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Sucesos Argentinos
1852 - 1880

Argentina - Sucesos Argentinos - 1852 - 1880 - Entre Ríos

Provincia de Entre Ríos

La política de gobierno llevada por Justo J. De Urquiza, hizo que la provincia tenga cierto progreso y solidez económica, pero algunas medidas tomadas por el poder centralista de Rosas, a veces iban en contra de su progreso, hecho que fue provocando oposición hacia este dictador.
Las diferencias entre ambos gobernantes básicamente fueron:
El Tratado de Alcaraz entre Madariaga y Urquiza que resolvió en forma pacífica el conflicto correntino, pero Rosas se enteró que a pesar de que entraba en la confederación Madariaga no iba a apoyar rotundamente a Rosas, situación que generó la ruptura del pacto entre Urquiza y Madariaga.
Rosas había sido reelegido por tercera vez en 1850, y como lo hacía habitualmente renuncia de al cargo de gobernador y a la facultad de comandar las relaciones exteriores. Entre Ríos y Corrientes aceptan la renuncia y recuperaron la facultad del ejercicio de las relaciones exteriores.(Pronunciamiento de Urquiza)
Entre Ríos comienza una política de abrir sus puertas a emigrados o exiliados políticos, medida que generó la protesta de Rosas.
Se publica en Entre Ríos un artículo mostrando lo necesario que es dictar definitivamente una Constitución que organizara la Nación. Rosas le exigió una rectificación y Urquiza le contestó que no interfiriera con el ejercicio de la Libertad de Prensa y exhortó a las provincias para que cortaran sus vínculos con este gobernador autocrático.
La Legislatura Porteña acusó a Urquiza como “traidor y loco”.El 1º de mayo de 1851 representa para los entrerrianos en especial un hito en la historia que llena de orgullo a nuestra provincia porque actos de valentía y fortaleza caracterizaban a gobernadores como el Gral. Urquiza. Este acto es una verdadera revolución porque implicaba lograr a la postre una transformación trascendente de un sistema colonial obsoleto restaurado por el estanciero Rosas a un nuevo sistema que implicaba un cambio sustancial hacia el progreso y la inserción de Argentina en el mundo.
Un sistema retrogrado mantiene encapsulado a un gobierno y a su pueblo en un sistema parasitario que solo trae el ostracismo político y el estancamiento social -productivo de ese pueblo.
El pronunciamiento de Urquiza significó despojar del poder el absurdo manejo de las relaciones exteriores del gobernador de Bs As que llevaba 22 años y que ni siquiera se veían atisbos de querer modificar las cosas en beneficio de la Confederación.
Ésta fue la causa principal y no es de poca monta, pero de la realizad nunca se debería hablar de una sola causa ya que un hecho histórico es el producto de un conjunto abigarrado de vectores causales en la producción del resultado.
Lógicamente existen causas de mayor entidad que otras, pero para el caso concreto de esa realidad de 1851 se produce una convergencia de hechos materiales, como la economía centralista que llevaba a cabo el dictador de los Cerrillo, con una complementación de objetivos institucionales. No solo era necesario romper con ese centralismo rosista que de las rentas de 14 provincias solo la usufructuaba una sola (Bs. As.) sino también dotar al país de instituciones republicanas para que dejara de ser una simple estancia inorgánica mandada por un gobernador que había extralimitado las funciones para las cuales había sido instituido; esas funciones eran las relaciones exteriores y nada más.
Pero el tirano avasalló las autonomías provinciales a través de la forma más espuria que es la económica y la militar. De la boca para afuera se hablaba de federalismo y en los hechos el dinero se quedaba en Bs. As. Con el objeto de fomentar guerras internas para provocar el aislamiento provincial según lo ha demostrado del Dr. Alberdi.
Creemos que las causas del pronunciamiento son más que legítimas y que los entrerrianos tuvimos el orgullo de ser los que llevamos adelante el hito transformador que convergió en la sanción de la Constitución del 1º de mayo de 1853.
Dos 1º mayo para recordar en la órbita provincial y nacional. Sin embargo una historiografía nefasta a nuestros intereses provinciales ha opacado estos acontecimientos que objetivamente legitimaron el obrar entrerriano y del Gral. Urquiza. No debemos olvidar a los correntinos que con su gobernador Virasoro estuvieron desde un principio apoyando la gesta magna.
A más de 150 años de aquello Entre Ríos nuevamente vuelve a ser protagonista en la órbita nacional y toma la iniciativa de levantarse contra los poderes centralistas e insensibles del centro hegemónico de poder. Ayer, concepción del Uruguay, hoy Gualeguaychú. Con buenos ojos vemos que Entre Ríos tenga aun valientes prestos a defender sus derechos avasallados.
Lastima no tener un gobernador como Urquiza que defendió los intereses de esta provincia. En la actualidad, la existencia de partidos políticos nacionales ha bastardeado el sistema constitucional, transformando a los viejos gobernadores propietarios y capitanes generales de las provincias en tristes títeres del poder central sin personalidad ni dignidad para ponerse al frente de los reclamos sociales legítimos en sus respectivas provincias.
El “pronunciamiento público” de Urquiza consistió en un acto donde fueron leídos y promulgados dos decretos con fecha 1º de mayo: en uno se declaraba a Entre Ríos Estado soberano provisorio “en aptitud de entenderse con los demás gobiernos del mundo”; en otro se cambiaba el lema Mueran los salvajes unitarios por Mueran los enemigos de la organización nacional. Según lo corriente habría ocurrido el 1º de mayo, en la plaza General Ramírez de Concepción del Uruguay, en presencia de Urquiza y de toda la tropa formada. Después la tropa siguió al pregonero que en cada esquina leía los decretos, mientras un cañón hacía salvas.
¿Ocurrió realmente el 1º de mayo, a lo menos en la forma clara, positiva y pública exigida por el Canciller brasileño?
El jueves 1º de mayo nada pasó de memorable en toda la provincia de Entre Ríos, a lo menos en forma pública. Ni en los informes de los Comandantes departamentales ni en números posteriores de los tres periódicos de la provincia –El Federal Entre-Riano de Paraná, Progreso de Gualeguaychú y La Regeneración de Urugua – se menciona, fuera de que sopló un agobiador viento norte, nada de notable. Después, sí.
De los tres periódicos, uno (El Federal Entre-Riano, el más serio y de mayor tiraje), nada comenta, tal vez porque su director, el Dr. Evaristo González, disgustado por el sesgo que tomaban las cosas, había pedido pasaporte para irse a Buenos Aires. En cambio La Regeneración de Carlos de Terrada, en su número del 13 de mayo, se hace eco en crónicas, gacetillas, remitidos, comunicados, de una “efervescencia popular” que al parecer existía en la provincia, o por lo menos en Concepción del Uruguay; y en ese número transcribe ambos decretos del lº de mayo.
