Egipto - Personajes Famosos
Al rey Amenhotep III le sucedió en el trono su hijo Amenhotep IV (1.364-1.347 a. J.C.). Era hijo de Amenhotep III y de la reina Tiyi o Teie. Aunque se conoce poco de su infancia, ésta debió transcurrir en el palacio de Malgatta, en Tebas.
Si bien en la corte de Amenhotep III abundaban personas de gran valía, parece ser que Amenhotep, hijo de Hapu, ejerció una gran influencia en la educación de Amenhotep IV.
¿Subió al trono a la muerte de su padre, o hubo un período de corregencia? Esta cuestión ha suscitado amplios debates entre los expertos en egiptología, sin que en la actualidad se haya dado una respuesta definitiva. Cuando Amenhotep IV ascendió al trono tendría entre 16 y 24 años, y probablemente estaría casado ya con Nefertiti, la gran esposa real que tanta importancia tendría en su época y que tanta fascinación ha provocado posteriormente.
Fruto de esta unión nacieron sies hijas: Mery-Atón, Meket-Atón y Ankhesenpa-atón (nacidas en Tebas), Nefer-Neferu-Atón, Nefer-Neferu-Ra y Step-en-Ra.
Al ser coronado adoptó los títulos tradicionales. Durante los primeros años de reinado prestó especial atención a Heliópolis y a su clero (como lo hicieron los faraones que prepararon el camino para el atonismo), con el fin de frenar las ambiciones tebanas, cuyo clero cada vez tenía más poder, y también debido probablemente a la cercanía de los heliopolitanos al ideal solar del rey. Hizo construir varios templos en Karnak para dar culto al dios solar y se autoproclamó gran sacerdote.
En el año sexto de su reinado el rey Amenhotep IV cambia su nombre por el de Akenatón que significa “Servidor de Atón” y proclama su adhesión al dios Atón, quien en adelante protegerá a la realeza. Al estar la política inseparablemente unida a la religión, este hecho modifica el destino de Egipto. Construye una ciudad que denomina Aketatón “el horizonte de Atón (actualmente llamada Tell-al-Amarna) y traslada allí la capital del reino.
Akenatón intenta eliminar el culto a los demás dioses, destruyendo sus nombres, pero cometió un gran error al intentar suprimir el culto a Osiris ya que el pueblo estaba muy unido a esta religión del culto al más allá. Todos estos cambios de culto, capital y forma de vida, hizo que descuidara sus obligaciones en política exterior, con lo que Egipto fué perdiendo fuerza e influencia en otros pueblos, volviéndose paulatinamente desfavorable la situación internacional para Egipto.
En el año doce de su reinado su esposa Nefertiti desaparece de la escena social y política, sustituyéndola como esposa principal su hija Meritatón. Antes de morir Akenatón asoció al trono a Esmenjkare. Esta corregencia duró casi dos años.
Akenatón murió en el año dieciocho de su reinado, y es casi seguro que fué enterrado en la tumba que él mismo se hizo construir en la necrópolis de Tell-al-Amarna. Su cuerpo, no obstante, nunca fué encontrado. Akenatón tenía un temperamento contemplativo: era un poeta, un soñador sensible a las nociones de belleza, humanidad y justicia, un rey “ebrio de dios”.
Atón era el único dios. No se lo representaba como un hombre con cabeza de animal; se lo adoraba bajo la forma de un signo abstracto, un disco de rayos benéficos. El faraón era sumo sacerdote y profeta. Lo decía en su célebre himno a Atón: “Estás en mi corazón; fuera de mí, nadie te comprende.”
El monoteísmo se afirmó indiscutiblemente. “Has creado la tierra a tu gusto, cuando estabas solo.” El mundo aparecía como creación ininterrumpida del dios; cosas, bestias, hombres, el día y la noche: “La tierra está sumida en las tinieblas, como muerta, y calla porque aquél que lo ha creado todo descansa en su horizonte. Pero llega la aurora, Tú te levantas y tu resplandor disipa las tinieblas”. El himno contiene la idea de una religión universal: “Tú has creado los países extranjeros, Siria, Nubia, y la tierra de Egipto. Tú pones a los hombres en su lugar; sus lenguas hablan diversamente, como son diversos su aspecto y su piel, pues Tú has hecho diferentes a los pueblos”.
Reformas sociales y religiosas.
Para oponerse al poder de la hegemónica casta sacerdotal, Ajenatón ideó una reforma religiosa en torno a un nuevo culto monoteísta, el atonismo, en torno a un Dios-Sol (como lo era anteriormente Ra) único, llamado Atón. Atón se representaba como un gran disco solar, del que salían brazos en disposición radial, que acababan en manos con el signo anj de la vida, para recoger las ofrendas, dando a cambio luz y vida.
El faraón era el único profeta del dios y su intermediario ante los hombres. Para Flinders Petrie y otros antiguos egiptólogos, este fue el comienzo de la primera religión monoteísta. Ordenó construir una nueva capital en el desierto, Ajetatón, que significa “el horizonte de Atón” o “próxima a Atón” (actualmente sus ruinas son conocidas con el nombre árabe de la región: Tell el-Amarna). La ciudad quedó consagrada al dios Atón. Allí se retiró Ajenatón para adorar a su dios. Hizo construir templos con grandes patios, ya que el culto solar debía hacerse al aire libre.
Para dotar de recursos que permitieran construir su nueva capital en Amarna, confiscó todas las tierras que poseían los templos, quitó privilegios a los sacerdotes y buscó el apoyo del clero de Heliópolis, ocasionando su ruina. Como sumo sacerdote de Atón, no aceptaba la autoridad del sumo sacerdote de Amón, que tenía el título de Jefe de los sacerdotes de todos los dioses y un gran poder político. Declinó el culto a Amón, y también a Osiris, ya que el destino en el Más Allá dependía de la lealtad al faraón. Pero el pueblo seguía adorando a los viejos dioses, los artesanos, trabajadores y pueblo común parecían seguir apegados a sus antiguos dioses y supersticiones.
Atón era un dios universal, creador de todas las cosas y anterior al mundo. Su culto no enraizó en el pueblo ya que incluso en la propia capital se han hallado estatuas de otros dioses erigidas en esa época.
La reforma religiosa impuesta por Amenofis IV (Akhenatón) también llegó al ámbito de las representaciones planas. Tal fue su importancia, que los relieves junto a la imagen escultórica son considerados como los soportes básicos en los que Akhenatón, vio reflejada su voluntad renovadora. No se conservan gran número de restos pictóricos, pero, son muchas las obras de relieves que se salvaguardaron de las destrucciones posteriores gracias a su colocación en el interior de los templos. Teniendo en cuenta las normas revolucionarias que dictó el faraón y el porqué de su creación, se describirán una serie de directrices que fueron comunes en todos los relieves.
Akhenatón fue un rey egocéntrico, y esto explica que se autonombrara personaje central de todas la representaciones. Así en las decoraciones de templos y tumbas tanto reales como privadas, la escena principal se reservaba a la imagen del faraón, de su esposa Nefertiti y de sus seis hijas. Esta consecuencia es la que hace dudar de que su reforma fuese únicamente de índole religiosa, dada la peligrosa influencia que el clero de Amón había alcanzado en Egipto. Esta hipótesis se ve reforzada por el hecho de que no es cierto que se encerrase en Amarna abandonando totalmente el mundo, ya que mantuvo cierto interés en la política: si bien es cierto que la destrucción de su recuerdo no ha dejado muchos documentos de política interior, la correspondencia con otros reyes contemporáneos se ha guardado en los archivos de éstos, demostrando que se mantuvo activo, aunque posiblemente derivó muchas de sus obligaciones en sus colaboradores: La imagen de Ajenatón abandonando total o parcialmente su cargo debido a una religiosidad extrema y llevando a Egipto al declive (sobre todo en el exterior) ha ido perdiendo fuerza:
Es claro que mantuvo el status quo en Canaan y Libia. Durante los reinados de Amenhotep III y Thutmose IV, el clero de Amón había sido desplazado por el de Ra y se había introducido el culto a Atón, aunque como un dios secundario.
Su padre había protegido el culto solar, y fue deificado en vida. Ajenatón llevó al límite el sentido religioso de adoración del símbolo solar, convirtiendo a Atón en el dios personal del faraón y por ende, en el de todos y cada uno de sus súbditos. El décimo año de su reinado, Ajenatón ordenó borrar el nombre de Amón y su esposa Mut de todos los monumentos, (hasta de los cartuchos con los nombres de todos los faraones, incluido el de su padre) y confiscar las tierras de los templos de otros dioses. Esto traía consigo una consecuencia económica: los beneficios materiales que disfrutaban los sacerdotes desaparecían, y las tierras asignadas a ellos y sus rentas revertían a la corona, dejando a los sacerdotes sin las inmensas riquezas que acumulaban cada año.
