19 años comprometidos con la educación

Sucesos Argentinos
1931 - 1970

Argentina - Sucesos Argentinos - 1931 - 1970 - Buenos Aires

Provincia de Buenos Aires

La Década Infame se inicia con el golpe militar liderado por José F. Uriburu que derroca al gobierno de Yrigoyen, y reinstaura a la oligarquía en el poder. Esta, para perpetuarse recurre al fraude electoral, las elecciones pasan a ser una farsa, una actuación formal en la que se cambian urnas y se arreglan los resultados. Después de 1931, el radicalismo retorna a la abstención revolucionaria.
En 1935, la cúpula radical decide avalar el fraude a cambio de transformarse en una oposición legalizada. Frente a esto un grupo de afiliados, “los más disciplinados soldados de la abstención y de la revolución, y los más indisciplinados soldados del fraude y de la entrega”, crean la Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina (FORJA) el 29 de junio de Marcelo de Alvear, era el Presidente, pero las cosas no funcionaban bien, uno de los primeros en alzar la voz es Manuel Ortíz Pereyra, de profesión periodista ” Hermano y compatriota…Lleve las manos a su bolsillo y cuente sus moneditas…No tiene usted, en definitiva, más que un bello suelo donde va a ser enterrado dentro de poco. Medite…y acompáñeme; ¡ Vamos a realizar nuestra impostergable redención económica”. Fue el primer clamor que alertaba las conciencias sobre la dominación extranjera en el Río de la Plata.
En nuestros documentos sobre La Revolución de Mayo, Rivadavia, Sarmiento, Rosas, en las notas sobre La vuelta de Obligado, la batalla de Caseros, expresamos continuamente la intervención extranjera en suelo argentino, y como muchos de nuestros próceres de bronce ensalzados por la historia de Mitre, son solamente la consecuencia de hacer formar un pensamiento equivocado sobre la patria verdadera que necesitamos los argentinos.
Ese cipallismo esparcido por Mitre al solo efecto de confundir las opiniones, vuelve a contemporizarse nuevamente en 1926, no es nada raro hasta los días de hoy que suframos este tipo de consecuencias, y la vamos a seguir teniendo en la medida que no comencemos a reconocer quien fue el malo y quien el bueno en nuestra historia.
Cuando hubo un intento de cambiar la política educacional del país en los tiempos Peronistas, muy pronto salieron las voces a denunciar que se hacía política partidaria a través de los libros escolares, cuando en ellos se destacaban los que realmente trabajaban para el pueblo.
“Evita ama a los niños, los niños aman a Evita”. Después de 50 años, ¿es mentira esta frase?, todavía existen los irrazonables que despotrican sobre esto, pero para ellos, sí, Sarmiento sigue siendo el Padre del aula, Sarmiento inmortal, cuando hemos demostrado sobre sus mismos escritos, que sus ideas eran más discriminatorias que las de los ” dictadores” de nuestra historia, no olvidemos el ¡¡ Muerte al Gaucho!!, de la cual Sarmiento era parte.
Pero la historia argentina se fue desarrollando en medio de estas intrigas políticas que hicieron desviar pensamientos, y en este tiempo de la década del 1920 y 1945 sucedieron los hechos que nos hacen analizar esta parte de los acontecimientos.
Y F.O.R.J.A., merece que los argentinos aprendamos y conozcamos la lucha de los hombres que la integraron.

DECLARACION APROBADA EN LA ASAMBLEA CONSTITUYENTE DEL 29 DE JUNIO DE 1935
Somos una Argentina Colonial: queremos ser una Argentina Libre

La Asamblea Constituyente de la Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina, considerando:
1º – Que el proceso histórico Argentino en particular y Latinoamericano en general, revelan la existencia de una lucha permanente del pueblo en procura de su Soberanía Popular, para la realización de los fines emancipadores de la Revolución Americana, contra las oligarquías como agentes de los imperialismos en su penetración económica, política y cultural, que se oponen al total cumplimiento de los destinos de América.
2º – Que la Unión Cívica Radical ha sido desde su origen la fuerza continuadora de esa lucha por el imperio de la Soberanía popular y la realización de sus fines emancipadores.
3º – Que el actual recrudecimiento de los obstáculos opuestos al ejercicio de la voluntad popular, corresponde a una mayor agudización de la realidad colonial, económica y cultural del país:
Declara:
1º – Que la tarea de la nueva emancipación sólo puede realizarse por la acción de los pueblos.
2º – Que corresponde a la Unión Cívica Radical, ser el instrumento de esa tarea, consumando hasta su totalidad la obra truncada por la desaparición de Hipólito Yrigoyen.
3º – Que para ello es necesario en el orden interno del Partido, dotarlo de un estatuto que, estableciendo el voto auténtico y cotizante, asegure la soberanía del pueblo radical, y en orden externo, precisar las causas del endeudamiento argentino al privilegio de los monopolios extranjeros, proponer las soluciones reivindicadoras y adoptar una táctica y los métodos de lucha adecuados a los obstáculos que se oponen a la realización de los destinos nacionales.
4º – Que es imprescindible luchar dentro del Partido, para que éste recobre la línea de principismo e intransigencia que lo caracterizó desde sus orígenes, única forma de cumplir incorruptiblemente los ideales que le dieron vida y determinan su perduración histórica al servicio de la Nación Argentina.
Dentro de estos conceptos y tales fines, la Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina, “F.O.R.J.A.”, abre a sus puertas a todos los radicales y particularmente a los jóvenes que aspiren a intervenir en la construcción de la Argentina grande y libre soñada por Hipólito Yrigoyen.

  • Por el radicalismo a la soberanía popular.
  • Por la soberanía popular a la soberanía nacional.
  • Por la soberanía nacional a la emancipación del pueblo argentino

La Voluntad de F.O.R.J.A. es:
RECUPERAR la Unión Cívica Radical para el cumplimiento de su destino intransigente, reparador y revolucionario.
EMANCIPAR la economía nacional de la absorción operada por el capitalismo colonizador.
ENCAUZAR la voluntad radical de las masas en el sentido de la justicia social americana.
RETOMAR la ruta histórica de la nacionalidad, desviada por las oligarquías anti-americanas.
DESPERTAR las fuerzas morales de las muchedumbres nativas para rescatar todo lo perdido en el desastre de los gobiernos usurpadores y anti-nacio-nales.
EXALTAR la fe heroica del pueblo para llevarle a la realización de su verdadero destino.
INFUNDIR un sentido trascendente y darle un contenido original y propio a la argentinidad.

Año 1936
Arturo Jauretche
(1901-1974): A diferencia de Scalabrini, que es fundamentalmente un intelectual, tiene vocación política. Así es como encabeza las “300 Boinas Blancas” de F.O.R.J.A. en apoyo al pronunciamiento del 4 de junio de 1943. Busca acercamiento con los dos oficiales jóvenes que aparecen como hombres fuertes del G.O.U., logia nacionalista de creciente influencia a lo largo del crítico año de 1943.
Ellos eran los coroneles Juan Enrique P. González. Jauretche percibe inmediatamente en Perón al “hombre de la revolución”; establece contactos con Amadeo Sabattini tratando de acercarlo a Perón, contactos de los que surge la designación de Santiago del Castillo como interventor en la Coordinación de Transportes. Del Castillo había sido gobernador de Córdoba sucediendo a Sabattini, y era hombre de su mayor confianza.
El acercamiento Perón-Sabattini finalmente no prospera, llevándose a cabo tan sólo una entrevista personal. Jauretche no cejará en su intención de “radicalizar la revolución y revolucionar el radicalismo” y presenta a Perón, a mediados de 1944, un plan para designar un interventor militar de prestigio en la provincia de Buenos Aires, el cual deberá designar intendentes de origen radical. Es designado el general Juan Carlos Sanguinetti, con una línea de acción distinta, lo que motiva un alejamiento temporario entre Jauretche y Perón.
F.O.R.J.A. fue disuelto el 11 de noviembre de 1945. Jauretche fue su último presidente, y luego la mayoría de sus integrantes se incorporaron activamente en apoyo de la candidatura de Perón.
Varios prominentes hombres de F.O.R.J.A. pasan a integrar el equipo de colaboradores del coronel Domingo A. Mercante como gobernador de la provincia de Buenos Aires. Jauretche se desempeña como presidente del Banco Provincia entre 1946 y 1950.
Con posterioridad no ocupa cargos públicos, manteniendo una actitud crítica hacia la orientación económica del gobierno de Perón a partir del alejamiento de Miguel Miranda en 1949. En 1973 es designado presidente de la editorial universitaria, E.U.D.E.B.A., cargo que desempeñó hasta su muerte, el 25 de mayo de 1974. Caído Perón en 1955, junto con Scalabrini Ortiz son los primeros en rehabilitar la Revolución Justicialista y denunciar el plan oligárquico de la Revolución Libertadora. Comienza entonces una muy valiosa y prolífica tarea de escritor. Mencionemos entre otros ensayos:
El Plan Prebisch. Retorno al coloniaje (1955), Ejército y Política (1958), El medio pelo en la sociedad argentina (1966), Los profetas del odio y la yapa. La colonización pedagógica (1967), Manual de zonceras argentinas (1968).

Raúl Scalabrini Ortiz
Ortiz nació el 14 de febrero de 1898 en la provincia de Corrientes, pero de muy niño su familia se trasladó a Buenos Aires. De joven se sintió atraído por las ideas de izquierda y en particular por la Revolución Rusa, dichas influencias lo llevaron formar parte, por el año 1919, del grupo Insurrexit, aunque esta militancia no perduró por mucho tiempo. Se recibió de agrimensor, pero siempre mantuvo vivo su interés por la literatura, también se mostró atraído por las actividades deportivas, particularmente por el boxeo, actividad que llegó a practicar.
Su primer libro se llamó La Manga, publicado en 1923, a la edad de 25 años, más o menos por esos años se vinculó al grupo literario Florida, donde conoció a Borges y Mallea, entre otros. En el año 1924 visitó París, ciudad a la que admiraba como todos los intelectuales latinoamericanos de la época.
Luego emprendió una serie de viajes por el interior del país, donde pudo ver en directo la explotación del trabajador por parte de las oligarquías lugareñas. Por aquellos años tomó contacto con un grupo nacionalista que publicaba “La Nueva República”, es ahí donde conoció Ernesto Palacio y a los hermanos Irazusta. Pero esta relación no duró mucho tiempo pues no podía congeniar con ese nacionalismo elitista y sectario. Del ´36 al ´39 es el principal impulsor y responsable de la edición y publicación de los 13 míticos Cuadernos de FORJA (Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina), pero nunca fue miembro oficial de ella, puesto que uno de los criterios de membresía era ser afiliado a la UCR, y ya por 1935 Scalabrini Ortíz entendía que el radicalismo no era la fuerza política que podía llevar adelante la Revolución Nacional.
Cómplice intelectual, sí, de don Arturo Jauretche, quien consideraba que Scalabrini era “la mitad de FORJA”. Los oficiales del GOU tomaron como texto obligatorio de su formación política el cuaderno dedicado a La historia de los ferrocarriles de nuestro amigo. Más adelante, el propio Scalabrini tuvo la oportunidad de proponerle personalmente al Presidente Perón la nacionalización
Promotor de una Revolución Nacional basada en el “principio de realidad” consideraba, a diferencia del nacionalismo tradicionalista, que la nación no es algo distinto al pueblo multigenético de diverso y vasto origen que la conforma. Pero a su vez observaba que la peculiaridad nacional argentina se hallaba atascada, adormecida, aprisionada por la acción de la política exterior de la Corona Británica
A través de sus investigaciones durante la década del ´30 tomó conciencia de que el poder no es un ente abstracto, sino que se realiza en acciones concretas de sujetos concretos. Que se expresa en el modo en que se yergue un cuerpo, en el ritmo a que camina, en la regularidad de sus pasos… (“La muchedumbre va por la mañana y vuelve por la tarde”, repite lúgubre e intuitivamente en su cuento Los humildes de 1923).
Y en este sentido dejó explícito en sus escritos que el poder británico tampoco era algo intangible, sino que se corporizaba en el entramado de las vías ferroviarias, en la orientación de las investigaciones petroleras, en la creación del Banco Central, o en la ciencia económica comprada en Europa y enseñada luego en nuestras universidades. Al respecto gustaba decir que:
“Estos asuntos de economía y finanzas son tan simples que están al alcance de cualquier niño. Sólo requieren saber sumar y restar. Cuando usted no entiende una cosa, pregunte hasta que la entienda. Si no la entiende es que están tratando de robarlo. Cuando usted entienda eso, ya habrá aprendido a defender la patria en el orden inmaterial de los conceptos económicos y financieros.” También criticó por abstractas y faltas de realismo político las estrategias de las internacionales marxistas, a las cuales veía, por ello mismo, como funcionales al imperialismo anglosajón:
“Puede ser que haya una confraternidad proletaria, pero, si la hay, es muy semejante a la confraternidad cristiana: un ideal, una forma de expresión del espíritu, sin relación alguna con la necesidad de todos los días. Un obrero inglés come pan barato a costa de la miseria de un trabajador agrario argentino. […] Los trabajadores argentinos comienzan a comprender que las agrupaciones internacionales, al alejar a los trabajadores de la consideración objetiva de sus problemas, cumplen una función de utilidad para los extranjeros que extraen ganancias de la explotación de la Nación, de la que es parte primordial el trabajador”. Y en pleno proceso de gestación de la Reforma Constitucional del ´49, publica un folleto instalando en la agenda pública un problema central de la política nacional: “El capital, el hombre y la propiedad en la vieja y la nueva Constitución Argentina”.
Tuvo la lucidez de entender y denunciar la farsa perfectamente organizada de un sistema de entrega, dominación extranjera y explotación que sin embargo se vestía con el oropel de los símbolos patrios a cada efeméride nacional. Acusaba como cómplice del despojo a “la oligarquía vernácula” y a los que consideraba “personeros intelectuales puestos a su servicio” y, realizando una extraordinaria y paciente labor, expuso con claridad su visión desde dónde y como se manejaban los hilos del destino de nuestro país. También escribió otros ensayos como “Tierras sin nada”, “Tierra de profetas”, siendo considerado -junto con Arturo Jauretche- como precursor del revisionismo histórico y del pensamiento profundo en torno del “Ser Nacional”.
En 1944, sir Montague Eddy, representante británico, le propone al escritor ayuda económica a cambio de que cese su cruzada nacionalista. Scalabrini le responde que eso es imposible porque él sigue la “política de la chinche flaca”. Norberto Galasso relata la anécdota en Vida de Scalabrini Ortiz (Ediciones del Mar Dulce, Buenos Aires, 1970):
“Ante el estupor del flemático inglés que no comprendía su respuesta. Scalabrini le explicó cuál era esa política que seguía en su vida. «Usted debe haber dormido en esas pocilgas que se llamaban hoteles. Habrá luchado alguna noche contra los fastidiosos insectos y observado que difícil que es matar a una chinche que todavía no ha chupado sangre, usted la aprieta entre los dedos, la refriega y la chinche continúa como si le hubieran hecho una caricia. En cambio, si la chinche ha comido y tiene su panza hinchada, basta una pequeña presión para exterminarla. Bueno, yo sigo la política de la chinche flaca y por eso que usted nada puede contra mí ni nada puede hacer a mi favor”.
Y luego agrega: «Es indispensable estar limpios de ambiciones y de codicias. Por eso quienes abrirán la senda de los hechos nuevos serán los humildes, los desmunidos, los trabajadores. […] los que no somos naturalmente ni humildes ni trabajadores sólo tenemos una norma posible: la política de la chinche flaca»”.

Raúl Scalabrini Ortiz muere de cáncer el 30 de mayo de 1959, a los 61 años. Hasta poco antes se ganaba la vida como agrimensor.

