En este punto dependemos, sobre todo, de las escasas y discretas noticias que nos da él mismo y de las no mucho más elocuentes que ofrece el epistolario de su amigo Plinio el joven. Por de pronto, y como la mayoría de los grandes clásicos latinos, no era originario de Roma, lo que tampoco quiere decir que no lo fuera su estirpe.
Era un provincial de clase acomodada, al parecer de una familia de caballeros romanos -burguesía comercial- de la Galia Narbonense. Nacido durante el reinado de Nerón, hacia los años 55-57 d.C., tuvo una brillante carrera político-administrativa bajo los emperadores Flavios. Según él mismo nos cuenta, la inició en tiempos de Vespasiano (69-79 d.C.), la prosiguió en el breve reinado de Tito (79-81 d.C.), y llegó a desempeñar el cargo de pretor en el año 88, ya bajo Domiciano, el último y despótico emperador de la dinastía, en el cual vio el pueblo romano un segundo Nerón. En el año 96, una conjura palaciega acaba con el tirano.
El breve principado de Nerva (96-98 d.C.), en el que Tácito alcanza el consulado -cima del cursus honorum y residuo emblemático de la legalidad republicana-, da paso al de Trajano (98-117 d.C.) y al resto de los que harían del siglo II d.C. el de mayor prosperidad y estabilidad política de toda la historia de Roma.
Les irritaba la idea de que en otras provincias, como en Galia, España y África, sus parientes germanos gobernaban en lugar de servir. Por ello, exigieron la cesión de un tercio de las tierras de Italia. Orestes, quien era el poder real detrás de su hijo, se negó a aceptarlo. Los mercenarios se agruparon bajo un jefe llamado Odoacro (un hérulo, es decir, un miembro de una de las tribus germánicas menos famosas) y decidieron apoderarse de todo, ya que no se había querido darles una parte. Orestes se vio obligado a retirarse a Ticino (la moderna Pavía), en el norte de Italia. La ciudad fue tomada y Orestes ejecutado. El 4 de septiembre de 476, Rómulo Augústulo fue obligado a abdicar y desapareció de la historia. Odoacro no se molestó en elegir otro títere.
En verdad, hacía siglos que ningún emperador gobernaba realmente con capital en el Oeste, y cuando apareció otro (el famoso Carlomagno), iba a gobernar sobre un ámbito que nada tenía en común, excepto el nombre, con el Imperio Romano de Augusto y Trajano.
Por esta razón, el 476 (1229 A. U. C.) es habitualmente considerado como la fecha de «la caída del Imperio Romano».Pero la fecha es engañosa. Nadie en ese período consideraba que el Imperio Romano había «caído».
En verdad, existía aún y era la mayor potencia de Europa. Su capital estaba en Constantinopla y su emperador era Zenón. Sólo porque nosotros descendemos culturalmente del Oeste romano, tendemos a ignorar la existencia continua del Imperio Romano en el Este. En el pensamiento de la época, era cierto que algunas de las provincias occidentales del Imperio estaban ocupadas por germanos, pero esas provincias aún formaban parte del Imperio —al menos en teoría— y a menudo los reyes germanos gobernaban como funcionarios romanos de uno u otro género. Los reyes bárbaros, quienes aceptaban el concepto casi místico de un imperio indestructible, valoraban como un gran honor que se les otorgara el título de «patricio» o el de «cónsul».el mismo Zenón nunca reconoció a Rómulo Augústulo como emperador de Occidente.
El Emperador Oriental consideraba al muchacho un usurpador y a Julio Nepote como a su único colega legal. Después de su deposición, Julio Nepote había huido de Roma y vivía en Iliria, donde se mantuvo como Emperador Romano de Occidente y fue reconocido como tal por Zenón.
Entretanto, el poder imperial era objeto de enconadas luchas que terminaron de debilitarlo: en el 476 fue Orestes quien se hizo con el poder, poniendo en el Trono de Roma a su propio hijo Rómulo Augústulo. Pero Orestes no concedió a los soldados bárbaros las tierras que reclamaban; en respuesta, Odoacro encabezó una rebelión de sus hombres, que le proclamaron rey.