Hace la crónica del “público pronunciamiento” ocurrido a las 10 de la mañana en la plaza Ramírez, leyendo a continuación el pregonero sus considerandos en cada esquina seguido por la tropa, mientras Ricardo López Jordán hacía sonar un cañonazo a cada lectura por orden del gobernador. No dice que estuviera presente Urquiza, que de estarlo no lo habría omitido. Ni dice que “mañana” ocurrió.
¿Qué día entre el 4 y el 18 de mayo (entre los Nros. 46 y 47 de La Regeneración) se produjo el público pronunciamiento cuya crónica hace el periódico de Terrada? Olvida decirlo. Menciona en una gacetilla fechada el 13 de mayo, publicada en la edición de ese mismo día, que después de darse el bando se reunieron a las 8 de la noche algunas personas al pie de la pirámide de la plaza Ramírez: allí, después de cantarse chapeau-bas (será “chapeaux bas”) el himno nacional, el Dr. Diógenes de Urquiza –“joven culto, aventajado y elegante”– tomó en sus manos una bandera nacional y prometió culta y elegantemente “clavarla en el cráneo del tirano”. Primer acto de intergiversable oposición a Rosas.
El periódico Progreso de Gualeguaychú, dirigido hasta entonces por José Ruperto Pérez, hace el 8 de mayo una crónica de una serenata ocurrida “espontáneamente” tras la banda de música local: en ella se vivó a Urquiza y se profirió algún denuesto contra Rosas en una poesía alusiva recitada. Pero no se leyeron decretos, y por lo tanto hasta esa fecha no debía haber ocurrido el “público
Pronunciamiento” de Uruguay. En un remitido de Progreso del 14 se habla de otra serenata de Concordia el 11 de mayo “al conocerse la fiesta ocurrida en esa ciudad (Uruguay) la noche del 2 del cte.”. No se leyeron decretos.
El “público pronunciamiento” tuvo lugar, entonces, entre el 11 y el 18 de mayo en Concepción del Uruguay. Debió consistir en un acto tan mínimo, que ni el eficaz Terrada –ni Pérez, ni nadie– recuerda la fecha exacta. En realidad el acto público fue la edición de La Regeneración del 13 de mayo. Por ella se conoció el “pronunciamiento” dentro y fuera de Entre Ríos.
De allí se explica que Cuyás zarpara de Montevideo ese día 18 en el Golphinho, tan ignorante del “pronunciamiento” de Urquiza, que iba a hacerle aprobar un tratado en cuyo artículo 2º se lo incitaba a “practicar cualquier acto público y consumado que importe indudable y decidido rompimiento con el gobernador de Buenos Aires”, y que Urquiza y su ministro Galán no consideraran necesaria su corrección.
La noticia del público “pronunciamiento” llegó a Montevideo en la goleta General Urquiza, zarpada de Gualeguaychú el 15 con periódicos hasta esa fecha, y llegada a Montevideo el 19. Un día antes –el 18– los diarios entrerrianos trajeron a Buenos Aires la información del paso dado por Urquiza. Rosas, según su costumbre, no quiso ocultar nada y ordenó a su prensa que reprodujera ampliamente todas las crónicas y gacetillas de La Regeneración y Progreso.
¿Qué ha ocurrido con el “pronunciamiento”, cuyo estado público se ha demorado tanto tiempo después de la redacción de los documentos? Porque nada permite suponer que los dos decretos fueron redactados por Seguí y firmados por Urquiza en otra fecha que la indicada en ellos: esto es, en el 1º de mayo.
Por lo menos el día 4 estaba confeccionado el de “asumir la soberanía de Entre Ríos, encontrándose en aptitud de entenderse con todos los países del mundo”, que el 6 remite Urquiza a Cuyás por la ballenera Paulita llegada a Montevideo el 9. De éste, se enteró Pontes, pero no le da trascendencia de “público pronunciamiento” porque no lo tenía, y porque Urquiza lo comunicaba en la más estricta reserva.
¿Por qué demoró Urquiza el “público pronunciamiento” hasta el 11 ó 18 de mayo? Supongo que por el prudente consejo de Cuyás a la niña enamorada: no ceder hasta no formalizar o por lo menos asegurarse el compromiso. Lo ocurrido con ambos “pronunciamientos” es idéntico: tanto la circular del 8 de abril como los decretos del 1º de mayo, fueron demorados.
Pero los decretos tuvieron publicidad primero –el 11 de mayo, o a más tardar el 13– y por eso formaron el cuerpo del “pronunciamiento” contra Rosas. La circular en cambio sólo sería conocida por sus destinatarios, los gobernadores argentinos (Virasoro aparte) al transcribirse en los periódicos entrerrianos del 25 de mayo de ese año.
En ambos “pronunciamientos” Urquiza obró de idéntica manera. Los hizo redactar y después los guardó en una gaveta: tan sólo remite algunas copias a Montevideo “rogando reserva”. Solamente ante la exigencia de Brasil y cuando conoce por su hijo Diógenes y por la carta de Cuyás del 2 de mayo, la presencia de la escuadra brasileña en el Plata, se resuelve a despachar sus buques según la gráfica expresión del catalán.

¿Popularidad del “pronunciamiento”?

¿Fue un acto emotivo de pueblo, el de la lectura de los decretos? A decir de La Regeneración y Progreso habría habido “efervecencia popular” y “delirante entusiasmo” en las reuniones habidas en Uruguay, y en Gualeguayehú. El calificativo es sospechoso. En la copiosa correspondencia de Urquiza durante los meses de mayo y junio no hay muchas cartas de gratulación por el o los “pronunciamientos”. Salvo las comprensibles de sus Comandantes departamentales, o de algún vecino correntino asilado y decididamente enemigo de Rosas (Berón – Ferre); casi por completo faltan las de sus coterráneos.
Tal vez los de Concepción del Uruguay fueran en persona a felicitar al general, pero no podría ocurrir lo mismo con los vecinos de puntos más alejados. Da la impresión de que los entrerrianos no comprendieron el trascendental paso. O que ninguno que no fuera empleado de gobierno se le ocurrió aplaudirlo.
Todo lo contrario: Juan José Urquiza, hermano del gobernador y vecino de Buenos Aires –que permaneció fiel Rosas– vuelve a aconsejarle fraternalmente el 28 de mayo que ponga sus propiedades a buen recaudo “pues tendrás que peregrinar en países extranjeros sin bienes” .
El doctor Severo González, director de El Federal Entre-Riano de Paraná, renuncia al periódico y se aleja de la provincia “por no tener fe”; el coronel Hilario Lagos, jefe de policía de Paraná, deja el cargo y se va a Buenos Aires a ponerse a las órdenes de Rosas.
Años después el entonces general Francia, que en 1851 fuera Comandante de Paraná y debió como tal organizar y dirigir el “pronunciamiento” en esta ciudad, confesaba a Antonino Reyes la “violencia con que cedieron al pronunciamiento de Urquiza en 1851 los vecinos de Paraná”.
