19 años comprometidos con la educación

Sucesos Argentinos
1931 - 1970

Argentina - Sucesos Argentinos - 1931 - 1970 - Córdoba

Provincia de Córdoba

El Cordobazo fue una movilización insurreccional que estuvo precedida por una serie de movilizaciones en distintos puntos del país y que fueron expresiones de la resistencia creciente que opusieron importantes sectores de trabajadores y estudiantes a la política global de la dictadura.
Hacia fines de 1968, la concesión del comedor estudiantil de Corrientes fue adjudicada al hacendado G. Solaris Ballesteros, quien inmediatamente después de la privatización aumentó el valor del ticket de $27 a $172 lo que provocó la reacción de la comunidad universitaria, fundamentalmente de los estudiantes, que representaban una población de alrededor de 5.000 jóvenes.
En marzo de 1969, los estudiantes resuelven no comprar el ticket del comedor reclamando también el fin de la privatización. Es entonces que la CGT regional habilita una “olla popular” adónde irán a comer los estudiantes. Estos crean una Junta Coordinadora de Lucha de las que formaban parte las distintas corrientes políticas estudiantiles que organizarán las posteriores manifestaciones de protesta.
El 15 de mayo una manifestación de 4.000 personas que recorría la ciudad chocó con la policía. En el enfrentamiento muere baleado el estudiante de medicina Juan José Cabral.Esa noche, la CGT correntina llama a un paro general para el día siguiente en homenaje a Cabral.
El 17 de mayo en la ciudad de Rosario se efectúan actos y una gran marcha. En la Galería Melipal es baleado en la cabeza Adolfo R. Bello, estudiante de 22 años. Internado en el Hospital Central, Bello muere seis horas después. Cuatro días después, se organiza una “marcha de silencio”. La manifestación arranca con unos 1.500 estudiantes. El operativo policial era tal, que los propios organizadores no estaban seguros de poder llegar al centro. Pero se fueron sumando obreros y estudiantes de las escuelas secundarias lo cual significó que la marcha cobrara fuerza y llegara al centro, donde choca con la policía que, en medio de fogatas, autos volcados y barricadas se ve desbordada. Manifestantes ocupan la radio LT8 y cuando el grupo abandona la radio se enfrenta con la policía, que asesina al obrero y estudiante Luis Norberto Blanco de 15 años.
El 22, con la policía impotente para detener el estallido, el gobierno nacional declara a Rosario zona de emergencia bajo el Tercer Cuerpo de Ejército. El 23 se decreta un paro general para acompañar los restos de Blanco.
La Plata y Tucumán también son sacudidas por explosivas manifestaciones durante todo el mes.

Córdoba en el ojo de la tormenta
La provincia mediterránea que contaba con una gran concentración obrera industrial y una numerosa población estudiantil, también era escenario de importantes protestas. En setiembre de 1968, la CGT cordobesa y el Frente Estudiantil en Lucha organizó una semana de protesta en memoria de los Mártires Populares, al cumplirse el aniversario del asesinato del estudiante Santiago Pampillón y fue reprimida, así como otros actos que se realizaron contra el gobierno.
En mayo de 1969, los trabajadores del transporte y otros gremios declararon un paro de actividades para los días 15 y 16 en protesta por las quitas zonales y el no reconocimiento de la antigüedad por transferencia de empresas, respectivamente. Unos días antes habían sido reprimidos los obreros mecánicos que salían de una asamblea.
En este marco de agitación política, los cordobeses reciben la noticia del asesinato de Cabral en Corrientes y de Bello en Rosario. Entonces, los estudiantes organizan una huelga el día 21, y el 23 de mayo ocupan el Barrio Clínicas en donde chocan con la policía y tres días después ambas CGT llaman a un paro nacional para el día 30. En Córdoba se decide parar desde el 29 en forma activa. La medida recibe el apoyo del movimiento estudiantil.