En aquel mismo año derrotó y ejecutó a Orestes en Pavía y depuso a Rómulo Augústulo como emperador de Occidente, sin nombrar sucesor. Las insignias imperiales fueron enviadas al emperador de Oriente, Zenón, acabando con la ficción política de poner emperadores títeres; pero más que acabar con el Imperio, Odoacro parece que pretendió reunificarlo, dando a su propio poder el sentido de una regencia sobre la parte occidental en nombre de la teórica soberanía del único emperador residente en Constantinopla (esta situación fue admitida tanto por el emperador como por el Senado romano).

(?, 106 a.C.-Pelusio, hoy desaparecida, Egipto, 48 a.C.) General romano. Inició su carrera militar bajo la tutela de su padre Cneo Pompeyo, para luego entrar al servicio de Sila, para quien conquistó Sicilia y el norte de África, éxitos que le valieron el título de Magno.
Más tarde intervino en España contra el rebelde Sertorio. Logró pacificar la península Ibérica, tras lo cual, de regreso a Italia, se enfrentó a los restos del ejército del esclavo rebelde Espartaco, al que infligió la derrota definitiva. En el 70 a.C. fue elegido cónsul junto con Craso y prosiguió su racha de triunfos por todo el Mediterráneo, concretamente en su campaña contra los piratas, y llegó hasta Armenia y Siria, donde creó una provincia romana. Sus desavenencias con el senado lo llevaron a pactar con César y Craso el primer triunvirato (60 a.C.), e incluso reforzó su posición con su matrimonio con Julia, hija de César. Recibió el gobierno de Hispania y, tras la muerte de Craso, el senado lo nombró cónsul único, mientras César combatía en las Galias.
El regreso de éste significó la guerra civil, cuya batalla decisiva, librada en Farsalia en el 48 a.C., concluyó con la derrota total de Pompeyo. Perseguido por César, el vencido huyó a Egipto, donde fue asesinado por un esclavo del soberano egipcio Tolomeo XIII, hermano de Cleopatra.Cneo Pompeyo, conocido como el Magno nació en Piceno, ciudad situada al noreste de Roma, hijo de una rica familia. Su padre, Cneo Pompeyo Estrabón, tras prosperar en el bando de Lucio Cornelio Sila, luchó en las guerras civiles contra Mario. Sila venció, pero él no estaba vivo para verlo. Cuando Mario, el gran rival de Lucio Cornelio, tomó Roma, decidió convertir la ciudad en escenario de cruentas matanzas.
El padre del Magno no pudo huir de la Urbs y su cuerpo, muerto y desfigurado, fue arrastrado por las calles. Quién sí vio la victoria de Sila fue su hijo. Fiel heredero de su padre, Cneo Pompeyo se erigió como uno de los grandes generales de la facción aristocrática. Y todo ello a pesar de que por aquella época, en el año 81 antes de Cristo, los senadores romanos aún consideraban a todo aquel ciudadano de fuera de Lazio como no romano.
El Magno supo ser aceptado por el patriciado, en parte por sus victorias militares –acabó con insurrecciones como la de Sertorio, venció a Mitridates del Ponto y llevó las águilas romanas de Armenia hasta Judea–, aunque también por el poder político y económico que adquirió.
En principio representaba los valores más importantes de la República, pero su rivalidad con Marco Licinio Craso, y fundamentalmente con Cayo Julio César, sólo propiciaron la destrucción de los ideales democráticos. Con la toma de Cartago, muchas décadas antes, el expansionismo romano había hecho muy difícil que la lucha por el poder no provocase la propia debacle de la república.
Era imposible que hombres como Mario, Sila, Craso, Pompeyo, César, Marco Antonio o Augusto, que tantos dominios dieron a Roma, fueran capaces de aceptar ser dominados por el gobierno de otros. Cneo Pompeyo se enfrentó a César con el apoyo de una gran parte de la política y del ejército romanos, pero fue incapaz de ganarle en Farsalia. La traición del por aquel entonces reino Seléucida egipcio acabó con su vida.