El profundo humanismo de Akenatón se tradujo, asimismo, en un conjunto de medidas que favorecían el individualismo y una cierta democratización de las costumbres. Antes, el soberano elevaba sus plegarias a Amón recluido en un recinto sombrío; era una plática silenciosa y sin testigos, dirigida por un clero hermético y estricto. Ahora que el Sol brillaba sobre todos por igual, el culto empezó a celebrarse en presencia del pueblo y, para que fuera más accesible, se sustituyó la lengua arcaica y literaria por el egipcio vulgar.
El faraón hizo pública su vida cotidiana, dejó de ser un ídolo ante el que había que arrastrarse. El arte se tornó realista y familiar; las pinturas de las tumbas de Tell-el-Amarna aparecen plenas de dulzura y movimiento. Bajo el radiante disco solar, los bajorrelieves muestran al rey y la reina en la intimidad, con sus hijas sobre las rodillas.
Sus preocupaciones espirituales apartaron a Akenatón de otros deberes. Permaneció indiferente a la política exterior y sus adversarios se aprovecharon de ello. Cuando murió, hacia 1354 a.C., Nefertiti tuvo que hacer concesiones ante el clero de Amón, que se había reorganizado. Casó a una de sus hijas con el joven príncipe Tutankatón, de doce años, quien restauró el culto tradicional y se hizo llamar Tutankamón. El hallazgo de su tumba intacta en 1922 concedió a este personaje una notoriedad que no guarda proporción con su importancia histórica.
Astrónomo, matemático y geógrafo egipcio del siglo II de la era cristiana, nace en Tolemaida Hermia (en el Alto Egipto), alrededor del año 100, y vive y trabaja en Alejandría. Su ingenio rivalizó con el del gran Hiparco de Nicea y, en su época, pocos lo sobrepasaron en conocimiento dentro de varios campos científicos, al margen del de la astronomía y cosmología. Para su uso como astrónomo inventó una trigonometría, tan completa, que sobrevivió todo el período de la Edad Media. A partir de su teorema: “La suma de los productos de los lados opuestos de un cuadrilátero cíclico es igual al producto de las diagonales”, Claudio Ptolomeo ha sido en la historia de la Astronomía uno de los personajes mas importantes. Astrónomo y Geógrafo, Ptolomeo propuso el sistema geocéntrico como la base de la mecánica celeste que perduró por mas de 1400 años. Nació en Egipto aproximadamente en el año 85 d.C. y murió en Alejandría en el año 165 d.C. Su entrenamiento y práctica astronómica la lleva a cabo desde Alejandría. En sus escritos se reconocen dos maestros: el matemático Theon de Smyrna y Syrus del cual poco se conoce en la actualidad. Ptolomeo continuó con la política de la escuela de Alejandría, donde se interesó por unificar los conocimientos astronómicos del mundo griego.
Sus libros: Las obras mas importantes de Ptolomeo son: El Almagesto cuyo titulo original era Colección Matemática y, posteriormente, Gran Compilación, pero que desde siempre se ha conocido por su traducción al Árabe. En esta obra presenta la teoría geocéntrica que se mantuvo hasta la critica realizada por Nicolas Copernico en su libro De revolutionibus (1543), y que posteriormente fue reforzada y ampliada por Galileo y Kepler. Dentro del Almagesto se encuentran otros trabajos como: el cálculo de la duración del año tropical (con un error 1/28 de día); duración de las estaciones con las cuales propuso una teoría de movimiento circular del Sol; Teoría sobre los ciclos y movimientos de la Luna; Determinó que las estrellas se encontraban fijas unas con respecto a las otras comparando sus trabajos con los de Hipparchus.
Catalogó 1022 estrellas con 48 constelaciones cuyas descripciones aún se utilizan hoy. Publicó unas tablas derivadas de las teorías del Almagesto pero independientemente llamadas Tablas de mano las cuales solo se conocen por referencias escritas. También se encargo de escribir y publicar su Hipótesis Planetaria en lenguaje sencillo para disminuir la necesidad de entrenamiento matemático de sus lectores. Escribió un trabajo de astrología Tetrabiblos (En sus tiempos, la astrología era un campo de estudio respetable). Otros libros fueron Analemma; Planisphaerium. En otro libro Optics estudia espejos, color, reflexión y refracción. Un último trabajo fue Harmonnica en donde trata la música.
Su teoría Geocéntrica Su teoría geocéntrica describía un universo basado en el sistema descrito por Aristóteles en donde la Tierra se encontraba fija y rodeada por 8 esferas: las primeras 7 con el Sol la Luna y los 5 planetas conocidos en ese momento y la octava con las estrellas fijas. Utilizando modelos geométricos circulares utilizó las esferas para predecir la posición de los astros. El movimiento diferente de los planetas exteriores los explico basándose en la teoría de los epiciclos de Apolonio de Pergamo en donde se supone que cada uno de ellos tiene un movimiento de rotación alrededor de su propia esfera. De esta manera, a pesar de todos los errores que Claudio Ptolomeo cometió en sus trabajos fue uno de los Astrónomos que cambio la visión del universo e intento explicar científicamente la mecánica de los astros. El hecho de que su equivocada teoría halla permanecido por tan largo tiempo no depende de él mismo, sino de las comunidades principalmente religiosas que se encontraron muy cómodas con la teoría geocéntrica y la compatibilidad con sus creencias.
Cleopatra Philopator Nea Thea (la diosa que ama a su padre), nació en el año 69 a C. Fue la última representante de la dinastía ptolemaica o lágida que gobernó Egipto desde el año 305 a. C, en que Ptolomeo I Sóter, general de Alejandro Magno, se proclamó faraón, tras la muerte de éste y de sus sucesores.
Cleopatra no era egipcia, ya que la dinastía procedía de Macedonia. Los ptolomeos establecieron su capital en Alejandría, fundada por Alejandro Magno . Los últimos reyes fueron débiles marionetas de Roma. Fue hija de Ptolomeo XII Neos Dionisos, llamado Auletes, el flautista y posiblemente de su hermana Cleopatra V Trifaena I. Otros hijos de Ptolomeo fueron Berenice IV, Cleopatra VI, Arsinoe IV, Ptolomeo XIII y Ptolomeo XIV.
Tras su muerte y la de su hijo, Tolomeo XV (o XVI, según algunos historiadores) Cesarión, en el 30 a.C., la dinastía desapareció y Egipto fue anexionado al Imperio romano por Augusto.
Los primeros años del reinado de Cleopatra
A la muerte de Ptolomeo XII en el año 51 a C., Cleopatra VII, de 18 años, subió al trono junto con su hermano Ptolomeo XIII Dionisio II (51-47 a C.) de unos 10 años de edad, con el que contrajo matrimonio, como estipulaba el testamento de su padre, depositado en el templo de las Vírgenes Vestales en Roma , y del que Pompeyo Magno fue nombrado ejecutor. Pese a su extremada juventud, Cleopatra contaba ya con un carácter extremadamente resuelto e independiente, como demostró en dos actuaciones muy reveladoras:
Gobernó en solitario, ya que prescinde por completo de su hermano y de su camarilla; por ello, en los documentos de los primeros años de reinado sólo aparece su nombre y en las monedas, su rostro, sin la compañía de su infantil esposo.
Asumió la tradición y el carácter faraónico del antiguo Egipto, como nunca lo había hecho ninguno de los Ptolomeos. Además de ser el único representante de su dinastía que hablaba el egipcio, ahora se propone participar como lo hicieron los antiguos faraones en las ceremonias religiosas. En marzo del año 51 a de C murió el toro sagrado Buchis, venerado como encarnación de Amón, en el templo de Hermontis, cerca de Tebas, en el Alto Egipto, y había que nombrar un nuevo toro sagrado en una ceremonia religiosa en la que el faraón lo conducía hasta su templo, ceremonia en la que no había participado ningún Ptolomeo y en la que Cleopatra decide mostrarse al modo de los antiguos faraones. Una estela conmemorativa recuerda este hecho:
Nació alrededor del año 69 antes de la era cristiana, siendo su nombre completo Cleopatra Filopator Nea Thea. Pertenecía a una familia de reyes egipcios (faraones) pero de origen griego, la dinastía ptolomeica, que ocupó Egipto tras la conquista de Alejandro Magno, y estableció la capital en Alejandría. Si bien respetaron la religión de los egipcios, los griegos introdujeron su idioma, y el resto de su cultura.