El 17 de febrero de 1943, al respaldar públicamente la fórmula presidencial de Robustiano Patrón Costas-Manuel de Iriondo para las elecciones que iban a realizarse al año siguiente, el presidente argentino Ramón Castillo perdió todo su prestigio. Quería continuar el sistema del fraude.
Aquel acto iba a significar también la caída del telón político para la llamada Década Infame. Bautizada así por estar teñida de “retorno al coloniaje” británico, al decir de don Arturo Jauretche, con una envoltura del fraude y la corrupción.
Patrón Costas en 1942, siendo presidente del Senado había considerado que Alberto Barceló era digno de gobernar la provincia de Buenos Aires. Dos meses después se descubría en ese distrito el escándalo de “los niños cantores” donde se revelaba que la corrupción había llegado a los huérfanos que manipulaban las extracciones de la lotería Nacional.
“Quienes tenían el dominio de la riqueza-describe el historiador José Luís Torres-, tenían también allí el dominio del gobierno. Y se gobernaba, bajo cualquier rótuilo partidario, por los mercaderes y para los mercaderes, que siempre supeditaron los principios políticos a sus negocios individuales con olvido total de los intereses públicos y con ostensible desprecio por la vida de los trabajadores humildes, cuya existencia era tenida en menos consideración que la de las bestias de labranza”
Casi un mes después un grupo de oficiales, fundó el Grupo de Oficiales Unidos (GOU) . Entre otros lo integraban los tenientes coroneles Enrique P. González, Tomás Ducó, Domingo Mercante, Severo Eizaguirre, Eduardo Avalos, Bernardo Guillanteguy, Aristóbulo Mittelbach, Arturo Saavedra, Oscar Uriondo, Agustín y Urbano de la Vega, Julio Lagos y Juan D. Perón.
El GOU tenía una composición política heterogénea, pero los unificaba el propósito de asegurar un rumbo político de soberanía nacional y elecciones limpias, buscando obtener el apoyo del radicalismo. Claro que aún los radicales no encontraban una figura capaz de unir a las dos fracciones que componían el partido de Alem: alvearistas antipersonalistas e yrigoyenistas.
Finalizaba mayo del’43 cuando el GOU propuso la candidatura al entonces ministro de Guerra, Pedro Pablo Ramírez, figura de los boina blanca.
Y aunque la respuesta del ministro había sido ambigua, la difusión boca a boca hizo imparable aquel paso. A Castillo no le gustó, pero ni se animó o ya no pudo, pedirle la renuncia.
Una reunión de los 14 jefes de Campo de Mayo, en la madrugada del 4 de junio, sacudió a Ramírez, cuando Castillo le pedio primero que “averigüe que pasa” para luego encargarle, “conseguir una demora de 24 horas para aclarar todo mal entendido” si se trataba de un levantamiento armado.
El golpe de Estado que derrocó al presidente Ramón S. Castillo, sucesor del Dr. Roberto M. Ortiz, el 4 de junio de 1943, fue promovido por una Junta Militar integrada por los generales Arturo Rawson y Pedro Pablo Ramírez y el vicealmirante Sabá H. Sueyro.
La presidencia, asumida de inmediato por el general Rawson, fue muy fugaz ya que a los pocos días lo reemplazó el general Ramírez. Poco después, el general Edelmiro J. Farrell, que era su ministro de Guerra, tomó su lugar, designando al coronel Juan Domingo Perón, hasta entonces titular del Departamento Nacional del Trabajo, ecretario de Trabajo y Previsión, ministro de Guerra y vicepresidente de la Nación.
Los orígenes del GOU se remontan a la acción de dos tenientes coroneles, Miguel A. Montes y Urbano de la Vega, aunque es preciso aclarar que quienes inspiraron y definieron el sentido de la logia fueron el entonces teniente coronel Juan Domingo Perón (quien actuó en un principio representado por Montes), el hermano de este último, Juan Carlos Montes, Urbano y Agustín de la Vega, Emilio Ramírez, Aristóbulo Mittelbach y Arturo Saavedra, entre otros. Los objetivos del grupo, según sus postulados ideológicos, eran:

  • Afianzar la organización y la unidad interna, objetivo surgido de las preocupaciones profesionales de la sociedad militar.
  • Prevenir la insurgencia comunista.
  • Oponerse al ingreso argentino a la Segunda Guerra Mundial por la influencia de la presión estadounidense.
  • Oponerse a la intromisión del sector político en la organización y unidad profesional del Ejército.
  • Trabajar para el bienestar general de la Patria y el Ejército.
  • Evitar en consecuencia el acceso a la presidencia de Robustiano Patrón Costas, político conservador salteño.


Según el historiador estadounidense Robert A. Potash, la decisión de establecer la logia en marzo de 1943 se debió a dos factores: uno interno, originado por el conocimiento de que la gestión política del entonces presidente Ramón Castillo utilizaría todos sus recursos en favor de la candidatura de Patrón Costas, y otro externo, surgido del profundo descontento que suscitó la política exterior del Ejército en los integrantes de la logia tras darse a conocer en febrero de 1943 un memorándum transmitido por el jefe del Estado Mayor, General Pierrestegui (considerado aliadófilo), quien en agosto de 1942 había expuesto su alarma por la ruptura del equilibrio de fuerzas de la Cuenca del Plata, reclamando un arreglo con los Estados Unidos para la dotación de armamentos para el Ejército.
Carlos Alberto Floria y César A. García Belsunce, agregan en su Historia de los Argentinos un tercer factor: la muerte del general Agustín Justo, antiguo defensor del profesionalismo en las fuerzas armadas, y de varios de los fundamentos que ahora inspiraban al Grupo de Oficiales Unidos.

Segunda etapa del movimiento libertario

Ante la dictadura se borran todas las diferencias. Para el autoritarismo no existen grises sino un solo enemigo. Las sutilezas no son su fuerte y la picana nacerá como síntesis de su discurso.
Paradójicamente, la represión sirvió para reflexionar sobre la puja a ultranza mantenida en los años ’20, parecía un escarmiento de la historia que castigaba violentamente a quienes se habían relacionado con violencia, invitándolos a unirse contra el verdadero enemigo. La dictadura dio el marco concreto para generar la unidad: el cuadro 3º bis de la cárcel de Villa Devoto, donde habían confluido cientos de militantes de distintas tendencias, muchos como paso previo al traslado a Ushuaia. Los libertarios, luego de varias disputas. Logran desalojar a los comunistas del pabellón, situación que debe haber contribuido al reconocimiento y cohesión de su identidad, a hermanarse en esta batalla secundaria pero que no era menor para el pensamiento anarquista. Ahora el espacio estaba completo para comenzar las discusiones, sus miradas se corrieron hacia la autocrítica y produjeron un hecho impensable tiempo atrás: 300 militantes de todas las tendencias, en septiembre de 1931, organizaron en la cárcel un Congreso. Era el comienzo de la unidad y la reconstrucción, pero a la vez el nacimiento de un nuevo tema de discusión: la creación de una organización “específica” del anarquismo que lograra coordinar y unificar sus fuerzas.
El “especifismo” no era en verdad un tema nuevo: siempre se había rondado la idea de construir una organización “madre” y el I Congreso Regional de 1922 pudo haber iniciado este camino. Lo cierto es que, íntimamente, todos coincidían en reconocer a la FORA como organización “finalista” y alejarse de construcciones más propias de partidos políticos burgueses o autoritarios. En definitiva, era el proletariado bajo sus principios federativos la verdadera expresión del anarquismo local, su herramienta de lucha y tal vez el embrión de la sociedad futura. Pero, ¿acaso la FORA no tenía cada vez menos peso dentro del movimiento obrero? Y por otro lado, ¿cómo coordinar a sectores crecientes como el movimiento estudiantil o los núcleos culturales? Estas preguntas fueron claves a la hora de definir la creación de la organización, parecía que el anarquismo había comenzado a variar en su composición. Pero 1930 es también la década que marca el fin del modelo agroexportador argentino, es la crisis final del sueño “armónico”, como granero del mundo, que nos había deparado la división internacional del trabajo. Y con ello toda la estructura productiva se irá transformando, acelerando los cambios ya perfilados durante la Primera Guerra Mundial. Esto rehabilitará el debate entablado en la década anterior entre aquellos partidarios de la organización por oficios o por industrias. La FORA se mantendrá fiel a sus principios federativos oponiéndose a todo tipo de organización por industria. Esta posición, que ya había decidido a muchos sindicatos a incorporarse a la USA, ahora producirá que otros anarquistas propicien la creación de grupos intersindicales en los gremios “reformistas” y que reconozcan las transformaciones en el capitalismo como un dato objetivo con el cual tendrán que operar.
Con estos puntos centrales de discusión: superar las diferencias fratricidas de la década anterior, crear una organización “especifica” del anarquismo, y revitalizar la FORA sin dejar de tener en cuenta otras formas de participación sindical, se propiciará un gran encuentro en septiembre de 1932 en Rosario, el II Congreso Regional Anarquista.
Todos los sectores contribuyeron a su realización, La Protesta instó desde sus páginas a la elaboración de ponencias delineando los ejes de discusión mediante una encuesta destinada a sus lectores y varios militantes recorrieron el país, rehabilitando las viejas prácticas “linyeras”, para conectar a los grupos e instar a su participación. El 13 de septiembre de 1932 comienza el Congreso con la participación de 53 delegados en representación de 30 organizaciones de todo el país. Se había abierto una vez más en la historia anarquista un ágora de intercambio, construcción y reconocimiento. Pero, ¿se habían diluido realmente las diferencias para permitir la unidad? En verdad, lo que pareció suceder es que caducaron ciertas discusiones y se instalaron otras, producto de otra coyuntura histórica y del reacomodamiento de grupos y militantes ante nuevas disyuntivas. De esta manera encontramos ahora a representantes del grupo “La Antorcha” unidos a la FORA y apoyando el dictamen de minoría en el Congreso (3 votos), mientras 49 delegados avalan la conformación de una organización específica libertaria. Las principales resoluciones que brindó el encuentro instaron a crear una organización federativa de grupos que pudiera contener a todas las vertientes, en amplia libertad y, a la vez, seguir otorgando a la FORA la calidad de organización finalista del anarquismo. ¿Por qué la FORA se oponía, entonces, a la formación de la organización específica?
No podemos omitir que otras resoluciones también impulsaban la formación de grupos intersindicales por fuera de la FORA y en sindicatos opositores. La disyuntiva estaba planteada: resistir dentro de la FORA y empujar desde allí para que los obreros percibieran la verdadera lucha y nutrieran sus filas, o reconocer la pérdida de la hegemonía anarquista dentro del movimiento obrero y actuar como tal en otros sindicatos. El Congreso, sin aceptar totalmente la segunda opción, votó por el reconocimiento tácito de la realidad, convencido de una táctica que devolvería al anarquismo las masas obreras perdidas. Si, luego de 70 años, a esa táctica la vemos como infructuosa, William Morris viene nuevamente en nuestra ayuda, ya que éste segundo encuentro de Rosario, sin conseguir sus objetivos revolucionarios, siempre abiertos y presentes, generó el Comité Regional de Relaciones Anarquistas, que revitalizó todo el movimiento en el país y le inyectó nuevos bríos al ideal libertario. Ya en septiembre de 1933, hizo nacer “Acción Libertaria” como su vocero, retratando casi cuarenta años de historia, hasta su desaparición en marzo de 1971. El CRRA tuvo una importante labor en la organización de la militancia, logrando que los 6 comités zonales establecidos en el Congreso de Rosario (Rosario, Resistencia, Bahía Blanca, Santa Fe, Tucumán y Capital), aumentaran a 16 en septiembre de 1933 y llegaran posteriormente a 30. Logro la conformación de una agrupación intersindical en el gremio de la indumentaria, la reorganización de la Asociación de Empleados de Comercio de Rosario y la constitución del Sindicato de Obreros Tranviarios y Anexos en Capital, de expansión en todo el país (autónomo, no adherido a la FORA).
La FORA, mientras tanto, tendrá dos importantes actuaciones a principios de la década: la huelga portuaria en enero de 1931, y en julio, ante la llegada de un buque nazi, la agitación y la huelga convocada por la Federación Obrera Local Bonaerense. Ahora, mientras las actividades del CRRA crecían, conectando zonas y preparando a todos los militantes del país para un próximo congreso que hiciera nacer la “Organización Especifica”, se esperaban los resultados de la Asamblea General de la FORA, a realizarse en octubre de 1934. Si bien era conocida la opinión contraria de la mayoría de los foristas a la formación especifista, se esperaba que influyera la mayoritaria votación del congreso de Rosario. Pero finalmente, las resoluciones aprobadas por la FORA no fueron alentadoras para quienes impulsaban los acuerdos de 1932: se reafirmo la organización por oficios, la posición contraria a las comisiones intersindicales y la opinión “antiespecifista”, asentando una dura postura contra la organización libertaria naciente. Ante esto, el CRRA opto por definirse abiertamente a favor de impulsar el trabajo en los sindicatos por rama de industria. La brecha estaba abierta nuevamente. Si embargo, esto no malogro el objetivo, y el trabajo desarrollado por el CRRA, durante tres años, pudo concretarse en octubre de 1935, al realizarse el Congreso Constituyente de la Federación Anarco Comunista Argentina (FACA).
La FACA, primera organización especifica anarquista de la Argentina, establece su sede de correspondencia en la Capital Federal, y comienza a desarrollar múltiples actividades en todo el país, en continuidad con las desempeñadas por el CRRA. Podemos destacar la intensificación de la campaña por la libertad de los presos de Bragado: Pascual Vuotto, Reclus de Diago y Santiago Mainini, torturados y condenados por un crimen no cometido en 1931. Se editaron miles de ejemplares del periódico “Justicia”, vocero de la campaña, y se recorrió todo el país realizando actos, soportando la persecución y el asesinato , hasta lograr el indulto en 1942.
En 1936 se produce uno de los hechos más importantes para el anarquismo mundial. El levantamiento del general Franco contra la República Española desencadeno la Guerra Civil, pero también acelero el proceso revolucionario que venía gestándose y que tenía como protagonista al poderoso movimiento anarquista español. El movimiento ácrata cumplió un papel decisivo en la derrota de los sublevados en varias ciudades, y logro controlar importantes zonas, desarrollando su labor de construcción revolucionaria. Así nacieron las colectividades de Aragón, y la colectivización de industrias y servicios en la mayor parte de Cataluña. En la Argentina, la FACA realizo una campaña importante a favor del movimiento español. Intervino en la formación de numerosos comités populares de Ayuda a España. Fundo, de acuerdo con la CNT y la FAI española, el Servicio de Propaganda de España, editando la revista “Documentos Históricos de España”, e impulso la formación de la SIA (Solidaridad Internacional Antifascista). Se designaron tres militantes como delegados en España: Jacobo Prince, Jacobo Maguid y José Grunfeld, quienes ocuparon cargos de máxima responsabilidad en el diario confederal “Solidaridad Obrera”; en el órgano de la FAI, “Tierra y Libertad”, y en la Secretaria Peninsular de la FAI, respectivamente.
La década de 1930 fue de formación y crecimiento para la FACA, en duras condiciones de represión, que habían diezmado al movimiento en el comienzo de la dictadura. En 1939, con una estrategia de ampliación y junto a hombres que no eran libertarios, se crea la revista “Hombre de América”. Y en 1941 nace el periódico “Solidaridad Obrera”, como expresión de un importante sector de gremios autónomos orientados por la FACA. En 1946, la constitución de la editorial “Reconstruir”, fue de notable importancia para la difusión de las ideas libertarias, editando decenas de folletos y libros, hasta nuestros días.
La derrota en la Revolución Española y el comienzo de la Segunda Guerra Mundial reavivaron las campañas antimilitaristas, así como la ayuda a todos los refugiados. En este marco se inicio una campaña para auxiliar a los compañeros sobrevivientes del terror nazi enviando ropa y víveres a Alemania.
El enorme impacto represivo que causo el fascismo en todo el mundo, su expansión, el surgimiento del régimen nazi y la existencia en la Argentina de grupos que asesinaban a los obreros y que apoyaban esas tendencias, genero un clima político que busco evitar el nacimiento de movimientos similares en el país. El peronismo parecía reunir las condiciones de un movimiento fascista vernáculo, construyendo su base de sustentación en la masa obrera, organizada en sindicatos impulsados desde el Estado y con un sesgo autoritario. La mayoría de los libertarios no dudaron en atacar al Estado peronista, recibiendo cárcel y clausura de sus periódicos: en 1946 se creo el periódico ‘’Reconstruir”, que sufrió procesos por desacato y secuestros de ediciones, trasladando su impresión a la ciudad de Rosario, y en 1952, fueron encarcelados los obreros portuarios de la FORA.
El año 1945 fue otro punto de inflexión para la historia argentina. Juan Domingo Perón llega a la presidencia y con el se produce uno de los grandes cambios del siglo. La crisis terminal del modelo agroexportador argentino, que tanto provecho genero hasta la década de 1930, y las condiciones creadas por la Segunda Guerra Mundial, impulsaron a sectores de la burguesía nacional a la construcción de un proyecto de desarrollo interno. La industria nacional y, sobre todo, el control estatal de la economía, serán los pilares del peronismo. Junto a ello, la necesidad de crear un mercado interno de consumo creciente que posibilitara la producción nacional. Los cambios sociales y políticos producidos a partir de lo anterior fueron de tal magnitud que generaron un movimiento de masas de importancia mundial. La sindicalización obrera ascendió de 500.000 a 2.500.000 de afiliados y los beneficios obtenidos por los trabajadores, en condiciones de pleno empleo, produjeron un corrimiento rápido de adhesión al peronismo. Esta actitud de la mayor parte del movimiento obrero, que se prolonga hasta nuestros días, relego al olvido la riqueza de las experiencias anteriores, produciendo una invisibilizacion, sobre todo del movimiento anarquista.
Ahora bien, la construcción del discurso peronista se nutrió de reivindicaciones obreras existentes, apelo a la dignificacion del oprimido y aludió para ello a la exaltación de la “patria”. Pero, si en las décadas anteriores se recurrió a la patria desde el poder y contra los obreros de ideas “extranjerizantes”, ahora se empleaba para designar a aquellos que habían ocupado el “subsuelo” de la nación. El verdadero hacedor de la patria era entonces, el pueblo trabajador, aquel que forjaba con su esfuerzo las riquezas nacionales. El movimiento obrero, que durante décadas había construido sus reivindicaciones en oposición directa al concepto de patria, entendiéndolo como la raíz del militarismo, las guerras y el aprovechamiento de la burguesía, veía ahora que sus reclamos se vehiculizaban a través de ella. El trabajador comenzó a ser protegido por una legislación inexistente tiempo atrás, la redistribución del ingreso nacional se volcó hacia los más desfavorecidos, los sueldos aumentaron, muchas reivindicaciones de socialistas y anarquistas comenzaron a cumplirse y millones de personas comenzaron a acceder a beneficios antes negados.
Pero, si los beneficios económicos y sociales fueron reales, y la explotación descarnada que realizaba la elite fue restringida, la dignidad alcanzada distaba de los postulados revolucionarios de la primera mitad del siglo. El mejoramiento de las condiciones sociales pareció reconstruir al movimiento obrero, y encauzarlo con un sentido de pertenencia e inclusión. Las luchas ya no estaban dirigidas a la emancipación del género humano, a derribar las fronteras que separan a los hombres y derrocar al capitalismo. Y la dignidad pretendida tenía un recorte en los ideales más altos, nacidos en los movimientos revolucionarios. En este sentido, si la apertura del Orden Conservador al voto universal, significo una inclusión de amplios sectores en la representación política, el peronismo conformo una segunda etapa de apertura, ahora en la esfera económica y social, y una construcción de pertenencia en el ámbito capitalista. Habrá que esperar algunas décadas para que una nueva fase del sistema capitalista deseche la necesidad del pleno empleo y consumo masivo para realimentarse, y pueda acomodar su acumulación junto a la exclusión de grandes masas del mercado laboral y de consumo.
La posición asumida por la FACA frente al gobierno peronista quedo plasmada en el periódico “Acción Libertaria”, como así también en las Resoluciones y Declaraciones de los distintos Congresos y Plenos nacionales, celebrados por la organización.
Desde la formación de la FACA, hasta su designación como Federación Libertaria Argentina, se sucedieron seis grandes encuentros:

  • Diciembre de 1936: Pleno Nacional de agrupaciones Provinciales.
  • Febrero de 1938: Primer Congreso Ordinario.
  • Julio de 1940: Segundo Congreso Ordinario.
  • Octubre de 1942: Pleno Nacional de agrupaciones y militantes.
  • Diciembre de 1951: Tercer Congreso Ordinario.
  • Febrero de 1955: Cuarto Congreso Ordinario. Nace la F.L.A.