El Magno tuvo dos hijos de un destacado nivel militar. Los dos le apoyaron en vida, y mantuvieron vivos los ideales por los que luchaba tras su muerte. Cneo y Sexto Pompeyo le pusieron las cosas difíciles a César, primero en Africa, donde acabaron siendo derrotados en Tapso; y después en Hispania. En la batalla de Munda se decidiría el futuro de Roma. Todas las anteriores victorias de Julio César no servirían para nada si no vencía en aquel remoto lugar del sur de la Península Ibérica.
Se relataba en las calles de Roma tras la batalla que, cuando ambos bandos estaban muy igualados y ya estaba anocheciendo y los cesarinos se mostraban cada vez más desanimados y habían empezado a retirarse, fue la intervención de César decisiva. Se abrió paso hasta las líneas del frente donde se había producido una brecha en sus tropas. Una vez allí, se arrancó el yelmo de la cabeza y gritó “¿Váis a dejar a vuestro comandante en manos de estos muchachos?”. Dicho esto empezó a luchar cuerpo a cuerpo. Sus hombres le siguieron y con ello cambió el curso de la batalla

Historiador romano. Se piensa que nació en Roma. Parece ser que fue cuestor en el 79, pretor en el 88 y cónsul sufecto en el 97, procónsul de Asia en los años 112 y 113.
Los últimos años de su vida los dedicó a la redacción de trabajos históricos, de los cuales se conservan menos de la mitad. Su obra más antigua es el Dialogus de oratoribus (Diálogo de los oradores), que escribió hacia el 81. En De vita Iulii Agricolae (Vida de Agrícola, hacia el 98), expone la vida de su suegro, el político y general romano Cneo Julio Agrícola.
Al escribir la vita de Agrícola, el autor funde con maestría modelos y géneros diversos, moviéndose entre la laudatio y el panfleto político, entre la monografía y un ensayo acerca de la virtus. Tácito quiere aclarar su propia situación y no tanto la del biografiado, por lo que encontramos la alabanza de la moderatio como norma de la vida, tratando por un lado de no rebelarse y por otro de no aparecer sumisos a la tiranía.
Germania (escrita hacia el 98), es la única monografía etnográfica de la antigüedad dedicada a un pueblo extranjero que se ha conservado, describe con evidente tono moralizador el peculiar carácter de dicho pueblo e intenta explicar por qué motivo Germania todavía no había sido conquistada. En el Diálogo de los oradores, un tratado en el que encontramos una clara influencia ciceroniana, incluido en el estilo, y donde el autor se suma a la discusión acerca de la decadencia de la oratoria en la época del momento, se estudian los lazos existentes entre la libertad política y la labor intelectual.
Las Historiae (Historias), se cree que lo escribió entre el 104 y el 109. Es la historia del Imperio romano desde el 69 d.C. hasta el asesinato del emperador Domiciano en el 96. De la obra original, posiblemente compuesta por catorce libros, sólo se conservan los cuatro primeros y parte del quinto. Su trabajo más destacado, el llamado Annales (escrita sobre 115 o 117), presenta la vigorosa penetración del psicólogo, para darnos un relato patético y vigoroso de los años más oscuros de la historia de Roma. Los crímenes de Tiberio, los excesos de Mesalina, las locuras de Nerón, las intrigas familiares, las delaciones, los suicidios, las vilezas. Su obra historiográfica escrita en prosa se caracteriza por su dramatismo y por incorporar recursos literarios utilizados por Virgilio en su obra poética.

De estas hisorias historias no nos han llegado nada más que la primera parte por medio de San Jerónimo, sin embargo, Los Anales están casi completos, faltando sólamente el libro cuarto, correspondiente al período de Calígula. En el comienzo de su obra histórica no se observa mucha crítica, pero con el paso del tiempo su opinión es negativa y al final de Los Anales se trata el imperio con una visión dramática del gobierno de los emperadores.