Fue su padre Ptolomeo XII Neo Dionisio, apodado Auletes, que significa: flautista. Este seudónimo muestra que el progenitor de Cleopatra fue un Faraón, más devoto de la música, la diversión y las fiestas, que de las tareas gubernamentales. También se lo conoció como Nothos (bastardo) por no poseer madre conocida. Pudo sostenerse en el poder gracias al apoyo romano.
Su madre fue Cleopatra V, posiblemente hermana de su esposo, y padre de Cleopatra Filopator, que asumirá el reinado como Cleopatra VII.
Cleopatra VII tenía dos hermanas mayores, Berenice IV, y Cleopatra VI, y tres hermanos menores, Arsinoe IV, y los Ptolomeos XIII y XIV.
Cleopatra V, asumió como co-regente de Egipto, junto a su primogénita Berenice IV, cuando Ptolomeo debió refugiarse en Roma, a causa de una revuelta (año 58 a. C) organizada por su propia hija Berenice IV. Ésta moriría ejecutada por orden de su padre, en el año 55 a. C., cuando Ptolomeo logró regresar a Egipto, derrotando a su yerno Archelaus.
Sus otros dos hijos, Cleopatra VII y Ptolomeo XII, heredaron el reino a su deceso, acaecido en el año 51 a. C. Fue designado Regente de los hermanos de 18 y 10 años, respectivamente, por disposición de Ptolomeo, el romano Pompeyo, quien fue también el encargado de casar a Cleopatra y Ptolomeo XII, por decisión testamentaria de su padre. Les tocó reinar en un período de crisis, que los obligó a continuar e intensificar la ayuda de Roma. Para obtener el favor de Pompeyo, Cleopatra VII, entregó a los supuestos asesinos de los vástagos del cónsul romano, que un año antes, habían perecido en tierra egipcia.
El reinado y la figura de Hatshepsut ha sido ampliamente discutida en la investigación traspasando en diversas ocasiones los límites de la historia para alcanzar los de la fábula o el mito, aunque siempre en una proporción menor que la última de las reinas que tuvo el Egipto faraónico, Cleopatra VII. A ello han contribuido diferentes factores, desde el simple hecho de que una mujer gobernara la tierra de los Faraones, hasta su problemática relación con Tutmosis III, uno de los faraones más famosos y conocidos de la historia de Egipto junto a Ramses II.
Sin embargo, Hatshepsut no fue la primera mujer en desempeñar labores de gobierno en Egipto, con anterioridad lo habían hecho otras dos mujeres, aunque en el caso de Hatshepsut nos encontramos ante una diferencia cualitativa: es la primera mujer que gobierna en un período de gloria y esplendor y no coincidiendo con el final de una dinastía o de un período histórico, como es el caso de Tauser (tránsito de la XIX a la XX dinastía) o la misma Cleopatra VII, siendo por ello que su figura y la política por ella desempeñada adquiere mayor relevancia e interés.
Durante la XVIII Dinastía, Egipto gozaba de riquezas y conquistas militares cuando Tutmosis I y su reina principal, Amosis, trajeron al Imperio una hija que se llamó Hatshepsut. Ella seguramente estuvo observando a su padre por mucho tiempo y estuvo muy orgullosa de él gracias a sus logros. Hatshepsut creció entre tres hermanos, dos de los cuales murieron antes que su padre dejando a un tercer hijo junto a ella. Este tercer hijo de Tutmosis I se llamó Tutmosis II, sin embargo, este era aún muy joven para reinar en Las Dos Tierras, el Alto y Bajo Egipto. Para darle una posición más firme a Tutmosis II ante la muerte de su padre, este fue desposado con Hatshepsut para que ambos tomaran el trono de Egipto.
Como de costumbre Tutmosis II realizó campañas militares en los territorios extranjeros y sus dos éxitos más importantes tuvieron lugar en Nubia y Siria. Hatshepsut era su esposa principal y ambos tuvieron una hija llamada Ranofru. De Isis, una concubina de Tutmosis II, nació un niño que se le dio el nombre de Tutmosis III. A pesar de que Tutmosis II parecía tener mucha energía en el ejercito, murió muy joven, tan solo estuvo 14 años en el trono junto a Hatshepsut. Hatshepsut fue una de las pocas reinas que detentaron el título de faraón en la historia del Antiguo Egipto, pero no fue la primera, puesto que ya habían existido mujeres faraones en el Antiguo Imperio y en el Imperio Nuevo, pero se diferenció de ellas en que Hatshepsut es el jefe de un Egipto rico y poderoso.
Era hija de Tutmés (Tutmosis) I, que preparó a su hija para ejercer el poder, y de la reina Ahmose.
Se casó con un hijo de su padre nacido de una concubina, Tutmés (Tutmosis) II, cuyo reinado fue breve (1493-1490 a.d.c.), muriendo prematuramente. Tras la muerte de su esposo y hermanastro, Hatshepsut correinó con su sobrino, aún niño, Tumés (Tutmosis) III, hijo del faraón difunto y de una concubina.
Durante siete años la reina viuda se conformó con un papel político secundario. Pero el apoyo tanto del clero de Amón como del visir Hapuseneb, del arquitecto real Senmut y de Tuti, intendente de Amón, permitió a Hatshepsut que se proclamara faraón, relegando a Tutmés (Tutmosis) III a otras actividades menores.
Reconocida como rey, masculinizó su imagen.
Uno de los personajes más importantes de toda la historia de Egipto, quien ostentó innumerables cargos, entre los que podemos destacar los de visir del faraón Dyeser, médico, arquitecto, administrador del palacio, o gran sacerdote en Heliópolis. Constructor de la primera gran pirámide levantada en aquel país, (la pirámide escalonada de Saqqara), en virtud de sus trabajos y sabiduría llegaría con el tiempo a ser deificado.
Entre sus títulos, conocidos gracias a los jeroglíficos existentes en los restos de una estatua del rey Djeser hallada en Saqqara, tuvo los de Canciller del Bajo Egipto, Príncipe real, Juez principal, Sumo sacerdote de Heliópolis, Jefe de los trabajos públicos, Carpintero y Albañil real. Para él construyó la pirámide de Saqqara, que tiene el mérito de ser el primer edificio funerario de estas características en Egipto. La obra se singulariza por estar construida en piedra, en lugar del ladrillo o la madera que eran habituales hasta entonces, y por ser escalonada, como si se tratara de una serie de mastabas superpuestas. Durante el período tardío, Saqqara fue destinado a ser la tumba de animales sagrados como bueyes (encarnación de Apis) halcones, ibis y babuinos.
Sin dudas, la época de esplendor de la necrópolis fue produjo durante el imperio antiguo, época de la que datan grandes construcciones como la Tumba de Namer, faraón más antiguo enterrado en Saqqara, las Pirámides de Dyeser, Unis, Userkaf, Isesi, Teti, Pepi I, Merenra I y Pepi II, así como también las mastabas y el Serapeum, como se le llamaba al lugar destinado al enterramiento de los animales sagrados.
Este lugar, consagrado al dios Sokar y de más de 6 kilómetros de longitud y 1,5 de ancho, fue testigo de una construcción revolucionaria para su época y que aún sigue asombrando a quienes las visitan, se trata de la pirámide escalonada. Construida por el famoso arquitecto Imhotep -de que se dice fue el primer arquitecto del mundo- por orden del faraón Zoser, conocido también como Dyeser, de la tercera dinastía, se convirtió en la primera construcción de esta naturaleza. Otro atractivo de la necrópolis son las mastabas correspondientes a la primera dinastía de faraones egipcia.
Las mastabas son pirámides truncas de aproximadamente 20 metros de alto y en un principio eran construidas con adobes, los egipcios más ricos elegían la piedra como material principal.
Imperio Antiguo. Se inicia hacia 2.650. Dinastías III a VI. Finaliza hacia 2.150.
Hoy veremos al primero de los faraones que construyeron las tres pirámides más famosas, las situadas en la llanura de Giza, o Gizeh. Snefru construyó las dos suyas en Dashurh.
Keops (2.551 – 2.528) de la cuarta dinastía, sucesor de Snefru. Construye la Gran Pirámide. La base mide 230 por 230 m. La altura es de 146´6 m. Consta de unos dos millones y medio de bloques, de un peso medio de 2´5 toneladas.
Es raro encontrar imágenes del faraón Keops. En el libro que manejo hay dos, una de ellas es ésta. Padre : Sbefru. Madre : Hetep-heres. Esposas : Mertitefa , Sedat , Nefertkau. Hijos: Khefren , Hersaf , Ka-uab, Nefermaat. Hijas : Hontsen , Merisankh. Se encuentra registrado en la lista de Abydos y en la de Sakkara.