“Usted va a juzgar del estado de nuestro espíritu – escribe el 18 de enero de 1885 el veterano comandante de Urquiza al viejo edecán de Rosas– el día de la proclamación del bando y fijación de éste en las calles del Paraná, por el siguiente hecho histórico e imponente de que fui testigo: Yo era Jefe de las armas, y la orden se dio para la formación de todas las tropas que allí se hallaban en número de 2.500 hombres.
La columna se puso en marcha y no se oía más que la voz del pregón comunicando al pueblo la separación de la provincia de Entre Ríos y supresión de la encomienda al gobernador de Buenos Aires en las relaciones exteriores. En la tropa se oía el mismo silencio durante la marcha. De repente una sola y única voz (el Dr. Evaristo Carriego) gritó: ¡Muera el tirano Juan Manuel de Rosas! La columna hizo un raro movimiento como de echar un paso atrás, toda ella, y nadie contestó”

El 16 de enero el presidente Justo José de Urquiza llega a Asunción para mediar en un incidente entre el Paraguay y Estados Unidos. -La Confederación comenzó a organizarse instalando la capital provisoria en Paraná e intentando unificar el mercado interno de las 13 provincias que la conformaban.
Las medidas económicas que adoptó consistentes en: abolir las aduanas interiores entre las provincias, fomentar la cría de ovejas, instalar colonias agrícolas con inmigrantes extranjeros, usar los ríos interiores (Paraná y Uruguay) para atraer el comercio exterior hacia Rosario o Paraná salteando a Buenos Aires; no lograron compensar las diferencias existentes con esta provincia.
La Confederación no pudo instalar un sistema financiero propio, todos los intentos de organizar un sistema bancario fracasaron como así también todo intento de instalar un sistema de crédito estatal. También fracasó la construcción de una red ferroviaria que uniendo a Rosario con el resto de las provincias posibilitara la construcción de un mercado unificado de la Confederación.
Buenos Aires en cambio, poseía con respecto a la Confederación, numerosas diferencias a favor. Por empezar poseía el puerto, con comunicación directa con el resto del mundo, más importante del país y, contaba con la aduana, principal fuente de ingreso que una provincia pudiera tener. Poseía un banco que era la más poderosa red financiera de todo el territorio. Su pujanza económica era tal que pudo construir un ferrocarril, el primero de la Argentina, con capitales privados de la provincia (el ferrocarril del Oeste). Causas económicas
El naciente estado necesitaba recursos fiscales para mantenerse y la principal fuente de esos recursos era la aduana de Buenos Aires. La Confederación no sólo había eliminado las aduanas interiores sino que también había nacionalizado las aduanas exteriores y en particular la de Buenos Aires que con esto perdía su principal fuente de poder financiero.
Otro problema que enfrentó a las provincias fue el proteccionismo o el libre cambio que debía contener la política aduanera. Mientras Buenos Aires coincidentemente con las provincias del Litoral (fundamentalmente Santa Fe y Entre Ríos) eran partidarios del libre cambio que beneficiaba sus exportaciones, las restantes provincias defendían a ultranza el proteccionismo porque los precios de las mercaderías importadas competían de manera desleal con los de la producción local.
Si bien Buenos Aires y el Litoral coincidían en el tema del librecambio existían serias diferencias entre ellas por el manejo de los recursos de la aduana y el acceso directo del Litoral al mercado externo a través de la libre navegación de los ríos interiores (Uruguay y Paraná), lo que era cuestionado por Buenos Aires.
Es decir que, al proclamar como capital federal a Buenos Aires, la Constitución Nacional le deba forma institucional a la apropiación de la riqueza hasta ahora controlada por Buenos Aires y al permitir la libre navegabilidad de los ríos interiores y levantar un puerto en Rosario, le otorgaba al litoral condiciones similares a Buenos Aires sin necesidad de su mediación.
Siguen los conflictos entre Buenos Aires y la Banda Oriental, manteniéndose cerrado el comercio, no siendo así con la Confederación Argentina ya que el 9 de febrero Tomás Guido, embajador en Montevideo, firma un convenio entre el Uruguay y la Confederación Argentina..
Regresan las tropas de los coroneles Paunero, Conesa y Granada, luego de batir en retirada a los indios pampas.
Se ha frenado la oleada constante de malones en una vasta zona y trascienden detalles horripilantes contados por los cautivos que vuelven a la ciudad. Los soldados del gobierno pasaron momentos difíciles, pero los indios, armados con lanzas, flechas y boleadoras nada pudieron, pese a que duplicaban a sus enemigos. Sus tolderías han quedado arrasadas y una nueva línea de fortines amplia el área de la pampa productiva.
Algunos indios colaboran con el gobierno, esto ocurre en Santa Fe, donde en una revista que se efectúa frente al propio Gobernador, puede vérselos formando parte,como auxiliares, del Ejército de la provincia.
A diferencia del caso de Buenos Aires, el territorio que comprendía la Confederación no poseía una estructura económica homogénea. Alternaba zonas de actividad económica orientada hacia el mercado externo, con áreas limitadas a una producción de subsistencia. En la región del Litoral, tradicionalmente ganadera, las guerras civiles habían dejado su sello de despoblación y planteles ganaderos arrasados. El caso más dramático era el de Santa Fe, donde la antigua vitalidad pecuaria había sido reemplazada por un paisaje de tierras vacías con ocasionales y precarias explotaciones extensivas del vacuno.
Estos factores empobrecieron a los antiguos propietarios, que carecían de capital para ensayar emprendimientos nuevos aun dentro de la actividad ganadera, como el caso de la cría de ovinos .No obstante, la misma presión de esta negativa realidad llevó tanto al gobierno de la Confederación como a las autoridades provinciales a disponer un cambio de estructuras que permitiese revertir la situación.
Uno de los puntos claves en la tarea de modernización económica fue la campaña para atraer inmigrantes hacia los campos vacíos. Estos primeros ensayos de colonización agrícola fueron, a pesar del fracaso de muchos de ellos, el origen de la futura expansión agrícola en las provincias del Litoral.
Entre los casos de colonias agrícolas, se pueden citar el de la colonia San Juan del Puerto de Santa Ana, en la provincia de Corrientes, y la colonia Esperanza, en la de Santa Fe. El primero de los ejemplos resultó un experimento fallido.
En 1853, el doctor Brougnes celebró con el gobierno de Corrientes un convenio por el cual se comprometía a traer en el término de 10 años 1000 familias de agricultores de 5 personas cada una proveniente del sur de Francia y a razón de 200 cada 2 años. Cada familia recibiría 33 hectáreas de tierra buena, 2 bueyes, 2 caballos, 8 vacas, semillas de algodón, tabaco, trigo, maíz, caña de azúcar y una vivienda de dos habitaciones y 600 kilogramos de harina para el primer año. Cada colonia dispondría de 4 leguas comunes para la cría de ganado y los colonos reembolsarían al gobierno correntino 200 pesos fuertes después del segundo o tercer año si una de las cosechas se hubiera malogrado. Un tercio del producto del suelo iba para el empresario en pago de las sumas por él adelantadas.