Tito Livio (59 a.C.-17 d.C.) nació en Patavium (act. Padua), en el norte de Italia, pero pasó la mayor parte de su vida en Roma, donde fue tutor del futuro emperador Claudio. Su obra Historia de Roma desde su fundación (Ab urbe condita), conocida también como Décadas, era una narración en 142 libros de acontecimientos ocurridos desde la fundación de la ciudad en el 753 a.C. hasta el 9 a.C.
Del total, sólo se conservan 35: los libros I-X (relatos semilegendarios sobre los orígenes de la ciudad y sobre la República primitiva, hasta la tercera guerra contra los samnitas); y los libros XXI-XLV (segunda Guerra Púnica y Guerras Macedónicas). El contenido de los libros restantes se conoce a través de fragmentos y de resúmenes (Periochae, Epitome) hechos por otros escritores posteriores.
Tito Livio escribió durante el reinado del emperador Augusto, cuando el Imperio romano dominaba el mundo mediterráneo. Al escribir su Historia de Roma su intención era doble: por un lado, pretendía demostrar que Roma había sido destinada a la grandeza, ya desde los días de sus humildes orígenes; por otro, deseaba proporcionar un fondo adecuado para las glorias de la época de Augusto, Con cuyos planes de restauración moral de Roma se identificaba plenamente, lo mismo que Virgilio con su obra épica
Su obra se estructura como un relato lineal y orgánico, es una «historia perpetua». En su base se observan los esquemas de la antigua analística, que utiliza como fuente y de la que es continuador, pero Livio los emplea para configurar un discurso literario nuevo. En ese discurso se conjugan dos elementos: una Historia con pretensiones de veracidad (por lo general rehúsa la conjetura si no dispone de testimonios) y una elaboración artística que recurre a la elocuencia y a la retórica (quiere que su Historia sea comparable en estilo y espíritu a la poesía). Se caracteriza por su exaltación de Roma. Tito Livio pretende con su historia glorificar el pasado de Roma.
El autor está lleno de orgullo nacionalista, identificado de corazón con el programa político de Augusto. Concepción moralista de la historia. Para Tito Livio la historia es un espejo donde mirarse. Fuentes y método. Se le achaca negligencia en cuanto a consultar documen­tos originales, errores geográficos, vaguedad, ignorancia en técnicas militares y excesivo patriotismo que falsea la verdad objetiva. Estructura artística, lenguaje y estilo.
Tito Livio era un extraordinario escritor. Utilizó los recursos artísticos de la retórica en la composición y desarrollo de su historia. Gusta de poner discursos en la boca de sus personajes, elaborados por el historiador. Son los discursos que a su juicio deberían haber pronunciado. Estos discursos son piezas literarias maestras. se caracteriza por la abundancia transparente “color poético”. Lengua y estilo ciceroniano con arcaicismos, frases y giros poéticos
Livio logra una dramatización de los hechos, combinando magistralmente los elementos narrativos (en los que se aprecia la influencia de César) con las descripciones, los retratos y los discursos (elaborados según los preceptos cieronianos), y eludiendo la tosquedad expresiva de los analistas primitivos. Su espíritu estoico lo lleva a idealizar todo lo que ponga de relieve la grandeza de Roma, y a servirse de la pietas y la virtus para justificar sobre ellas la prosperidad de Roma.
Livio concebía la historia desde un punto de vista moral, y, más que una obra científicamente construida, la suya es la aportación de un poeta que canta con entusiasmo el esplendor del pueblo romano.

Sila fue un general romano nacido en el 138 aC. en una familia patricia, la “Gens Cornelia”, lo que le facilitó dirigir a los optimates (partido aristocrático) durante la guerra civil que agitó a la República romana entre los años 88 y 82 aC. Comenzó su carrera militar en el 107 aC. como cuestor durante el consulado de Cayo Mario. Participó en la guerra de Yugurta (111-106 aC.) en África y persuadió a Bocco I, rey de Mauritania, de que entregara prisionero a su yerno, Yugurta, rey de Numidia, al ejército romano.