Su nombre significa: El dios Khnum me protege. Los historiadores no han asegurado la cantidad exacta de años que abarcó su reinado , se estipula en alrededor de 45 a 60 años. Durante su reinado la monarquía alcanzó su poder, que recayó absolutamente en el faraón. Fue un amante del lujo , por lo que decidío enviar una expedición al Sinaí en busca de truquesas
El faraón Keops, (los egipcios lo llamaban Jufu ) sería , para nosotros, un desconocido , si no fuera porque hizo construir la pirámide donde fue enterrado y que lleva su nombre. Este monumento es grande por sus dimensiones,ya que mide 145 metros de alto , y cada uno de sus lados tiene 230 metros de largo.Construida según los planos de nobles ingenieros,las pirámides son monumentos levantados también a la gloria del Sol, un dios adorado por los antiguos egipcios bajo el nombre de Ra. El hijo de Keops ,Kefrén ,hizo construir, igualmente ,una pirámide al lado de la de su padre ,cuidando de no elevarla más que la anterior. Estas tumbas gigantes indestructibles,-que han resistido más de 40 siglos sin daño aparente-simbolizan la grandeza y poder de los faraones
Sebenitos, actualmente Samannud, c. 305-?, c. 246 a.J.C.) Sacerdote e historiador egipcio. Redactó una historia de Egipto, Aigyptiaká, desde los tiempos míticos hasta la conquista de Alejandro Magno. Sólo se conservan de ella fragmentos y compendios. Su clasificación en treinta y una dinastías ha sido adoptada por los historiadores modernosGran sacerdote de Heliópolis durante el reinado de Ptolomeo III, le debemos sobre todo una Historia de Egipto, en la cual expone la más importante cronología de los reyes de este país, si bien solo nos ha llegado de ella fragmentos de forma indirecta merced al judío Flavio Josefo, y a los cristianos Sexto Julio Africano y al obispo Eusebio de Cesarea. Nacido en Sebenitos, participó en la política de acercamiento entre griegos y egipciosLa figura de Manetón constituye, sin lugar a dudas, una de las más sugerentes, si no la que más, entre el conjunto de autores egipcios que utilizaron el griego como lengua escrita. Hay dos razones que contribuyen de manera esencial a justificar esta visión del personaje. La primera gira en torno a la temática de su obra centrada en la historia y la religión del Antiguo Egipto. Que éste es un tema eterno incluso en las épocas en que parece eclipsarse la popularidad de los estudios relacionados con la historia antigua, es algo que se desprende fácilmente de la continua corriente de obras que al respecto, bien sean históricas o de creación, se vienen editando de manera ininterrumpida prácticamente desde Champollion hasta nuestros días. Tal parece que los descubrimientos del mestizo que acompañó a Napoleón en su aventura egipcia no sólo dejaron al descubierto buen número de los secretos vinculados a esta civilización semienterrada sino que también abrieron camino para que no pudiera verse sepultada de nuevo en el interés del hombre corriente.
Pero al carácter, atrayente sin duda, de la temática de esta obra manetoniana se une una segunda nota no menos sugestiva. Nos referimos al enigma ligado indisolublemente a la misma. Efectivamente, la Historia de Egipto o Crónica egipcia de Manetón sólo ha llegado a nosotros gracias a fragmentos que, además, se hallan insertos en diversos autores, generalmente, de no escaso relieve. Constituye este hecho peculiar una buena prueba del predicamento disfrutado por el autor egipcio en la Antigüedad. Dentro del conjunto de restos, laboriosamente conservados por sus prestatarios, encontramos junto a las citas más amplias de Flavio Josefo, Julio Africano y Eusebio, referencias al mismo en Diógenes Laercio, Eliano, el Etymologicum Magnum, Lido, Malalas, los escoliastas de Platón, Plutarco, Porfirio, Teodoreto y Teófilo. Manetón constituía para ellos referencia obligada, quizá la más importante, a la hora de acercarse a la milenaria cultura egipcia.
Nuestro autor fue un fruto más de un magma cultural que llevó a varios no-griegos a narrar en lengua helénica las maravillas de sus patrias. Estas yacían en buena medida postradas en un proceso de decadencia siquiera política y aquella adversa circunstancia contribuyó a un intento de preservar de aciagos tiempos la gloriosa huella del pasado. Ejemplos de esta misma actitud fueron asimismo Beroso o a los autores judíos de los libros de los Macabeos, si bien pocos lograron, como Manetón, seguir siendo leídos con interés mucho tiempo después de su época, que en el caso del egipcio fue el siglo III antes de Cristo. Como tendremos ocasión de ver en las páginas siguientes, aquel interés no se limitó a la simple lectura sino que llevó a la utilización del mismo con ocasión de combates dialécticos de corte nacionalista (Josefo) o religioso (Julio Africano, Eusebio) convirtiéndose, gracias a estas fuentes, en fuente de referencia obligada el historiador medieval.
Comenzando por los textos más alejados de la época en cuestión, tenemos la obra de Manetón, el sacerdote que vivió bajo el reinado de Ptolomeo V (205-181 a. C.). Manetón escribió en griego una extensa obra que hoy conocemos gracias a otros autores como Flavio Josefo. En su libro sobre la Historia de Egipto, dice:Tumaio. Durante su reinado, por causas que me son desconocidas, la ira del señor se abatió sobre nosotros e inesperadamente, unos hombres de oscura estirpe, procedentes de Oriente, invadieron con osadía nuestro país… Destruyeron las ciudades, arrasaron los templos de los dioses y trataron con extrema crueldad a los habitantes del país.[1]
Este hecho, la invasión de los Hicsos procedentes de Palestina, que Manetón narra en términos dramáticos, había sucedido 1.500 años antes de que el sacerdote escribiera su obra. Sorprende que, tanto tiempo después, un acontecimiento histórico siguiera recordándose como un suceso tan traumático.
La invasión hicsa debió ser un hecho violento, pero vino precedida de incursiones pacíficas de Asiáticos en el Delta desde la Dinastía XII. La representación en la tumba de Jnumhotep en Beni Hassan, de la XII Dinastía, en la que aparecen unos Aamu, Asiáticos, es una prueba de esta infiltración pacífica
Lo cierto es que la invasión de los Hicsos siempre se había visto por los egipcios como una ruptura del orden que regía la historia del país. En el Templo de Sethy I en Abydos hay una lista de Reyes en la que el propio Sethy y su hijo, el futuro Ramsés II, presentan los cartuchos con el nombre de coronación de sus predecesores en el trono de las Dos TierrasEra así como interpretaban los egipcios la historia, como una pacifica sucesión de monarcas. El pasado era un modelo a imitar, un mito que servía de ejemplo para el presente.
En la lista de Abydos hay 75 antepasados que parecen seguir un orden histórico, pero en realidad no es así. Faltan los reyes que gobernaron durante los periodos de debilidad o de división, es decir, épocas en las que no prevalecía la Maat. En el espacio correspondiente a los monarcas del Segundo Periodo Intermedio y de la Dinastía XVIII, faltan los Reyes Hicsos, Hatshepsut y los monarcas de la crisis Amárnica, desde Ajenatón hasta Ay, es decir, todos aquellos reinados que no se correspondían con la imagen ideal del pasado.
Pero hay otro importante documento que nombra a los monarcas Hicsos, es el Canon de Turín, una lista de reyes de la época de Ramsés II, escrita en papiro. Fue encontrada por Drovetti a principios del siglo XIX y se conserva en cincuenta fragmentos en el Museo Egizio de Turín
Los Reyes Hicsos aparecen en este documento sin cartucho y con un signo que indica su condición de extranjeros, otra evidencia del rechazo de los egipcios a estos invasores asiáticos. Los Reyes Hicsos es el Canon de Turín son seis; algunos autores los llaman los Grandes Hicsos, y constituyen la XV Dinastía de Manetón. Fue también Manetón quien los llamó con este nombre, Hicsos, cuyo origen son las palabras egipcias: El nombre Manetón significa posiblemente «Verdad de Tot» y sabemos que bajo la Dinastía XIX hubo un sacerdote al que se denominaba «Primer Sacerdote de la Verdad de Tot»1. No obstante, la etimología del nom¬bre dista mucho de resultar innegable. W. G. Waddell señala, entre otras posibilidades, las de que Manetón pudiera significar «Don de Tot», «Amado de Tot» o «Amado de Neit». Cerny prefirió trazar la etimología del nombre a partir del copto dándole el significado de «mozo de cuadra».
El mayor problema para tal interpretación radica en el hecho de que el término copto no aparece nunca como nombre propio. En términos generales, pues, podemos aceptar prudentemente que el nombre Manetón tenía un significado teóforo y constituía por ello un apelativo adecuado para un sacerdote. Más difícil resulta saber si fue el nombre original del autor que tratamos o si estaba ligado a su profesión clerical.