Si en esta fecha las ideas anarquistas habían dejado de ser una expresión de masas y de representar al movimiento obrero mayoritario, sobresale la continuidad y el desarrollo conseguido por la organización especifica. Mientras el anarquismo se veía relegado en su expresión obrera a un espacio cada vez mas reducido, se desarrollo una nueva forma de canalizar los ideales libertarios que, sin dejar de estar inmersa en el retraimiento general del movimiento, pujaba por demostrar la vigencia de las ideas anarquistas. Esta nueva etapa histórica, vivida por los protagonistas bajo la necesidad de un cambio de estrategias, que articulara la militancia no incluida en la FORA, insuflo fuerzas al movimiento y genero la Federación Libertaria Argentina, en actividad permanente hasta nuestros días. Sin perjuicio de la FORA, quien supo englobar a miles de trabajadores en las décadas anteriores, se había abierto una nueva etapa, que propiciaba otro tipo de militancia. Aunque para ambos solo quedaba reservado un lugar de minorías.
Ahora bien, reconociendo lo anterior, no puede decirse que las ideas anarquistas hayan fenecido. Ni tampoco que al adoptarlas grandes contingentes humanos fueran de mayor acierto. Esto ultimo solo expresaría un especial clima de época, donde mayorías estarían dispuestas a romper con los valores que sustentan todo un sistema. Posibilidad siempre abierta, en esta etapa corta de la historia que es el capitalismo, y donde las ideas anarquistas, a través los interrogantes planteados sobre la igualdad y la libertad, continúan expresando su vigencia y, sobre todo, en su grito firme contra toda opresión.

Características de Populismos en América Latina.

El contexto de la modernidad y circunstancias de su surgimiento en América Latina En los países centrales, según el proceso de crecimiento de participación, surgieron, en el estadio de “participación limitada” (Germani) mecanismos formales y reales apropiados para el funcionamiento de la vida política basada en el consenso fundamental de los grupos participantes. La difusión de una conciencia nacional entre las clases populares fue el factor- efecto de la integración. En América Latina, según estos autores, Di Tella y Germani, faltó ésta sincronización. Les faltó incorporar a la población que todavía se encontraba al margen de la comunidad nacional. Hay retraso en la formación de los mecanismos de integración.La posición y las actividades de la clase popular recién movilizada serán muy distintas, por la rapidez del proceso de movilización y por el tipo de estructura social en que se produce ésta.
El fenómeno del populismo es consecuencia de un proceso de modernización en circunstancias diferentes a las de Europa, y hasta con una ideología totalmente modificada por el contexto histórico en el que se desarrollan. Por eso la manifestación del populismo es típica de una región determinada, y de un tiempo histórico enmarcado. Lo mismo que el fascismo u otras expresiones políticas de masas.
En Europa, durante el proceso de modernización, luchaban los trabajadores contra la burguesía, pero compartían algunos de sus ideales, como la democracia liberal: cambios en la estructura social, partidos políticos, que favorecían la integración al sistema representativo. En América Latina, en cambio, la movilización surge después de las crisis de las democracias liberales, después del desarrollo industrial del régimen comunista, y dentro de una situación de total dependencia económica.
Este reagrupamiento de fuerzas sociales intentan dar respuesta a ese hecho nuevo que es el acelerado crecimiento industrial y sus consecuencias sociales. Todo proceso de industrialización por sustitución de importaciones o “industrialización sin revolución industrial” como paso en América Latina plantea características diferentes a las de los modelos clásicos en la estructura económica. Origina alternativas particulares en la dimensión sociopolítica, según el tipo de estratificación, alianzas de clases políticas, papel del Estado y de los grupos políticos, según los conceptos de Portantiero.
En su dimensión sociopolítica, surgen en estos países los “Movimientos nacionales-populares”. Sus principales características principales son: Ideologías anti status quo, Autoritarios. Nacionalistas. Algunas formas de socialismo, colectivismo o capitalismo de Estado. Movimientos que han combinado contenidos ideológicos opuestos.Parece ser la forma apropiada de intervención en la vida política nacional de las capas sociales no tradicionales, en el transcurso de la movilización acelerada. Aparecen en América Latina en cuanto el grado de movilización rebasa la capacidad de los mecanismos de integración.

Dos categorías del populismo: nacional y popular.

Nacional.

El Populismo contiene dos aspectos fundamentales, los cuales tratan de integrar a la sociedad en un todo superior a las diferencias económicas, políticas, sociales o culturales que puedan existir, reemplazando a los mecanismos clásicos de integración (como los partidos políticos, todo tipo de asociaciones secundarias, etc). Estos elementos son ideológicamente integrantes, en una sociedad que ha sufrido muchos cambios, como en Argentina; inmigración masiva, cambios en medios de producción de rural a industrial, etc. En circunstancias sociales y políticas determinadas (dependencia, deterioro de los términos de intercambio, cierre del comercio internacional, etc.).
En América Latina, la movilización se produce junto con la transferencia de adhesiones de la comunidad local a la nacional. La movilización es un proceso que se dio con más facilidad que en Europa, por la intervención de la variable “dependencia”, la cual ayuda a introducir el elemento nacional: Se acusa a la oligarquía (grupo gobernante) de “colonialista” en argentina tenía la característica de ser terrateniente. Las elites revolucionarias aprovechan esta situación y traducen las aspiraciones de clases populares a una fórmula: “el interés nacional”. En Europa la “Nación” era la patria de los burgueses, propugnada por los movimientos de izquierda del siglo XIX, los cuales poseían tendencias universalistas. En América Latina, a diferencia, “Nación” es la expresión autentica y única del interés nacional, el pueblo. Y la oligarquía y burguesía son defensoras de los intereses extranjeros. Asimismo, estas últimas facciones no aceptan ser llamadas colonialistas y se produce allí en desarrollo general de la ideología nacionalista.
Por otra parte, el sentimiento de pertenencia nacional cumple con una función de integración sumamente importante, ya que asegura la cohesión entre grupos muy diversos que se desprenden de pequeñas comunidades locales, como ser el abandono de la chacra para ir a trabajar a la ciudad.

Popular.

Algunos creen que este puede ser es aspecto fundamental del Populismo. Esta articulación en torno a la categoría de “Pueblo”, independientemente de las bases sociales a las que se refiere o por las que este constituido el régimen. “Ha habido muchos movimientos populístas, cada uno con bases sociales diferentes (rurales, obreros) pero todos articulados en torno a la categoría de pueblo.”
Esta articulación es una práctica ideológica de clase, la cual se nutre de interpelaciones y contradicciones no clasistas, formando una visión coherente del mundo con la inserción de esta clase en el proceso de producción. Este aspecto popular, además de la importancia ideológica, se relaciona con un aspecto físico, como es la movilización efectiva. Puede ser por desplazamiento físico (migración campo a ciudad, manifestaciones masivas) o un proceso psicológico en las mismas zonas rurales, donde conviven en todos los aspectos de la cultura, elementos tradicionales con los más modernos. En todo caso, esta capacidad de movilización depende de la naturaleza de las elites; si estas son capaces de organizar o controlar las movilizaciones de esas masas en las que se apoyan.
En América Latina la movilización tiene características peculiares. La naturaleza de la participación no fue por mecanismos de la democracia representativa a saber: derechos individuales de expresión, de voto, derechos de organizarse, etc.; o por los partidos políticos. Esto produce una verdadera situación anómica para estos nuevos grupos, cuya “disponibilidad” puede dar origen a nuevos movimientos dirigidos por elites dotadas de la flexibilidad necesarias para utilizarla.
Dentro de la teorización de Di Tella, el Populismo es un movimiento con fuerte apoyo popular, con participación de sectores de clase no obreras (elites) con importante influencia en el partido, sustentados por una ideología status quo. Estos grupos ajenos a la clase obreras pueden ser: Sectores de la burguesía. Ejército. Clero. Individuos de clase media inferior. Intelectuales. Este pueblo participa con el ejercicio de cierta libertad efectiva antes desconocida, con consecuencias en la conciencia que producen también cambios efectivos.
Para Gino Germani hay dos conceptos claves:

  • La movilización: proceso por el cual grupos anteriormente pasivos adquieren un comportamiento deliberativo (de intervención en la vida nacional).
  • La integración: movilización que se lleva a cabo a través de los canales políticos institucionales vigentes y es así legalizada por el régimen imperante. Así, dentro de esta teorizaron, podemos inferir que América Latina no tuvo integración, sino pura movilización. “Esa referencia la pueblo como masa homogénea en la que no se distinguen clases sociales, definido en forma”.

Los regímenes populistas vinieron a reconstruir como afirma Oliver Dabene el tejido social por arriba, al movilizar los sectores sociales más desfavorecidos en torno de un proyecto ideológico de líneas que a veces no se presentaban en forma clara. En consecuencia el populismo sembró los gérmenes de una inestabilidad.
El Coronel Juan Domingo Perón, primero desde la secretaría de Trabajo y luego desde la Presidencia ejecutaría un tipo de política “De régimen nacional popular”. Se caracteriza éste, por ampliar el campo de acción político hacia estratos hasta hace unos años jóvenes políticamente. Perón y su movimiento, utilizó el discurso como móvil conductor, hacia la captación de las mayorías. Se tratara de comprobar, si el discurso político tiene bases sólidas y positivas para la sociedad o si bien fueron utilizados como un instrumento más de la política pragmática peronista.
Pero hagamos un poco de historia El gobierno militar que asumió el día 04 de julio del año 1.943, fue encabezado por los Generales Pedro Pablo Ramírez y Edelmiro Farell. El Coronel Juan Domingo Perón uno de los miembros sobresaliente de la cúpula logró pronto una adhesión política peculiar en torno a su persona. El peronismo Argentino nace como fruto de una concurrencia de fuerzas antagónicas a mediados del siglo XX. Es un fenómeno único e irrepetible a lo largo de toda la Historia Argentina Contemporánea. Crea un modelo nuevo en su forma, pero ya repetido en su contenido político.

Sinteticemos las condiciones en que emerge el fenómeno peronista:

  1. Se dio en el marco del cambio de la hegemonía a nivel mundial de Gran Bretaña a Estados Unidos y la transformación de las relaciones comerciales, lo cual forzó a la Argentina y a sus clases dominantes a redefinir su inserción en el mercado mundial;
  2. La crisis en las clases dominantes, la burguesía terrateniente, que produjo, y que se expresó en escisión en torno a la ligazón al imperialismo y en crisis de dominación política;
  3. La necesidad de cambios que permitieran afrontar esta nueva situación internacional: el desarrollo de un proceso de pseudo industrialización, la sustitución de importaciones, impulsado en principio como respuesta a la crisis de 1930 y ampliado en el marco de la guerra;
  4. Un proceso de transformaciones en la clase obrera Argentina producto de esta industrialización: crecimiento del proletariado industrial y nuevas formas de organización como resultado de agudos ascensos de la lucha de clases;
  5. La coyuntura particular del estallido de la Segunda Guerra fue que reforzó la presión del imperialismo norteamericano y por lo tanto las contradicciones al interior de la clases dominantes no se hicieron esperar y planteó la perspectiva de ascenso obrero argentino en la posguerra también reforzó la necesidad de fortalecer el mercado interno.

Lo novedoso del movimiento es su fase populista, que convoca y lidera a las masas populares. Pero sin embargo, el modelo se fundamentaba en el pragmatismo y apela a las masas por medio del discurso, con alto contenido ideológico con el fin de manejarlas. Haciendo de la participación real o no de éstas, su base sólida para llegar y alcanzar el poder. El contexto histórico social y económico, fomenta el desarrollo del Peronismo como paradigma de justicia social e identificación popular.
La figura del líder, es aceptada por la voluntad general del común de la gente, sin replantearse la legitimidad de éste liderazgo. La corriente seguidora del alemán Max Weber, considerado el fundador de la sociología moderna, distingue tres tipos de liderazgo que se refieren a otras tantas formas de autoridad: el líder carismático, al que sus seguidores le atribuyen condiciones y poderes superiores a los de otros dirigentes; el líder tradicional, que hereda el poder, ya sea por la costumbre de que ocupe un cargo destacado o porque pertenece a un grupo familiar que ha ostentado el poder desde hace mucho tiempo, y el líder legal, que asciende al poder por los métodos oficiales, ya sean las elecciones o votaciones, o porque demuestra su calidad de experto sobre los demás. Esta figura se reconoce comúnmente en el campo de la política y de la empresa privada. Perón cuando hablaba cultivaba una evocación mágica y enajenaba sobre quienes los escuchaban, esto es un fenómeno social que dependía de la pura fuerza del número de los concurrentes, a los hacía creer que habían tomado parte activa en las decisiones gubernamentales. “El tiempo, las circunstancias y la conducta de cada cual nos indicará el momento y el rumbo de las determinaciones…” o frases como estas “Yo sin la ayuda de ustedes no podría hacer nada”. “La cooperación de ustedes es la base de confianza que yo deseo despertar en el pueblo…”.
El estilo de Perón era mostrarse como un ser infalible, como un gran padre que sobre protege a sus hijos y con esta actitud los anula porque el se convierte en amo y juez, en salvador y redentor de todas las decisiones, en controlador de las marionetas populachesca, por lo tanto jamás puede reconocer un error pues tiene una sola preocupación todo se tiene que cumplir tal cual lo pregona. Para eso cuenta y se apoya en la propaganda; estas masas tienen que ser ganadas por ella y apoyarse en el adoctrinamiento una vez captadas. La característica que tiene la propaganda es que es engañosa no solo por lo que se dice sino por lo que se oculta, por eso la propaganda peronista tenía la particularidad de ser demagógica, hace que las personas vivan aisladas del mundo real. Por ende el movimiento adquiere tinte personalista, recae todo el poder en la figura del General Juan Domingo Perón, quien posee sin duda alguna todo el carisma político que utiliza como instrumento para convocar al pueblo, y hacer de él todo el escenario de un plan estratégicamente idealizado en función de sus objetivos primeros: llegar al poder y luego mantenerse en el.
Alcanzado el primero objetivo, Perón y el movimiento justicialista, tienen que crear las bases de su fuerza legitimadora. Perón desde el año 1.943 desde la Secretaría de Trabajo proporciona a los llamados “Cabecitas Negras” o “Descamisados” bienestar económico, generando con esto vínculos de dependencia ideológicas e identificación con ellos. A través de la Secretaría de Trabajo el General ejerce su influencia en los sectores de clase baja, son estos los que van a proporcionarle una identidad real, base sólidas, y trascendencia histórica el movimiento justicialista.