Este acto terminó con la guerra, pero también inició la enemistad con Mario, quien cada vez se sentía más celoso de su oficial subalterno. Sin embargo, Sila continuó al servicio de Mario hasta el 103 aC., durante las campañas contra los cimbrios y teutones en Germania (104-101 aC.). En en 93 aC. fue pretor y, al año siguiente, propretor en Cilicia.
Sila fue nombrado cónsul después de su éxito durante la Guerra Social (90-88 aC), que tuvo lugar entre los romanos y sus aliados del norte, quienes demandaban más privilegios. Ese mismo año (88 aC.), Sila recibió del Senado el mando para combatir contra el rey del Ponto, Mitrídates VI Eupátor.
Mario, jefe de los populares (partido de los plebeyos) y enemigo enconado de Sila, intentó destituirle de su mando provocando así la guerra civil. Después de la derrota de los partidarios de Mario y la huída de éste, Sila se dirigió a Asia Menor, donde derrotó a Mitrídates hacia el 85 aC. después de vencerle en las batallas de Queronea y Orcómeno un año antes. Al regresar a Roma después de reorganizar la provincia de Asia y saquear Grecia, aplastó al poderoso partido de los seguidores del ya fallecido Mario con la ayuda de Quinto Cecilio Metelo Pío y de Gneo Pompeyo.
En el 82 aC. se nombró dictador, adoptando el sobrenombre de “Felix” (“El Afortunado”, como también sería conocido más tarde Adolf Hitler), y condenó a muerte o al exilio a la mayoría de los que apoyaron a Mario. Sila instituyó una reforma constitucional completa que suponía la restauración del poder del Senado y la aristocracia, imponiendo controles estrictos sobre los tribunos y otros magistrados.
Su organización del sistema de procedimiento criminal mediante el incremento del número de quaestiones perpetuae fue de especial importancia, pues se establecieron en Roma los primeros juzgados penales permanentes. Su reforma autoritaria, que separó las magistraturas civiles de las militares, convirtió su gobierno en algo que algunos historiadores han considerado como la primera administración imperial, aunque todavía dentro de las formas republicanas. En el 79 aC. renunció a la dictadura y se retiró a Cumas, donde murió un año más tarde, tras haber dictado sus memorias que, desgraciadamente, se han perdido.Lucio Cornelio Sila era miembro de la pequeña aristocracia.
Su juventud transcurrió de manera disoluta, sin prestar atención a las armas o las leyes. Fue mantenido por una prostituta griega hasta su nombramiento como cuestor en el ejército de Numidia que puso fin a la guerra de Yugurta. Sila fue el promotor de que Bocco entregara al rey numida a los romanos. Se interesó por la guerra y participó en las campañas de Mario contra los cimbrios y teutones, obteniendo importantes victorias.
En el año 99 regresa a Roma para pasar una temporada de vida ociosa, conviviendo con prostitutas, gladiadores, poetas y actores. En 94 fue elegido edil y al año siguiente pretor, participando en la guerra contra Mitrídates. El botín conseguido fue inmenso tanto par él como para Roma.
En el año 88 se presentó al consulado, obtenido al parecer gracias al apoyo conseguido por las mujeres tras su cuarto matrimonio con Cecilia Metela, emparentándose con una de las más importantes familias de Roma. Al intentar invalidar su nombramiento, Sila reunió al ejército y dirigió las tropas sobre Roma, obteniendo la victoria sobre el ejército reunido por Mario, quien huyó. Sila se hizo con el poder recibiendo el apoyo expreso del Senado.
Después se hizo nombrar procónsul y partió con sus tropas para Oriente. En Roma estalló una guerra entre los aristócratas y los demócratas. La guerra social se convertía en guerra civil. Mario regresó de su exilio en Africa y reclutó un ejército de seis mil hombres que se dirigieron a Roma, donde consumaron una auténtica matanza. Las cabezas de los senadores fueron paseadas por la ciudad. Sila había sido depuesto y sus posesiones confiscadas.

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