Nombre genérico usado por diversas reinas egipcias, aunque ninguna de ellas llegó a ser tan famosa como la esposa principal de Ramsés II, (con quien tuvo 6 hijos, entre ellos su primogénito Amenhirjopeshef), y a la cual no solo dedicó un extraordinario templo en Abu Simbel, sino de la que se conserva la más majestuosa de las tumbas del Valle de las Reinas. Fue la primera esposa y la favorita de Ramsés II. Sus orígenes se desconocen aunque se sabe que era egipcia y posiblemente tebana, al ser uno de sus títulos el de “Amada de Mut”, una diosa de Tebas. Se cree también que si no estaba emparentada con la realeza, lo estaría con una familia de clase alta. Las inscripciones encontradas que le hacen referencia la nombran de varias formas. Gran Esposa Real y Dama de las Dos Tierras cuando se alude a su rol monárquico, o esposa y madre de dios por ser esposa de Ramsés y madre de su primer hijo. También se la describe como Dama Adorable, Digna de Alabanza, Hermosa de Rostro y Dulce Amor, en lo que parecen alabanzas del propio Ramsés II.
Nació en Egipto, aunque se ignora con exactitud la fecha. Rápidamente se convirtió en la favorita del faraón, quien la elevó a la categoría de diosa. Con sólo 15 años de edad ya había engendrado al heredero. Fue una verdadera mujer de estado y propició el fin de la guerra con el imperio hitita.
El reinado del faraón egipcio Ramsés II (1298-1235 a.C.) está considerado como el cenit de aquella civilización milenaria bañada por las aguas del río Nilo. Si bien, la majestuosidad de este poderoso mandatario de la XIX dinastía pudo sustentarse en sus principales años de inteligente gobierno, gracias, en buena medida, a la armonía y serenidad que era capaz de transmitir su esposa favorita.
Nefertari, como otras relevantes féminas del antiguo Egipto, tiene orígenes inciertos envueltos con abundantes dosis de neblinoso misterio. Acaso, podamos especular con las sureñas ciudades Ajmin o Tebas (Egipto), como lugares que la pudieron ver nacer, aunque no se sabe con exactitud su fecha de nacimiento. De igual manera, ignoramos la raíz concreta de su linaje, aunque algunos egiptólogos piensan que provenía de estirpe real y, en ese sentido, se la entronca con el faraón Ay, de la XVIII dinastía, de quien podría ser bisnieta.
Sea como fuere, el primer testimonio fidedigno sobre esta hermosa mujer lo encontramos en tiempos del faraón Seti I, quien dejó en herencia a su hijo Ramsés II un país que gobernar y también un fabuloso harén, integrado por las más espléndidas mujeres de la época. Entre ellas, se encontraba Nefertari. Ésta impresionó al joven por su belleza y carisma, virtudes que consiguieron llevar a Ramsés hasta el altar de los dioses egipcios para, desde allí, consagrar a la antigua concubina como segunda esposa oficial y predilecta, en detrimento de Isis-Nefert, su primera mujer.
Para entonces, Nefertari, de apenas 15 años, ya había alumbrado a su querido primogénito Amón-Her-Jepesh-Ef. Tras él, llegarían tres varones más y dos hijas, las cuales también serían reinas gracias al matrimonio con su propio padre. Empero, toda la prole engendrada por Ramsés y Nefertari no conseguiría sobrevivir a su progenitor. Éste, a pesar de ello, no tuvo excesivos problemas para ser sucedido, pues a lo largo de su existencia contabilizó más de 150 descendientes legítimos o naturales.
Nefertari no se limitó a ser un simple objeto de decoración al lado de su esposo y ocupó los más de 20 años que el destino les concedió juntos en labores de Estado, como las diplomáticas, o en relevantes ceremonias religiosas, donde asumió un papel protagonista propio de grandes sacerdotes.
Precisamente, en ese tiempo, Egipto sostenía un duro conflicto bélico con el imperio hitita, y en dicho contexto se produjo la célebre batalla de Kadesh (1288 a.C.), en los territorios de la actual Siria, que ha pasado a la Historia por ser la primera refriega militar de la que quedó constancia documental escrita. La propia Nefertari participó de forma activa en las negociaciones de paz con los hititas tras 17 años de agotadora contienda. Envió numerosos documentos epistolares y magníficos regalos al rey de Hatti, Hattullis III, y a su esposa Pudu-Hepa, con quien dicen que la egipcia trabó una buena amistad, circunstancia que permitió de forma decisiva poner la rúbrica final a la guerra.
El faraón valoró con generosidad el buen hacer de su favorita y, subyugado por la belleza y elegancia de ésta, no tardó en elevarla a la categoría de diosa, concediéndole la gracia de Nefert-Ary Merit-En-Mut, en clara identificación personal con Mut, la amada esposa del todopoderoso dios Amón. Asimismo, Ramsés II le concedió el título de Señora de las Dos Tierras, hecho inusual que permitió a Nefertari ser regente de Egipto en ausencia de su esposo.
Lo cierto es que el faraón estaba profundamente enamorado de su esposa y siempre la trató como un igual en diferentes eventos de la vida social y religiosa de Egipto. Los epítetos elogiosos con los que el mandatario obsequió a su mujer tuvieron su plasmación en el extraordinario templo que le dedicó –junto a la diosa Hathor– en Abu Simbel (Egipto), llamado «Pequeño Speos». En los nichos de la fachada aparecen colosales figuras de Nefertari de un tamaño similar a las del propio faraón.
Por otra parte, Ramsés II ordenó construir en el Valle de las Reinas el sepulcro más bello jamás concebido para una esposa real, pues decidió que su cuerpo mortal pasaría junto a ella al reino sobrenatural para vivir unidos el resto de la eternidad.
Nefertari falleció en torno a 1250 a.C., sepultada con honores dignos de una deidad egipcia. Por desgracia, su tumba llegó a nuestros días expoliada en su casi totalidad. No obstante, su descubrimiento, en 1904, por parte del arqueólogo italiano Ernesto Schiaparelli supuso todo un acontecimiento histórico. En el yacimiento se recogieron 50 objetos de escasa importancia, pero quedó constatado que era el hipogeo original que albergaba los restos de esta singular egipcia, cuya digna heredera sería la mismísima Cleopatra.
Nefertiti, cuyo verdadero nombre era Nofretete (“la belleza que nos llegó de allí”), era sobrina de la reina Tiy, esposa principal de Amenotep III el Magnífico. Nació en 1397 a.C. como primogénita de Ay y su primera esposa, cuyo nombre se desconoce pero de la que se conserva el renombre de una gran belleza. Ay se casó aún otras dos veces, una con la también muy hermosa Tey, que le dio a su segunda hija Mutnedjemet, y en último lugar con su propia nieta, a la que desposó con 82 años. La belleza de Nefertiti destacó muy pronto entre sus iguales, así como su afecto por su joven primo Amenhotep (o Amenofis). En 1381 a.C., con dieciséis años, Nefertiti contrae matrimonio con el futuro faraón, y ese mismo año nace su primera hija. El reinado de Amenhotep IV empezaría el siguiente año, y tendría una gran importancia histórica.
Su padre, Amenhotep III, había desafiado a la poderosa casta de los sacerdotes nombrando a Atón como la principal deidad egipcia, y a sí mismo como su encarnación en la Tierra. Por aquel entonces Egipto era un país próspero que vivía en paz, pero Amenotep IV no parecía dispuesto a abandonar el camino que le había indicado su padre. Cambió su nombre para honrar al nuevo dios y se hizo llamar Akenatón, “Atón está satisfecho Luego impuso el primer monoteísmo de la historia prohibiendo el culto a los dioses tradicionales y especialmente al favorito de los sacerdotes, Amón. Prohibió la representación de los dioses con cabeza de animal y cambió el nombre de Tebas por “el esplendor de Atón”. Los artistas egipcios de la época recibieron una mayor libertad para representar escenas cotidianas desligando en mayor medida la expresión artística de los rituales religiosos.
Otros datos biográficos. Fue hija de Aya el cual al terminar la dinastía fue quien tomo el gobierno de Egipto, esto puede mostrar que Nefertiti tenía un componente dinástico mucho más directo que Horemheb casado con Mutnodjme la cual aparece en las primeras tumbas de Amarna como hermana de Nefertiti y posteriormente en su tumba como hija de Aya. Nefertiti ofrendaba a Atón, se cree por su papel de Esposa del Dios ( Ahenaton ).