En 1854 el gobierno de la Confederación se hizo cargo del contrato y reintegró al gobierno provincial los gastos ocasionados por la colonia de San Juan, que no prosperó (2).
Problemas tales como la extensión adjudicada a la colonia, la falta de una protección efectiva, o la ausencia de mercados suficientes podían agregarse a las dificultades naturales para generar una crisis de superproducción o la pérdida total de las cosechas. De allí la importancia del lugar donde estaba ubicada la colonia. En este sentido vale citar el caso de colonia Esperanza, ya que buena parte de su éxito se debió a su proximidad a la ciudad de Santa Fe.
Esta colonia fue fruto de la iniciativa del gobierno santafesino, quien en 1854 celebró un contrato con Aarón Castellanos por el que éste se comprometía a traer 1000 familias de 5 personas y a fundar 5 colonias en el término de 10 años. La colonia Esperanza estaba ubicada a 8 leguas al oeste de la ciudad de Santa Fe y estaba poblada con 200 familias en su mayoría provenientes de Suiza: Castellanos se vinculó para su fundación con las firmas Vanderest de Dunkerque, Textor de Frankfurt y Beck y Herzog de Basilea.
Los progresos en estos intentos de explotación agrícola con aporte inmigratorio fueron pequeños al principio, pero esta situación se revirtió a partir del avance ferroviario. La importancia de la introducción del ferrocarril sería fundamental tanto en la expansión del proceso de colonización como en la inevitable especulación que la acompañó (3).
En el caso de Entre Ríos, a diferencia de Santa Fe, esta provincia había superado la crisis provocada por los conflictos internos y a mediados del siglo XIX exhibía una pujante actividad en la cría del vacuno y ovino.
El cuadro de empobrecidos propietarios santafesinos contrastaba agudamente con el de fuertes productores entrerrianos, sin problemas de mercado y además con un alto grado de independencia frente al puerto porteño gracias a su posibilidad de comerciar directamente con brasileños y uruguayos. Como en el caso de Buenos Aires, el fortalecimiento de los sectores altos ganaderos llevó a la concentración de sus propiedades.
Por lo tanto, la colonización en Entre Ríos quedó librada a la iniciativa oficial y no a la privada. La actitud de Urquiza en este sentido, comprometiendo incluso bienes personales, fue un caso aislado no emulado por el resto de los grandes propietarios entrerrianos. El general Urquiza instaló en tierras de su propiedad, sobre la costa del río Uruguay, casi a fines de 1857, una colonia de suizos y franceses que se denominó San José. Estaba ubicada a 8 leguas al norte de Concepción del Uruguay y a 10 de Paysandú. La prosperidad de la colonia de San José se debió en gran medida a su buena ubicación (4).
Con respecto a Corrientes, vale apuntar que la actividad económica de esta provincia había alternado tradicionalmente la explotación ganadera extensiva con el cultivo de pequeñas parcelas dedicadas a quintas, huertas, frutales y tabaco. En este período de guerra entre Buenos Aires y la Confederación, se registró en el caso correntino una expansión de la actividad ganadera.
Esta última, recuperada como en el caso de Entre Ríos de la crisis que la afectara en décadas anteriores, se veía favorecida por la situación de los mercados, aunque con resultados dispares según la región que se considere. El este de la provincia, debido a su cercanía a los centros consumidores brasileños y uruguayos, resultó mucho más beneficiado para la actividad ganadera que la zona lindante con el Paraná, que debía sufrir la intermediación del puerto porteño o de los saladeros entrerrianos (5).
Asimismo, otro obstáculo que impidió una expansión más equitativa de la actividad pecuaria fue la presencia de los casi impenetrables bañados interpuestos entre los productores y la línea de frontera. Las disparidades regionales eran remarcadas por las características naturales de la provincia correntina, más abierta para las comunicaciones en el área lindante con el río Uruguay, y plagada de montes y díficil de controlar en el oeste, área de antigua afición al cuatrerismo, un verdadero flagelo para los propietarios. Si bien el cuadro de situación de la actividad ganadera resultaba menos cómodo en Corrientes que en Buenos Aires y Entre Ríos, los ganaderos correntinos incrementaron sus ingresos y se consolidaron como grupo tradicional.
En síntesis, la prosperidad de los sectores altos rurales, sea vinculada a la actividad ganadera, sea como consecuencia del proceso colonizador, era un elemento común a las tres provincias litorales durante este período.
En el caso particular de Santa Fe, se registró además una incipiente formación de sectores medios rurales y el aumento de los centros urbanos, Santa Fe y muy especialmente Rosario. Esta última ciudad se vio beneficiada por su posición de puerto intermedio entre las provincias del Interior y Buenos Aires. Por otra parte, los beneficios obtenidos por la región del Alto Plata luego de la apertura de los ríos no estuvieron reservados sólo a Paraguay.
También el comercio de Corrientes creció. Mucho de este progreso debe ser asignado a la administración del gobierno de Juan Gregorio Pujol (1852-1859). Pujol favoreció un sistema abierto para la provincia, uno en el cual el desarrollo económico correntino corriese paralelo al de Buenos Aires, sin depender tanto de la ciudad puerto. Su predecesor, Benjamín Virasoro, había limitado sus reformas económicas a la promulgación de varias medidas proteccionistas tales como un arancel del 50% sobre la importación de tabaco, cigarros y miel extranjeros. Virasoro duplicó los pagos para las licencias comerciales y triplicó los requeridos para permisos de navegación. Pero no fue más allá de los mecanismos tradicionales para respaldar el bienestar fiscal de la provincia de Corrientes (6).
Pujol tenía otra tesitura. Comenzó su administración inaugurando una línea de barcos de vapor -manejada por extranjeros- que servían a los puertos correntinos sobre el río Paraná. Con la mira puesta en el comercio futuro, el gobernador correntino autorizó también la exploración del río Bermejo; abrió dos puertos nuevos, Empedrado y Yahapé, al comercio exterior a través de una ley del 13 de octubre de 1852, y acordó el dragado del riacho de Goya, con el fin de poder acomodar más embarcaciones (7). Pujol también identificó la baja densidad de población como el principal obstáculo al crecimiento económico correntino.
Para paliar este problema, decidió atraer a la inmigración externa hacia Corrientes a través de subsidios especiales, concesión de tierras y ayuda gubernamental. El gobernador correntino creó, como ya se explicó, una comunidad agrícola modelo en la colonia de San Juan, compuesta por colonos franceses. Las barreras legales y la falta de una infraestructura adecuada obstaculizaron el progreso de esta colonia, que luego fue abandonada (8).