El movimiento sindical que, se encontraba atomizado cuando se produjo el golpe militar de 1943, esto enmarcará su accionar durante el período en un contexto de singulares características, inéditas hasta ese momento.
La primera actitud del gobierno hacia los gremios fue de naturaleza represora y conforme a como se había hecho en otro momento, clausurándose, en julio de 1943, el local donde funcionaba la CGT. N° 2, declarando prácticamente disuelta a dicha central. En agosto del mismo año, intervenía a las dos entidades sindicales que representaban el caudal más importante de afiliados a la CGT. N° 1: La Unión Ferroviaria y La Fraternidad.
Pero, una línea más flexible e inteligente en la forma de abordar la problemática obrera, comenzaría a manifestarse dentro del régimen militar. El ascenso del Coronel Perón al Departamento Nacional de Trabajo, hasta ese entonces un organismo inoperante, privado constantemente de facultades y medios de acción, que pasó a convertirse, en noviembre de 1943, en Secretaría de Trabajo y Previsión, fue el instrumento que transformaría la relación Estado Movimiento Sindical. Desde su función en la Dirección General del Trabajo, ideo una estrategia política, afianzándose con los dirigentes sindicales. Abriendo el juego político, a los diferentes grupos opositores.
Establece con gran parte de la sociedad sindicalizada vínculos de subordinación porque la Secretaría de Trabajo y Previsión tenía a su cargo la tarea de fiscalizar el cumplimiento de la legislación laboral y centralizar toda la actividad social del Estado. Desde allí, Perón desplegó una incesante tarea, resolviéndose, por intermedio del organismo, numerosos conflictos gremiales, obteniéndose mejoras saláriales para los trabajadores, haciéndose efectivas, en la jornada de trabajo, las 48 hs semanales, establecidas por ley, pero, cuyo cumplimiento había sido muy irregular. Se trabajó, también, en la reglamentación del aprendizaje y trabajo de menores; se crearon Tribunales de Trabajo, a fin de ofrecer un vehículo de acción más rápida a las causas judiciales por motivos laborales; se extendió la jubilación a los empleados de comercio y trabajadores industriales; se devolvieron retenciones al personal de los ferrocarriles del Estado; se creó la División del Trabajo y Asistencia a la Mujer, en la Secretaría de Trabajo y Previsión.
Capítulo especial lo constituyó el Decreto – Ley N° 28.194, del año 1944, que estableció el “Estatuto del Peón de Campo”, introduciendo la legislación laboral en el interior de las, hasta entonces, intocables estancias, estableciendo un sistema de salarios mínimos, descanso dominical, vacaciones pagas, estabilidad, condiciones de abrigo, espacio e higiene en el alojamiento del trabajador.
Estas medidas, en beneficio de la clase trabajadora, junto con las otras sobre las que luego nos extenderemos, ampliaron, no solo la legislación de trabajo, sino que convirtieron a esta en una realidad concreta de cabal cumplimiento.
La política llevada a cabo por la Secretaría de Trabajo y Previsión, redefinía, así, su propia identidad como institución transformada en “un organismo mediante el cual el Estado va en defensa de los derechos de las masa sufridas y laboristas…” Debido a que este era un factor importante como árbitro en las relaciones entre Patrón – Obrero “… Estimulaba la organización de los trabajadores, incentivaba sus reclamos y presionaba para que estos fueran satisfechos…”

La clase obrera y los sindicatos.

En Argentina durante las primeras décadas del siglo XX el centro de la economía pasaba por la actividad agrícola y ganadera. No tenía un sector industrial autónomo. Más allá de ello, las tendencias de organización de trabajadores, al estilo europeo, poco a poco fue prendiendo con la llegada de los inmigrantes que traían una tradición de sindicalización.
Las doctrinas socialistas y comunistas servían como el plafón ideológico de acción política. El primero con cariz más nacionalista, el segundo más internacionalista. Los líderes sindicales generalmente estaban en algunas de esas corrientes. Sus actividades no se reducían solo a la lucha por los intereses de los trabajadores, si no que buscaban una transformación social. A esto le daban más importancia que a los problemas particulares de su sector laboral. El siguiente cuadro nos muestra los sindicatos y los afiliados año 1934-1935.

 

 CGTUSAAUTONOMOS
Sindicatos Adheridos2173183
Afiliados320.68114.54382.638

Fuente: Centro de Estudios Eva Perón 1994.

En la práctica la sindicalización era escasa quedando grandes cantidades de la población asaliarada sin organización, pero esta situación se va modificando en los años finales de la década de 1930. Observar el siguiente cuadro.

AÑOAFILIDADOS
1936369.969
1937418.902
1938436.609
1939472.800

Fuente: Centro de Estudios Eva Perón 1994.

Perón en su estadía en Italia había visto de cerca el funcionamiento del fascismo de Mussolini y con ello del “corporativismo”. Desde allí surgen sus creencias antidemocráticas y antirrepublicanas. Con su llegada a altos cargos del Estado trato de realizar una transformación en este sentido. Entonces, fomentó la organización por área de trabajo y reconociendo legalmente un sindicato por cada una de ellas.
Dicha legalización era una potestad exclusiva del Ministerio de Trabajo. Por lo tanto, tenía un instrumento fuerte para el desplazamiento de los sindicatos opositores y crear sindicatos paralelos. Con aquello, además, permitía una centralización de la actividad y por ende mayor control que una división territorial. Desde, Buenos Aires y con un número menor de Secretarios Generales, las negociaciones y la gobernabilidad se hacía más fácil y operativa. Era una política de atracción y cooptación benefició a los que se atenían a ese tipo de organización y además, le eran leales.
El sindicalismo tiene una gran importancia como factor constituyente del movimiento nacional-popular peronista, sobre todo en las organizaciones gremiales en la Argentina a comienzos de la década de 1940.
En el proceso de génesis del peronismo tuvieron una intensa participación dirigentes y organizaciones gremiales viejas, participación ésta que llegó a ser fundamental en el ámbito de los sindicatos y de la Confederación General del Trabajo, luego con el partido Laborista. Pérez Leiros, dirigente de los municipales:, Bolenghi dirigente de empleados de comercio; Doménech dirigente de los ferroviarios eran las figuras que empezaban a ser los componentes del elenco estable del preocupado Coronel y Luis Gay.
Previo al populismo se desarrollo en la sociedad Argentina un proceso de crecimiento de capital sin intervencionismo social y esta situación determinó la configuración de un monte crecido de reivindicaciones típicamente obreras que abarcaban al conjunto de la clase trabajadora. Demandas que el sindicato trató de satisfacer, sin éxito, hasta que entre 1944-46 por acción de definidas de los estatales, esa serie reivindicativa va encontrando soluciones, como inversión de las tendencias de distribución del ingreso nacional. Sobre esta base, la mayoría de los sindicatos (viejos y nuevos) articulan una política de alianzas con un sector del aparato del Estado.
Los sindicalistas adoptaron lo que J. Carlos Torres llamo una estrategia oportunista, aceptar los propuestos desde el estado, pero sin cortar las relaciones con la oposición democrática, por lo tanto después de los beneficios de Perón creció el número de afiliados y se siguió una política de divide y reinaras a los que no aceptaban sus propuestas.

El discurso de Perón frente a las clases obreras.

¿Cómo encontrar un elemento conductivo que nos lleve a demostrar, como Perón y el movimiento Justicialista, instrumentan desde el estado su base de poder sólida para captar a las masas?. Se tratara de demostrar el manejo ideológico que se ejerce desde el estado con métodos arbitrarios y poco democráticos. Por medio del discurso político.
Este mecanismo y los hechos realizados en la Secretaria de Trabajo le permitió al Coronel ir conquistando la confianza y el apoyo en estos sectores, acompañado por la inescrupulosa tarea de los sindicalistas, su discurso en este momento se centraba en los enemigos de los obreros tradúzcase en la oligarquía terrateniente representados en la Sociedad Rural; frases como “Entregare unos metros de piola a cada descamisado y veremos quien cuelga a quien” o El día que se lancen a colgar yo estaré al lado de los que cuelgan” hace que la influencia que el coronel tenía en el campo sindical girara en 1944 debido a que ya había neutralizado la resistencia de los malos políticos, las ideologías extrañas, comunismo y socialismo, y los agitadores a sueldo, así estas menciones iban progresivamente cambiando de su discurso.
La oposición se estaba ahora centrando en los sectores capitalistas, frases como “intereses mezquinos”, “egoísmos injustificados” y más tarde la oligarquía se convertiría en enemigo a muerte del peronismo que comenzaba a ocupar espacios de poder. Con esto nos queda claro que ahora que el país adquiría unos nuevos enemigos y por tal, de ahora en más se convertiría en caballito de batalla para ganar la cruzada de la ansiada lucha social.
Esta nueva etapa en el discurso llega hasta octubre de 1945 y será más importante que el trabajo de la Secretaría. “…Nosotros dividimos al país en dos categorías: una, la de los hombres que trabajan y otra, la que vive de los hombres que trabajan, ante esa situación nos hemos colocado abiertamente al lado de los hombre que trabajan…”. Perón con esto divide con un juicio maniqueo al mundo en dos columnas, a los buenos y los malos, lo que hacían actividades positivas como los afiliados a los sindicatos pro-peronistas o paralelos y los que hacían actividades negativas para que no se dieran esos fines.
Los discursos eran presentados en los lugares más variados, restoranes recintos oficiales, colegio, teatros, plazas; Perón sé hacia presente también en las concentraciones populares tanto en el interior como en la capital.
Eva Duarte de Perón será más tarde otro instrumento más del plan político peronista será la pata social y se convertirá en uno de los pilares de la estrategia política peronista ahora en el gobierno, quien viene a representar la imagen “Mariana e Inmortal”, que adopta el Peronismo en la memoria colectiva popular. El lenguaje de la fundación no era el tradicional de la caridad, sino por el contrario, el de la justicia social y el derecho de la ciudadanía, a los servicios que prestaba la fundación como por ejemplo el tren sanitario con vagón quirófano y laboratorio. Por lo que la política sanitaria del país estaba en manos de la “Madonna de los Humildes”.
Esta política era una verdadera marca registrada y portavoz de la patria peronista. La aprobación de la ley del voto femenino en el año 1.947, termina de consagrar a Evita como abanderada de la mujer Argentina, cumpliendo la misión de captar gran parte del electorado femenino. Pero esta imagen que perdura en el tiempo no tiene una existencia material, puesto que, el poder real ejercido por Evita es arbitrario y complementa el poder ejercido por Perón. Mientras que, la Identificación política de la clase obrera con el Peronismo era cada vez mayor. Los discursos desde la fundación de la Secretaría de Previsión hasta el año 1.949, fueron dados sistemáticamente ante las masas, con connotaciones fuertemente simbólicas, y reiterativamente atacando a la oposición. Dejando el mensaje claro a la población de ser ellos los únicos con la capacidad de llevar al pueblo el bienestar social y económico.
Uno de sus discursos en el prado español, de San Andrés de Giles, 30 de noviembre de 1.944, dice: “…Se ha dicho también, que estamos en contra del régimen republicano democrático que rige nuestras instituciones y nuestra Constitución, nada más inexacto. Estamos realizando la verdadera democracia, sin mentiras y sin fraudes…” En este fragmento queda en evidencia, como Perón utiliza los conceptos de democracia verdadera, como si por primera vez, el régimen republicano se ejerciera de forma legítima y limpia de toda corrupción.
Existe una constante en los discursos políticos desde el año 1.943 la necesidad de afirmar su liderazgo político, apoyándose en los conceptos de Patria, Unidad Popular y en los descamisados como base de su fuerza política. Desarrollando su doctrina como un credo quaci dogmático y mesiánico.

Estructura de la población y las acciones políticas. 1943-1947.

La sociedad Argentina, en los primeros años Peronistas, sufre una reestructuración en sus dos estructuras tradicionales: rural y urbana. En los nuevos contingentes que afluyeron al mercado laboral desde la mitad de los años treinta se vio en un principio un grupo social que súbitamente se había transplantado en las nuevas áreas urbanas debido al proceso de industrialización, de esos con la con sabiente expulsión que había sufrido del campo porque en el campo, la mano de obra rural presentaba un abanico de situaciones que dependía de la naturaleza más o menos capitalista de las relaciones de producción. Pero el campesino que se traslado era mayoritario y constituía un potencial político a tener en cuenta.
Es preciso hacer aquí mención sobre las características de esta migración 1936-1943, las regiones de donde provenían estos habitantes no fueron las más atrasadas, sino áreas típicamente afectadas por la crisis agrícola. En segundo lugar el movimiento fue gradual. Como consecuencia de los diferentes movimientos migratorios sobre hacia el centro y periferia de las grandes ciudades, nacen las nuevas subestructuras pre urbana y post rural. El Peronismo utiliza estas estructuras como base fundamental de apoyo social.
Los nuevos lugares ecológicos sub-urbanos, las villas, arrabales, demuestran un auge característico de esta nueva clase, resultado de los nuevos cambios estructurales de la sociedad, los cabecitas negras quienes se manifiestan en la acción social espontánea. Esta participación de los nuevos movimientos que antes estaban integrados pasivamente a la vieja estructura forman parte esencial del nuevo contorno social.El Peronismo por medio de la total organización que canaliza el movimiento justicialista, abrió todos los caminos para captar a los sectores más marginales y periféricos, que constituían la mayoría de la población. Los grupos marginales de la sociedad eran representados y así sentían por el movimiento y encontraron allí su vía de identificación y representación social frente a las demás estructuras sociales.
El movimiento Justicialista da forma y plasma en la realidad los cambios estructurales. Gino Germani, va a definir al Peronismo como un gobierno de tipo fascista; estas son algunas de los justificativos de tal aseveración, el fascismo europeo movilizó a las clases medias, el peronismo a la clase obrera. Mientras que el fascismo le dio guerra, imperialismo y racismo, el peronismo no pudo evitar darle mejoras sociales y laborales a la segundas. Esta es la hipótesis del libro “Autoritarismo, Fascismo y Populismo Nacional” de Germani. Tulio Halperín Donghi expuso que el líder argentino nunca pudo escapar a una lógica de pensamiento fascista que en términos concretos quiso y muchas veces logro negar con sus acciones y políticas. Para Halperín, el movimiento peronista originario no fue fascista pero si lo fue la mentalidad de Perón, que desembocó en un régimen de indudable carácter totalitario, pero dotado de rasgos muy diferentes de su modelo europeo, un tipo de autoritarismo basado sobre el consentimiento del apoyo de la mayoría electoral que por primera vez en 16 años pudo expresar su voluntad popular en elecciones regulares. En su libro expone que entiende al peronismo clásico como un fenómeno político que es diferente a la democracia y al fascismo pero está relacionado con ambos.
Las tendencias distributivas que sus bases reclamaban, moderaron las simpatías fascistas de Perón. Esta caracterización del Peronismo se basa en la nueva estructura social de la Argentina En el año 1.947, sobre una población de 4.750 habitantes en la ciudad de Buenos Aires, un veintinueve por ciento (29%) eran emigrados del interior y un veintiséis por ciento (26%) eran extranjeros.
Buenos Aires y las grandes ciudades, sufren un aumento en su población, el desarrollo de la industria y como consecuencia un aumento de la clase obrera y de trabajadores especializados.
El recurso a la clase obrera y las organizaciones sindicales como base de apoyo del régimen respondía a varios objetivos. Por un lado, resolver la debilidad de las clases dominantes, que por su parte respondieron aglutinándose en la oposición contra Perón, frente a las medidas de tipo populista por otro lado, resultaba necesario, en función del mantenimiento del orden social, incorporar al proletariado al régimen a través de sus organizaciones, así como el otorgar beneficios sociales, máxime teniendo en cuenta la etapa de ascenso previo protagonizada por la clase obrera argentina en los años de1930.
Por último, la perspectiva de la posguerra abría dos panoramas: por un lado, la posibilidad de un ascenso proletario; en este sentido, y en relación con lo anterior, el surgimiento del peronismo tiene un objetivo protector y por otro lado, los mercados para la venta de productos industriales que la Argentina había obtenido en tiempo de guerra, se perderían ante la vuelta de los países beligerantes a la producción civil; esto hacía necesario fortalecer el mercado interno y por lo tanto, aumentar la capacidad de la demanda interna.
Como exponíamos, el gobierno peronista iniciado en 1946 da comienzo a una nueva etapa en la historia argentina. El régimen peronista se caracteriza por un lado, por las concesiones a la clase obrera para contar con una fuerza contra la ofensiva norteamericana y, por otro lado, amortiguar la lucha de clases, impidiendo que el proletariado asuma una organización independiente que implique la amenaza al régimen burgués en su conjunto. Ya vimos que las clases dominantes se sumaron a la oposición al peronismo en el 1945 y 1946; sin embargo, esta oposición se fue trocando en colaboración, reticente en algunos casos, más abierta en otros. Así, uno de los primeros sectores que revisó su postura fue el agropecuario; la Sociedad Rural, por ejemplo, ya en el curso del año 1946 aún en el marco de las quejas repetidas por la política social en el campo, cambió su tono opositor. Y la UIA, como representación de los grandes industriales, que formó parte de la Unión Democrática en 1946, para 1948, por ejemplo, también admitía los beneficios que la política del gobierno les había brindado
Este tema nos introduce en la actitud del gobierno peronista hacia los distintos sectores sociales. Así, un análisis del peronismo, aún con los límites que planteamos en este trabajo, no quedaría completo sin una referencia general a las políticas desplegadas por su gobierno. En primer lugar, debemos decir que el gobierno peronista implicó un cambio cualitativo con relación al rol y funciones del Estado. Este proceso de mayor intervencionismo estatal fue característico de la mayoría de los países capitalistas frente a la crisis de 1930 y se refuerza en el marco de la guerra y la postguerra.
También en la Argentina, el Estado asumió un rol esencial para atenuar los efectos de la crisis con el objetivo de restablecer las relaciones con el mercado mundial. Si bien, entonces, la intervención del Estado fue un proceso previo al surgimiento del peronismo, adoptó nuevas características con su ascenso al poder. Este nuevo papel tenía que ver con una sociedad capitalista que se hacía cada vez más compleja, sin un rol claro en la economía mundial y sin una estrategia de desarrollo autónomo; en este marco, el Estado asumió la búsqueda de respuestas ordenadoras, que apuntaban a dinamizar la acumulación capitalista y actuar a la vez como conciliador de intereses de distintos sectores de clases. Esta política se expresó en varios campos y en nuevas instituciones, por un lado, una serie de políticas apuntaron a favorecer el proceso de acumulación capitalista, sobre todo a través del crecimiento de ciertas ramas industriales. Por otro lado, esto se combinaba con una apuesta a Gran Bretaña, expresada en acuerdos y políticas que procuraban sostener la relación argentina con aquel país. Por último, la política social.