El 29 de mayo, a media mañana, cuando Onganía ingresaba al Colegio Militar en Campo de Mayo, para celebrar el día del ejército; en Córdoba, miles de obreros comienzan a abandonar sus tareas y se encolumnan en dirección hacia el centro de la ciudad. Las fábricas automotrices quedan vacías rápidamente y constituyen el grueso de la movilización obrera junto a otros gremios que se suman. Mientras algunos estudiantes se meten en las columnas de obreros y la mayoría comienza a marchar en forma organizada desde distintos puntos de la ciudad, las fuerzas policiales han desplegado un abanico de tropas, carros de asaltos y camiones hidrantes a la espera de la movilización.
Comienzan a registrarse choques en las esquinas entre policías y manifestantes. La columna de tres mil obreros de la planta de Santa Isabel de IKA-Renault hace su entrada en la ciudad por la ruta Nº 36, llega hasta la Avenida Vélez Sarfield y supera la barrera policial. Poco después chocan con otro nutrido grupo policial, a la altura del Hogar Escuela Pablo Pizzurno, y los policías deben cubrir su retirada a balazos. En medio de barricadas y automóviles incendiados, los obreros y los estudiantes van ocupando el centro de la ciudad. Muchos vecinos apoyan a los manifestantes y pasado el mediodía muchos destacamentos policiales se retiran a sus cuarteles mientras los que quedan en las calles comienzan a disparar sus armas ante el torrente imparable de manifestantes que corre por las calles, se encuentra, se multiplica y se mezcla desbordando las fuerzas represivas.
En la esquina de Blas y Bulevar San Juan, cae herido de muerte el obrero mecánico Máximo Mena de 27 años.
A las 17 horas con la policía totalmente desbandada, entran en escena la Cuarta Brigada de Infantería Aerotransportada y efectivos de otras compañías, la Aeronáutica y la Gendarmería, todos al mando del General Carcagno.
Ante el avance de las tropas, grupos de obreros y estudiantes organizan un sistema de comunicaciones consistente en “correos” que se desplazan por los techos, avisando sobre la ubicación de las tropas, a los que están en la manzana siguiente y enfrentan a los soldados arrojando bombas “molotov” desde los techos.
Las tropas consiguen despejar el centro y los manifestantes se repliegan al barrio Clínicas para resistir. Por la noche, la agitación se traslada a los barrios, como Alberdi, Alto Alberdi, Talleres, Juniors y Villa Páez. El 30, las tropas de Calcagno tienen el control de la ciudad y comienzan a actuar los consejos de guerra que juzgan a los detenidos. Las principales condenas caen sobre el dirigente de Luz y Fuerza, Agustín Tosco y Elpidio Torres, del SMATA: 8 y 4 años, respectivamente. Pero la condena mayor fue para el régimen militar que quedó mortalmente golpeado por el movimiento de masas, que iniciaba una etapa de luchas políticas y sociales que sacudieron la estantería capitalista en la Argentina.

Conclusiones
Córdoba se había convertido en la capital industrial del interior. En ella estaban instaladas la mayoría de las fábricas de automotores del país, una industria moderna propiedad de poderosas sociedades extranjeras como Fíat y Renault. Esta última había adquirido las instalaciones de Industrias Kaiser Argentina, IKA, de origen estadounidense, radicada en Córdoba desde 1955 y dedicada a la producción de automóviles. Los obreros industriales que trabajaban en esas plantas recibían salarios más altos que el salario promedio industrial percibido en otras provincias. Como resultado de todos estos factores, en la ciudad de Córdoba se profundizó el proceso de urbanización.
En mayo de 1969, el Poder Ejecutivo Nacional dictó un decreto por el cual se derogaban los regímenes especiales sobre el descanso del sábado inglés en Mendoza, San Juan, Tucumán y Córdoba. Al mismo tiempo también anunció el congelamiento de los convenios colectivos y de los salarios.