Ella usa la vestimenta de Esposa del Dios, (el fajín y las cintas rojas sobre un vestido ajustado), y en su forma de Hator potencia la fertilidad del dios y lo encarna en la fiesta Sed de Akhenatón, esto se entiende como que Nefertiti participa en la “carga de energía ” siendo ella portadora de la divinidad. Toma el nombre de Nefer-Nefru-Atón-Nefertiti, esta titulación da la idea de nombre de reinado, podria ser ella prueba de corregencia? Antes que Smenkhkare? Esta idea se puede apoyar por ciertas imágenes de Nefertiti en forma de faraón o regente. Así se la puede ver en su barca blandiendo una maza y golpeando a los enemigos otra imagen del mismo tenor se encuentra en un bloque de Karnak, en ella Nefertiti golpea con una maza a “prisioneras” arrodilladas ante ella.
Estas muestras son clásicas de la epresentacion de un faraon.Con el descubrimiento del busto de Nefertiti por un equipo de arqueólogos que trabajaban para la sociedad alemana de Oriente, bajo la jefatura del profesor Borchardt de Berlín, el mundo fue seducido por la belleza serena de una reina olvidada.La primera persona que vio cara de Nefertiti en 3300 años fue Mohammed Ahmes Es-Senussi.
En diciembre 6 de 1912, él cavaba en la rejilla P_47 del sitio 19 (el área fue dividida en rejillas que medían 600 pies cuadrados) Un grito de Mohammed atrajo todas las palas al área, enviaron por el profesor quien dormitaba en su choza, después de su comida del mediodía.
El busto que es muy famoso se hallaba enterrado en los escombros. Una vez que estuvo destapado, la hermosa figura de la piedra arenisca se comprobó que estaba en bastante buenas condiciones, el único daño visible era los lóbulos saltados y el embutido de la retina del ojo izquierdo, que faltaba.
Su cara se ha convertido en símbolo de belleza mejor conocido en la historia en conjunto con la mascara de Tutankhamon
Escriba que narró la famosa batalla de Qadesh, (en la que se enfrentaron los ejércitos de Ramsés II y el rey hitita Muwatalli), algunos de cuyos fragmentos están grabados en las paredes de los templos de Karnak, Abu Simbel y Ramesseum, así como en los pilonos del templo de Luxor.
De acuerdo con el poema de Pentaur, al día siguiente hubo un breve pero furioso encuentro que no tuvo ningún resultado.
Los egipcios sólo disponían de dos divisiones intactas para el combate, a su vez los hititas habían visto desaparecer a la mayoría de sus carros y sufrido bajas considerables entre las que se contaba el hermano del rey y numerosos oficiales de alto rango. Seguían contando con una infantería más numerosa de la egipcia, pero menos disciplinada. Autores como Jacq y Kitchen siguen al poema de Pentaur y dan por efectuado ese segundo combate. Otros como Moret, Pirenne y Lalouette no lo mencionan. En tanto que Desroches Noblecourt cree que no tuvo lugar y que se limitó a la presencia de los dos ejércitos. En estas circunstancias, Muwattali ofreció la paz al faraón.
Este comprendió la dificultad de proseguir la campaña, aceptó la suspensión de hostilidades, aunque no un tratado de paz y ordenó el regreso a Egipto.
Ramsés II hizo un triunfal regreso a Egipto. El país lo recibió con entusiasmo. El faraón ordenó inmortalizar el triunfo en una serie de escenas e inscripciones. Se escribió un poema que es conocido con el nombre del escriba que lo transcribió, es el poema de Pentaur. Diversos autores han criticado que se presentase como una gran victoria una batalla cuyo resultado había sido un empate. Se ha hablado de propaganda, deformación de los hechos, vanidad del faraón, etcétera.
En realidad, Ramsés II tuvo pleno derecho de celebrar una gran victoria que había transformado un desastre en triunfo y que se debía a su valentía e intervención personal. Kitchen observa que sin la actuación del faraón la situación de Egipto hubiese sido crítica, el ejército destrozado y el faraón muerto o hecho prisionero. Ramsés II hizo posible que la debacle se convirtiera en resonante triunfo.
Hizo honor a su nombre de coronación: User-Ma’at-Ra Setep-En-Ra, que significa: poderosa es la justicia de Ra, el elegido de Ra. Demostró ser el rey que aseguraba la protección de Egipto, la muralla que defendía al país y al ejército, la estrella que perseguía a sus enemigos, ser quien ataba a los países extranjeros. Justificó estos y otros títulos. Era justo celebrarlo.
El texto que acompaña a las escenas en bajorrelieve es breve, casi seco, Desroches Noblecourt lo llama el boletín militar. En cambio el poema de Pentaur es de un gran lirismo, se suprimen ciertos detalles y se magnifican, otros es la visión de una epopeya digna de parangonarse con los relatos de Homero. Debe recordarse que las palabras y las imágenes tenían gran importancia en Egipto. Lalouette y Desroches Noblecourt precisan que al representar la batalla en los templos egipcios se eternizaba la victoria mediante la magia del verbo y la imagen; al hacerse perenne el milagroso combate se aseguraba un devenir inmortal para las victorias del faraón y se tendía en Egipto una red mágica que reforzaría el esfuerzo de los ejércitos. La victoria se renovaría cada día; así el heroísmo de Kadesh alentaría y protegería a Egipto.
Consecuencias de la batalla. Es cierto que el resultado final se tradujo en un empate que incluso favoreció al rey hitita, ya que Kadesh no fue tomado y Muwattali aprovechó la retirada egipcia para ocupar el país de Amurrú y la provincia de Upi (Damasco). Sin embargo, en los años que siguieron los hititas no se atrevieron a enfrentar su ejército a los egipcios, mantuvieron una política de provocar conflictos y sublevaciones en los estados bajo el control egipcio. Ramsés II llevó a cabo varias campañas para asegurar Canaan y Fenicia.
Llegó a recuperar Upi y tomar varias ciudades hititas. Pasados algunos años, el cambio de circunstancias y el peligro asirio, hicieron que el rey hitita Hattusil III buscara el apoyo de Egipto y firmara con Ramsés II un tratado de paz.
Resultado de la decisión de Ramsés II de perpetuar su victoria fue la creación de una espléndida serie de escenas en bajorrelieve en los principales templos de Egipto: Karnak, Luxor, Ramesseum y Abu Simbel. Kitchen y Desroches Noblecourt coinciden al expresar que esas épicas composiciones no son el producto de especulaciones fantasiosas sino que provienen de la información proporcionada por testigos presénciales de la batalla. Hay gran vitalidad y veracidad en el tratamiento de los sucesos. Se presentan los momentos críticos y también aspectos anecdóticos.
El espectador puede llegar a participar de la emoción que se desprende de los relieves. Aparece el campamento real con multitud de detalles y la irrupción de los carros hititas. Detalle excepcional es el de un jinete egipcio que parte a galope en busca de refuerzos, ya que los egipcios no utilizaron los caballos como animal para montar. Es impresionante y majestuosa la escena que muestra a Ramsés II en su carro de guerra enfrentando a los enemigos.
También puede verse la llegada de los “Nearín”, el enfrentamiento de los dos grupos de carros de guerra y el desastre hitita en el río Orontes, así como otros muchos sucesos. Puede decirse que muchos acontecimientos han caído en el olvido, pero la gesta heroica de Ramsés II, el Grande, sobrevive gracias a los bajorrelieves que la representan en los templos y que constituyen una obra maestra del arte. egipcio
Nieto de Ramsés I e hijo de Seti I, se cree que Ramsés II no había sido el primogénito del faraón, sino que tenía un hermano mayor cuyo nombre no ha perdurado. Pero su padre quiso asegurar la sucesión en vida designándole heredero y vinculándolo al poder en calidad de corregente.
Al joven príncipe le fue otorgado entonces un palacio real y un importante harén, y debió acompañar a Seti en las campañas militares emprendidas para sofocar las rebeliones en Palestina y Siria. También lo secundó en la guerra contra los hititas que habían ocupado los territorios de Siria. Rey, XIX dinastía, Reino Nuevo. Hijo de Sethi I. Enterrado en la KV 7, en el valle de los reyes.
Su abuelo, Ramsés I, del que heredó el nombre, era general del ejercito y visir (primer ministro) del faraón Horemheb, que al verse anciano y sin descendencia decidió designarle, siendo además de su visir su hombre de confianza, príncipe hereditario de la tierra , evitando de esta manera de una sucesión disputada. Con la muerte de Horemheb en 1306 a.C., se cierra la dinastía XVIII y con la subida al trono del abuelo de Ramsés II, con el nombre de Ramsés I, se inició la XIX dinastía. Al morir Ramsés I, tras tan solo un año de reinado, le sucedió en el trono su hijo Sethi, que demostró durante su reinado que las enseñanzas recibidas en el arte de la guerra habían surtido su efecto. Así Ramsés II hijo de Sethi, con el que fue retratado siendo un niño ensogando un buey sagrado e inspeccionando el rollo invocador de los ancestros que habían ocupado el trono de Egipto antes que ellos, se convirtió en heredero de un país con una grandiosa historia de 1700 años a sus espaldas.