 

 

 

Ofrecer una lectura de este proceso recién analizado en una clave histórica se aspira en definitiva a contribuir a la defensa de los principios sustanciales de la libertad. El populismo se define a partir de la situación de desplazamiento en la que llegan a encontrarse grandes contingentes humanos, lo que hace que las masas se transformen en manipulables. A modo de conclusión de este trabajo podemos estar en condiciones de establecer un juicio sobre el tema planteado.
El discurso Peronista, concentra a los trabajadores de las distintas ramas de la industria y a las clases más pobres. Es así como va captando la mayor porción de habitantes de la sociedad Argentina: Migraciones Internas. Identificación con las masas por medio del discurso. Beneficios materiales y asistenciales. Enfrentando estos datos con los discursos expuestos por el General Perón en estos años. Se puede afirmar que cada uno de las peroratas no tiene una base real.Tanto que, fundamentalmente estos se apoyaban en la justicia social, la independencia económica y el pueblo soberano. A lo largo de la investigación se fueron revelando la realidad social y económica de la época. Si bien el Gobierno Peronista goza de una floreciente economía, estabilidad de precios y alta tasa de ocupación, esto se debía fundamentalmente a las reservas que la Argentina acumuló en el período anterior. Una vez, evaporada la riqueza nacional como confirma Aldo Ferrer en la Economía Argentina, la ilusión Argentina empieza a evaporarse con dichas reservas.
Perón, utiliza el discurso político como medio de estímulo hacia las masas, quienes representan la base fundamental de su primer gobierno. El discurso Peronista cumple una función indispensable en la primera etapa de la creación del movimiento Justicialista. Perón logra adecuar sus discursos a cada grupo influyente de la sociedad. A los empresarios primero se les señala el peligro que significa una masa obrera desorganizada, y el peligro de comunismo. A los grupos militares les señalaba el peligro de la post guerra y la necesidad de imponer un Estado fuerte que interviniera plenamente en la sociedad y la economía.
Estas formas de hacer política crean desconfianza entre estos grupos dirigentes y poco a poco se fueron separando de la Secretaría de Trabajo y Previsión. Mientras que, la Identificación política de la clase obrera con el Peronismo era cada vez mayor.
El pueblo quien esta lejos de entender de economía y política internacional sigue al líder quien viene a representar la figura paterna de una sociedad virgen en materia política como la afirma Julio Mafud, en la Sociología el Peronismo. La acción directa de la Asistencia Social y los planes de viviendas, con la incorporación del calendario Peronista son mecanismos de su misión del pueblo a la autoridad del Estado. A costa de limitar las libertades individuales, y la coacción ideológica. Primero desde la Secretaría de Trabajo y luego desde el gobierno el movimiento Peronista elabora discursos con una base pragmática, hacia los distintos intereses de la sociedad.
Cuenta para ello con un aparato de prensa oficialista, la figura de Evita, los gremios sindicales, y el apoyo popular de los humildes.
Se crea un tipo de gobierno populista con bases democráticas y representantes de los diferentes sectores de la sociedad, esto es un mito Peronista. Mantener un discurso que magnifique la diferencia económica entre grupos, atenta contra el estado de derecho, ya que refuerza la mentalidad discriminatoria “ellos y nosotros”. Recordemos que cada individuo tiene el derecho de ser tratado igual a sus semejantes, sin importar su color, religión o nivel socioeconómico.
En la gran mayoría de los casos, los gobiernos populistas como el peronismo terminan generándoles fuertes desequilibrios económicos a sus países, lo que hace que paradójicamente se incremente la brecha entre ricos y pobres. El ex – presidente del Uruguay Sanguinetti se preguntó “¿qué era el populismo?, y contesto: lo contrario a la democracia responsable, la que asienta la libertad de expresión, y que trata de desarrollar las acciones sociales, la que no promete algo que no puede dar”. Creo que tan valioso concepto no lo veremos desarrollado en nuestro país, por lo menos en la fase histórica analizada, porque Perón se sentía conductor y era narcisista porque necesitaba hablar de sí mismo pero una cosa notable no habla en primera persona sino por una falsa modestia empleaba el “nosotros”, Alberto Tesaire decía años más tarde “ a mi me creían presidente del partido pero el presidente era Perón, la dirección nuestra era decorativa, no podríamos hacer nada sin una orden que estuviera escrita y planificada”frases como “Nosotros hemos hecho…”, Nosotros hemos pensado…”, “Nosotros hemos conseguido”, eran características de su discurso de barricada.
¿Qué quería significar con esto? pues era muy simple, servia para complacer a los que lo seguían, creando así una falso sentido de pertenencia a sus mandatos y gobierno; él no daba ordenes sino que hábilmente hacía sugestiones que en la práctica se traducían como ordenes; que consecuencia acarreaba esto, simple, si el resultado era contraproducente no se le podía imputar error asumiendo el ejecutor las responsabilidades de los hechos porque el solo había insinuado.
El líder, casi siempre de origen humilde, apela a los resentimientos de los pobres y amenaza a los privilegiados. Siempre se gana a una fracción de estos que por alguna causa están disconformes con su situación económica, de poder o tienen ideologías contra el sistema vigente. Se apoya además en sentimientos que han sido bien estudiados por los psicólogos sociales: la atracción de una figura paternal protectora, salvadora, y la tendencia humana a afiliarse a uno de dos bandos antagónicos.
Apela más a los símbolos que al discurso racional para convencer. Actos masivos ruidosos, largos discursos declamatorios, emotivos y amenazantes; desplantes en relaciones internacionales mantienen la figura del líder ante su pueblo. Apela al patriotismo y a las tradiciones culturales para unir a los que lo apoyan y acusa a los que se oponen de antipatrióticos.
Las declaraciones y acciones contra enemigos externos e internos, reales o imaginarios tiene el mismo fin. La acción social es de remediar la pobreza. Ninguno de los ejemplos de populismo ha podido erradicarla, ni siquiera reducirla a una minoría como en los países desarrollados. Tampoco es ésta la verdadera intención. El líder y el aparato burocrático distributivo que crea basan su poder y prestigio en ayudar a los pobres. Sería suicida para el populismo reducirlos a una minoría. Muchos líderes y colaboradores del populismo no ven este punto y no se explican porqué les es imposible eliminar o reducir drásticamente la pobreza. Otro ingrediente a mencionar en esta parodia de democracia que se vivía en esa época era el de recorrer el Diario de Sesiones la Cámara de Diputados que fue un escenario de increíbles certámenes de servilismo.
Después de este análisis resulta fundamental cultivar y afianzar la memoria histórica e impedir que los atropellos a los derechos, y la dignidad de las personas puedan convertirse en prácticas normales e invadan y erosionen las bases materiales y éticas de la democracia.
Después de un siglo de capitalismo, comunismo, fascismo y populismo seguimos sin solución. Paradójicamente todos ellos se han presentado como la única solución. Tal vez la vía más promisoria sea un sistema de amplias libertades, administración transparente e información generalizada, sin líderes ni ideologías preconcebidas, que permita experimentos sociales múltiples e irreversibles y una comparación crítica de los resultados.
Porque es bueno recordar que la existencia del sistema democrático no se sustenta solo en valores, derechos y oportunidades sino también frente a los males amenazas y peligros que evita. Una de las características centrales de una sociedad abierta y democrática es la posibilidad de expresar libremente las propias opiniones y participar en debates públicos para la toma de decisiones.
De allí que una de las competencias fundamentales para la formación de las personas es que pueden hacer uso eficaz de sus derechos ciudadanos sea con la capacidad de participar, argumentar y sostener diálogos constructivos, pero estos no se puede hacer en una sociedad que maniataba la libertad del discernimiento.
Trabajo realizado por Daniela Leiva Seisdedos.

¿Cómo tratar ciertos temas de la historia Argentina?, si cada vez que se toca el caso por ejemplo, del peronismo se genera una catarata de adeptos y detractores, por que hay figuras que con solo ser nombradas, ponen en marcha un fanatismo desmesurado y Perón despierta amores y pasiones, porque la discusión comienza con solo nombrar la misma palabra: Perón.
Él se asumió como figura representante del pueblo y sus verdaderos intereses, ayudado por un oportunismo político que todos hoy llaman pragmatismo porque en política le parecía absurdo lo que no cambiaba continuamente, ese era el lema de la conveniencia que imperaba en su vida, “rompo pero no cedo” decía en repetidas veces ayudado por la soberbia de su poder y la fascinación que imponía a las masas y ese manipuleo lo conocía bien, lo había visto y estudiado cuando en sus años de joven estuvo en Italia y palpo la desmesura del poder de Mussolini y sus camisas negras pero… él quería ser mejor que Musolini, quería trascender continuamente sin pasarle lo que le sucedió a Musolini, con lo cual llegar a perdurar para la eternidad, quizás es el sueño de los líderes carismáticos que son venerados con una pasión cuasi religiosa dotado de una voluntad poderosa ayudado por un mesiánismo que hace parecer que su vida en la tierra nunca se van acabar.
Hay un momento en la historia de que para trascender en política se puede elegir entre lo conocido, lo que uno domina y la renovación, o empezar otra vez casi de cero en gobernar. Pocos tienen el ánimo de empezar de cero. Nadie mejor que este encantador de palabras, Perón, para sobrevalorar con su mirada el arte de ser un pragmático, y como todo pragmático; polémico y empujar así a la Argentina en un sueño mesiánico, hegemónico para ramificarse a nivel mundial; pero una cosa es segura, Perón no pasó desapercibido por el mundo, porque si es cierto que no se conformó como las cosas eran o como se le aparecían, las hizo ser otras y haciéndolas, se hizo él mismo.
Se movía por impulsos e intereses ayudados por cierta pasión irracional de allí su aguda pretensión hegemónica en el marco de un régimen político que se sustento al principio en elecciones limpias, y se convirtió en una esperanza para nuestro país.
De una manera u otra Perón no quería ser un paréntesis en la historia Argentina porque su destino para él y sus adeptos no podría quedar en blanco. Desde el punto de vista técnico tenía una capacidad enorme en materia de política coyuntural, formas de expresarse que transmitían fuerza a las masas, porque su identidad estaba marcada por la euforia y las contradicciones, ayudada por la intuición para captar la oportunidad de lo que se sentía necesario para sobresalir y arrastrar a esa masa fiel que unida al paternalismo y el egocentrismo de los caudillos que no quieren ser un segmento en la en la política diseñada por Estados Unidos y la URSS.
El adornar a su política exterior como interior de gobierno con términos como “virtud cívica, comunitarismo, soberanía política, justicia social, justicialismo, humanizar el capital, e independencia económica” hicieron que estos conceptos se propagaran y expresaran en la Tercera Posición y representan una receta para un curioso léxico político más apetitoso por su novedad que por su significado, ya que con el tiempo se convirtieron en alusiones y metáforas místicas; a la política de la Tercera Posición la hicieron presentar como una revolución sin precedentes en materia de política exterior, como un cambio de rostro en la temática política y económica, pero… ¿cuánto margen hay para innovar en materia de política exterior en Argentina? si siempre en nuestro país se vivió en una política exterior de relaciones en forma triangular ¿cómo trascender con esta concepción si las relaciones fluctuaban entre Gran Bretaña y Estados Unidos en el nivel internacional y en el regional se realizaba una relación pendular con Chile y Brasil, Uruguay, Bolivia y Paraguay que se basaban en la desconfianza.
Un conjunto de eventos y circunstancias han llevado al gobierno de Perón a explorar posibilidades electorales, que le permitieran permanecer en el poder y recuperar espacios institucionales perdidos acá y en el mundo. Y para el mundo la idea era la de la “Tercera Posición”. Esta teoría fue presentada como el invento que salvaría a Argentina y demás países de las cadenas de la hegemonía de las potencias de turno terminada la Segunda Guerra, llámese USA y URSS; pero esta proposición se presenta y representa a Argentina, un país que sufre constantes complejos de inferioridad y superioridad indistintamente y hace que esta teoría se viva como una hipótesis del delirio.
Una buena política exterior debe servir para incrementar el poder, y la autonomía de la nación, pero esta política no debe recurrir nunca a una manía de sobreactuación como ocurrió con esta ideología, porque se defendió en forma retórica la acción multilateral que se quería lograr como alternativa al unilateralismo norteamericano y en segundo plano con la URSS, esto generó recelos, perplejidades que suelen suscitar indefiniciones propias en un círculo interno y sobre todo en los ambientes externos; yo me pregunto si con el esbozo de esta teoría se quería retornar a un pasado presuntamente glorioso, si se quería reconstruir una identidad rememorando el apogeo de la Argentina del milagro agro exportador, ese es hoy un tema todavía no resuelto en materia de política exterior.

La tercera posición justicialista. ¿Una propuesta de emancipación?
El mundo de América latina en los treinta y cuarentas.

En los años anteriores y posteriores al desarrollo de la Tercera Posición algunos estados de Latinoamérica trataron de adaptar una política independiente, buscar su propio destino, y este destino estaba desarrollado para darse a conocer solo en el plano económico por que se entendía que seguían siendo solo productores de bienes primarios.
En el plano de la política exterior queda demostrado como es el caso de Argentina tratados de incipientes alianzas con los países vecinos y los de Europa. Siguiendo en plano económico estos paises intentan desarrollar una industria pesada nacional, limitando los beneficios de las grandes sociedades extranjeras, por las reformas agrarias (aumento de los royalties y de los impuestos) procediendo a la nacionalización, como los gobiernos de: México, Bolivia, Venezuela, Argentina. La política de “buenos vecinos” instalada por Estados Unidos había conseguido en el curso de los años treinta calmar las prevenciones y desconfianzas debidas a la hegemonía yanqui despertadas por la política del “big stik.”
La guerra había reforzado el sistema americano de cooperación y consulta de la mayoría de los estados de América latina (salvo Argentina) estos estados se habían vuelto a la mirada paternalista de los Estados Unidos para la obtención de ayudad económica y financiera en el orden interno; pero tras la muerte de Teodoro Roosevelt la situación cambia. Las repúblicas americanas se ven enfrentadas por las indiscretas intervenciones de algunos diplomáticos yanquis en los asuntos internos como por ejemplo la intervención del embajador Braden contra Perón cuando se realizaban las elecciones en Argentina en 1946 y por las exigencias y presiones que soportaban los mismos países.
La situación del mundo en guerra había profundizado la política de sustitución de importaciones de la década anterior dando lugar a un desarrollo industrial que quería despejarse de los países desarrollados lo cual generó la aparición y concentración de una masa de obreros trasladados desde el ámbito rural a lo urbano, lo cual fue el génesis de los movimientos nacionalistas y populistas. Getulio Vargas en Brasil, Lázaro Cárdenas en México, y Domingo Perón en Argentina son fieles exponentes de estos movimientos que surgieron en la décadas del cuarenta.
En el campo de las relaciones diplomáticas las naciones de América Latina estiman en esos años que el problema de seguridad ante la inminencia de una Tercera Guerra Mundial invocado por el coloso del norte en las conferencias de Chapultepec (1945) y Bogotá (1948) les afecta poco y que el incremento de la defensa de su hemisferio solo beneficiará a los Estados Unidos; esta postura tiene inicio en la Conferencia Panamericana de Santiago, en 1923 y en la Conferencia de La Habana en 1928, las repúblicas también rechazan el estrecho control en forma de corcet de sus relaciones internacionales que se les pretende imponer, porque el poder de policía internacional que viene instaurando Estados Unidos no está del todo maquillado y quieren o pretenden desprenderse de esta tutela.
Es así como as naciones americanas que habían recibido el apoyo de las migajas de plan Marshall se quejan porque en comparación reciben menos que los enemigos que habían peleado en la guerra, así como “…la aplicación del punto VI: los países subdesarrollados de América Central y Andina apenas han recibido del 1 a 6% del total de préstamos aprobados y los países de África, próximo oriente y Europa occidental habían sido preferidos por razones políticas…”

La Argentina, la tercera posición y una relación conflictiva con los vecinos.