En Córdoba, las regionales de SMATA – el Sindicato de los Mecánicos de Automotores y Transportes de la Argentina -, de Luz y Fuerza y la UTA – Unión de Tranviarios Automotor- convocaron a una asamblea general. Las conducciones de estos tres sindicatos, cuyos trabajadores recibían los salarios más altos del país, lideraron la protesta. La sesión de esa jornada terminó con un enfrentamiento con la policía y un llamado al paro general.
El 29 de mayo de 1969, obreros y estudiantes cordobeses y de otras provincias salieron unidos a las calles de Córdoba. Ante la magnitud de la movilización; Onganía ordenó que las Fuerzas Armadas se hicieran cargo de la represión. La protesta fue un hecho localizado en la ciudad de Córdoba y como resultado de los enfrentamientos hubo presos, decenas de heridos y 16 muertos, algunos ajenos a la manifestación.
La protesta se extendió a otras provincias. Rosario fue declarada zona de emergencia y colocada bajo jurisdicción militar. También se profundizaron los conflictos en la provincia de Tucumán.
El cordobazo fue el inicio de un proceso de agudización de la protesta social y la lucha armada que, desde entonces y por varios años, se desarrolló en la sociedad argentinaEl Cordobazo fue parte de un proceso que abarcó a franjas del movimiento de masas a nivel mundial. El mayo francés del 68, la Primavera de Praga en el mismo año, el ascenso del movimiento negro en Estados Unidos a mediados de los 60 y otros procesos en distintas partes del mundo conmovieron y cuestionaron en las calles las bases de dominación capitalista.
Quedarnos con la idea de que el Cordobazo se fuera gestando a partir de reivindicaciones mínimas como la protesta por el encarecimiento de un comedor estudiantil o por las quitas zonales, es decir por el rechazo de la política del gobierno de Onganía, es tener una visión parcial de sus causas.
La fuerza que animó a esa insurrección estaba dada por el agotamiento de las masas frente al régimen capitalista que había jalonado la historia de la lucha de clases en la Argentina hasta ese momento. Quienes consideren esta afirmación exagerada tienen que tener en cuenta que la etapa abierta con el Cordobazo se caracterizó, entre otras cosas, por el surgimiento de una numerosa vanguardia obrera y estudiantil que tuvo expresiones organizadas en gremios, cuerpos de delegados y centros de estudiantes y que a su vez nutrió y fortaleció las organizaciones de izquierda, planteando como alternativa al régimen existente la necesidad de un cambio revolucionario.
En los últimos tiempos, se han editado numerosa bibliografía acerca de este período político y muchos autores se han ocupado de “la década del 70”. La mayoría de ellos habla de “los años de plomo”, término que, a nuestro entender, distorsiona, en parte, el carácter obrero que tuvieron las luchas políticas y sociales de aquel momento. Porque es cierto que las organizaciones guerrilleras se desarrollaron con fuerza y llegaron a ser un factor de desestabilización del régimen.
Pero no fueron las acciones armadas del ERP o Montoneros los que hicieron el Cordobazo ni derrotaron a la burocracia en el SMATA cordobés, en la UOM de Villa Constitución y en otros gremios o Comisiones Internas, sino que fue el movimiento obrero que con sus herramientas de lucha lo hizo. Como así también fue la huelga general y la movilización obrera la que derrotó posteriormente los planes reaccionarios del gobierno de Isabel Perón y López Rega para liquidar las conquistas obreras en 1975. Los métodos de lucha como las tomas de fábricas con rehenes y la organización de piquetes de activistas que enfrentaban la violencia policial con barricadas y “molotov” hablan del grado de combatividad en aquella etapa.