Algunas de las innovaciones del gobernador Pujol generaron la oposición de los paraguayos. A mediados de 1853, el mandatario correntino impuso un arancel del 5% sobre el tránsito de los productos provenientes de Paraguay, aparentemente para obtener fondos adicionales con los cuales financiar sus proyectos.
La respuesta del gobierno paraguayo no se hizo esperar. Carlos Antonio López denunció la medida como contraria a los términos estipulados en el tratado de reconocimiento. Debido a que sus declaraciones no obtuvieron eco en Pujol, López cerró los puertos paraguayos a los barcos corrrentinos y comunicó esta decisión a todos los representantes extranjeros presentes en Asunción (9).
Esta medida tuvo el efecto deseado. Pujol canceló el arancel que pesaba sobre el tránsito en 1854, alcanzándose en marzo de dicho año relaciones comerciales amistosas entre la provincia y Paraguay, luego de que López revocara también su propio decreto (10).
A partir de este momento, Pujol no tuvo problemas comerciales con los paraguayos. Los que visitaban Corrientes en las décadas de 1850 y 1860 comentaban en sus relatos que era un territorio próspero, favorable a las aventuras comerciales y faltas de población suficiente para explotar plenamente sus abundantes recursos. Al menos 90 comerciantes, la mayoría de ellos extranjeros, estaban instalados en el puerto de Corrientes en 1855.
Esta presencia mercantil sugiere que un comercio relativamente importante tenía lugar en esta provincia del Litoral. Ejemplo de ello fue el arribo a Corrientes, el 23 de enero de 1856, de la goleta Asia proveniente de Buenos Aires con mercaderías asignadas a 50 comerciantes diferentes: estos productos incluían libros, medicinas, azúcar, sombreros, papel, yerba mate, harina y una máquina para recolección de granos (11).
Dado que el río Paraná constituía la ruta principal para el comercio, pocos en el gobierno de Corrientes pensaron en utilizar el río Uruguay. El banco derecho del río no logró recuperarse de la invasión paraguaya de 1859, y ocho años después el distrito de Santo Tomé todavía poseía sólo 864 habitantes, siendo el menos poblado de los distritos de la provincia (12). En consecuencia, el número de barcos involucrados en el comercio al norte de Salto no excedió de 100 entre mediados de la década de 1850 y principios de la de 1860. Sólo uno de ellos, el barco brasileño Uruguay, era de vapor, y aparentemente era incapaz de ofrecer servicios a las localidades de Sao Borja y Hormiguero, debido a que no estaba preparado para atravesar los rápidos de Butuí (13).
Una cierta expansión de las importaciones y exportaciones sobre el río Uruguay durante este período se dio sólo en sus bancos inferiores, más precisamente en las localidades de Paysandú y Concepción del Uruguay, y el éxito de este comercio se debió casi por completo a las operaciones del saladero “Santa Cándida” del general Urquiza (14).

Notas.
H. Gorostegui de Torres, op. cit., p. 47.
Ibid., p. 48.
Ibid., pp. 48-49.
Ibid., p. 49.
Ibid.
T.L. Whigham, op. cit., pp. 126-127.
Ley del 13 de octubre de 1852, ROPC VI, pp. 444-445; “Memoria escrita por el ingeniero Nicolás Grondona con referencia a las obras del Riacho de Goya”, Rio de Soto, Jan.25, 1853, cit. en Juan Pujol, Corrientes en la organización nacional, volumen III, pp. 16-31, Buenos Aires, 1911, fuentes citadas en ibid., p. 127.
Ver al respecto Augusto Brougnes, La verdad sobre la colonia de San Juan. Provincia de Corrientes, Paraná, 1860, citado en ibid., p. 128.
Mariano González a Carlos Antonio López, Asunción, 13 de julio de 1853, ANA-NE 2715, foja 25; Bando de Carlos Antonio López, Asunción, 28 de julio de 1853, ANA-SH, 306, Nº 28; decreto de Carlos Antonio López, Asunción, 6 de agsoto de 1853, El Semanario, 6 de agosto de 1853; ver también decreto de Carlos Antonio López, Asunción, 24 de septiembre de 1853, ANA-CRB Y-29, 34,4, Nº 4, fuentes citadas en ibid., p. 128.
Francisco Solano López a Benito Varela, Turín, 21 de marzo de 1854, citado en Juan I. Livieres Argaña, Con la rúbrica del mariscal: Documentos de Francisco Solano López, vol. II, Asunción, 1960-71, cit. en ibid., p. 128.
Despacho de Aduana, El Comercio, 27 de enero de 1856, cit. en ibid., p. 129.
Ernesto J.A. Maeder, “Historia y resultados del censo confederal de 1857”, en Trabajos y comunicaciones, 18 (1968), p. 147, cit. en ibid., p. 129.
Ibid., pp. 129-130.
Las actividades de este saladero están descriptas en Manuel Macchi, Urquiza el saladerista, Buenos Aires, 1971; Beatriz Bosch, Urquiza y su tiempo, cit. en ibid., p. 130.
En 1853 se sancionó la constitución cuyo artículo 25 decía: “El Gobierno Federal fomentará la inmigración europea; y no podrá restringir, limitar ni gravar con impuesto alguno la entrada en el territorio argentino de los extranjeros que traigan por objeto labrar la tierra, mejorar las industrias e introducir y enseñar las ciencias y las artes”.
El general Justo José de Urquiza dio un gran impulso a la colonización. Por su iniciativa, el 1º de julio de 1857 se instaló en el este de la provincia un importante grupo de suizos, provenientes en su mayoría del cantón de Valais. Allí fundaron colonia San José y comenzaron a cultivar la tierra.
En 1859 llegaron nuevos grupos. Ruso-alemanes del volga, agricultores y avicultores, ingresaron en el año 1878. Formaron aldeas en la colonia General Alvear, del departamento de Diamante. Después se distribuyeron por toda la provincia. A fines del siglo pasado llegaron grupos de judíos, se dispersaron por las colonias Lucienville, Clara, San Antonio, López, Berro y Santa Isabel. Se dedicaron a la cría de ganado, la industria lechera,. la avicultura y la fruticultura.
Hubo también contingentes de latinos, españoles e italianos, que vinieron a poblar Entre Ríos, así como otros rincones del país. Con el tiempo, inmigrantes y criollos compartieron educación, trabajo y sacrificio, y todos juntos forjaron un gran pueblo sobre la tierra generosa de Entre Ríos.
Desde la década de 1870, Entre Ríos presenció el incremento del establecimiento de colonias agrícolas. Sarmiento estableció la escuela Normal en Paraná en 1871, ciudad que reemplazó como capital provincial a Concepción del Uruguay en 1869.
El Banco de Entre Ríos se creó en 1884 y la provincia estuvo gobernada durante la última década del siglo XIX por gobernadores progresistas que permitieron la creación, en 1900, de la primera cooperativa agrícola. Los primeros ensayos de colonización en el país comienzan bajo el gobierno de Urquiza.