En los años veinte, la Argentina había sido acusada frecuentemente en los documentos del Departamento de Estado norteamericano de albergar sentimientos racistas hacia otros países latinoamericanos y de aspirar al dominio económico del sur de Sudamérica.
Sometida económicamente a Gran Bretaña, Argentina, gravemente dañada por la depresión del 1929 se ve afectada por una grave crisis financiera y es amenazada por los acuerdos de Ottawa, gracias a los cuales sus rivales, Australia y Canadá, adquieren una situación de privilegio en el mercado británico e internacional todo, dejando a la Argentina en una situación de no contar con los ingresos frescos que impone la llegada de recursos monetarios para sostener a los gobiernos.
Durante la guerra la especulación y la escasez provocan la elevación de precios en el orden interno ayudado por una desconfianza a los aparatos políticos que giran entre la corrupción y las luchas internas dentro de los espacios de las políticas partidarias.
El 4 de junio de 1943 el movimiento de los coroneles derrota al gobierno constitucional argentino. Este no se trata de un golpe de estado tradicional pues los oficiales que lo han llevado a cabo obedecen a la idea sagrada de que la Argentina tiene la sacrosanta misión de unir a iberoamerica y a la influencia fascista y nazi por estas tierras, tal es la idea que pregonan algunos de los componentes de este moviendo como son algunos de los integrantes de la logia GOU. Es, pues, una mezcla de reacción clásica ayudado por un moderno nacionalismo revolucionario, que muchas veces iba teñido de pragmatismo y conveniencia que se extendía entre los intelectuales, los oficiales del ejército y la mayoría de la clase media, deseosos de poner fin a la corrupción y a la incapacidad de los gobernantes, considerados como agentes de los capitalistas extranjeros, principalmente británicos.
La primera enunciación de la Tercera Posición se encuentra tal vez en forma explícita, en el discurso que pronunciara el presidente Perón el día 28 de noviembre de 1946 en el Teatro Colón de Buenos Aires, donde manifestó lo siguiente: “El capitalismo, señores, en el mundo es muy retaceado… Los demás comienzan a evolucionar hacia nuevas formas. El sistema estatal absoluto marcha con la bandera del comunismo en todas las latitudes y parecería que una tercera concepción pudiera conformar una solución más aceptable, en que no llegaría al absolutismo estatal ni podría volver al individualismo absoluto del régimen anterior.
En el pensamiento de Perón, la primera guerra mundial había reducido a unas pocas el número de potencias, pero, como resultado de la segunda gran conflagración, sólo emergían en el escenario internacional dos poderes hegemónicos alrededor de los cuales se organizaría la división del mundo en dos bloques opuestos por sus preferencias de orden ideológico, sus sistemas económicos e intereses de poder.
Desde los primeros momentos de su gestión de gobierno, fue perceptible una política exterior que, a diferencia de lo que ocurría en la mayoría de los países latinoamericanos, resistía a aceptar la legitimidad de la pretendida alineación del continente americano al lado de los intereses políticos, económicos e ideológicos de los Estados Unidos. Perón sostenía “…que los sistemas políticos responden a cada uno de los momentos históricos pretender aferrarse a un sistema superado por la evolución seria no evolucionar y eso seria envejecer…”.
Desde su participación en la Conferencia Interamericana de Río de Janeiro en 1947, donde se discutió y sancionó el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca, hasta las reuniones que en 1954 cuando se trato el caso de Guatemala, la política argentina se formuló en función de la Doctrina de la Tercera Posición. El presidente Perón, en sucesivas oportunidades reiteró su rechazo a aceptar la división del mundo en dos zonas o esferas de influencia que consagrarían una visión maniquea del mundo, justo él.
La Tercera Posición va mas allá para Perón de una mera enunciación de política exterior, pues de acuerdo con sus numerosas formulaciones tiene por objeto ofrecer una doctrina superada de los dos principales sistemas políticos y económicos que se presentan como opciones desde la finalización de la Segunda Guerra Mundial, esta es una idea “progre, vanguardista de la concepción de la política pero… ¿Cómo realizarla? La Tercera Posición pretendió superar las divisiones y oposiciones que separan a las naciones en grupos de confrontación y competencia.
Tanto es así, que Perón nunca dejó de tener en cuenta que los intereses espirituales y materiales de nuestro país se hallaban junto a occidente. Puso énfasis en los esfuerzos tendientes a la unidad política y económica de América latina; mantuvo un vínculo muy particular con España y una posición equilibrada frente a la Unión Soviética; siempre evitó las actitudes frontales contra los Estados Unidos y las demás superpotencias de occidente.
Esta doctrina no se concibió como algo estático, sino dinámico y superador. Dijo Perón, “somos anticomunistas porque los comunistas son sectarios, y anticapitalistas porque los capitalistas también lo son. Nuestra Tercera Posición no es una posición centrista”Esto lo comprobó en varios discursos Perón cuando sostuvo que la vigencia de la tercera posición justicialista, según su pensamiento no era una posición de neutralidad frente a los problemas del mundo contemporáneo, sino una actitud distinta “…que en el orden político implicaba poner a la soberanía al servicio de la humanidad, en lo social adoptar un sistema intermedio entre el individualismo y el colectivismo, y en lo económico abandonar la economía libre y la economía dirigista por un sistema de economía social en la que el capital estuviese al servicio de la economía…”.
Al analizar la hipótesis de la amenaza militar de la Argentina, los norteamericanos consideraban que Uruguay y Brasil temían el poder argentino, sobre todo el primero, pero, dado lo acordado en las conferencias de Chapultepec y Río, los demás países americanos no permanecerían indiferentes ante un acto de posible agresión por parte de la Argentina, aparte de que ésta no había producido acto alguno que indicara su deseo de atacar a un país vecino. A ello debía agregarse que, aun consiguiendo las armas y la ayuda en materia de industrialización militar que solicitaba, la Argentina estaría muy lejos de constituir una amenaza militar para Estados Unidos y por ende para algún país del hemisferio.
No obstante, el informe de la embajada norteamericana en Buenos Aires revelaba un cierto temor de los países de la región al gobierno argentino, y a la vez, éste era utilizado, como se dijo, para lograr ayuda de Estados Unidos. El secretario asistente de Estado para Asuntos Latinoamericanos, Edward G. Miller, luego de una visita a la Argentina en febrero de 1950, advertía en un memorándum al subsecretario Webb que el presidente de Chile, Gabriel González Videla, en su próxima visita a Washington asaltaría al presidente norteamericano con la “típica letanía” de la amenaza de la Argentina para su seguridad. Miller decía no creer en tal cosa, pero aconsejaba contestar que en ese caso lo mejor era que Estados Unidos tuviera buenas relaciones con la Argentina. Esto ocurría en un momento que al gobierno norteamericano interesaban las relaciones cordiales con la Argentina para conseguir la ratificación del TIAR.
Sin embargo, un memorándum de Webb del 21 de abril de 1950 sostenía la existencia de telegramas recientes originados en Santiago y La Paz que planteaban “dudas inquietantes sobre las intenciones de Perón hacia otros países sudamericanos”, lo que mereció una respuesta de Miller tratando de aventar el tema del peligro argentino.
Con todo, una prueba de las aprensiones que existían respecto de la Argentina en las demás naciones latinoamericanas fue la cuidadosa anticipación a las mismas que debió realizar el gobierno de Washington cuando en esa época decidió otorgar un crédito a la Argentina. La aparentemente sólida posición económica de la Argentina al finalizar la guerra, y el fuerte apoyo interno con que el presidente argentino fue elegido, sumados a la vulnerabilidad de países vecinos que atravesaban crisis sociales y económicas, ofrecieron a Perón la oportunidad de exportar bienes de consumo y capitales, al mismo tiempo que difundía su doctrina.

La relación con Chile.

En el caso de Chile, la política de Perón tuvo dos planos: el retórico, que privilegiaba la relación cooperativa y la intención liberadora de la Argentina hacia su vecino, y el pragmático, que dejaba al descubierto una política activa de propósitos expansivos. Entre 1946 y 1952 hubo por parte del régimen peronista un intento de expansión de su influencia económica, política y doctrinaria, que incluso por momentos rozó la injerencia en los asuntos internos. Dicho intento fue consecuencia de la existencia de objetivos económicos, estratégicos y políticos apuntados a integrar a Chile en un bloque austral que consolidara el liderazgo argentino en la región, permitiera aplicar políticas autárquicas y contrarrestara la penetración económica de Estados Unidos. La intención de la Argentina de formar un bloque austral de países para frenar las pretensiones de predominio norteamericano era una vieja aspiración del nacionalismo argentino.
Tulchin menciona los esfuerzos de Perón por organizar a las naciones latinoamericanas en “alguna forma de alianza bolivariana con exclusión de los Estados Unidos”, destacando el principismo y la lucha incesante por reducir la dominación de Estados Unidos, como características de la política hemisférica del presidente argentino.
La posibilidad de la formación de un bloque regional liderado por Perón aparece asimismo analizada en un informe de la embajada norteamericana en Buenos Aires, de enero de 1948. Cristián Buchrucker también señala que está documentado en archivos alemanes el interés del gobierno militar argentino, establecido en 1943, en la constitución de un bloque o alianza de estados sudamericanos con una orientación defensiva frente al eje Washington Río.
Stanley Hilton a su vez encuentra en el gobierno brasileño hacia 1943 la misma convicción de que la Argentina buscaba la constitución de un bloque austral, en abierta oposición a Brasil. De esta manera, a pesar de la afirmación de Juan Archibaldo Lanusse que hace una interpretación radicalmente distinta del objetivo de la política exterior peronista, “…señalando el propósito de construir un ámbito de solidaridad en América latina, que desterrara la competencia y la lucha ideológica, y reemplazara la política de poder por la de colaboración…”
Esto parece haber sido parte de la retórica del peronismo, pero muchas de las acciones llevadas a cabo por el gobierno de Perón en Chile, durante la presidencia de González Videla, no se condijeron con aquélla de que la política exterior argentina entre fines de la década del cuarenta y principios de los años cincuenta “no debe interpretarse como un intento de formar una coalición antinorteamericana /…/ ni como un propósito de intervenir en los asuntos internos de los países vecinos”, el caso de Chile parecería desmentirlo.
El sentido antinorteamericano surge de la declarada intención liberadora de la política peronista, que únicamente podía apuntar a quebrar la estrecha dependencia de aquel país de las empresas y del gobierno de Estados Unidos. El hecho de asignarle a la Argentina un “destino continental”, como dice Lanús, habría llevado a Perón a hacer planes para toda la región y a trabajar activamente para lograrlos.
La acción política de Perón en Chile comenzó antes de que éste fuera presidente, cuando residía en Mendoza y luego entre 1936 y 1938, cuando Perón había sido agregado militar en ese país y su misión se vio abruptamente terminada cuando apareció involucrado en un caso de espionaje que lo obligó a abandonar el país, dejando en comprometida situación a su sucesor.
En junio de 1944, el gobierno chileno retiraba su embajador en la Argentina como una manera de mostrar su disconformidad con el gobierno de Farrell, a pesar de haberlo reconocido en un principio, y de acompañar a Estados Unidos en su política de aislar a la Argentina. Por cierto, la imagen de una Argentina fascista y que supuestamente constituía una amenaza para las democracias americanas impedía al presidente chileno obtener la aprobación del Senado para el nombramiento de un embajador para la Argentina. A fines de 1945, cuando se trató la actuación de la delegación chilena en la Conferencia de San Francisco, que siguiendo el deseo del gobierno norteamericano había trabajado activamente en favor de la incorporación de la Argentina a la Organización de las Naciones Unidas, se reveló entre los senadores chilenos un eco del mito del Cuarto Reich que el Departamento de Estado había extendido por el hemisferio, y de acuerdo con el cual los nazis habían preparado a la Argentina para la Tercera Guerra Mundial, con el respaldo de la camarilla Farrell-Perón. A pesar de estas presiones, el presidente Ríos mantuvo la adhesión al principio de no injerencia en los asuntos internos de la Argentina.
Asimismo, desde fines de 1944 había comenzado a manifestarse la oposición de algunos sectores obreros chilenos de tendencia comunista al régimen argentino. Por otra parte, la finalización de la guerra había comenzado a provocar una disminución sustancial de la demanda de productos estratégicos; esto significaba una baja en el valor del cobre y anunciaba una crisis económica para Chile en los próximos años.
En conocimiento de la situación, Perón ideó el mecanismo de un tratado comercial, a través del cual ofrecería una fuerte ayuda financiera a fin de desarrollar en Chile la producción de materias primas que apuntalaran las nuevas industrias argentinas, asegurando, a la vez, la obtención de medios de pago para los productos argentinos y la posibilidad de financiar su desequilibrio comercial por un tiempo. El tratado fue firmado en forma preliminar en Buenos Aires el 13 de diciembre de 1946, poco después de la asunción a la presidencia chilena del radical Gabriel González Videla. Este tratado establecía un régimen de unión aduanera, declarando libres de derechos de importación con alguna excepción a los productos originarios de cada país. Ambas partes se obligaban a atenderse preferentemente sus necesidades con sus saldos exportables, ventajas que quedaban excluidas de las cláusulas de nación más favorecida. Se estipulaba también que el IAPI realizaría una inversión de 300 millones de pesos en Chile para desarrollar nuevas actividades económicas a fin de intensificar la exportación de productos originarios a la Argentina.
En todas las compras chilenas a la Argentina intervendría el IAPI. El envío del tratado para su ratificación reveló gran oposición al mismo en el Congreso chileno. El partido Conservador, opositor sistemático al gobierno de González Videla, denunciaba los compromisos contraídos como demasiado exigentes para las posibilidades de Chile, criticaba el sometimiento de Chile a la Argentina y objetaba el manejo del comercio exterior por el IAPI.
Los socialistas mantuvieron siempre una férrea oposición al tratado, junto con el partido comunista que se habían reunido para tal propósito. La oposición socialista llegó al extremo de acudir a los gobiernos norteamericano y argentino para evitar la ratificación del convenio. Otros argumentos sostenían que el tratado contenía intenciones expansionistas de la Argentina, y que Chile cambiaba una dependencia por otra, permitiendo que el Estado argentino se convirtiera en socio comanditario de las industrias básicas chilenas por los siguientes 50 años. Además, al quedar las exportaciones argentinas a Chile bajo el manejo monopólico del IAPI, el gobierno argentino adquiriría una poderosísima arma de presión frente a Chile. Tampoco favorecía la ratificación del tratado en Chile por la fuerte oposición de medios periodísticos norteamericanos al mismo.
“El corresponsal del New York Times en Buenos Aires señaló que el tratado se podía “comparar al Anschluss de Austria con Alemania” y que Chile “se había doblegado bajo la presión económica y la amenaza argentina de retener los alimentos”. A su vez, el periódico Evening Star afirmaba que la concertación del tratado probaba que la Argentina estaba recurriendo a tácticas imperialistas con los países vecinos y que trataba de formar un bloque de naciones adverso a Estados Unidos. Incluso en el gobierno de Washington se juzgó que el tratado con la Argentina perjudicaría los intereses norteamericanos en Chile que quedaran subordinados al dominio y beneficio de la Argentina…”.
Finalmente, el tratado no fue ratificado. Posteriormente, Chile estableció algunas de las empresas que hubieran resultado del convenio, pero con créditos de agencias financieras norteamericanas y sin tener que compartir con los acreedores la dirección de las mismas, lo cual resultó más ventajoso para el país. Pero lo más singular del caso fue que la Argentina demostró una grave deficiencia en los estudios de viabilidad para la inversión que ofrecía a Chile, pues apenas transcurridos dos años de la firma del tratado habría tenido serias dificultades para hacer frente a sus compromisos como consecuencia del agotamiento de sus reservas.
En abril de 1948, la posibilidad de disturbios graves, llevó al gobierno chileno a declarar en estado de emergencia todas las plantas eléctricas y a colocarlas bajo la autoridad militar. González Videla, el presidente, también envió al Congreso una ley de Defensa de la Democracia, la cual, finalmente promulgada en octubre, proscribía al comunismo, borrando de los registros electorales entre 30 y 40 mil personas esto le convenía a los designio de una política de entendimiento con Argentina pero a los problemas mencionados se sumaba el descontento existente dentro de las fuerzas armadas.
En este contexto crítico, se produjo el primer complot para derrocar al gobierno chileno con presunta participación argentina. El 31 de octubre de 1948 el ex presidente Carlos Ibáñez del Campo, y el ex jefe de la fuerza aérea coronel Ramón Vergara Montero fueron arrestados.
Los informes del Departamento de Estado norteamericano señalaban la posibilidad de que el movimiento hubiera sido financiado por Perón. A su vez, el embajador argentino en Santiago juzgaba el movimiento como netamente proargentino. En su opinión, los revolucionarios habrían tenido el propósito de llegar a la concertación inmediata del tratado con la Argentina para lograr la unión económica, y habrían buscado en el plano interno “aplicar la doctrina peronista en todo su contenido económico y social…”
Por su parte, el canciller chileno Germán Riesco convocó al embajador argentino para comunicarle que el gobierno chileno juzgaba que la Argentina estaba implicada en el intento de golpe y expresarle su disgusto por esa intervención en los asuntos internos. La prensa chilena también acusó a la Argentina de haber estimulado y prestado ayuda al movimiento, señalando además la similitud de métodos con las revueltas de Perú, Paraguay y Bolivia, la naturaleza antidemocrática de los movimientos y su común crítica a Estados Unidos.
El embajador argentino sostuvo en sus informes que el gobierno de Chile requería un trato firme de parte de la Argentina por haberse permitido “el lujo de jugar con el gobierno del general Perón”. Aconsejó además tomar algún tipo de represalia, considerando que se podía negar la prórroga de pago que vencía en marzo de 1949.El embajador norteamericano comunicó a su gobierno haber recibido información del presidente chileno de que Perón había colaborado con dinero para la campaña de Ibáñez. A fines de ese mes, sin embargo, nuevamente circulaban en Santiago rumores de una conspiración contra el gobierno, atribuida al partido Agrario-Laborista, con presunta participación argentina. En junio, el gobierno chileno insistía en su percepción de que la Argentina era el punto desde donde se tramaban conspiraciones destinadas a los países limítrofes.
Dicho gobierno veía un peligro para su país en las revueltas mineras que se estaban produciendo en Bolivia, porque podían propagarse a Chile, donde la caída del precio del cobre traería a corto plazo el paro de empresas y desocupación. El tema tenía relación con la Argentina porque el gobierno de Bolivia había declarado oficialmente que las revueltas habían sido dirigidas por Víctor Paz Estensoro desde Buenos Aires. Como en esta ciudad estaban también los desterrados chilenos por el complot del año anterior, el presidente González Videla expresó su preocupación por las presuntas actividades conspirativas de Vergara Montero. En caso de triunfar la amenaza “fascista” en Bolivia, sostenía Allende, Chile quedaría envuelto “…por un círculo de hierro formado por la Argentina de Perón, el Perú de Odría y Bolivia de Paz Estenssoro y sus satélites…”.
El legislador agregó además que un país que gastaba “…2.800 millones de pesos en un presupuesto de guerra (dos veces el presupuesto nacional chileno…” debía inquietar al resto de los pueblos democráticos. La percepción de la amenaza argentina para Chile desembocó en el intento del presidente González Videla de conseguir el apoyo de los países sudamericanos para acusar a la Argentina ante la asamblea de la ONU como nación peligrosa para la paz de América. Sin embargo, sólo obtuvo el apoyo del Uruguay.
La vinculación ideológica del general Carlos Ibáñez con el gobierno de Perón se vio confirmada cuando, luego de mantener dos entrevistas con el presidente argentino, Ibáñez anunció su candidatura a la presidencia chilena en noviembre de 1950 en Buenos Aires. El general señaló la conveniencia de remover obstáculos y poner la mira en una completa unión aduanera, adhiriendo además a la Tercera Posición. En marzo del año siguiente, Ibáñez nuevamente viajaba a Buenos Aires para sostener una tercera entrevista con Perón. Ibáñez solía referirse a la Argentina como su segunda patria, lo que no era extraño, dado que en ese país había vivido exiliado largos años y desde allí había intentado el derrocamiento de todos los presidentes que habían sucedido a su primer gobierno (1927-1931).
Este complot aparecía vinculado con una organización llamada Acción Chileno-Argentina, que operaba en Chile y albergaba a un grupo subversivo secreto creado el 12 de febrero de 1945, autodenominado “Los Cóndores”, vinculado a su vez a la organización ibañista Unión Nacionalista.
A mediados de julio de 1952, el gobierno chileno declaraba persona no grata al cónsul argentino en Antofagasta y acusaba a otros diplomáticos argentinos de diseminar propaganda antichilena originada en la Argentina, hecho que el gobierno chileno consideró como injerencia en los asuntos internos del país. Sería éste un caso de “bombardeo propagandístico”, implícitamente coercitivo y respaldado por el gobierno argentino para instalar en el país vecino un candidato con ideas más afines. El hecho no parecía demasiado diferente a la intervención del embajador Braden en la Argentina en 1946, tan censurada por el presidente argentino.
El 4 de septiembre, Ibáñez ganó las elecciones y obtuvo casi la mayoría absoluta. La elección del general fue celebrada con júbilo por todos los diarios oficialistas argentinos como un triunfo de Perón, y de una corriente antinorteamericana, antiimperialista y latinoamericana.
La doctrina de la Tercera Posición fue señalada como un estímulo para las “revoluciones” del momento, y se dio a entender que existía una oportunidad de liberación para países como Uruguay, Bolivia y Brasil. La relación de Perón con Ibáñez tuvo su momento de apogeo en ocasión de la visita de Perón a Chile, en febrero de 1953, y la firma del Acta de Santiago.
En ésta se establecía la intención de ambas partes de ampliar el intercambio comercial mediante el aumento de los saldos exportables, la eliminación gradual de los derechos de aduana, la firma de un acuerdo para facilitar los pagos, la modificación de las imposiciones vigentes sobre tipos de cambio y de las disposiciones sobre movimientos de fondo, y la reestructuración de los sistemas de distribución de divisas, además de impulsar el proceso de industrialización en ambos países. Se expresaba también el anhelo de que integraran el mismo sistema los países limítrofes y demás estados del continente. El objetivo de ambos presidentes era establecer la “cordillera libre”, como un primer paso hacia la unión económica entre la Argentina y Chile, y que podría servir de antecedente a la unidad latinoamericana.
Este acuerdo preliminar tenía la aprobación del presidente de Brasil, Getulio Vargas, pero no la del canciller brasileño, quien no había sido consultado. Cuando el último tuvo conocimiento del mismo, su oposición fue tan fuerte que el presidente Vargas se vio obligado a retirar su apoyo, lo cual significó el fin del proyecto a pesar de que Perón trató de llevarlo a cabo con otros países.
El documento además recibió críticas entre otras que constituía un atropello a la soberanía de otro país, las cuales fueron refutadas por Perón en su discurso al Congreso del 20 de marzo, y a través de folletos oficiales. Por otro lado, los acuerdos militares firmados en 1952 por Chile y Brasil con el gobierno norteamericano constituyeron también un límite al proyecto de Perón. La visita de Perón a Chile fue retribuida por el presidente chileno, quien arribó a Buenos Aires en julio de 1953, firmándose entonces el tratado de Unión Económica Chileno-Argentina. Ibáñez defendió la formación de bloques homogéneos entre países limítrofes, como paso previo a las uniones continentales, señalando que los países hermanos no debían pensar que chilenos y argentinos pretendían la hegemonía continental, como lo insinuaban algunos círculos.
El tratado mencionaba medidas generales de complementación económica, disminución de aranceles, concertación de cambios, intensificación del intercambio comercial y apoyo recíproco en favor del desarrollo industrial y agrícola. Creaba además un órgano común, el Consejo General de la Unión Económica Chileno-Argentina a fin de promover proyectos.
Los intentos de infiltración doctrina de la tercera posición en Chile continuaron hasta el final del régimen peronista, a pesar del rechazo de fines de 1953. En abril de 1955, por ejemplo, Eduardo Vuletich, secretario general de la CGT argentina, se dirigió a Chile para fundar la filial chilena de ATLAS, la organización sindical peronista internacional.