Hay quienes opinan que los cambios operados en las relaciones sociales, la organización del trabajo y la propia clase obrera hacen inviables este tipo de luchas en la actualidad. Por nuestra parte consideramos, que los trabajadores enfrentan nuevos problemas en su organización para luchar, y uno de los puntos de apoyo para resolver esto problemas, son las enseñanzas que nos deja el Cordobazo, tanto en sus logros como en sus límites. Debemos rescatar ante todo el carácter clasista de esta lucha así como la unidad obrero-estudiantil que se fue plasmando a medida que se desarrollaba la movilización. La solidez obrera y la explosividad estudiantil configuraron así una poderosa fuerza de combate.
La vigencia del Cordobazo se recrea en las nuevas luchas que hoy suman nuevas formas y nuevos sectores obreros y oprimidos, como necesidad de ir hacia enfrentamientos cada vez más duros y sostenidos contra la patronal y el gobierno.
Entonces, antes que hablar de “años de plomo”, tenemos que reconocer en el Cordobazo, el inicio de una etapa de grandes luchas obreras que lejos de ser un recuerdo nostálgico debe ser la fuente de enseñanzas para enfrentar al capitalismo salvaje de hoy con posibilidades de derrotarlo.

Los sectores sociales y políticos frente al Cordobazo.

Luego de los sucesos del Cordobazo, los distintos sectores sociales analizaron los hechos con la intención de encontrar su significado. Los empresarios de la Confederación General Económica y el sindicalismo participacionista y vandorista explicaron el Cordobazo como el resultado de la aplicación de una política económica y social liberal que, por no contemplar los costos sociales, generaba tensiones que se habían acumulado y que finalmente explotaron en aquel episodio. Frente a esta situación, proponían la conformación de una alianza social entre algunos sectores de las Fuerzas Armadas, los empresarios nacionales y los trabajadores. Reconocían la importancia de las inversiones de capital extranjero pero sostenían la necesidad de un mayor control sobre ellas.
Tanto la CGE como la CGT propusieron la sustitución de Krieger Vasena. Ambas entidades entendían que las movilizaciones populares que se habían extendido en todo el país después del Cordobazo, podían servir como elemento para presionar al gobierno y lograr cambios en la orientación de las políticas que favorecieran sus intereses.
Los principales medios periodísticos y amplios sectores de la gran burguesía industrial tenían una lectura diferente de la situación. Desde el punto de vista de estos sectores, los acontecimientos ocurridos en el interior fueron el resultado de la falta de autoridad del gobierno frente a lo que entendían era el avance del comunismo internacional. Criticaron que el gobierno no hubiera desmantelado la capacidad de organización de los sindicatos y que no hubiera ordenado reprimir con mayor dureza los desbordes sociales.
Desde el punto de vista de las organizaciones de la izquierda peronista y los partidos y agrupaciones de izquierda no peronista, el Cordobazo significaba el comienzo de la revolución social que conducía al país hacia el socialismo.
Por su parte, los partidos políticos tradicionales, el peronismo y el radicalismo pensaban que la violencia social tenía que tener como objetivo la recuperación de la democracia. Sostenían que la vida política del país debía reencauzarse en las instituciones del sistema republicano.
Para los sectores liberales más tradicionales, el Cordobazo representaba la pérdida del orden y la confirmación de la imposibilidad de consolidar un modelo económico de crecimiento y de estabilidad sobre la base de los valores nacionales.

Las consecuencias políticas del Cordobazo.

El Cordobazo provocó varias renuncias en el gobierno. Fueron reemplazados el general Imaz, ministro de Interior y hombre de confianza de Onganía, y el ministro de Economía, Adalbert Krieger Vasena.
Krieger Vasena fue reemplazado por Dagnino Pastore, un técnico alejado de las expectativas de la CGE y la CGT pero que tampoco contaba con la confianza de la gran burguesía industrial. Rápidamente disminuyeron las inversiones y se aceleró la inflación. Los sectores militares liberales comenzaron a planear el desplazamiento de Onganía del gobierno. Para la gran burguesía industrial y la mayoría de las Fuerzas Armadas, los tiempos de Onganía al frente del gobierno habían llegado a su fin.