Sus títulos: Nombre de Horus: Toro potente, amante de la JusticiaNombre de Nebty: Defensor de Egipto, vencedor sobre los extranjerosNombre de Horus de Oro: Potente y duradero, grande en el triunfoNombre de Nesu-Bity: La Justicia de Ra es poderosa, elegido de RaNombre de Sa-Ra: Nacido de Ra, amado de amón.
Cuanto tuvo diez años fue nombrado heredero y comandante en jefe del ejército; desde ese momento tuvo un harén a su disposición y acompañó a las tropas en algunas campañas contra los hititas y los libios. A los 16 años fue asociado al trono imperial por Sethi, continuando con su educación política.
Se casó varias veces, pero la primera mujer y su favorita fue Nefertari, que murió tempranamente. Otras reinas fueron: Isinofre, que le dio cuatro hijos -entre ellos Merenpta, el sucesor-, y las princesas hititas En la época del faraón Ramses II, las tribus de hebreos que habitaban en las cercanías del río Nilo comenzaron a ser una amenaza para los egipcios. Por ello el faraón mandó matar a todo los bebés varones, arrojándolos al Nilo, e hizo de los hebreos sus esclavos. Una madre desesperada puso a su hijo recién nacido en una canasta y la echó a flotar sobre el río. La hija de Ramses II lo encontró y como ella era estéril decidió adoptarlo, nombrándolo Moisés, que en egipcio antiguo quiere decir mi hijo.
Dentro de la importante política exterior desarrollada por este faraón podemos destacar su lucha contra el Imperio hitita, una de las potencias hegemónicas en este momento en la zona de Oriente Medio, que se localizaba en el centro de la actual Turquía y que había sometido a vasallaje al importante reino de Mitani. Sethi I, que había precedido a Ramses II también había realizado importantes campañas militares contra este estado. Ramses II llamado “el Grande” se dirigió con su ejército hacia Siria a través de Palestina, para enfrentarse al Imperio hitita.
En el Valle del Orontes, cerca de la ciudad de Kadesh se enfrentaron cuatro ejércitos egipcios, con la infantería hitita provista de rápidos carros de guerra. Ramses II, aunque no consiguió la deseada victoria, si pudo poner fin a las hostilidades entre ambas estados. En el año 1280 Ramses II y Hatusil III, rey de los hititas establecen un pacto de no agresión y defensa mutua, por el que se restablece el equilibrio de fuerzas en Siria con el Orontes como frontera.
Posteriormente Ramses II contraerá matrimonio con una princesa de los hititas, lo que reforzará el pacto entre ambas potencias. En los muros de los templos de Karnac, como en Abu Simbel, se relata detalladamente este acontecimiento, de extraordinaria importancia en aquella época. En definitiva su reinado junto al del faraón Sethi I, constituyeron el momento más importante del Imperio Nuevo.
La arqueología, gracias al descubrimiento por Emil Brugsch de la tumba colectiva de Der-el-Bahari, ha podido recuperar junto a otras momias reales, la momia del faraón Ramses II, que se había conservado en buen estado y que actualmente está depositada en el Museo de El Cairo, junto a numerosos testimonios del arte y la cultura egipcia de este período del Imperio Nuevo.
Faraón egipcio de la XVIII dinastía (?, h. 1372 – Tebas ?, 1354 a. C.). Tutankamón era yerno del faraón Akenatón, que murió sin dejar hijos varones; por ello le sucedieron sus yernos, Semenkera y Tutankamón; este último, hermano del anterior, accedió al Trono hacia el 1360 a. C.
De hecho, hasta la muerte de su suegro, Tutankamón llevó el nombre de Tutankatón, en honor del dios solar Atón cuyo culto había impulsado Akenatón con carácter casi monoteísta. Los faraones fueron los reyes del Antiguo Egipto, considerados dioses y teóricamente dueños de hombres y bienes. El faraón Akenatón necesitaba un hijo que le sucediera, ya que sólo había engendrado a seis niñas. Se dice que su esposa Nefertiti escogió a una esclava, Kiya, que murió en el parto del niño. Tut Anj Amón, cuyo nombre significa “Perfecta vida de Amón” perteneció a la XVIII dinastía, y nació en 1354 a.C.
Se Casó a los diez años con la princesa Ankhsen Amón, hija de su madrastra Nefertiti. Un año antes había subido al trono tras la muerte del faraón Smenker, aunque el poder político lo detentó su visir, Ay, y el militar el general Horemheb. Ambos acordaron que a la vuelta de una cacería, el faraón sufriría un accidente. Decidieron no utilizar el veneno porque el ambiente en torno al faraón estaba ya muy suspicaz, e incluso el propio general había sido invitado a probar la fruta antes que el soberano.
Con él se restablece el culto a Amón y restituye al templo de Karnak su anterior importancia. Fue el hijo 3ro de Amenhotep III, prueba de ello son las representaciones en el templo de Luxor y objetos personalesque muestran que Tutmés IV es su abuelo. El análisis de sus restos le dan una edad de unos 18 años en el momento de su muerte. Un bloque hallado en Amarna en conmemoración del nacimiento de Tutankhamón, lo muestra sin barba postiza ni ureo, dando a significar que es un heredero de segundo orden o príncipe, como debe ser por ser hermano menor de Smenkhkare.En cuanto a la madre seria Sitamon lo cual explica el porque de tantas piezas del ajuar funerario de Smenkhkare su hermano, en su tumba
Desde el descubrimiento del cuerpo del joven rey en KV62 por Howard Carter, siempre se ha intuido la posibilidad de que Tutankhamón muriese asesinado .En análisis inmediatamente posteriores a su descubrimiento, se encontró una marca en la parte trasera del cráneo posibilitando la muerte por accidente de equitación o por asesinato mediante un golpe con algún objeto contundente.
Posteriores análisis han apuntado a un golpe “post mortem” durante el proceso de embalsamamiento. Con la entrada de la tecnología en la medicina, se realizaron placas de rayos X del cráneo del rey. Estas mostraban un hueso asignado a un desprendimiento de la parte interior del hueso occipital del cráneo. Esta lesión refuerza las hipótesis del accidente o del asesinato.
En 1996, un examen de la Long Island University, revelaba que la hemorragia producida por el golpe sólo podía explicarse si lo había recibido en posición horizontal, y por lo tanto mientras dormía. Esta hipótesis ha sido descartada por expertos egipcios que indican que la forma del derrame es debida si a un golpe en posición horizontal sobre una superficie dura pero una vez muerto. Se revela tras el examen forense que Tutankhamón pudo ser envenenado.
Un experto consultado por el British Museum, expone que el hueso encontrado en la parte trasera del interior del cráneo pertenece a la región facial, justo por donde se hacía la extracción del cerebro en la momificación. Así determina que ese hueso fue arrancado de su posición al introducir las herramientas de extracción del cerebro o con posterioridad. Dado que la cavidad craneal se rellenaba (con el fallecido tumbado boca arriba) con resinas que dada la posición del cuerpo se depositaban en la zona occipital y se solidificaban rápidamente, y dado que el hueso mencionado no está sumergido en esa resina, se ha de concluir que el desprendimiento de ese hueso se produce tras el proceso de embalsamamiento. Por lo tanto,se puede descartar la muerte de Tutankhamón producida por un golpe en la cabeza.
Como los posibles asesinos, siempre se ha pensado en Aya o Horemheb ya que estos eran los únicos que tenían posibilidades de sucesión al trono. Aya fue el padre de Nefertiti y principal consejero de Tutankhamón, lo que a priori le aseguraba la sucesión en caso de que Tutankhamón no obtuviese descendientes varones.
Por la parte de Horemheb, podía tener a su lado al ejército, aunque esto no había sido nunca razón de sucesión en el Imperio Nuevo, y su boda con Mutjetme lo colocaba en una posición difícil mientras viviese Ankhesenpaatón y Aya.
Aparentemente Horemheb no tenía motivos para matar al rey ya que no le sucedería directamente y suponía un gran riesgo con insuficientes garantias. En cuanto a Aya, a la muerte de Tutankhamón rondaría como mínimo los 67 años es dudoso que a esa edad le cegara la ambición de llegar a reinar. Si su familia pudo secundar una conspiración a favor del clero heliopolitano , a estas alturas ya se podía dar por fracasada.De esta forma es posible que ninguno de los dos tuvieran realmente motivos de peso para matar a Tutankhamón.