La relación con Brasil

En cuanto a las relaciones con Brasil, puede decirse que la posición internacional del gobierno de Eurico Dutra (1946-1951), de alineamiento incondicional con Estados Unidos, difirió sustancialmente de la Tercera Posición sostenida por el gobierno de Perón. No obstante, el gobierno brasileño trató de que no se llegara a una situación conflictiva con la Argentina, buscando incluso limar asperezas entre Washington y Buenos Aires. Con todo, la postura competitiva se mantuvo, al tratar de mantener Brasil una posición privilegiada frente a Estados Unidos y de predominio a nivel regional.
La política argentina de intentar establecer uniones económicas entre los países limítrofes, sin tener en consideración los organismos multilaterales establecidos a partir de 1945, llevó a Brasil a alinearse con Estados Unidos a favor del multilateralismo y la vigencia de la cláusula de nación más favorecida por los favores dados en la segunda guerra. Asimismo, preocupaciones geopolíticas llevaron al gobierno brasileño a prestar especial atención a las relaciones de la Argentina con Bolivia y Chile, países que tenían amplios sectores vinculados al régimen peronista. Los convenios argentino-bolivianos firmados para la construcción del ferrocarril Yacuiba-Santa Cruz de la Sierra incentivaban la preocupación en el caso de Bolivia.
También el gobierno de Dutra se opuso tenazmente al proyecto de Perón de reflotar el bloque ABC. A mediados de 1947, el canciller brasileño Raúl Fernández declaraba que “Brasil no estaba interesado en la formación de un ‘bloque latino’ patrocinado por el presidente Perón, en la reminiscencia del antiguo ‘bloque ABC’ ”.
Las diferentes posiciones en el campo internacional, la alineación con Estados Unidos, en el caso de Brasil, y la Tercera Posición equidistante de las dos potencias mundiales, en el de la Argentina se pusieron de manifiesto en varias oportunidades. Por ejemplo, la Argentina estableció relaciones con la Unión Soviética en junio de 1946, y Brasil las interrumpió en octubre de 1947; Brasil fue un propulsor del TIAR en el continente, mientras que la Argentina demoró varios años en ratificarlo; Brasil apoyó la creación del Consejo de Seguridad de la ONU y la constitución del Estado de Israel, en tanto la Argentina planteó sus reservas en ambos asuntos, como se puede apreciar es una relación de niños caprichosos, era la llevar la contra con tal de sobresalir. Por parte, cuando en 1949 Getulio Vargas apareció nuevamente en el horizonte político de su país como candidato a la presidencia, muchos brasileños objetaron sus contactos con Perón, a través del presidente del Partido Trabalhista Brasileiro (PTB), senador Salgado Filho, y del periodista y embajador en Buenos Aires, Batista Luzardo. Perón ofreció todo su apoyo al partido de Vargas.
No obstante, debido a la oposición que el régimen de Perón despertaba en el Parlamento, la diplomacia, la prensa y la opinión pública brasileños, el presidente Vargas no pudo concretar sus planes de acercamiento a la Argentina.
La política exterior del segundo gobierno de Vargas (1951-1954) tenía como objetivo recuperar la capacidad de negociación de Brasil frente a Estados Unidos, lo cual sería un obstáculo para el acercamiento con la Argentina. Brasil podía negociar el suministro de materiales estratégicos, la colaboración de tropas brasileñas en la guerra de Corea, y el incondicional apoyo a Estados Unidos en la Guerra Fría. A cambio buscaba el apoyo del gobierno norteamericano para las obras de infraestructura requeridas para sus industrias. Aunque este plan limitara la inclusión de Brasil en la construcción de un bloque latinoamericano, ya fuera político o económico, Vargas trató de evitar que su participación en un proyecto regional de ese tipo fuera descartada por completo.
La buena relación que Vargas parecía desear mantener con la Argentina se vio obstaculizada por la posición contraria a un entendimiento con Perón de su canciller Joao Neves de Fontoura. Neves prestó mucha atención a las amenazas que en el plano internacional podía provocar la política exterior de la Argentina. A
sí, en 1950 fue percibido con cierto recelo el propósito de Perón de mejorar las relaciones con Estados Unidos. La preocupación brasileña se acrecentó cuando el nuevo gobierno republicano de Eisenhower demostró que tenía intenciones de mejorar la relación con la Argentina. Sin embargo, para el embajador brasileño en Buenos Aires, Batista Luzardo, una buena relación con la Argentina no necesariamente representaría un obstáculo en los vínculos con Estados Unidos. A su vez, las relaciones de Brasil con Estados Unidos también preocupaban al gobierno argentino, con lo cual la desconfianza estaba en danza el cual siempre trató de neutralizar las demostraciones más claras del alineamiento brasileño.
Las negociaciones para el acuerdo militar brasileño-norteamericano de 1952 provocaron tensiones en la relación de la Argentina con Brasil. Como este acuerdo y los del gobierno norteamericano con Uruguay y Chile dejaban a la Argentina bastante aislada, el gobierno argentino comenzó a presionar a Vargas para la firma de un convenio militar. El gobierno brasileño señaló que cualquier tratativa debía respetar la posición militar-estr
atégica establecida en las conferencias interamericanas, realizadas en Bogota y Río. El principal opositor a una alianza con la Argentina fue el canciller Neves según el embajador argentino en Brasil, Juan I. Cooke; por cierto, el gobierno argentino advirtió que las presiones internas impedían a Vargas alcanzar un deseado entendimiento con la Argentina ayudas por un canciller enemigo de la Argentina a la que se sumaban las opiniones vertidas en el Parlamento y en la prensa en contra de un acercamiento con la Argentina que ejercían gran influencia en las decisiones del presidente. Perón sostuvo que ésta era además la razón para el rechazo de Vargas a su proyecto de constitución del ABC.
El viaje de Perón a Chile, en febrero de 1953, y su objetivo de firmar un tratado de unión económica argentino-chilena produjo una gran conmoción en Brasil. La intención de Perón fue interpretada como similar a la política de Hitler hacia Austria, y como expresión del expansionismo peronista. Se celebraba que el tratado no hubiera podido ser concretado, señalándose que de ser aceptado, Chile no tendría posibilidad de independencia económica, y resignaría su industrialización para consolidar la de su vecina Como se dijo, el presidente argentino generó una fuerte oposición en el Congreso brasileño.
Las críticas sostenían que la Argentina representaba una amenaza por su expansionismo y armamentismo. Tanto los tratados firmados entre ambos países, como el intervencionismo argentino en la región, la infiltración ideológica en el interior del país, y la política de uniones económicas eran factores considerados perjudiciales para Brasil. En especial la propaganda peronista que llegaba a Brasil (calificada como subversiva) causó honda preocupación. Al producirse la firma del Acta de Santiago, el senador Hamilton Nogueira llamó la atención sobre el “imperialismo argentino”, que apuntaba a convertir a la Argentina en el país más fuerte de la región, y al cual los brasileños no tomaban debidamente en cuenta. Se percibía que al contrario de lo que sucedía con Brasil, la Argentina había expandido su zona de influencia a Bolivia, Paraguay y Chile. Sobre todo en el último, Perón había logrado un gran triunfo con la elección de su amigo Ibáñez, que reemplazaba a un presidente pro brasileño. Los actos del gobierno argentino activaron también los mecanismos de recelo tradicionales en la diplomacia brasileña, generando una profunda desconfianza, que hizo prácticamente imposible un acercamiento con la Argentina.
Las iniciativas de Itamaraty se dirigieron contra cualquier intento de formar bloques regionales esta postura era ayudada por las autoridades de Perú que mantenía en ese momento un alineamiento incondicional con Estados Unidos, oponiéndose como consecuencia a la formación de un bloque regional encabezado por la Argentina.
El canciller Neves había aceptado la sugerencia peruana. No obstante, cuando Odría llegó a Brasil en septiembre de 1953, Neves ya no estaba en su cargo y el gobierno brasileño estaba intentando mejorar sus relaciones con la Argentina, por lo cual la visita no fue demasiado fructífera.
Las tensiones internas brasileñas se agudizaron luego del discurso de Perón en la Escuela Superior de Guerra Argentina, que tuvo lugar en noviembre de 1953 y revistió carácter secreto. El presidente argentino afirmó que la cancillería brasileña constituía el principal obstáculo a una alianza con Vargas, debido al “sueño de hegemonía” que albergaban sus funcionarios. También señaló que los motivos que impedían al gobierno brasileño participar del ABC se relacionaban más con cuestiones de política interna que con la voluntad del presidente Vargas. Cuando el discurso de Perón fue conocido en Brasil a principios de 1954, hubo una gran reacción en la prensa y en el Congreso. En el último se reveló un fuerte ánimo de confrontación con la Argentina. La eventualidad de que Vargas estuviera considerando algún tipo de alianza con Perón fue calificada como traición.
No obstante, la asunción del nuevo canciller Vicente Rao en junio de 1953 había provocado en el embajador argentino Cooke la inmediata percepción de que las relaciones bilaterales habían mejorado. Asimismo, el nuevo embajador en Buenos Aires, Orlando Leite Ribeiro, trataba de encontrar soluciones pragmáticas a los problemas. Leite Ribeiro aconsejaba un acercamiento con la Argentina, pero manteniendo una actitud alerta frente al “esfuerzo de penetración económica argentina en el Continente”.
El embajador proponía, no sin cierta ambigüedad, la ejecución de varias políticas. En primer lugar, aconsejaba aceptar el principio de la integración económica continental, pero sin politizarlo y retardando su implementación. En segundo término, postulaba prepararse activamente para constituir en poco tiempo el centro de un bloque económico. Para esto era necesario un esfuerzo mayor en favor de la industrialización; además del desarrollo de las comunicaciones a través del Amazonas, de la red ferroviaria Santos-Santa Cruz (denominado nexo mineral), y de la red mixta del ferrocarril y del transporte público y carreteras Santos-Ponta y Pora-Concepción (llamado nexo agrario). Las diferentes posiciones en materia de política exterior quedaron evidenciadas en la Décima Conferencia Interamericana realizada en Caracas en marzo de 1954.
En ella, la Argentina, apoyó al gobierno guatemalteco, y Brasil al gobierno norteamericano, que buscaba legitimar con el apoyo regional su intervención en Guatemala. Respecto de la cuestión de las colonias y territorios, el gobierno brasileño había dado algunas señales de que apoyaría la posición argentina.
Finalmente, Brasil se atuvo a su posición primitiva consistente en que el asunto debía tratarse en la ONU. Lo paradójico fue que la conferencia aprobó respecto de la cuestión dos declaraciones, una brasileña y otra argentina con sentidos prácticamente opuestos, que obviamente no clarificaron la situación de territorios como las Islas Malvinas, Belice y las Guayanas.
El acuerdo comercial argentino-brasileño firmado a comienzos de 1953 también provocó reacciones en Brasil. “…En dicho convenio se estipulaba que la Argentina vendería a Brasil 1.500.000 toneladas de trigo, lo cual constituía 80% de la importación brasileña de ese cereal. Por su parte, Brasil exportaría a la Argentina madera, café, acero, cacao, banana y ananá…” Para los brasileños el tratado evitaba el desembolso de dólares, en tanto que para los argentinos significaba un paso adelante en la buscada integración económica. No obstante, el convenio recibió severas críticas en Brasil, arguyendo algunos que este país pasaría a tener déficit en su balanza de pagos con la Argentina, y que el productor brasileño quedaba desprotegido frente al precio del trigo argentino. Sin embargo, el superávit comercial conseguido por la Argentina se mantuvo sólo en 1953, pasando al año siguiente a una situación de equilibrio y nuevamente al déficit en 1955. Por otra parte, la política de uniones económicas reactualizada por Perón en 1953 que había comenzado a plasmarse con la firma del Acta de Santiago en febrero y del convenio de Unión Económica Chileno-Argentina en julio de ese año- produjo además la firma de actas de cooperación económica con algunos otros países.

La relación con Paraguay.