Hacia 1970, estos sectores no tenían muy claro qué tipo de sistema iba a reemplazar al instaurado por Onganía. No estaban de acuerdo con la política negociadora de Onganía con los sindicatos, pero consideraban necesario encontrar una salida política que contuviera la presión social y obtuviera cierto consenso entre algunos sectores de la sociedad.
También para los sectores más conservadores, el Cordobazo había puesto en evidencia las limitaciones del Estado burocrático autoritario implantado en 1966.

La caída de Onganía.

Después del Cordobazo, el clima de violencia social se agravó. El 30 de junio de 1969, el gobierno declaró el estado de sitio en todo el país. Esta medida, que significaba la suspensión de las garantías constitucionales de los ciudadanos fue justificada para “dotar al gobierno del instrumento legal adecuado para asegurar la paz y el orden en todo el territorio de la república”.
Sin embargo, entre junio de 1969 y mayo de 1970 se produjo una serie de acontecimientos violentos y movilizaciones sociales que tuvieron profunda repercusión en toda la sociedad y que terminaron de debilitar la posición de Onganía.
Sin duda, el hecho decisivo que precipitó la caída de Onganía fue el secuestro del general retirado y ex presidente Pedro Eugenio Aramburu por los Montoneros en el mes de mayo de 1970. Aramburu fue asesinado el 1 de junio y su cadáver fue encontrado unos días después.
El 8 de junio, la Junta de Comandantes dio a conocer un comunicado en el que anunciaba que “las Fuerzas Armadas no estaban dispuestas a otorgar un cheque en blanco al Poder Ejecutivo Nacional”. Finalmente, esa noche, Onganía presentó su renuncia. NOTA del Diario Clarín
El 29 de mayo de 1969 Córdoba se convirtió en un campo de batalla. La protesta popular se prolongó por casi 24 horas con miles de manifestantes en las calles que hicieron replegarse a las fuerzas policiales luego de agotar sus recursos represivos. Ardieron barricadas en las esquinas, hubo automóviles incendiados, zonas liberadas y hasta algunos francotiradores que aparecieron por la noche con la ciudad a oscuras. También muertos, heridos, detenidos, cuantiosos daños, intervención del Ejército y toque de queda. Traducido al particular idioma cordobés, fue “un liazo”, o sea, un lío grande. Y se lo llamó “el Cordobazo”.
Pero no todo lo que se ha contado sobre aquellos episodios en estos 39 años verdaderamente ocurrió. Sobre la base de hechos que tuvieron una gran repercusión política, se construyeron mitos, se crearon leyendas y se torcieron realidades, muchas veces para adecuarlas a la conveniencia ideológica de quien narrara la historia. La necesidad de forzar interpretaciones, la falta de investigación seria y en algunos casos la ausencia de honestidad intelectual, fueron adornando con fantasías la verdad histórica. El paso del tiempo y la masividad incontrolable de Internet, donde hay 49.200 sitios sobre el cordobazo, hicieron el resto.
Uno de los errores habituales es decir que el cordobazo se generó de manera espontánea con “la unidad en la lucha” de obreros, estudiantes y pueblo cordobés. Falso. El paro de actividades a partir de las 10 de la mañana fue dispuesto orgánicamente por la CGT y los líderes fueron Elpidio Torres (SMATA), Agustín Tosco (Luz y Fuerza) y Atilio López (UTA) que representaban a los gremios más poderosos. Los principales dirigentes planificaron prolijamente por donde ingresaría al centro cada columna de manifestantes, cómo se desplazarían y de qué modo se comunicarían cuando se desatara la represión. En los días previos la Parrilla “El Manantial”, propiedad del recordado periodista Sergio Villarruel, fue escenario de largas sobremesas de las que participaban gremialistas y el abogado laboralista Lucio Garzón Maceda. Allí se “cocinó” gran parte del cordobazo.