En 1855 el médico francés Augusto Brougnes firma un contrato con el gobierno de la provincia de Corrientes, comprometiéndose a traer 1000 familias de agricultores europeos en el plazo de 10 años. Según el convenio, a cada familia correspondería una extensión de 35 hectáreas de tierra para cultivo, y se le proporcionaría harina, semillas, animales e instrumentos de labranza.
En 1855 arribaron, creándose centros en Santa Ana, Yapeyú y en las proximidades de la ciudad de Corrientes.
El poblamiento del país comienza en 1857, cuando se creó una “Asociación Filantrópica de Inmigración”, de carácter particular, que obtuvo una subvención del gobierno y a la que se le otorgó la concesión de lo que fue luego el “Hotel de Inmigrantes”.
La primera colonia realmente estable e importante es la Colonia Esperanza, fundada por el infatigable Aarón Castellanos, en Santa Fe, en 1865. Estos progresistas colonos eran en su mayor parte de origen suizo, aunque los había franceses y alemanes.
Los colonos traídos par Juan Lelong fundaron en Entre Ríos una colonia en el paraje denominado Calera de Espiro.
En 1857 Urquiza fundó también en Entre Ríos la colonia San José en la que intervino el francés Alejo Peyret, autor de una verdadera historia de las colonias, publicada en dos tomos con el nombre de “Una visita a Las colonias de la República”.

Justo José de Urquiza, gobernador de Entre Ríos, vencedor de Rosas, gran impulsor de la organización nacional y primer presidente constitucional de los argentinos, nació el 18 de octubre de 1801 en una estancia cercana a Concepción del Uruguay, provincia de Entre Ríos. En aquel tiempo, su padre, el coronel José de Urquiza era comandante de la costa del Uruguay. Los primeros años de Urquiza transcurrieron en el campo hasta que en 1815 se trasladó junto a sus hermanos mayores a Buenos Aires para estudiar en el Colegio de San Carlos, pero debió abandonar los estudios por la clausura del Colegio y regresó a Entre Ríos.
A partir de entonces se dedicó al comercio. Trabajó junto a su cuñado hasta establecer su propio negocio: cueros y astas que despachaba a Buenos Aires y Montevideo. Lentamente y paralelamente con el crecimiento de su prosperidad económica, aumentó la influencia de Urquiza en Concepción del Uruguay.
La ciudad lo nombró oficial del cuerpo de cívicos, que se encargaba del orden en la ciudad y en el campo. Allí tomará contacto por primera vez con la política y con los grandes debates en torno a la forma de gobierno a adoptar por el nuevo país independiente. Urquiza se inclinó por el federalismo e inició su carrera política que lo llevó a los veinticinco años a ser electo diputado a la legislatura provincial.
Allí presentó una serie de proyectos tendientes a mejorar la administración y la economía provinciales, así como innovadoras propuestas educativas.
Los asesinos entraron en el Palacio gritando “¡Muera el traidor vendido a los porteños!”. Resulta extraño que se califique a Urquiza de “genuflexo” o “vendido” ante el poder porteño: de ser así, en algún momento, Urquiza hubiera ido a Buenos Aires a ofrecer sus servicios. En cambio el presidente Sarmiento -que no era porteño sino sanjuanino- vino a Entre Ríos a visitar a Urquiza.
El motivo era que el gobierno sarmientino se veía hostilizado por los elementos del mitrismo.
Y Sarmiento hombre sin partido, para neutralizarlo, quería buscar una alianza con el jefe del federalismo del interior. Urquiza, después de Pavón había conseguido que Mitre y los porteños aceptasen la Constitución federal y se unificase el territorio nacional.
La autonomía de Entre Ríos, mientras vivió Urquiza era escrupulosamente respetada por el gobierno nacional. Cosa que no ocurrió cuando López Jordán, tras el asesinato de su gobernador, usurpó el gobierno de la Provincia.

¿Rebelión Popular?
Otra falacia -sostenida sin embargo por historiadores que se dicen “serios”- es afirmar que “toda Entre Ríos se encolumnó detrás de López Jordán”. La partida que asesina a Urquiza está formada por cincuenta hombres de los cuales sólo uno -Mosqueira- es entrerriano.
El resto se trata de orientales, correntinos, y algún porteño. El jefe del grupo era el cordobés Simón Luengo. Al reunirse la Legislatura sólo nueve diputados sobre veintitrés votan por elegir gobernador a López Jordán. La Constitución de entonces exigía tres cuartas partes de votos.
Me he ocupado, aquí y en Buenos Aires, de rastrear los diarios de la época y encuentro cantidad de proclamas y manifiestos de prominentes entrerrianos en contra de la revuelta jordanista. Menciono sólo algunas: además de la ya referida del coronel Taborda, jefe político de Tala; el 28 de abril lo hace el general Miguel Galarza una de las glorias entrerrianas, veterano de Caseros, Cepeda y Pavón. Un día después lo sigue el coronel Ciriaco Barragán.
El 27 de abril publica una proclama en “El Nacional” el coronel Polonio Velásquez, jefe de la costa de Montiel. El mismo día se hace pública otra del coronel Joaquín Gamarra, jefe político de Villaguay.
Dos días después el coronel Manuel Navarro, jefe de Nogoyá y el conocido jefe militar Domingo Hereñú. En junio se conoce el pronunciamiento contra la revuelta, de los comandantes de campaña Ignacio Benavides y Benicio González. Este último, junto al veterano general Apolinario Almada, se incorporan poco después a las fuerzas nacionales con mil cuatrocientos hombres a su mando.
El 16 de abril se conoce en Gualeguaychú una nota firmada por el jefe político de ese Departamento mayor Reynaldo Villar, que además firman el poeta Olegario V. Andrade y el escritor Juan A. Casacuberta, donde critican la actitud de López Jordán y le piden la renuncia al cargo -ilegítimo- de gobernador.
El legendario coronel Miguel Guarumba, el indio guaraní jefe del regimiento “Federacioneros”, de vasta trayectoria guerrera, se pone, con todo su ejército, a disposición del gobierno nacional. Y el 1º de junio lo hace el jefe político del Departamento Federación don Crisóstomo Gómez.
En Concordia es tal la hostilidad de la población y el rechazo a los asesinatos de Justo Carmelo y Waldino Urquiza, que los hermanos Querencio dictan un bando amenazando con el fusilamiento o el degüello a todo el que se resista. El mismo López Jordán emite una orden en igual sentido para que se presenten en su cuartel “todos los varones entre 17 y 50 años”.
Pese a lo cual, según lo consigna “El Liberal” de Paraná del 18 de enero de 1871, no consigue reunir más de cinco mil hombres, de los cuales mil por lo menos son correntinos y otros tantos orientales, brasileros, e incluso paraguayos. En varias ocasiones -según cartas de administradores de estancia sus patrones- López Jordán recurren a la “leva”, arreando, por la fuerza, a los peones de varios establecimientos.