En octubre de 1953, en ocasión de la visita de Perón a Paraguay, se firmó un convenio de Unión Económica, resultando así Paraguay el primer país del hemisferio que aceptaba la invitación propuesta por el Acta de Santiago. El presidente Federico Chávez señaló que consideraba necesaria una política de cooperación y coordinación económica, aunque advirtió que los convenios regionales de índole económica no eran excluyentes. A su vez, Perón aprovechó la ocasión para responder a las críticas que se hacían a su gobierno. En un discurso pronunciado en el palacio de gobierno, el presidente argentino expresó lo siguiente: “…Se ha dicho que nosotros queríamos reconstituir el Virreinato del Río de la Plata, algo así como dar marcha atrás a la historia, que ha corrido sobre siglos en nuestra América. Se ha dicho también que la República Argentina ha querido sacar de sus fronteras el Justicialismo para imponerlo a otros países.
Nosotros no nos hemos empeñado jamás en una acción tal para proselitismo justicialista. Nosotros hemos lanzado la idea y puesto en marcha una doctrina, y no tenemos la culpa si idea y doctrina han trascendido las fronteras Se ha dicho también, que nuestro movimiento iba detrás de hegemonías; nosotros no pretendemos en el orden político absolutamente ninguna hegemonía. Reclamamos, sí, la hegemonía que dan el buen procedimiento y la buena fe; no la hegemonía que puede dar la insidia y la calumnia, que si es vil para los hombres es inaceptable para los pueblos….”.
Perón afirmó que también se había acusado a los argentinos de ser perturbadores de la confraternidad panamericana. A ello respondía que aquéllos nunca habían dejado de ser americanos, habiéndose establecido buenas relaciones con todos los países de América.
A su regreso a Buenos Aires, Perón presentó al pueblo reunido en la Plaza de Mayo, el 17 de octubre, el Decálogo de la confraternidad argentino-paraguaya igual a uno anterior preparado para el caso chileno, proponiéndolo al pueblo argentino “…como principio para la unión definitiva y eterna entre los paraguayos y los argentinos…”. Poco después, en diciembre, los cancilleres de Ecuador y la Argentina firmaron en Quito un Acta de unión económica, que también declaraba su adhesión al acta firmada en Chile. Por último, Bolivia comunicó su solidaridad en septiembre de 1954. No obstante sus esfuerzos, Perón no logró la incorporación de Brasil, Perú y Uruguay. Puede advertirse por cierto que la política de establecer un liderazgo regional por parte del gobierno de Perón no tuvo éxito.
A pesar de haber firmado un tratado comercial con la Argentina a fines de 1953, el gobierno chileno no pudo lograr el consenso para su ratificación, debido a la fuerte desconfianza interna que generaba el gobierno argentino. La sospecha de haber apoyado golpes militares en países vecinos y de tener alguna vinculación con complots para derrocar al gobierno chileno, sumada a los rasgos inquietantes del gobierno argentino como su carácter autoritario, su armamentismo, la exportación de una propaganda que fue calificada de subversiva e intervencionista tanto en Chile como en Brasil, condujo a que la política peronista de integración económica conllevara el estigma del expansionismo y de la búsqueda de hegemonía.
Esta política demostraba además una flagrante contradicción con la propia prédica del presidente Perón en cuanto a lo que debía ser una correcta política exterior. Para colmo era claramente antinorteamericana y, por ende, muy resistida por Washington, lo cual ponía en situación complicada a aquellos países que intentaran apoyarla.

Relaciones con Uruguay.

Uruguay, por su parte, llevó a cabo durante la guerra una política cooperativa con Estados Unidos. El 22 de diciembre de 1943, dos días después de conocerse el golpe de estado en Bolivia que destituyó al presidente Peñaranda y que había recibido apoyo del gobierno argentino, el vicepresidente uruguayo Alberto Guani, presidente del Comité de Defensa Política, establecido por la Conferencia de Río y con sede en Montevideo, proclamó que cualquier gobierno impuesto por la fuerza, en el curso de la guerra, no debía ser reconocido hasta que los demás estados americanos hubieran realizado consultas para constatar si estaba decidido a observar sus compromisos interamericanos, y si había sido gestado en el propio país.
La doctrina Guani fue puesta a consideración de todos los países americanos con excepción de Bolivia y la Argentina. El secretario de Estado Hull aceptó la declaración de Guani y anunció que su gobierno tenía evidencia de que la revolución boliviana había tenido inspiración foránea. Como consecuencia, en enero de 1944 el presidente Roosevelt ordenaba embarques de armas para Brasil y enviaba la flota del Atlántico sur a realizar una visita a Montevideo.
Apenas terminada la guerra, en noviembre de 1945, el ministro de Relaciones Exteriores de Uruguay, Eduardo Rodríguez Larreta, propuso a los demás países americanos la adopción de una política colectiva contra cualquier miembro del sistema interamericano que llevara a cabo violaciones a los derechos humanos y que no observara sus compromisos internacionales. Rodríguez Larreta sostenía la interdependencia de la paz y la democracia, y afirmaba que la sola presencia de un gobierno antidemocrático en el continente constituía un peligro para el resto de los miembros del sistema interamericano. La nota del canciller uruguayo en realidad estaba dirigida contra el gobierno argentino, pero hubo sospechas de que estuviera inspirada por Estados Unidos.
El secretario de Estado James Byrnes adhirió inmediatamente a la misma. Por el contrario, los países latinoamericanos rechazaron la doctrina de Rodríguez Larreta, incluso aquéllos que compartían con el Uruguay su aversión por el régimen argentino. El motivo fue el temor a que la acción colectiva pudiera implicar la intervención de Estados Unidos con el apoyo de otros países, el cual habría sido fácilmente obtenible por medios coercitivos.
Las relaciones del gobierno de Perón con el Uruguay fueron difíciles debido a que numerosos opositores al régimen argentino se exiliaron en este país. Además, los diarios uruguayos publicaban duras críticas al gobierno argentino, y las emisoras de radio daban espacio a los opositores al peronismo para llevar a cabo su prédica. En épocas en que los disidentes argentinos eran duramente perseguidos, la ciudad de Montevideo aparecía como un baluarte en la lucha por la libertad.

Al considerar la política regional de Perón y su prolongación con Tercera Posición, no se puede dejar de mencionar otro instrumento utilizado por el presidente argentino para propagar su doctrina en América latina. Este fue la designación de un cuerpo de agregados obreros a las embajadas, especialmente entrenados para el caso. Estos attachés trataron de expandir las ideas peronistas a través del contacto personal con líderes sindicales, y por medio de la prensa y la radio. Fueron también la fuente para la realización de viajes gratis a la Argentina para personas que tuvieran simpatía por el régimen argentino y estuvieran dispuestas a recibir adoctrinamiento en Buenos Aires.
En algunos casos fueron motivo de conflicto con las autoridades del país en que se hallaban trabajando. Por ejemplo, un telegrama del embajador argentino en Chile, de diciembre de 1948, informaba de la actitud de los dos agregados obreros que habían aceptado un homenaje de entidades obreras contrarias al gobierno de González Videla, hecho que podía dar lugar a una nueva fricción con el gobierno chileno. El embajador consideró estas actividades altamente impolíticas y solicitó el alejamiento urgente de uno de ellos, recibiendo al día siguiente la orden de disponer su inmediato regreso.
Otro paso relevante en la política hemisférica de Perón fue la creación de la Asociación de Trabajadores Latinoamericanos Sindicalistas (ATLAS), en febrero de 1952. Junto con la CGT, el cuerpo de agregados obreros y otras actividades desarrolladas por la cancillería, ATLAS formaba parte de un mecanismo apuntado a convencer a los segmentos obreros de otros países de las ventajas del sistema argentino. También lo era de un esfuerzo propagandístico mayor que incluía a Agencia Latina, al Servicio Internacional Radiofónico Argentino (SIRA), y otros grupos que colaboraban en hacer conocer los logros argentinos a través de los medios de comunicación. En última instancia, era parte de la política exterior peronista.
El acuerdo del ATLAS intentó constituir asimismo una de las tantas organizaciones que, a través del tiempo, trataron de unificar a los trabajadores latinoamericanos. Pregonaba su derecho al liderazgo en virtud de su composición y orientación puramente latinoamericanas, y a que no estaba influida por fuerzas cuyos intereses fueran otros que los de los trabajadores de América latina. Estas características, según los miembros de ATLAS, la distinguían de ORIT que tenía fuertes conexiones con grupos sindicales norteamericanos y de la comunista Confederación de Trabajadores de América Latina (CTAL), dirigida por Lombardo Toledano, de México.
En realidad, el sindicalismo norteamericano consideraba que Perón no era un gobernante democrático, que el trabajo organizado en la Argentina estaba bajo la tutela del gobierno y que ni las libertades sindicales ni los derechos cívicos existían en ese país.
Por estas razones, la presión de los sindicatos norteamericanos había impedido la afiliación argentina a la ORIT y a su antecesora, la CIT, establecida en Lima en 1948. El gobierno argentino se defendió, señalando que tanto la CIT como la ORIT eran instrumentos del imperialismo de Wall Street. Era evidente que ATLAS no era una organización sindical independiente y Perón tenía muchos opositores a lo largo del continente.
Por otro lado, la excesiva politización de ATLAS hizo que muchas organizaciones sindicales se negaran a asociarse con ella. Además ATLAS era completamente dependiente de la financiación por parte de la Argentina. A medida que el régimen peronista comenzó a tener dificultades financieras y su postura antinorteamericana comenzó a menguar luego de la visita de Milton Eisenhower en julio de 1953, los fondos para ATLAS comenzaron a reducirse. Por último, ATLAS no consiguió ejercer influencia para evitar la caída de Perón; por el contrario la organización declinó casi completamente luego del derrocamiento del presidente argentino.

La tercera posición entre la desconfianza y la falta de un plan programático.

Conclusión.

La historia un tanto fría, vista en perspectiva de largos procesos, es una sucesión de episodios vivos, se tensa en momentos dramáticos, a veces trágicos o se ilumina con alguna esperanza colectiva; el anuncio de la Tercera Posición trató de ser una esperanza colectiva pero se marchito por que el gobierno de Perón operó como censor, que vigila, controla y se quiere convertir en él receptáculo de los debates, diálogos, alianzas estratégicas que reflejaban una variedad de fuerza partidarias que habitan en el pensamiento de los serviles hombres de gobierno y algunos adeptos en los países mencionados.
En este final de trabajo empecemos por recordar que lo que muestra un país hacia fuera es siempre una proyección más o menos aproximada que lo que se vive adentro, una forma de reflejarse en un espejo que permite también constatar los rasgos de una personalidad nacional. Con la enunciación de la Tercera Posición se demuestra que nuestro país sufrió y sufre trastornos de personalidad, porque siempre se trata de irritar al mundo y desconcertarlo con un mensaje ambiguo.
La intención de generar una política para aglutinar a los países que querían salir de la tutela de los colosos en que se había divido el mundo fue en su génesis buena, pero lo que falla en Argentina es que nunca se achica la brecha entre realidad y fantasía por lo que se reciente la relación entre expectativa y resultado, puesto que hay un desfasaje entre lo que somos y lo que queremos ser, entre la importancia que le asignamos a las cosas y la que nos reconocen, ayudada por uno aire de supremacía que lo que realmente esconde es una debilidad astronómica ya que como exprese anteriormente sufre un trastorno de personalidad.
Desde los primeros momentos de su gestión de gobierno, Perón, fue perceptible una política exterior que, a diferencia de lo que ocurría en la mayoría de los países latinoamericanos, se resistía a aceptar la legitimidad de la pretendida alineación del continente americano al lado de los intereses políticos, económicos e ideológicos de los Estados Unidos. Desde su participación en la Conferencia Interamericana de Río de Janeiro en 1947, donde se discutió y sancionó el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca, hasta las reuniones que en 1954 trataron el caso de Guatemala, la política argentina se formuló en función de la Doctrina de la Tercera Posición.
El presidente Perón, en sucesivas oportunidades reiteró su rechazo a aceptar la división del mundo en dos zonas o esferas de influencia que consagrarían una visión maniquea del mundo; justo él.
Los factores que rigen la política exterior de Argentina a menudo es contradictoria como por ejemplo hay momento que se presenta como polifacética, polivalente, pendular ya que recoge posturas y contenidos ideológicos de distinta naturaleza, en esta oportunidad trató de conciliarse con la situación imperante después de finalizada la guerra, en que el mundo se había dividido en dos, la parte capitalista y la parte comunista y la Argentina no comulgaba con ninguna de las dos pero tomaba bases de las dos sin comprometer. Esta doctrina se presentó al mundo como apropiada a la mística del peronismo era “más bien retórico que práctico”.
Es evidente que Perón realizó esfuerzos para conseguir el liderazgo latinoamericano, en su proyecto trató de acercar a los países que no estaban comprometidos de manera tajante con los bloques hegemónicos, pero inquietaba a los países vecinos como hemos analizados en párrafos anteriores porque el peronismo se mostraba expansivo y con pretensiones de ser hegemónico en la zona.
El presidente argentino utilizó principalmente cuatro instrumentos para lograr sus objetivos respecto de la difusión de la teoría de la Tercera Posición: negociar convenios económicos bilaterales, designar agregados obreros en las embajadas argentinas que luego servirían para la futura creación del ATLAS, acrecentar la propaganda, e incentivar por lo menos a presentarse como el modelo para el establecimiento de gobiernos de corte populista en los países latinoamericanos, estos gobierno deberían estar apoyados en su mayoría por la clase trabajadora que se apoyaría a su en los sindicatos aliados al gobierno siendo una fuente donde se nutre el poder del gobierno.
Esta enunciación doctrinaria no tuvo mayor repercusión práctica en el campo internacional, no tuvieron en ese momento condiciones políticas-ambientales propicias, esta proposición pudo ser el germen del Tercer Mundo pero en el orden interno mantuvo por un lado a los sectores adictos al gobierno alejados del marxismo que en vano trato de conquistar a la clase trabajadora argentina, porque el aumento del poder de Rusia después de terminada la guerra significaba un chantaje que se sumaba a la amenaza de los Estados Unidos; la amenaza bolchevique estaba latente, eso era lo que les hacia creer a las masas de trabajadores que apoyaban en su régimen. Probablemente la única manera que encontró este líder fue seguir con una situación de demagogia a los sindicalistas con un trabajo de persuasión primero, esto no era ajeno a sus maniobras políticas, esto lo había realizado Perón antes de asumir como presidente y creando para eso sindicatos paralelos y anulando de esa manera la ideología.
Perón imponía una odiosa hegemonía y hasta a veces de carácter perverso, por eso esta teoría es presentada como el invento que salva y redime a las clases menos beneficiada económicamente apoyada en un pensamiento mágico. Tal es lo que sucedió con el Atlas. Por tal los logros del ATLAS fueron mínimos.
Consiguió cierta influencia en los movimientos obreros de varios países, especialmente Colombia, Chile y Uruguay, pero dicha influencia fue transitoria. No tuvo éxito tampoco en unificar el movimiento sindical latinoamericano, pues en ningún país logró que se afiliara a ATLAS el movimiento sindical nacional en bloque. Una de las razones de sus pocos frutos fue justamente su estrecha asociación con la Argentina peronista.
Esta idea de ser una tercera fuerza en materia de dominio en el mundo se constituyó en un movimiento antiimperialista que trato de manifestarse fundamentalmente como punto de partida en América Latina. Sus rasgos distintivos son un marcado corte de mangas que hacen referencia especialmente a EE.UU. y en menor medida hacia la URSS, en razón de la hegemonía que Estados Unidos ejerció, y ejerce en Latinoamérica, una adhesión a los supuestos regímenes democráticos.
Esta posición Tercerista ideada por Perón no es sinónimo de “no-alineación”, (definición ideológica) ni de Tercer Mundo. Tercer Mundo es la caracterización de un conjunto de países, por sobre su ubicación política y la “no-alineación” (fue principalmente, la expresión de agrupaciones o de intelectuales, y su acción se desarrolla fundamentalmente durante la Guerra Fría, la que una vez concluida determinó el decaimiento de los grupos no-alineados), por lo tanto esta corriente se define más por el rechazo de los hegemonismos que por la acción a las doctrinas alternativas como era la Tercera Posición.
En esta época histórica América Latina se estaba buscando a sí misma y esa búsqueda implica, también un lugar en el mundo. El largo camino del empeño por defender su derecho a ser ella misma ha sido una fuente de dolorosa y prolongados conflictos en todo el mundo, por lo tanto Perón buscaba con esta doctrina se podría convertir en una identidad, quería integrarse al mundo pero no un mundo de iguales, sino él como cabeza visible de una nueva ideología, una nueva formar de gobernar, pero no se supo definir por falta de una estrategia prolongada y se convirtió en una mera enunciación de buenas intenciones de un líder que refleja un buen conociendo de la teoría de Maquiavelo, que quería lograr su lugar en el mundo para perdurar.
La teoría de la Tercera Posición fue presentada como la solución universal, el milagro de las masas de los países que no eran hegemónicos y resultó ser una posición Argentina para argentinos que querían enarbolar las supuestas glorias que detentaba la historia de nuestro país.
La democracia, aquella que se sustenta en una política deliberativa, que admita el uso de la innovación y la creatividad alimentada por una memoria histórica crítica, puede llegar a constituir un referente para una modernidad política emancipadora en el orden interno como externo, pero su promesa sigue en el horizonte de todas las políticas ejercidas por los gobiernos argentinos de turno, Perón no lo pudo logra porque aspiro a ordenar a la sociedad como un todo y entró en dificultad con la misma democracia porque existe y existió el peligro del populismo, amenaza seria de la democracia, que producto de sus fallas que se convierte en un instrumento útil para movilizar a los más postergados y Perón lo utilizó.
Trabajo realizado por Daniela Leiva Seisdedos.


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