Uno de los líderes de la rebelión dijo que quienes sostuvieron que fue una reacción espontánea, son la derecha y la ultraizquierda políticas: “La primera ignorando que el general Lanusse algo se esperaba, y la segunda porque no comprendió lo que estaba pasando y justificó su ausencia con la idea de la espontaneidad”.
A propósito de ausencias, tampoco es verdad que el clasista René Salamanca haya tenido protagonismo en el cordobazo. En esa época los gremios SITRAC y SITRAM, que él lideró posteriormente, tenían conducciones propatronales que ni siquiera adhirieron al paro dispuesto para ese 29 de mayo. Los obreros de Cóncord y de Materfer, nucleados en esos sindicatos, dejaron las fábricas a eso de las 15 por disposi ción de la empresa ante los hechos que estaban ocurriendo.
El número de muertos es quizás la cuestión más errónea que se ha difundido. Según quien lo haga, se habla de 14, de decenas, de 60, de casi un centenar. Pero los comprobables sólo fueron 4 (ver Los muertos…).
Otra de las distorsiones frecuentes que se observan es la idea de que se trató de un enfrentamiento armado entre manifestantes y las fuerzas represivas. La realidad no fue así. Las columnas de obreros que abandonaron las fábricas, engrosadas por los estudiantes que se sumaron, no llevaban armas de fuego.
Los bolsillos de los mamelucos de muchos trabajadores venían sí cargados, pero de tornillos, tuercas y bulones, que servían como proyectiles de gomeras. Los jóvenes universitarios aportaron las bombas molotov para incendiar automóviles, colectivos y locales comerciales, pero recién después del mediodía, cuando la ciudad ya era un caos por el retroceso forzado de la Policía. Las pocas armas y de bajo calibre que accionaron civiles recién aparecieron por la noche, en manos de francotiradores instalados en las terrazas de algunos edificios. Desde allí, hostigaron por varias horas a las patrullas de soldados.
Muchas de las técnicas de lucha callejera que se vieron en Córdoba, eran fieles réplicas de lo ocurrido un año antes en las proximidades de la Sorbona, cuando Daniel Cohn Bendit, o “Dany el rojo”, incendiaba junto a los estudiantes franceses las barricadas parisinas del barrio latino en el mayo francés.
Sin embargo, la inventiva cordobesa hizo adaptaciones necesarias. Como en esa época la Policía disponía de unidades montadas, las bolitas de acero de los rulemanes, obtenidas en los talleres metalúrgicos, constituían un arma temible para los caballos, que resbalaban y caían con facilidad. Los estudiantes de Córdoba no llegaron con la imaginación al poder, pero hallaron la manera de enloquecer a los perros policiales y hacerlos incontrolables para sus guías. Al comenzar las escaramuzas, liberaban los gatos que habían embolsado la noche anterior en los techos de las pensiones. La calle se convertía así en el escenario de un combate casi deportivo, y a veces divertido.
A pesar de las distorsiones que produce el sectarismo, el cordobazo hirió de muerte a la primera etapa de la dictadura que encabezaba Juan Carlos Onganía. Y entró en la historia como una referencia inevitable de las rebeliones populares. Diario Clarín

El “Viborazo”, también conocido como “segundo Cordobazo” fue una huelga con protesta social masiva ocurrida en marzo de 1971 en Córdoba (Argentina), opuesta al gobernador militar de la provincia perteneciente a la dictadura militar gobernante conocida como Revolución Argentina. Formó parte de otros levantamientos similares como el correntinazo, rosariazo, cordobazo, mendozazo.