Pese a sus innegables errores -el más importante, su eternización en el gobierno de la Provincia- el prestigio del general Urquiza era todavía, enorme. A más de reconocérsele su papel en el derrocamiento de la tiranía rosista y el dictado de la Constitución federal de 1853, se valoraba su grandioso aporte a la educación, plasmado en el histórico Colegio del Uruguay, el más importante establecimiento educacional existente hasta entonces, y la gran cantidad de escuelas -muchas de ellas de mujeres- fundadas en la Provincia.
Entre Ríos era una Provincia próspera, la segunda en importancia del país. Y lo prueba el hecho que entre 1850 y 1870 llegan al territorio provincial cerca de cincuenta mil inmigrantes. Nadie viene a un lugar donde viva mal o no tenga oportunidad de progresar.
El saldo de guerra, muerte y desolación que produjo la nefasta revuelta, iniciada en aquel trágico 11 de abril, arrasó con la autonomía de Entre Ríos y retrajo a la Provincia de un nivel de privilegio en el concierto nacional, que nunca pudo recuperar.
Dr. Bernardo Ignacio SaldunaAsociación Justo José de Urquiza-Concordia-

Bibliografía:

a) “La Rebelión Jordanista” del Dr. Bernardo I. Salduna, Ed. Dunken, 2006
b) “El Magnicidio Argentino”, del Dr. Juan José Cresto, Instituto Urquiza Estudios Históricos.
c) “Tiempos de Rebelión” de María Amalia Duarte, Ed. Academia Nacional de Historia.
d) “Urquiza Última Etapa” , de Manuel A. Macchi, Ed. Castellví, S. Fe 1970.
e) “La Rebelión Jordanista y el Brasil”, de Pedro Santos Martínez, Ed. Academia Nacional de Historia.
f) “La Muerte de Urquiza-Una Trágica Infamia”, y “Urquiza, Rosas y López Jordán” de Horacio Salduna, Instituto Urquiza Estudios Históricos
g) “Apuntaciones sobre el Jordanismo”, de Oscar Urquiza Almandoz

Sobrino del General Francisco Ramírez por vía materna, se llamaba igual que su padre este militar y caudillo entrerriano que fue bautizado, el 6 de Septiembre de 1822, en la ciudad de Paysandú, donde sus padres se hallaban desterrados.
Cuando sólo tenía 19 años de edad, en 1841, Ricardo López Jordán se incorporó al ejército federal como soldado de la escolta de Urquiza. Luchó contra Rivera a partir del año siguiente y después de la batalla de Arroyo Grande fue comisionado para llevar a Rosas el parte de la victoria. Rosas lo retuvo varios meses y a su pedido puso en libertad a López Jordán (padre), que estaba preso desde Noviembre de 1839, por haber luchado junto a Lavalle.
Desde 1843 el joven López Jordán hizo todas las campañas del ejército entrerriano, hasta el pronunciamiento de Urquiza contra Rosas. En 1846, en la lucha contra los hermanos Madariaga y el Ejército Aliado Pacificador, se distinguió en Laguna Limpia.
Al año siguiente, en el potrero de Vences, logró salvar la vida de algunos unitarios vencidos que iban a ser pasados por las armas. En 1851, ya con el grado de capitán, fue de los primeros en cruzar el río Uruguay y de marchar hacia Montevideo, sitiada por Oribe. En los días en que se tramitó el arreglo entre Oribe y los sitiados, actuó como comisionado de Urquiza, llevando comunicaciones reservadas. Fue durante su presencia en Montevideo que el pintor Amadeo Gras lo retrató al óleo, fijando una imagen de López Jordán en su juventud.
Después de Caseros fue nombrado Comandante militar de Concepción del Uruguay, y en calidad de tal le tocó organizar la defensa de ésta contra el ataque que llevó, en Noviembre de 1852, Juan Madariaga, al servicio de Buenos Aires. En esa oportunidad, derrotando a la expedición liberal, salvó la existencia del Congreso Constituyente de Santa Fe, recién reunido. Posteriormente, durante las contiendas entre la Confederación y el Estado de Buenos Aires, le tocó desempeñar importantes comisiones.
A principios de 1858 pasó al Estado Oriental, por orden de Urquiza, a fin de dar apoyo militar al presidente Gabriel A. Pereira, amenazado por la revolución de César Díaz. Pero no llegó a intervenir, en este conflicto, con las fuerzas a su mando. Luego, en la campaña de Cepeda, tuvo a su cargo la concentración de caballadas en Diamante para el ejército de la Confederación, misión que cumplió con gran eficacia.
En 1861, cuando se preparaba la campaña que culminaría en Pavón, fue comisionado por Derqui para organizar la Guardia Nacional de Rosario y la defensa de esta ciudad, labor en la que mostró buena capacidad de organizador.
En Pavón, con el grado de Coronel, mandó la vanguardia del ala izquierda federal y, junto con el general Juan Saá, consiguió un rápido triunfo sobre la caballería de Buenos Aires, que fue perseguida hasta el arroyo del Medio.
Desde la retirada de Urquiza en Pavón, López Jordán fue acrecentando su prestigio en Entre Ríos, cuyo pueblo veía en él a un jefe intransigente frente a la política de Buenos Aires, y a su futuro gobernador.
En 1864, al terminar Urquiza uno de sus períodos gubernativos, la mayoría de la Legislatura entrerriana promovió la candidatura del sobrino de Pancho Ramírez; pero debió desistir en razón de la resistencia de Urquiza, que impuso finalmente a su candidato José María Domínguez. La guerra del Paraguay, impopular en Entre Ríos, sumó un nuevo elemento para el distanciamiento con Urquiza. la revolución liberal de 1868 contra el Gobernador de Corrientes. Evaristo López, que se impuso sólo cuando Urquiza abandonó a sus correligionarios federales, agregó otro factor de resentimiento contra el vencedor de Caseros.
Las consecuencias de esta conducta urquicista se vieron en 1870, con la revolución del 11 de Abril.
Después de la derrota de Ñaembé, López Jordán se asiló en Santa Ana do Livramento (Brasil), donde permaneció hasta mayo de 1873, en que invadió Entre Ríos con sus partidarios. Después de la derrota de Don Gonzalo, pasó al Uruguay, y en enero de1874 volvió a refugiarse en Río Grande do Sul. En 1875 se trasladó a Paysandú y poco después a Montevideo, ciudad donde permaneció hasta Noviembre de 1876, en que intentó una nueva revolución en su provincia.
El 10 de Diciembre de 1876 después del combate de Alcaracito, fue tomado prisionero y posteriormente conducido a Paraná, donde se lo engrilló y procesó. En Enero de 1878 fue trasladado a Rosario, donde tuvo como cárcel una dependencia de la Aduana Vieja. Se fugó de esta prisión en la noche del 11 de Agosto de 1879; atravesó sigilosamente Entre Ríos y se refugió en el Estado Oriental.