En 1922, George Edward Stanhope Molyneux Herbert, quinto conde de Carnavon, noble inglés, decidió abandonar las investigaciones que durante muchos años había financiado en Egipto. El director de estas excavaciones era Howard Carter, un egiptólogo autodidacta con una larga experiencia en excavaciones. Lord Carnavon estaba profundamente decepcionado, dado que, a pesar de haber conseguido reunir testimonios que hoy consideramos de gran valor histórico, no había alcanzado el objetivo en el cual había invertido gran parte de su patrimonio familiar: el descubrimiento de una tumba inviolada.
Durante muchos años Lord Carnavon y Howard Carter esperaron el milagro y exploraron de forma exhaustiva a lo largo y ancho el celebérrimo Valle de los Reyes, cerca de Tebas, un lugar de difícil acceso en el que se encuentran las tumbas de muchos famosos faraones. La obstinación de Carter convenció a Carnavon para que financiara un año más las excavaciones. Un lugar en particular, en el interior del valle, había atraído la atención del arqueólogo inglés: una enorme acumulación de escombros por debajo de la tumba violada de Ramsés VI. En aquel punto, Carter, que esta vez partió solo de Inglaterra, comenzó las excavaciones. En efecto, el lugar era uno de los pocos en el valle que aún no se habían investigado.
La tumba de Ramsés VI era la meta de visitas turísticas, y la solicitud de un permiso de excavación podía comportar problemas con los guías locales. Carter estaba convencido de poder encontrar, aunque estuviera profanada, la tumba de Tutankamón, basándose en anteriores hallazgos de objetos con el cartucho del rey efectuados en la zona. Aprovechando el periodo otoñal y la escasez de visitantes, Carter retiró primeramente los restos del campamento de obreros que habían trabajado en la tumba de Ramsés VI. Su decepción fue grande cuando debajo encontró escombros que parecían ser de origen totalmente natural. En cualquier caso, y con muy poca convicción, decidió alcanzar la roca madre. En la mañana del 4 de noviembre, los obreros se detuvieron frente a un escalón excavado en la caliza. Los largos años de espera parecieron disiparse de golpe cuando, al final de una escalinata anteriormente oculta por los escombros, el arqueólogo se encontró frente a los sellos intactos de la tumba de Tutankamón. Carter se contuvo a duras penas de romperlos y llegar hasta el interior.
En lugar de eso, volvió a ocultar todo lo que con tanta dificultad había descubierto, hizo proteger la entrada por soldados armados y envió a Carnavon el siguiente telegrama: “Finalmente hecho maravilloso descubrimiento en el valle. Magnífica tumba con sellos intactos. Vuelta a cerrar esperando su llegada. Enhorabuena”. El lord partió inmediatamente acompañado por su hija, y el 24 de noviembre se encontraba en el lugar, cuando se apartó la puerta.
Tras un largo corredor en el que se esparcían fragmentos de objetos, había una segunda puerta también sellada. En cualquier caso, los descubridores refrenaron su entusiasmo, puesto que los sellos, aunque intactos, habían sido colocados junto a los de Tutankamón en un periodo sin duda posterior a la sepultura del rey. A través de un pequeño orificio practicado en la puerta, Carter introdujo primeramente una vela para asegurarse de que no había gases nocivos en la tumba. Siempre con la vela ante sí, se introdujo en la cámara. Al responder a Cárnavon, que le preguntaba desde el corredor qué veía, el arqueólogo sólo logró balbucear, después de un larguísimo silencio: “Cosas maravillosas”.
A la luz de la vela, aparecieron ante los ojos de Carter, que poco a poco se acostumbraban a la oscuridad, carros, vasos de alabastro, estatuas, camas, muebles y, por todas partes, el brillo del oro. Una vez hubieron entrado, los descubridores examinaron con mayor atención la cámara, y se encontraron frente a una nueva decepción: una puerta, vigilada por dos estatuas del faraón de tamaño natural, asimismo de reluciente oro, mostraba señales inequívocas de una antigua profanación. Un orificio en la pared y un sello más tardío, como en la entrada, demostraban que alguien, tal vez en la antigüedad, ya había entrado clandestinamente en la tumba. ¿Estaba la tumba, pues, de veras intacta? ¿Cuántos tesoros habían sido extraídos antes de que las autoridades se dieran cuenta del robo? Mientras en el mundo se difundía la noticia del sensacional descubrimiento, los especialistas no cedieron a la curiosidad, y bloquearon una vez más la excavación a fin de organizar un equipo preparado para afrontar, del modo más adecuado, la parte más delicada del trabajo.
El viernes 17 de febrero de 1923, ante representantes de la prensa, Carter retiró los ladrillos de cierre de la cámara sepulcral y, a la luz de la linterna eléctrica, se les presentó una visión increíble: en el interior, a menos de un metro de distancia de la puerta, resplandecía lo que parecía un sólido muro de oro. Se trataba de una gran capilla de madera enteramente revestida con láminas de oro, cuyos tesoros interiores nadie podía imaginar. Se apartó la cubierta y en un momento se vieron coronados todos aquellos años de trabajo: el sello de una segunda capilla, esta vez original e intacto, tal y como lo habían colocado los que acompañaron al rey en su último viaje terrenal. Todos los presentes entraron por turno en la angosta cámara y visitaron la estancia adyacente, denominada posteriormente “del tesoro”. Allí aparecieron una cantidad y una riqueza de objetos sin precedentes en la historia de la arqueología. Una gran caja de madera dorada con las cuatro divinidades tutelares en los lados yacía junto a una inimaginable cantidad de objetos, muchos de los cuales eran de uso cotidiano: un abanico de plumas, un carro muy historiado, las vasijas de alabastro que contenían las vísceras del faraón, etc.
Hasta 1925 no se rompieron los sellos de la segunda capilla dorada, en cuyo interior se encontraron, sucesivamente, otras dos. Éstas, como cajitas chinas, contenían un gran sarcófago de granito que encerraba a su vez tres sarcófagos, el último de los cuales era de oro.
En el interior, protegida por una máscara funeraria de oro, se encontraba la momia, ricamente adornada pero en pésimas condiciones debido a la profusión de ungüentos y perfumes. Así comenzó para Carter una larga fase de estudio que no concluyó hasta su muerte, en 1939. Los hallazgos fueron objeto de complejas tareas de restauración que hoy permiten admirar los tesoros del faraón en el Museo Nacional de El Cairo
Recientes estudios han confirmado que al contrario de lo que se suponía hasta ahora Tutankamón no fue asesinado. Su muerte se produjo a causa de una fractura en la pierna, su curación se complicó y causó la muerte debido a una infección o simplemente por una hemorragia interna. Este (el asesinato) era uno de los pilares sobre el que se basaba la leyenda o maldición de este faraón, aún así existen razones para pensar que tal cúmulo de muertes no se deben tan solo a una coincidencia
1490-1436 a.C.)Tutmosis III era hijo de Tutmosis II y de su esposa llamada Isis. Tutmosis era un bastardo, un miembro de la casa del faraón conservado por la reina Hatshepsut con la unica finalidad de legitimar su gobierno que no pudo acceder al verdadero poder hasta 20 años después de ser coronado…pero a pesar de haber vivido tan largo tiempo a la sombra de la todopoderosa “faraón” Tutmosis III desplegó capacidades suficientes como para ser considerado el mas grande los faraones de Egipto. Cuando su padre murió él era tan sólo un niño, por lo que otra de las esposas de Tutmosis II, Hatshepsut, asumió la regencia. Hatshepsut no tardó en ejercer como rey absoluto de Egipto y rápidamente adoptó la titulatura real completa. Igual que demostró su habilidad política atrayéndose para su causa al poderoso clero de Amón en Karnak, cuando el joven Tutmosis dejó de ser un niño le asoció al trono pero le siguió manteniendo realmente en un segundo plano.
A la muerte de Hatshepsut, tras 22 años de reinado, Tutmosis III pudo gobernar por fin en solitario. Una de sus primeras acciones se dirigió contra una revuelta de principados de la región de Siria-Palestina encabezados por el gobernante de Qadesh, coaligados en torno a la ciudad de Megido y animados por el reino de Mitani. Los denominados “Anales de Tutmosis III” describen las sucesivas campañas que dirigió Tutmosis III para pacificar la zona y mantenerla bajo su control. El conquistador de Asia no perdió la oportunidad de extender su influencia por las islas del Mediterráneo oriental, y contrató a los cretenses para realizar gran parte de la compra y del transporte de los artículos que constituían el comercio egipcio. Durante los últimos años de su reinado, sometió Nubia y expandió sus dominios hacia el sur hasta el distrito de Karoy, cerca de la cuarta cascada, donde fundó Napata (1458 a.C.).