El ascenso obrero no se detenía. A inicios de 1971 la lucha de clases en Córdoba volvió a agudizarse. El Plenario de Gremios de Córdoba rompe la tregua con el gobernador Bernardo Bas y larga una huelga general. Al mes siguiente, cae el gobierno provincial de Bas y es reemplazado por el de Camilo Uriburu. La designación de este personaje de la derecha como gobernador es repudiada por los trabajadores y los estudiantes. El “Comando de lucha” [3] llama a un nuevo paro general. El Sitrac-Sitram adhiere al paro cortando la ruta 9 a la altura de Ferreira. La movilización se extiende a los barrios. El corte de ruta es reprimido y cae asesinado el obrero Adolfo Cepeda, de 17 años.
La CGT provincial repudia la represión y llama a un nuevo paro general para los días15 y 16 de marzo. Respondiendo a las palabras del nuevo gobernador, los obreros y los estudiantes ponen en marcha el “Viborazo”.[4]
El primer día de paro, unas 12.000 personas concurren a un acto en Plaza Vélez Sarfield. Por la tarde se ocupan los barrios Güemes, Colón, Clínicas, Alberdi, Córdoba Centro y Villa Revol.[5] El 17 de marzo cae el gobernador Uriburu y la dictadura va a lanzar una represión sobre la vanguardia, a la vez que prepara una nueva apertura democrática, el Gran Acuerdo Nacional.
En los meses siguientes continúa el ascenso de luchas, el gobierno interviene organizaciones gremiales y son detenidos cientos de activistas. En octubre, la dictadura del general Lanusse prepara un nuevo golpe contra la vanguardia obrera de Córdoba. El ejército desplaza tropas hacia las fábricas de Ferreira y Santa Isabel, y el 26 de ese mes se lanza la ofensiva contra el Sitrac- Sitram.
El Ministerio de Trabajo le retira la personería gremial. La policía ocupa los locales sindicales y la Gendarmería ocupa las fábricas Concord y Materfer. No obstante, los trabajadores resuelven, en un primer momento, mantenerse dentro de las plantas. Se realiza una asamblea y se ratifica la ocupación de las plantas. La policía reprime lanzando gases vomitivos. Poco después los trabajadores deciden abandonar las fábricas. El Sitrac-Sitram es disuelto y son despedidos cerca de 400 trabajadores, mientras sus dirigentes eran perseguidos y/o encarcelados.
Conflictos obreros y estudiantiles incontrolables determinaron la renuncia del gobernador Bernardo Bas, asumiendo en su lugar José Camilo Uriburu, descendiente del militar fascista que derrocó en 1930 al presidente Hipólito Yrigoyen. El flamante interventor, eligió un lugar muy caro a quienes piensan que campo, iglesia y ejército construyeron la Argentina: la Fiesta Nacional del Trigo en la ciudad de Leones, que ese año se celebró el 8 de marzo, para pronunciar un frase que le resultaría poco feliz.
“Confundida entre la múltiple masa de valores morales que es Córdoba por definición, anida una venenosa serpiente, cuya cabeza quizás Dios me depare el honor histórico de cortar de un solo tajo”.
A los poco días comenzaron las manifestaciones contra el “bicho fascista” como decían los volantes que comenzaron a inundar la ciudad. Con su muy particular sentido del humor, los cordobeses concurrían a ellas con víboras de plástico, que hacían bailar graciosamente sobre sus cabezas, lo que dio nombre al levantamiento popular que no tardaría en ocurrir.
El detonante fue el asesinato del joven trabajador Adolfo Cepeda, prácticamente en la puerta de su casa, durante la represión a luchas que se producían en la localidad de Ferreyra, para entonces ya un barrio de Córdoba, en el que se encontraban las plantas de Fiat (Concord y Materfer) y antiguos talleres ferroviarios. El muerto contaba apenas 17 años y el hecho ocurrió el viernes 12. Estos episodios fueron denominados “Ferreyrazo” y lo protagonizaron centralmente los obreros de FIAT, agrupados entonces en los sindicatos de fábrica, SITRAC y SITRAM.