En Diciembre de 1888, amparado por el decreto de amnistía del presidente Juárez Celman, pasó a Buenos Aires, donde murió asesinado el 22 de Junio de 1889, en la calle Esmeralda, poco antes del mediodía.

La “entrega” de Urquiza
En julio de 1860 Urquiza y Derqui viajan a Buenos Aires invitados por Bartolomé Mitre, que en la fiesta realizada pronuncia en un brindis las siguientes palabras:
“Saludo al general Urquiza que retrocedió ante la revolución de setiembre, y que hoy vuelve desarmado, como si fuera Washington. Al seno del mismo que lo arrojó antes a balazos, inclinándose ante su soberanía y ante su libertad” (Chanetón, Abel. Historia de Vélez Sársfield)
Urquiza, flojo de entendederas y de manejos políticos, se emociona hasta las lágrimas ante las aclamaciones de los presentes. Sin embargo se extrañaría Guido en correspondencia a su esposa: “Quién diría que el general Urquiza y el presidente Derqui se sentarían juntos con el general Mitre y con Sarmiento como íntimos amigos? ¡Mucho he visto y muy raro en cincuenta años de revolución, pero nada ha sido tan inopinado!”
Poco duraría la efusión de estos abrazos. Los protocolos cedían a Derqui las mejores ubicaciones en banquetes y recepciones y “Durante la permanencia en Buenos Aires los celos del general Urquiza con el presidente Derqui aumentaron considerablemente. Un presentimiento y una sospecha constante agitaban al general Urquiza: el temor de que Derqui y Mitre se pusiesen de acuerdo para destruir el prestigio y su influencia” (Juan Coronado, secretario de Urquiza) “El general Urquiza que posee el prestigio de una inmensa fortuna y el prestigio militar y el poder…no se convence que ya no es el presidente de la Confederación y se necesitará mucho tacto del señor Derqui para prevenir que no se convierta en una brecha en cuyo caso Urquiza buscará el apoyo de Buenos Aires” (informe de Thornton a Londres) Pero la brecha ya se había producido, y tal vez siempre existió.
La entrada de Urquiza en la trampa liberal mitrista queda confirmada en la siguiente resolución de la masonería:
1°.-“El Muy Poderoso Consejo y Gran Oriente de la República Argentina, estimado debidamente las eminentes cualidades cívicas u masónicas que adornan a los dignos hermanos Bartolomé Mitre, grado 3°; Juan Gelly y Obes, grado 3°; y Domingo Faustino Sarmiento, grado 18; los eleva a Soberanos Grandes Inspectores grado 33.
2°.- Por las mismas consideraciones, el Supremo Consejo eleva del grado 18 al grado 33 al Respetable Hermano Santiago Derqui; y regularización y reconocimiento en el mismo grado al Hermano Justo José de Urquiza.
3°- Los Hermanos de que habla el artículo que antecede, deben afiliarse como miembros activos de la Logia Obediencia de Supremo Consejo” (Martín Lascano. Las sociedades secretas, políticas y masónicas en Buenos Aires. 1927)
Evidentemente, el nombre de la “Logia Obediencia” le cae como anillo al dedo a las futuras actitudes de Urquiza. Los hermanos ascendidos son invitados al Templo de la Logia Unión del Plata el 21 de julio, y en presencia de Roque Pérez, Mitre y Urquiza se juramentan y obligan “por todos los medios posibles a la pronta y pacífica Constitución definitiva de la Unidad Nacional” (Martín V. Lascano. Idem).
Quedan de esta forma selladas las cadenas de la Confederación a los manejos liberales de porteños y mitristas.
El 29 de octubre, el “hermano” Urquiza invita al “hermano” Mitre al Palacio de San José. Mitre llega a Conceción del Uruguay el 10 de noviembre para celebrar el Pacto de Noviembre, con la esperanzada expectativa de muchos. Pero hay alguien que entiende lo que pasa, y no lo acepta. Es el general Ricardo López Jordán:
“El general López Jordán – cuenta Juan Coronado – que era entonces Ministro de Gobierno de Entre Ríos, y a quien los deberes de la etiqueta lo obligaron a acompañar hasta San José al general Mitre y su comitiva, se volvió al Uruguay en el acto de llegar, no obstante el calor sofocante que hacía, y se volvió prediciendo lo que iba a salir de la reunión aquella. Este joven e ilustrado general, que es el más capaz e inteligente de los militares que tiene la provincia y que acaso está destinado a figurar en primera línea en la República, tenía la ventaja de de conocer las miserias y la nulidad del general Urquiza, tan bien como las miras de los enemigos de la igualdad federal” (Juan Coronado. Misterios de San José. Buenos Aires, 1866)
Nada bueno saldrá del cónclave. Los periódicos hablaban de “La trinidad gubernativa” pero cada uno llevaba agua para su molino. Mitre le obsequiaba el bastón de gobernador de Bs.As. a Urquiza y este lo quería convencer a Mitre que gobernaran prescindiendo de Derqui; mientras tanto, “el dormilón” Derqui haraganeaba en su cama y recibía a Mitre en reuniones misteriosas.
Coronado, secretario de Urquiza, relata que: “En la mañana del 14 de Noviembre el General Urquiza entró en la secretaría cuando dormían todos los huéspedes de San José, y no encontrándolos allí nos mandó a llamar. El general se encontraba sofocado por la rabia y necesitaba hablar para desahogarse. Ocurrimos a su llamado. Después de preguntarle cómo había pasado la noche nos dijo: Mal. No he dormido sino una hora, o más; tengo la cabeza preocupada con tanta picardía. Esperando una explicación sobre el sentido de esas palabras, guardamos silencio. Después de un pequeño intervalo, el general continuó: ¿No se ha fijado usted en el manejo de estos pícaros? Hace cuatro días que están en mi casa, y hasta ahora ni uno ni otro me han hablado una palabra de política, ellos creen que no me fijo, pero se engañan. Dos veces he entrado en el cuarto del Doctor Derqui y lo he encontrado hablando con Mitre. Cuando me han visto han cambiado de conversación. Y he estado tentado de hacerles saber que no soy lo que piensan”. (Coronado, Misterios de San José).
A nada bueno podría llegarse: “En resumen la conferencia que tanto ha llamado la atención se ha reducido a comer pasear y bailar. El presidente dormilón ha dormido en efecto…el general Mitre ha tomado Campo. Si desaliento había antes de la conferencia, si todos temían por la situación, esos temores han aumentado considerablemente” (de la Peña a J.M. Gutierrez)
“La conferencia de San José no nos ha dejado contentos. Parece que el general ha tenido serias y muy desagradables palabras con el presidente. No han quedado mejor entendidos que antes, al contrario, se ha reconocido por el ámbito Mitre y por el presidente que el triunvirato con el Capitán General no puede durarles” (Lucero a Pujol)

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