Al día siguiente la indignación popular se expresó en un gigantesco acompañamiento al sepelio y surge por primera vez un elemento que resultaría particularmente irritante para los militares: la presencia de las organizaciones armadas, acompañando las manifestaciones populares. En este caso, a través de una bandera del Ejército Revolucionario del Pueblo (E.R.P.) que cubría el féretro de Cepeda.
Relatos recogidos en la época señalan que en realidad Cepeda no era militante del ERP ni de organización alguna, pero que su familia aceptó la bandera, como un símbolo del odio a los militares y la esperanza de derrocarlos por los mismos métodos que ellos utilizaban para derrocar gobiernos constitucionales.
Por cierto que las cámaras de televisión, particularmente las de la televisión extranjera, más libres de censura, no dejaron de recoger esta imagen, que dio así la vuelta al mundo.
El domingo 14 se reunió la Comisión de Lucha de la CGT y decidió hacer al día siguiente un paro activo, convocando a concentrarse a las diez de la mañana en la plaza Vélez Sársfield, en pleno centro de la ciudad.
Numerosas columnas obreras, estudiantiles y hombres y mujeres de todos los barrios, concurrieron al acto, que se fue desarrollando hasta mediodía, momento en que llegó un comunicado de Agustín Tosco, secretario general del gremio de Luz y Fuerza, que saludaba a los participantes en la reunión popular.
Al mismo tiempo, les comunicaba que los trabajadores de su gremio habían tomado Villa Revol, el barrio donde funcionaba la usina de la Empresa Provincial de Energía (EPEC), estaban levantando barricadas e invitaban al pueblo a tomar Córdoba.
Los miles de mujeres y hombres presentes y los jóvenes estudiantes, no se hicieron rogar. A las pocas horas, las barricadas se extendían por toda la ciudad y en muchas de ellas se veían banderas de las distintas organizaciones armadas entonces existentes.
Según datos tomados del diario local La Voz del Interior, en el Cordobazo actuaron 200 policías y en el Viborazo 2.500. No obstante, también resultaron impotentes para contener la bronca popular y al atardecer ocuparon la ciudad los paracaidistas del vecino acantonamiento de La Calera, al mando del general Alcides López Aufranc.
Los comunicados del General, además de criticar con dureza los acontecimientos, no dejaron de dedicarle un importante espacio a las famosas banderas. El gobernador Uriburu no pudo cortar ninguna cabeza de víbora, ni de animal alguno y el día 22, a sólo veinte de haber asumido era obligado a renunciar. Un día antes que también renunciara quien lo había nombrado, el general Roberto Marcelo Levingston.
En realidad, desde que el 18 de junio de1970, saliera de la presidencia el mesiánico Juan Carlos Onganía, arrastrado por el oleaje de los grandes levantamientos de masas del año anterior, el verdadero hombre fuerte del régimen, era el comandante en jefe del Ejército, teniente general Alejandro Agustín Lanusse.
Lanusse prefirió poner en la presidencia, para evitar su desgaste político, al desconocido general Levigston, quien hasta entonces se había desempeñado como representante argentino en la Junta Interamericana de Defensa.
En marzo del 71, el Viborazo obliga a Lanusse a asumir directamente el poder político, pero, hombre precavido, sin renunciar a la jefatura del Ejército, que era la verdadera herramienta de poder.
Consciente de la necesidad de una retirada táctica, Lanusse va anunciar, poco después de asumir, que convocará a elecciones y que en la misma no habrá proscripciones. Es decir, después de 18 años, podrá participar el peronismo.
Esta operación política fue denominada por su autor como Gran Acuerdo Nacional y desembocó en las elecciones del 11 de marzo de 1973, ganadas por el Frente Justicialista de Liberación (FREJULI), cuyas candidatos, que asumieron el 25 de mayo siguiente, eran el doctor Héctor Cámpora, delegado personal de Perón y su aliado, Vicente Solano Lima. Nota: “Momentos de memoria”, columna emitida el domingo 15 de marzo de 2009, en el programa “Hipótesis”, LT8 Radio Rosario, Argentina.

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